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Es un prisionero.

Vive en la mazmorra del Castillo de San Juan de Ulúa.

Tiene puesta una máscara de fierro para que nadie lo reconozca, ni él mismo. Nomás que pa’ser original y autóctono, la mandé pintar de color verde nopal.

Nadie sabe esto. Y yo cuento con el silencio absoluto de los carceleros, porque en Veracruz mi palabra es la ley. Un boquiflojo que se soltó por al un día, acabó de merienda de tiburones. Por eso pudo pasar Dulce de la Garza a la cripta fúnebre. Porque di órdenes de que la dejaran. Parte del plan.

He mantenido el secreto durante ocho años.

He tenido paciencia. Tengo más paciencia que las viejitas cuando barajan los naipes. Dicen que una viejita se murió barajando. Tu servidor ha sobrevivido repartiendo las cartas a su gusto. Discreto, calladito, soy el amo del puerto de Veracruz. En un país

"balcanizado", como dice en sus artículos Aguilar Camín, dividido en más feudos que la propia República Argentina, ¿quién me iba a negar mi terroncito de poder local? ¿No gobierna Vidales en Tabasco y Quintero a Tamaulipas y Cabezas a Sonora? A mí me han respetado mi mínima republiqueta jarocha, que no va más allá de Boca del Río por un lado, la derruida casa de Hernán Cortés por el otro, y la salida a Tononocapan poquito más allá…

Aquí hago y deshago. Y el que se meta conmigo, yo lo zambuto en el acuario a ilustrarse combatiendo tiburones… Aquí duro, intocable y sonriente. O más bien, intocable, sonriente y paciente. Sabes que yo nunca he dejado de educarme, pero no ando de farolón demostrando lo que sé. Tú me leíste en voz alta, cuando de jovencita venías a consolarme de mi viudez, El príncipe de Maquiavelo. Virtud, necesidad, fortuna. Nunca lo olvido. Los atributos del gobernante. En la historia de México del siglo XIX, Juárez dependió de la virtud, Santa Anna de la necesidad, Iturbide de la fortuna. En el siglo XX, Madero fue el virtuoso, Calles el necesario, Obregón el afortunado. Ya ves, sólo el necesario no murió asesinado. ¿Virtud, necesidad y fortuna? Creo que sólo mi general Cárdenas juntó las tres. Yo, mi querida Paulina, me aproveché de las tres, las usé, pero no las tuve. ¿Cómo iba a ser virtuoso, necesario o afortunado si me la pasé sospechando?

Se han citado hasta la saciedad mis dichos pintorescos sobre la política. Pero sólo yo sé los dichos que sólo me digo a mí mismo.

– En las grandes batallas, después de los héroes, vienen los malosos.

– En política, la mariposa del mediodía es el vampiro de la noche.

– En México, el ladrón precede al honrado, que a su vez será el siguiente ladrón.

– La retaguardia de la política mexicana son los lambiscones, los rateros, los pedigüeños, los pillos y sus soldaderas perfumadas.

– Mira volar a las palomas. Allí detrás vienen los zopilotes.

Paulina, hay épocas de escalofrío nacional y hay épocas de fiebre nacional. Hoy, un escalofrío febril nos amenaza. La muerte del Presidente Terán puede abrirle las compuertas a todos los draculones de la política nacional. Arruza le apuesta al golpe militar. César León a la reelección. Herrera a ser el preferido del difunto Terán. Descuento a Tácito, es un corrupto demasiado evidente, un lacayo natural y un pendejo al que una vez le dije,

– Tú eres una rata que sube al barco hundido. Te pasas de listo y eres bien tarugo.

– Sirvo al señor Presidente, "señor Presidente" -se atrevió a decirme con sorna.

– Tú lo que haces muy bien, Tácito, es obedecer las órdenes del señor Presidente antes de que las dé.

– Señor, soy lo que se llama un cortesano independiente -contestó el hijo de la mermelada.

Suspiré: -Nunca hubo mejor esclavo para peor amo.

Un aparte divertido, Paulina. Conociendo que Tácito cojea por la pata de la vanidad, creyéndose muy popular, le organicé un homenaje de las fantasmales "fuerzas vivas" aquí en Veracruz. Allí mismo, a la hora del brindis, lo acusé de ambición. Nadie se paró a defenderlo. Tácito sonrió y dijo lo que sigue, por extraordinario que te parezca:

– ¿Qué diablos esperan de mí? No soy nadie. No pierdan el tiempo atacándome.

– No te ataco -dije en voz alta-. Te defino. Eres un parásito.

– ¿De cuándo acá no hacer nada es un crimen? -dijo muy sonriente.

Y como todos los presentes se dieron por aludidos, allí terminó el huateque, entre chistes y abrazos…

(Pausa corta en la cinta, risilla de El Anciano seguida de suspiro.)

Andino Almazán es sólo el títere de su ambiciosa mujer. Al que yo le temo es a Nicolás Valdivia. Es joven, es puro, es inteligente, me cae bien y apostaría por él. La cuestión, Paulina, es esta: ¿Es nuestro? Yo pienso que no. Es joven, es puro y es independiente. Es decir, es ambicioso y sólo atiende a sus propios intereses. María del Rosario lo apoya. Pero, ¿apoya él a María del Rosario? Está por verse. Ya sé que no simpatizas con la Dragona de las Lomas, como tú la llamas. Sé objetiva y pesa los factores, mide las influencias posibles. Por último, tu presidente del Congreso, Onésimo Canabal, es plastilina pura y entre tú y yo podemos moldearlo si no se nos adelanta César León, que tiene ascendencia sobre él.

(Pausa larga en la cinta.)

Paulina. Un gobernante puede ser bueno o malo, pero siempre necesita ser legítimo. O ser visto como tal. El Congreso le otorgará legitimidad al que designe Presidente Sustituto en cuestión de días, quizá de horas. Tú conoces mi paciencia. He llegado a viejo porque siempre he jugado al largo plazo. Nunca me he engolosinado con la satisfacción inmediata, como es el uso hoy en día. Sé que los tiempos cambian. Hay tiempos para vivir y tiempos para morir, tiempos para la paz y tiempos para la guerra… Me lo leíste hace años, muchachita, y me quedé más impresionado que un condón cuando llueve.

Tiempos de paz, tiempos de guerra. ¿Cómo separarlos, cómo distinguirlos? Te diré. Hace ocho años, Tomás Moctezuma Moro se presentó como candidato con un programa de idealismo combativo que suscitó todas las animosidades -que son muchas- de este país. Su gobierno iba a ser imposible. Lo iban a atacar desde todos los flancos. Lo iban a paralizar, hundiendo a la nación en un barril de melaza. Lo iban a congelar como congela el hielo, sin que sople el viento. Porque el viento es martillo pero el hielo es sepulcro. Nomás.