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Paulina, tú fuiste quién me dio la idea, tú sacaste uno de tus brillantes parecidos o citas, llamaste al frío

– El ministerio secreto.

¿Y hay lugar más frío, Paulina, más húmedo y oscuro, más resistente a los vientos, pero martillo y hielo a la vez, que un calabozo en la fortaleza de San Juan de Ulúa?

El Hombre de la Máscara de Nopal. Un símbolo, Paulina, un símbolo en un mundo que no puede vivir sin ellos. Un símbolo. La máscara de fierro, pero pintada de verde nopal para que el pobre prisionero se sienta a gusto, en casa, menos desplazado, pues. Ocho años en que se le ha dado por muerto. Un muñeco de cera derritiéndose en su tumba,

TOMÁS MOCTEZUMA MORO – 1973-2012

y un hombre enmascarado de fierro verde languideciendo en las mazmorras de Ulúa, por su propio bien, Paulina, eso tú debes entenderlo, prisionero por su propio bien, para que su impetuoso idealismo no lo condenara realmente a muerte, para salvarlo de la inevitable bala del asesino, del cacique, del narco, para salvarlo de la bandada de buitres dispuestos a devorarlo vivo, yo lo maté, Paulina, yo lo mandé secuestrar por su propio bien y yo mismo, con mi autoridad de patriarca jarocho, anuncié al país conmocionado su asesinato, la inmediata captura y muerte del asesino, un enloquecido argentino de nombre Martín Caparrós, militante del partido subterráneo "Del Ganado al Matadero": todo pura ficción, pero de la mejor, o sea, no confirmable…

Yo organicé la ceremonia fúnebre aquí mismo en Veracruz, ya que Tomás era oriundo de Alvarado, tierra que es como un bosque de cruces levantadas todo el mes de mayo para hacerse perdonar lo mal hablado de sus habitantes: en Alvarado debe haber una cruz por cada chingadazo. Bueno, dirás que desvarío y me dejo llevar por las noticias de mi patria chica. No, Paulina. Tomás Moctezuma Moro era hijo predilecto del Estado, merecía todas las cruces alvaradeñas.

Yo mismo hice desaparecer (no me preguntes cómo ni dónde) a todos los que participaron en la farsa fúnebre, los embalsamadores de mentiras, los fabricantes del muñeco de cera, los testigos inevitables -muy pocos, dos o tres- del falso crimen, y una noche sin luz Tomás Moctezuma Moro entró a la fortaleza de Ulúa sin rostro ni más identidad que la de El Hombre de la Máscara de Nopal. Y allí ha estado durante ocho años, su existencia ignorada, su máscara parte de su cara, pegada a su piel…

¿Por qué, para qué, mi niña? Para salvarlo de sí mismo, de su idealismo fatal, del fatal enjambre de enemigos que había alborotado. ¡Cualquiera pudo haberlo asesinado! Afectaba no demasiados sino todos los intereses creados. Mi idealista, puro, entregado, apasionado discípulo, mi hijo casi: Tomás Moctezuma Moro, ocho años encerrado en el Castillo Fortaleza, ocho años con la máscara de nopal, ocho años esperando el momento para sacarlo del calabozo y devolverlo a la luz, cuando sus virtudes ya no amenazaran a nadie, sino que sería, Paulina, garantía de legitimidad, mantequilla en vez de mostaza para la torta nacional, Paulina.

Que no le busquen cinco pies al gato, que sólo tiene cuatro. Que no nos den gato por liebre, que México ya tiene Presidente constitucionalmente electo.

Se llama Tomás Moctezuma Moro.

Que si es gato encerrado, mañana será tigre que acabe con todos los pretendientes mediocres que hoy aspiran a suceder a Lorenzo Terán.

Paulina: Presidente habemos. Prepara los ánimos en el Congreso para restaurar la legitimidad inaugurando al Presidente Electo Tomás Moctezuma Moro, sin necesidad de Presidente Provisional ni Sustituto ni de nuevas elecciones. Córtale el paso a César León. Mueve al pusilánime Onésimo Canabal. Presidente habemos. Sonó la hora de Moro. Hace ocho años lo hubieran matado. Hoy, su idealismo activo es la medicina nacional después de la abulia desesperante del difunto Lorenzo Terán.

Mírame a los ojos, Paulina. Ve en mi mirada todo lo que va a ocurrir. Mejor todavía. Imagina de una santa vez que todo lo que va a ocurrir, ya ha pasado.

Y cuando vuelvas a verme, no te asustes. Mi rostro tiene que congelar su propia sangre para congelar la de los demás.

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"La Pepa" Almazán a Tácito de la Canal

¿De manera, mi meloncito de regalo, que tú ibas a ser Presidente con mi ayuda? ¿De manera que para ser Presidente primero ibas a ser la perfecta pantalla para despistar al mundo, o sea que tú y yo nos aliamos para llevar a la Presidencia provisional a mi marido Andino Almazán para que él a su vez te trepara a la Silla del Águila? ¿De manera que yo debí engañar a mi marido haciéndole creer que trabajaba a su favor para que él llegara a la Presidencia? ¿De manera que confié en ti y en tu cinismo para llegar a donde quería…?

– Mi moral es inferior a mi genio -me suspiraste a la oreja con tu aliento de panucho.

Déjame carcajearme de tu vanidad, pobre pendejo. Has sido el felpudo de la política mexicana. Dicen que te falló la vocación. Que debiste ser cura, no político.

– Te equivocas. Es las dos cosas.

Me lo advirtió mi marido cuando me contó que el secretario de Gobernación Valdivia te tiene cogido de las pelotas con tu chanchullo del desfalco de MEXEN y hubo de pasar por Andino para que la Secretaría de Hacienda lo mantuviera todo en regla…

Y encima, ahora, dado a la desgracia, intentas corromper a mi marido con un nuevo chanchullo financiero.

Eres cura. Eres político. Pero también eres pendejo.

O sea eres una mierda y tu único consuelo es que en este pinche país la mierda atrae a los lambiscones, que son como moscas. ¿Qué dirá de ti la posteridad, pobre Tácito?

– ¿Tácito de la Canal? Tenía mala digestión. Una tía beata. Un padre senil. La cabeza calva. Las uñas más largas que la vista. Y pesadillas programadas.