– Gloria Marín, para servir al patrón.
Sonreí. -Ah, como la actriz.
– No señor. Yo soy la actriz Gloria Marín.
Y es cierto, se parecía a una de las más bellas e inquietantes mujeres del viejo cine mexicano. Gloria Marín la del pelo negro azabache, los ojos de melancolía desconfiada pero sensuales detrás de las inevitables defensas de mexicana escarmentada. El perfil, perfecto en el óvalo de un rostro de morena clara. Y esos labios de sonrisa difícil, siempre al límite de un rictus de amargura. Sumisa en apariencia, rebelde en realidad.
– ¿Y mi papá?
– Donde siempre, señor. Mirando la tele. Noche y día.
Se cruzó con donaire el rebozo sobre los pechos "turgentes", como se decía entonces, y no tuve tiempo de decirle que las antenas de televisión estaban muertas desde enero.
– Ah. ¿Noche y día?
– Sí, allí duerme, allí come, dice que no se puede perder un solo minuto de lo que pasa en la tele.
Ah. Como el Hermano Mayor de hace años, nomás que al revés…
– Yo no sé. Él dice que en cualquier momento lo pueden matar y tiene que estar listo para defenderse.
– ¿Quiénes quieren matarlo?
– Unos malosos.
– ¿Cómo se llaman?
– Uy, uno el Sute Cúpira, otro el Cholo Parima. Ya los sueño, señor. Dizque son venezolanos y viven en una selva llamada Canaima.
La observé con creciente extrañeza.
– Está bien. Te llamas Gloria Marín. Y tu patrón, ¿cómo se llama?
– Jorge Negrete.
– No, se llama Enrico Canali. ¿De dónde sacaste eso de Jorge Negrete, pinche gata? Negrete era un actor de cine, "el charro cantor", un galán muy guapo, muy retador, con el que soñaban las criadas como tú. Murió hace casi un siglo.
Gloria Marín se soltó llorando.
– Ay señor, no se lo diga al patrón. No lo mate. Él es Jorge Negrete. Lo cree de veras. No lo desilusione. Palabra que lo puede matar.
Bajó la mirada.
– A mí llámeme como guste. Para servir al patrón.
Suspiré atávicamente. Entré al saloncito minúsculo, abierto sobre un patio descuidado donde la hierba crecía entre las baldosas y un solitario pirú hacía penitencia. En un sillón frente a la pantalla de TV estaba mi A. P, mi Antiguo Padre, con la mirada fija en la pantalla. Hablaba solo, ensimismado. -Ora entro a la cantina y miro con insolencia a todos. "Aquí está el Ametralladora", grito con el mechón sobre la frente y todos se quedan callados de miedo, agarro de la cintura a la muchacha más bonita -perdón, Gloria, no eres tú, esta vez no sales en la película- y canto Ay Jalisco no te rajes, mírenme…
Sintió mi presencia, puso mi mano sobre su hombro, la tomó con su propia mano de mármol pecoso y frío, como si agradeciera mi presencia pero sin saber quién era yo, cambió de imagen con el control, era obvio que sólo pasaba un montaje de escenas reunidas por él mismo y ahora Jorge Negrete bailaba sobre un tablado veracruzano el son del Niño Aparecido con una preciosa Gloria Marín vestida a la usanza aristocrática del siglo XIX, con mantilla y la falda de seda hasta el tobillo. Y Negrete de chinaco, mirándose los dos con una pasión desafiante hasta que el villano, un boticario llamado "Vitriolo" le arroja, lleno de celos, un puñal a Gloria y mi A. P corre velozmente la cinta hacia adelante para emocionarse -lo siento en su puño- viendo a Jorge darle un larguísimo beso a Gloria en la película Una carta de amor, evitando la muerte de su amada en la película anterior.
En el beso congela mi padre la imagen, embelesado, gozando el momento, dirigiéndose al cabo a mí.
– Gracias por venir a verme. Hace tiempo que estoy esperando que me manden a mi escudero.
Me mira sin reconocerme.
– ¿Quién eres, pelao? ¿Mantequilla o El Chicote?
– Chicote, padre…
– ¿Qué cosa?
– Perdón, Chicote, soy el Chicote, su fiel adlátere.
– Así me gusta. Te invito a tomarnos un tequila con limón en el rincón de la cantina, hasta caernos de borrachos, soñando con las hembras traicioneras y consolados por los cuates del alma…
Negrete cantó en la pantalla, mi padre cantó desde un sillón, yo canté con la mano de mi padre en la mía viendo las escenas de la película Me he de comer esa tuna,
L'águila siendo animal
se retrató en el dinero.
Para subir al nopal
pidió permiso primero.
En el patio, sin hacernos caso, Gloria Marín regaba las macetas y cantaba su propia canción,
Soy virgencita, riego las flores…
Me dirigió la mirada, modosilla y coqueta.
Se la devolví.
Puedes decir lo que estás pensando, Josefina:
– De gatero habías de acabar…
¡Cuánto siento que tu marido, pecando de honorabilidad, te haya comunicado mi plan de recuperación financiera, calificándome ante ti de pillo y facineroso! A ver cómo les va a ti y a él en nuestras agitadas aguas políticas. Yo le ofrecí un trasatlántico. Él se conformó con una chalupa. Todo sea por Dios.
Y leas lo que leas o te digan lo que te digan, recuerda que yo siempre seré político y la política da muchas vueltas. En política, te asumes y te compensas. No hay de otra, para qué es más que la verdad.
Tuyo, T.
58
Nicolás Valdivia a expresidente César León
Distinguido señor Presidente y fino amigo: Nadie mejor que usted conoce las reglas de la política nacional. Todo Presidente va dejando un rosario de dichos más o menos célebres que pasan a formar parte del folklore "polaco".
– En política hay que tragar sapos sin hacer gestos. -Un político pobre es un pobre político. -El que no transa no avanza. -Arriba y adelante.
– La solución somos todos.
– Si le va bien al Presidente, le va bien a México. Le recuerdo sólo dos de su cosecha:
– Para conservar las costumbres, violemos las leyes.
– Llegar a la Presidencia es como llegar a la Isla del Tesoro. Aunque te expulsen de la isla, nunca dejarás de añorarla. Quieres volver a ella, aunque todos, incluyéndote a ti mismo, te digan que no.