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Lamento informarle que el general fue sorprendido en lecho adúltero con la señora doña Josefina Almazán, esposa del señor secretario de Hacienda don Andino Almazán. El impulsivo intento de sacar su pistola de debajo de la almohada provocó la reacción natural de los elementos enviados a aprehenderle. Por desgracia, la ráfaga no perdonó a la señora Almazán, cuyo cadáver ha sido entregado a su esposo, cuya renuncia al cargo, si no me equivoco, ya está en manos de, usted.

Confío en que comprenda y apoye, señor secretario, mi decisión de retirar el cuerpo herido del general Arruza del lecho ya citado para trasladarlo, moribundo, al cuartel general de la XXVIII Zona Militar en Mérida, colocándolo de pie contra el muro a fin de poner fin a sus días de manera consecuente con sus indudables méritos militares. Quisiera decir que tuvo miedo. No lo tuvo. No por valiente. Nomás no pudo. Ya no tenía pistola para decir su verdad. Sus palabras finales en el lecho de amor fueron,

– A mí no me vacila nadie.

Y apoyado ya en el paredón, dando las últimas boqueadas, alcanzó a decir:

– ¿Qué pasa? Disparen. ¿No tienen güevos?

Con respeto sea dicho y por obligación de dar cuenta cabal de lo acaecido a la superioridad, quedo como siempre a sus órdenes el día de hoy y en las circunstancias futuras que juzgo favorables para usted y la patria,

General Mondragón von Bertrab, DEM

Ps. Hay muchos cenotes en Yucatán. Arruza tiene tumba de agua.

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Onésimo Canabal a Nicolás Valdivia

Señor Presidente,

Cumplo con enorme satisfacción mi deber constitucional de informarle que, con apego al Artículo 84 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y en ausencia del pleno del H. Congreso de la Unión que me ufano en presidir, convoqué a la Comisión Permanente del mismo a fin de proceder al nombramiento de Presidente Sustituto para concluir el periodo presidencial de don Lorenzo Terán, tras de su lamentable fallecimiento la semana próximo pasada. Reunida la Comisión Permanente y a iniciativa de la H. Diputada por Hidalgo doña Paulina Tardegarda, sus miembros votaron unánime por usted, en desempeño actual de las funciones de secretario de Gobernación, para ejercer la Primera Magistratura del País con carácter Sustitutivo.

Convocado por mí el Congreso de la Unión a sesión extraordinaria para erigirse en Colegio Electoral, la anterior decisión fue ratificada unánimemente, hecho por el cual queda usted investido, don Nicolás Valdivia, como Presidente Sustituto de los Estados Unidos Mexicanos a partir de esta fecha y hasta la del cambio constitucional de poderes el l 0 de diciembre de 2024.

Al extenderle mi felicitación y la invitación a hacerse cargo del puesto en ceremonia solemne el próximo 5 de mayo a las cinco de la tarde, aprovecho la oportunidad, señor Presidente, para reiterarle las seguridades de mi más alta y distinguida consideración, así como mis votos personales por el éxito de la gestión que hoy le encomienda la Patria.

(fdo.) Onésimo Canabal,

Presidente del H. Congreso de la Unión.

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Jesús Ricardo Magón a Nicolás Valdivia

Misión cumplida, señor Presidente. Con la autoridad que usted me presta, todas las puertas se me abren. Incluso las de una fortaleza como San Juan de Ulúa, ese castillo de los candados adonde usted me envió porque yo soy confiable, porque yo sólo le rindo cuentas a usted, porque yo soy la tumba de sus secretos y si lo delato a usted me delato a mí mismo.

– Sólo tú puedes hacerme este inmenso favor -me dijiste, Nicolás-. En nadie más puedo confiar.

Miré con tristeza la propia tristeza de tu mirada, como si me dijeras:

– Es el último favor que te pido. Si quieres, después de esto no nos volvemos a ver…

En cambio, te atreviste a decirme:

– Vas a beber el cáliz más amargo.

Me miraste con un intolerable aire de complicidad filosófica. (Cómo empiezo a delatar y detestar tus tics.)

– Bébelo hasta las heces. Con este acto culmina la educación política que te prometí en tu palomar ¿recuerdas? Cumple y emprende tu propio vuelo, si quieres. Vuelve a ser un anarquista melenudo, si quieres. Tu paideia está completa.

Si al menos me hubieras enviado solo, Nicolás. Ese era mi único consuelo. Voy a hacer lo que él me pide. Cuando acepté el pacto con este Diablo disfrazado de Ángel que eres tú, Nicolás Valdivia, admití muy honda, muy íntima y secretamente, que no podría evadir una prueba final, esa "prueba de Dios" a la que sometían a los antiguos héroes nórdicos. Después, partiría en una nave vikinga. Aunque la nave ardiese como pira funeraria y yo fuese la víctima propiciatoria…

Iba a un funeral. Pero era mi propio funeral. Has puesto a prueba mi fidelidad hasta convertirme en un asesino. Tu mano armada. Y a pesar de todo, fíjate lo que son las cosas, mira hasta qué grado nos hemos vuelto gemelos en el hablar, en el andar, en el vestir… Me pigmalionizaste totalmente, Nicolás Valdivia, hiciste de mí el espejo que necesitabas para estar seguro de que tú también eras joven, inteligente, bello, rebelde, yo he sido tu réplica hasta en la manera de hablar, caminar… y ahora, matar.

– ¿Es necesario? -me atreví a preguntarte, recobrando algo de esa antigua rebeldía que tú te has encargado de aplastar con medidas iguales de pasión y de tiranía…

– No podemos vivir con un fantasma.

– No puedes tú, Nicolás, no generalices.

– Está bien. Yo no puedo vivir con un fantasma. Rumiaste tus palabras como un toro hasta eructarme a la cara.

– Un fantasma enérgico.

Me hiciste creer que iba a entrar solo al calabozo de Ulúa.

– Nadie lo sabrá, mas que tú y yo.

Quedaba sobreentendido. Tú y yo conservamos nuestros secretos.

Los guardianes de la prisión me fueron abriendo las pesadas puertas metálicas, una a una, cada una cerrándose detrás de mí como una sinfonía de fierro, como en esas viejas películas en blanco y negro de James Cagney que nos encantaba ver juntos muy de noche. Una melodía de metal escuchada por primera y última vez.