Bell dijo:
– De manera que Davett les pagó para alquilarles su parte del canal -movió la cabeza al entenderlo todo-. Y debe de haber pagado mucho dinero, mira cómo son de grandes esas casas de Blackwater Landing. Y piensa en esos lindos camiones y Mercedes y Lexus que la gente conduce por aquí. ¿Pero qué tiene que ver eso con Mason y la familia de Garrett?
– La tierra del padre de Garrett estaba sobre el canal. Pero no quería vender sus derechos de uso. De modo que Davett o alguien de su empresa pagó a Mason para que convenciera al padre de Garrett de vender y cuando no quiso, Mason escogió a unos delincuentes locales para que le ayudaran a matar a la familia: Culbeau, Tomel y O'Sarian. Luego me inclino a pensar que Davett sobornó al albacea testamentario para que le vendiera la propiedad.
– Pero la familia de Garrett murió en un accidente. Un accidente de coche. Yo mismo vi el infome.
– ¿Fue Mason el oficial que lo redactó?
– No recuerdo, pero pudo haber sido -admitió Bell. Miró a Rhyme con una sonrisa de admiración-. ¿Cómo diablos descubriste todo?
– Oh, resultó fácil, porque no hay escarcha en julio. Al menos no en Carolina.
– ¿Escarcha?
– Hablé con Amelia. Garrett le dijo que la noche en que su familia murió, el coche estaba cubierto de escarcha y sus padres y su hermana temblaban de frío. Pero el accidente tuvo lugar en julio. Recuerdo haber visto un artículo en el archivo, una foto de Garrett y su familia. El chico llevaba una camiseta y la foto la sacaron en una fiesta por el Cuatro de Julio. El artículo periodístico decía que la foto fue sacada una semana antes que sus padres murieran.
– ¿Entonces de qué hablaba el chico? ¿Escarcha, temblores?
– Mason y Culbeau utilizaron el toxafeno de Davett para matar a la familia. Hablé con mi doctora del centro médico. Me dijo que en casos extremos de envenenamiento neurotóxico, el cuerpo tiene espasmos. Ese es el temblor que vio Garrett. La escarcha se debía probablemente a los vapores o a los residuos del producto químico en el coche.
– ¿Si lo vio por qué no se lo dijo a nadie?
– Le describí el muchacho a la doctora. Y dijo que parece que él también se envenenó esa noche. Justo lo suficiente para provocarle MCS, sensibilidad química múltiple. Pérdida de memoria, daño cerebral, reacción aguda a otros productos químicos en el aire y el agua. ¿Recuerdas las ronchas en su piel?
– Seguro.
– Garrett piensa que se debe a la hiedra venenosa pero no es así. La doctora me dijo que las erupciones en la piel constituyen un síntoma clásico de MCS. Aparecen cuando uno se expone a pequeñas cantidades de sustancias que no afectarían a nadie más. Hasta el jabón o el perfume pueden causar una erupción en estas personas.
– Tiene sentido -dijo Bell. Luego, con el ceño fruncido, añadió-: Pero si no tienes ninguna evidencia concreta todo lo que hacemos es especular.
– Oh, debería mencionar -Rhyme no pudo resistirse a sonreír levemente, la modestia nunca fue una cualidad de la que pudiera alardear- que tengo una evidencia concreta. Encontré los cuerpos de la familia de Garrett.
Capítulo 41
En el Albemarle Manor Hotel, a cien metros de la cárcel del condado de Paquenoke, Mason Germain no esperó el ascensor y subió por las escaleras cubiertas por una desgastada alfombra marrón.
Encontró el cuarto 201 y golpeó.
– Está abierto -contestó una voz.
Abrió la puerta lentamente y entró en un cuarto rosa bañado por la luz del sol color naranja. Dentro hacía un calor insoportable. Mason no pudo imaginar que al ocupante del cuarto le gustara aquella temperatura, de manera que dedujo que o era demasiado perezoso para encender el acondicionador de aire o demasiado estúpido para saber cómo funcionaba. Lo que aumentó sus sospechas.
El hombre de color, delgado y con piel particularmente oscura, vestía un traje negro arrugado, que parecía por completo fuera de lugar en Tanner's Corner. Quieres atraer la atención, ¿por qué no?, pensó Mason con desdén. Malcom Maldito X.
– ¿Tú eres Germain? -preguntó el hombre.
– Sí.
Tenía los pies sobre una silla y cuando retiró la mano de una copia del Charlotte Observer, sus largos dedos sostenían una pistola automática.
– Eso contesta una de mis preguntas -dijo Mason-. Si tenías o no un arma.
– ¿Cuál es la otra? -preguntó el hombre del traje.
– Si sabes cómo usarla.
El hombre no dijo nada pero marcó con cuidado un párrafo del artículo periodístico que estaba leyendo, usando un lápiz romo. Parecía un escolar de tercer grado luchando con el alfabeto.
Mason lo estudió nuevamente, sin decir una palabra, luego sintió un irritante hilo de sudor que bajaba por su cara. Sin pedir permiso al hombre, se dirigió al baño, cogió una toalla y se enjugó la cara con ella. Luego la dejó caer en el suelo.
El hombre rió, de una manera tan irritante como las gotas de sudor, y dijo:
– Tengo la clara impresión de que a ti no te gustan los de mi tipo…
– No, creo que no -respondió Mason-. Pero si sabes lo que haces, lo que a mi me guste o me deje de gustar no tiene importancia.
– Totalmente cierto -respondió el negro con frialdad-. Entonces, dime. No quiero estar aquí más tiempo del necesario.
Mason continuó:
– Así están las cosas. En estos momentos Rhyme está hablando con Jim en el edificio del condado. Y esa Amelia Sachs, está en la cárcel, calle arriba.
– ¿Dónde deberíamos ir primero?
Sin vacilar, Mason dijo:
– La mujer…
– Entonces, eso es lo que haremos -aseveró el hombre, como si hubiera sido idea suya. Guardó el arma, colocó el periódico sobre la cómoda y, con una cortesía que Mason pensó que era más burla que otra cosa, prosiguió-: Después de ti -e hizo un gesto hacia la puerta.
– ¿Los cuerpos de los Hanlon? -preguntó Jim Bell a Rhyme-. ¿Dónde están?
– Allí -dijo Rhyme. Señaló la pila de huesos que habían salido de la mochila de Mary Beth-. Ésos son los restos que Mary Beth encontró en Blackwater Landing -dijo el criminalista-. Ella pensó que eran los huesos de los sobrevivientes de la Colonia Perdida. Pero tuve que decirle que no son tan antiguos. Parecen deteriorados pero eso se debe a que fueron parcialmente quemados. He trabajado mucho en antropología forense y supe enseguida que han estado enterrados sólo cinco años, el tiempo transcurrido desde que mataron a la familia de Garrett. Son los huesos de un hombre de treinta y pico años, de una mujer de la misma edad que tuvo hijos y de una niña de diez. Coincide perfectamente con la familia de Garrett.