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– Esto no tiene nada que ver conmigo. Ustedes dos deben arreglarlo. -Señaló con la cabeza a Geberth y al fiscal-. Tienen cinco minutos, luego ella puede aceptar el arreglo de la alegación o fijo la fianza y doy fecha para el juicio.

El fiscal le dijo a Geberth:

– No significa que no haya matado a Jesse. Aun si Corn era otro de los conspiradores, sigue siendo la víctima de un homicidio.

Ahora le tocó al norteño poner los ojos en blanco.

– Oh, vamos -soltó Geberth, como si el fiscal del distrito fuera un estudiante atrasado-. Lo que significa es que Corn estaba operando fuera de su jurisdicción como policía y que cuando se enfrentó a Garrett era un criminal armado y peligroso. Jim Bell admitió que planeaban torturar al chico para encontrar el paradero de Mary Beth. Una vez que la hubieran encontrado, Corn habría llegado con Culbeau y los otros para matar a Lucy Kerr y los demás policías.

Los ojos del juez se movían de derecha a izquierda lentamente mientras asistía a aquel partido de tenis sin precedentes.

El fiscaclass="underline"

– Yo sólo puedo concentrarme en el crimen al que nos referimos. Si Jesse Corn iba a matar a alguien o no, no tiene importancia.

Geberth sacudió lentamente la cabeza. El abogado dijo al secretario del tribunaclass="underline"

– Suspendemos la sesión. Esto queda fuera del acta -luego se dirigió al fiscal-: ¿Qué sentido tiene seguir? Corn era un asesino.

Rhyme se le unió y habló con el fiscaclass="underline"

– Lleve esto a juicio ¿y qué piensa que sentirá el jurado cuando demostremos que la víctima era un policía corrompido que planeaba torturar un chico inocente para encontrar a una jovencita y luego matarla?

Geberth cotinuó:

– No quiere esta muesca en su pistola. Tiene a Bell, tiene a su cuñado, al juez de instrucción…

Antes de que el fiscal pudiera protestar nuevamente, Rhyme levantó la vista hacia él y dijo en voz baja:

– Le ayudaré…

– ¿Qué? -preguntó el fiscal.

– Usted sabe quién está detrás de todo esto, ¿verdad? ¿Sabe quién está matando a la mitad de los residentes de Tanner's Corner?

– Henry Davett -dijo el fiscal-. He leído los expedientes y las declaraciones.

Rhyme preguntó:

– ¿Y cómo va el caso contra él?

– Mal. No hay evidencias. No hay relación entre él y Bell, nadie de la ciudad. Utilizó intermediarios y todos callan o están fuera de mi jurisdicción.

– Pero -dijo Rhyme-, ¿no le gustaría cogerlo antes de que más gente muera de cáncer? ¿Antes que más niños enfermen y se suiciden? ¿Antes que más bebés nazcan con defectos genéticos…?

– Por supuesto que sí.

– Entonces me necesita a mí. No encontrará a ningún criminalista de este Estado que pueda incriminar a Davett. Yo puedo. -Rhyme miró a Sachs. Podía ver lágrimas en sus ojos. Sabía que el único pensamiento que ocupaba su mente era que, la mandaran o no a la cárcel, no había matado a un inocente.

El fiscal lanzó un profundo suspiro. Luego asintió. Rápidamente, como si pudiera cambiar de decisión, dijo:

– De acuerdo -miró al juez-. Señoría, en el caso del Pueblo contra Sachs, el Estado retira todos los cargos.

– Así queda establecido -dijo un juez aburrido-. La acusada puede irse. Siguiente caso -ni siquiera se molestó en bajar el martillo.

Capítulo 45

– No sabía si aparecerías -dijo Lincoln Rhyme.

Estaba sorprendido de verdad.

– Yo tampoco sabía si iba a venir -replicó Sachs.

Estaban en el cuarto de hospital de Rhyme, en el centro médico de Avery.

Él dijo:

– Acabo de bajar de visitar a Thom en la quinta planta. Qué extraño que en este momento tenga más movilidad que él.

– ¿Cómo está?

– Se pondrá bien. Saldrá en un día o dos. Le dije que iba a considerar la terapia física desde un ángulo completamente distinto. No le hizo gracia.

Una agradable guatemalteca, la cuidadora temporal, estaba sentada en un rincón, tejiendo un chal amarillo y rojo. Parecía soportar bien los cambios de humor de Rhyme, si bien él creía que eso se debía a que no comprendía el inglés lo suficientemente bien como para apreciar sus sarcasmos e insultos.

– Sabes, Sachs -dijo Rhyme-, cuando supe que habías sacado por la fuerza a Garrett de la cárcel, casi se me ocurre que lo habías hecho para darme la posibilidad de pensar dos veces en la operación.

Una sonrisa curvó los labios de Sachs, tan parecidos a los de Julia Roberts.

– Quizá hubo algo de eso.

– ¿De manera que ahora estás aquí para convencerme de que no lo haga?

Sachs se levantó de la silla y caminó hasta la ventana.

– Hermosa vista.

– Tranquila, ¿verdad? Fuente y jardín. Plantas. No sé de que clase.

– Lucy te lo podría decir. Conoce las plantas de la misma forma que Garrett conoce los bichos. Perdona, insectos. El bicho es sólo un tipo de insecto… No, Rhyme, no estoy aquí para convencerte de que no te operes. Estoy aquí para acompañarte ahora y estar en el cuarto de recuperación cuando despiertes.

– ¿Cambiaste de parecer…?

Ella se volvió hacia él.

– Cuando Garrett y yo estábamos huyendo, me contó sobre algo que leyó en uno de sus libros, The Miniature World.

– Tengo un respeto que antes no sentía por los escarabajos peloteros después de leerlo -dijo Rhyme.

– Había algo que me mostró, un pasaje. Era una lista de las características de las criaturas vivientes. Una de ellas consiste en que los seres sanos se esfuerzan por crecer y por adaptarse al medio. Me di cuenta de que es algo que tú tienes que hacer, Rhyme, pasar por el quirófano. No puedo interferir.

Después de un momento, Rhyme comenzó a hablar:

– Sé que no me va a curar, Sachs. ¿Pero cuál es la naturaleza de nuestro trabajo? Las pequeñas victorias. Encontramos una fibra allí, una huella dactilar parcial allá, unos pocos granos de arena que pueden conducir a la casa del asesino. Eso es todo lo que busco en este lugar, una pequeña mejora. No voy a salir de esta silla, lo sé. Pero necesito una pequeña victoria.

Quizá la ocasión de tomarte de la mano de verdad.