Tumbas agradables y cómodas…
Lincoln Rhyme, cuya voz nunca era más seductora que cuando imaginaba una escena del crimen, le dijo:
– Sigue, Sachs, llega a él. Conviértete en Garrett Hanlon. ¿En qué estás pensando? ¿Cómo es tu vida? ¿Qué haces minuto a minuto a minuto en ese cuarto? ¿Cuáles son tus pensamientos más secretos?
Los mejores criminalistas, le había dicho Rhyme, eran como los novelistas de talento, que se imaginaban a sí mismos como sus personajes y podían olvidarse del mundo de los otros.
Sus ojos examinaron el cuarto una vez más. Tengo dieciséis años. Soy un chico con problemas, soy huérfano, los chicos de la escuela se burlan de mí, tengo dieciséis años, tengo dieciséis años.
Un pensamiento surgió y lo atrapó antes de que desapareciera.
– Rhyme, ¿sabes qué es extraño?
– Dímelo, Sachs -dijo suavemente, alentándola.
– Es un adolescente, ¿verdad? Bueno, recuerdo a Tommy Briscoe, salí con él cuando yo tenía dieciséis años. ¿Sabes lo que tenía en todas las paredes de su cuarto?
– En mi época y a esa edad lo que teníamos era un maldito póster de Farrah Fawcett.
– Exactamente. Garrett no tiene ni un solo póster de una chica en cueros, ni de Playboy, ni de Penthouse. No tiene las Cartas Mágicas, ni Pokémon, ni juguetes. Ni Alanis, ni Celine. No hay ningún póster de músicos de rock… Y, eh, oye esto: no tiene vídeo, ni televisor, ni estéreo o radio. No tiene Nintendo. Dios mío, tiene dieciséis años y ni siquiera tiene un ordenador -su ahijada tenía doce años y su cuarto era realmente como una sala de exhibiciones de productos electrónicos.
– Quizá se trate de dinero, los padres sustitutos.
– Diablos, Rhyme, si yo tuviera su edad y quisiera escuchar música me construiría una radio. Nada detiene a los adolescentes. Pero esas no son las cosas que lo excitan.
– Excelente, Sachs.
Puede ser, reflexionó, ¿pero qué significa? Registrar observaciones constituye la mitad de la tarea de un científico forense; la otra mitad, la mitad mucho más importante, es sacar conclusiones útiles a partir de esas observaciones.
– Sachs.
– Shhh.
Se empeñó en dejar de lado la persona que realmente era: la policía de Brooklyn, la aficionada a potentes coches General Motors, la ex modelo de la tienda de ropa interior Chantelle en la Quinta Avenida, campeona de tiro con pistola, la mujer que llevaba el pelo rojo largo y cortas las uñas por temor a que el hábito de rascarse el cuero cabelludo y la piel le estropeara su perfecta carne con todavía más señales de tensión.
Trató de convertir en humo a esa mujer y emerger como un chico de dieciséis años conflictivo y asustado. Alguien que necesitaba, o quería, tomar a las mujeres por la fuerza. Que necesitaba, o quería, matar.
¿Qué siento?
«No me interesan los placeres normales, la música, la televisión, los ordenadores. No me interesa el sexo normal», dijo, casi para sí. «No me interesan las relaciones normales. Las personas son como insectos, pueden ser enjauladas. En realidad, todo lo que me interesa son los insectos. Constituyen mi único motivo de solaz. Mi única diversión». Pensó en esto mientras caminaba frente a los tarros. Luego miró el suelo a sus pies.
– ¡Las huellas de la silla!
– ¿Qué?
– La silla de Garrett… tiene ruedecillas. Está frente a los tarros. Todo lo que hace es ir rodando de un lado a otro, observar los insectos y dibujarlos. Mierda, probablemente también les habla. Toda su vida son esos bichos. -Pero las huellas en la madera se detenían antes de llegar al tarro que estaba al final de la hilera. Contenía avispas amarillas. Los pequeños insectos amarillos y negros zumbaban con enojo, como si fueran conscientes de su intrusión.
Caminó hasta el pote, lo miró con cuidado. Dijo a Rhyme:
– Hay un tarro lleno de avispas. Pienso que es su caja fuerte.
– ¿Por qué?
– No está para nada cerca de los otros. Nunca lo mira, lo puedo deducir por las huellas de la silla. Y todos los demás tienen agua, son bichos acuáticos. Éste es el único que contiene insectos voladores. Es una gran idea, Rhyme: ¿quién buscaría dentro de algo así? Y hay cerca de treinta centímetros de trozos de papel en el fondo. Pienso que enterró algo allí.
– Fíjate dentro.
Abrió la puerta y le pidió a la señora Babbage un par de guantes de cuero. Cuando se los acercó encontró a Sachs mirando dentro del pote de las avispas.
– No va a tocar eso, ¿verdad? -preguntó en un desesperado murmullo.
– Sí.
– Oh, a Garrett le dará un ataque. Grita a todo el que le toca su pote de avispas.
– Señora Babbage, Garrett es un delincuente en fuga. Que le grite a alguien no es de interés a estas alturas.
– Pero si llega a venir y ve que usted estuvo tocando… Quiero decir… Podría perder el control. -Nuevamente la amenaza de lágrimas.
– Lo encontraremos antes de que regrese -dijo Sachs con tono seguro-. No se preocupe.
Sachs se puso los guantes, y envolvió la funda de una almohada alrededor de su brazo desnudo. Lentamente apartó el tejido de malla que hacía de tapón y buscó dentro. Dos avispas aterrizaron en el guante pero se fueron volando al momento. El resto ignoró por completo la intrusión. Tuvo cuidado de no perturbar el nido.
La picaron 137 veces…
Cavó apenas unos centímetros antes de encontrar la bolsa de plástico.
– Lo tengo -la sacó del tarro. Una avispa se escapó y desapareció en la casa antes que volviera a colocar el tapón de malla.
Se sacó los guantes de cuero y se colocó los de látex. Abrió la bolsa y desparramó su contenido sobre la cama. Un ovillo de fino hilo de pescar. Algún dinero -cerca de cien dólares en efectivo y cuatro dólares de plata Eisenhower. Otro marco de foto; en éste estaba la foto del periódico de Garrett y su familia, una semana antes del accidente de coche que mató a sus padres y hermana. En una corta cadena había una llave vieja y deteriorada, como el llavín de un coche, a pesar de que no tenía un logotipo, sólo un número de serie. Le contó todo a Rhyme.
– Bien, Sachs. Excelente. No sé lo que significa pero es un comienzo. Ahora vuelve a la escena original. A Blackwater Landing.
Sachs se detuvo y miró alrededor del cuarto. La avispa que se había escapado había vuelto y trataba de meterse en el pote. Se preguntó qué clase de mensaje estaría mandando a sus colegas insectos.