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– Probablemente ya habréis oído la mayor parte de la historia de boca de Manitas, mientras yo estaba con León.

– Les relaté todo lo que me habías contado -confirmó el plebeyo-. Saben lo de tu hijo y el encargo de Bondadoso para que recuperaras el atavío. -Dirigió una mirada rápida y nerviosa a Jade. Sonreí comprensivamente. Jade era capaz de hacer hablar a las piedras.

– De acuerdo. Ya sabéis gran parte de la historia. Esto es lo que falta.

Les conté todo lo relacionado con Flacucho y Vago; cómo su padre había trabajado para Bondadoso y cómo el comerciante, a cambio, había conseguido que una familia de plumajeros de Amantlan adoptara al chico que había dado muestras de poseer un extraordinario talento. Les relaté cómo el chico había prosperado rápidamente, y cómo después las cosas habían empeorado.

– Perdió la inspiración. Lo intentó todo para salir adelante en su trabajo, que en su caso consistía en intentar superar cada vez la obra anterior. Por supuesto, nada funcionó. Cuando fue a trabajar con su rival, Furioso, se convirtió en compañero de juergas de su hermano y se casó; lo único que pretendía era olvidar que se había fijado una meta imposible.

– ¿Qué me dices de la prenda que estaba confeccionando, la que robaron de la casa de Bondadoso? -preguntó Manitas.

– Sí -añadió mi hermana mayor-. ¿Qué tenía de especial para que Flacucho recordara de pronto cuál era el trabajo con el que se ganaba el sustento?

– Puede que no fuera el atavío en sí mismo, aunque sin duda era algo especial. -Consciente de las advertencias del emperador, esto era todo lo que estaba dispuesto a comentar sobre el último encargo de Flacucho-. Creo que finalmente acabó por encontrar lo que andaba buscando durante tanto tiempo: una fuente de inspiración. Creo que se enamoró.

Glotón frunció el entrecejo.

– Manitas dijo que estaba casado. Él y su esposa…

– ¡Olvídate de la esposa! Se enamoró de la mujer de su hermano. ¡Caléndula!

Todos los miembros de mi familia me miraron sin decir palabra. Supe que se habían perdido, y no me extrañó. Parecía una adivinanza, aunque para mí tenía sentido.

– Flacucho pasó gran parte de su juventud en la Casa de las Lágrimas, donde fue educado por los sacerdotes. Es algo que hacen todos los hijos de los plumajeros, y aunque estoy seguro de que no los someten a todo el rigor de la educación de un sacerdote, a la edad en que ingresan es indudable que se ven muy influenciados por el culto. A juzgar por lo que me dijo su propia esposa, causó un gran impacto en Flacucho. Después, años más tarde, cuando se le acabó la inspiración, cuando no sabía a qué más recurrir y estaba desesperado, ¿a quién encontró sino a la mujer más devota de todo México?

»Hay más ídolos en la casa de Atecocolecan que en el Corazón del Mundo. Caléndula se los llevó con ella cuando arrastró a su marido de regreso a su distrito natal. Según Mariposa, ella creía que el cambio sería para bien, pero no estoy muy seguro de que Caléndula estuviese pensando en Vago.

Creo que su verdadera intención era apartarlo de Flacucho. Estaba dispuesta a sacrificarse a sí misma en beneficio del arte de Flacucho, para que él pudiera continuar honrando a los dioses.

– No dio resultado -apuntó mi madre-. Flacucho los siguió.

– No podía trabajar en el atavío en la casa de Furioso. Era algo demasiado secreto. Quizá ni siquiera Caléndula estaba enterada.

– También podría ser que Flacucho no soportara estar lejos de ella -apuntó Jade.

– Sí, también. Si estoy en lo cierto y ella era su inspiración, es probable que no pudiera trabajar si estaban separados. Furioso me contó que el trabajo de Flacucho comenzó a ir de mal en peor poco después de casarse su hermano, y es posible que las dos cosas estén relacionadas. Sin embargo, aunque no sé cómo, ya había superado el bache cuando empezó a trabajar en la prenda…

– ¡Yo te diré cómo lo superó! -exclamó Jade-. ¿Cómo crees que Caléndula acabó embarazada?

Miré a mi hermana con una expresión de asombro.

– ¿No creerás que…? No, ella nunca…

– ¡No seas tonto, Yaotl! ¡No hay nadie que sea beato hasta ese extremo! Además, si de verdad creía que acostándose con su cuñado lo ayudaría en su trabajo, estoy segura de que no se lo pensó dos veces. ¿No estás de acuerdo, mamá?

Nunca dejaba de asombrarme la capacidad de las mujeres de mi familia para dar la interpretación más lasciva a las acciones de cualquiera. De todas maneras, mi madre, quizá al ver la expresión preocupada del marido de Jade, se decidió por una actitud recatada y comentó que no había forma de saberlo a ciencia cierta.

– El caso es -proseguí- que Flacucho comenzó a trabajar en el atavío y todo salió a pedir de boca, y lo acabó. Desafortunadamente, nunca llegó a entregarlo.

– Se lo vendió a Bondadoso -señaló Manitas-. ¿Por qué haría algo así?

– No lo hizo. Fue su hermano.

– ¿Vago?-exclamó Manitas-. No, eso no puede ser. Bondadoso te dijo que Flacucho se lo vendió. Es imposible que no supiera con cuál de los dos hermanos estaba tratando. Conocía a la familia desde que eran unos chiquillos.

– No es del todo correcto -le corregí-. Conocía a la familia cuando ellos eran unos chiquillos. No creo que Bondadoso tuviera mucha relación con los hermanos después de que se convirtieran en hombres, sobre todo tras el fallecimiento del padre. Vago era demasiado inconsciente para serle de alguna utilidad y Flacucho estaba en otra onda. Pero aunque tuviera con ellos algún trato ocasional, era muy fácil confundirlos. Eran gemelos. Encontré un ídolo de Xolotl en casa de Vago. Lo habían arrancado del plinto y estaba partido en dos. Creí que alguien había caído enfermo y que habían profanado el ídolo cuando la persona murió. Con todo, estoy seguro de que veneraban a Xolotl; había gemelos en la casa. Podría ser que Flacucho se enfureciera con el dios después de fallecer su hermano y rompiera el ídolo en un arrebato de cólera.

Un largo silencio siguió a mis palabras. Manitas lo rompió.

– A ver si lo adivino. Vago se hizo pasar por su hermano y le vendió la prenda a Bondadoso. ¿Por qué? ¿Y por qué Bondadoso se la compró?

– Vago se había aficionado a los hongos, era jugador y no tenía dinero. Encontró algo en el taller de su hermano que podía serle útil. No sé cómo serían las relaciones entre los hermanos en aquel momento. Quizá Jade esté en lo cierto, y Flacucho y Caléndula eran amantes. Tal vez su principal motivo no eran las ganancias, sino el rencor. En cuanto a Bondadoso, es probable que se preguntara por qué Flacucho tenía tanta prisa por vender algo que valía una fortuna, pero la codicia le impidió rechazar aquella oferta, así que optó por no hacer preguntas embarazosas.