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»Queda todavía la cuestión del seudónimo que elige Poe, ese E. S. T. Grey. La verdad es que no importa qué nombre escoge en tanto no es Edgar Poe, ni tampoco el corriente George Smith o Thomas Jones, que podría suponer el riesgo de que coincidiera con el de otra persona en el montón de correspondencia. Así, monsieur Poe desea que Muddy utilice un nombre no con una sino con dos iniciales de apellido para que sea mucho más probable que le llegue a él.

»Supongo que usted desea dar más significado al nombre. Muy bien. En algunos de los últimos números de la fracasada revista The Broadway Journal, de la que Poe era editor, inserta por dos veces un anuncio solicitando capital para asegurar el (sentenciado) futuro de la publicación. En esos avisos indica que la correspondencia con ese fin debe dirigirse a "E. S. T. G.", en la redacción de la revista. Quizá deseaba mostrarse discreto en la recaudación de dinero. En cualquier caso, cuando escribe a Muddy esa carta cuatro años más tarde, está empeñado de nuevo en un esperanzado intento de controlar su propia revista -esta vez The Stylus- y se le ocurre quizá maquinalmente el mismo nom de plume de E. S, T. Grey, por la semejanza de la situación, y por revivir aquellas mismas esperanzas de un éxito siempre postergado. Las letras del nombre -E. S. T. G.- no precisan de más significado, de ningún código más que la relación que tienen para él con dos épocas de su vida. Códigos y simetrías son para quienes piensan demasiado. El misterio de las instrucciones de Poe a su suegra lo hemos desentrañado completamente.

Duponte, con un gesto de satisfacción, devolvió al baúl los periódicos relacionados con el tema.

– Salvo… -empecé a decir.

Al ver un destello en los ojos de Duponte, me detuve.

– ¿Salvo?

– ¿No dijo una vez, monsieur Duponte, que este punto constituiría una segunda prueba, y más segura, de que Poe no llegó a Filadelfia?

– Lo dije. ¿Recordará que una de las necrológicas que usted reunió tras la muerte de Poe procedía del Public Ledger de Filadelfia? Creo que la encontrará también en la selección que he traído de Glen Eliza.

La necrológica aparecía en el número del Public Ledger del 9 de octubre de 1849, dos días después de la muerte de Poe en Baltimore. Localicé el periódico y se lo alargué a Duponte. Me lo devolvió.

– ¿Qué es esto?

– ¡Pues el periódico que me ha pedido, monsieur Duponte!

– ¡Yo no le he pedido tal cosa! Me he limitado a decirle que estaría en el baúl. Devuélvalo allí. Esta necrológica de monsieur Poe es en sí misma tan inconsistente como la mayoría de las otras. Pero usted no dejará de recordar que le encargué, poco después de nuestra llegada a Baltimore, que buscara todos los números de los periódicos de una semana antes y una semana después de cada artículo.

– No puedo dejar de recordarlo -admití.

– Debería dirigir su atención a la serie de números previa a esa necrológica. Cuando la encuentre, recuerde que ya ha leído la petición de Poe a su Muddy: «Contéstame inmediatamente», refiriéndose a su carta. En la misma nota, concluye insistiendo, como si ella, pudiera olvidarse: «No olvides escribir inmediatamente a Filadelfia para que tu carta esté allí cuando yo llegue.» Sin duda ella no podía ignorar los urgentes ruegos de Poe de leer una palabra amable de ella durante su viaje.

Cogí todos los números del Public Ledger de Filadelfia que pude encontrar en el baúl. Duponte me dio instrucciones de abrir el periódico del 3 de octubre de 1849, la fecha misma en que Poe fue descubierto en el hotel Ryan's de Baltimore. Me dijo que consultara la columna de correos de la última página; la sección del periódico donde el jefe de correos consignaba los nombres de personas con cartas por recoger. Lista de cartas depositadas en la Oficina de Correos de FU., decía. Allí, en la letra pequeña de la larga lista con nombres de caballeros, encontré la siguiente entrada:

Grey, E. S. F.

Pasando rápidamente a la fecha siguiente, que contenía un anuncio de cartas por recoger en la oficina de correos, encontré de nuevo el mismo nombre.

– ¡Debe ser él! -dije.

– Desde luego que lo es. Aquí vemos E. S. F. en lugar de E. S. T. La letra F, podemos estar seguros, puede ser fácilmente confundida con la «T» en la caligrafía de quienes escriben precipitadamente, como se ve en las cartas que Poe le escribió a usted, monsieur Clark. Muddy confundió la «T» de Poe con una «F», o bien la oficina de correos de Filadelfia cambió la «T» de ella por una «F», o acaso el Public Ledger tomó la «T» del jefe de correos por una «F». El cambio de nombre de Poe fue modificado de nuevo, de eso no hay duda. Ésta es la auténtica carta de Muddy a Poe, que llegó a Filadelfia puntualmente, si se calcula la rapidez del correo, en el momento esperado! después de que Muddy recibiera la carta de Poe del 18 de septiembre y se apresurara a escribir y depositar su respuesta dirigida a monsieur Grey en la oficina de correos de Nueva York.

– Y el Public Ledger la incluye en su lista dos días distintos.

– Significativo, monsieur Clark, si entendemos las normas de SU oficina de correos tal como usted las ha explicado.

– Es verdad. La primera vez una carta debe ser anunciada, la gravan con dos centavos en concepto de franqueo adicional. Si tiene que ser anunciada una segunda y última vez, al destinatario se le exigen dos centavos más. Poco después, se convierte en una «carta muerta» y el jefe de correos la desecha.

– El 3 de octubre, cuando la carta apareció por primera vez en la lista del Public Ledger de Filadelfia, fue el último día que iba a ver Poe fuera de una habitación del hospital -murmuró Duponte en tono ausente-. Ese día, podíamos haber entrado tranquilamente por la puerta de la oficina de correos de Filadelfia y anunciarnos como E. S. T. (o E, si usted gusta) Grey, pues usted no es menos Grey que lo era Poe, y recibir esa carta.

– Probablemente es la última carta dirigida a Edgar Poe -dije tristemente, volviendo a mirar el nombre del destinatario, y pensando que aún era más triste que esta última carta, nunca abierta, y ahora por tanto tiempo abandonada, ni siquiera llevara su nombre y, presumiblemente, estuviera sin firmar con el nombre de aquella mujer que lo quería.

– Probablemente -admitió Duponte asintiendo.

– Me hubiera gustado verla.

– Pero no lo necesita. Quiero decir para nuestros fines. Esta lista en el periódico demuestra que, en el período que recogen los anuncios del jefe de correos, Edgar Poe no estaba en Filadelfia. Pues recuerde cuánto insistió en que Muddy escribiera inmediatamente, a fin de que la carta estuviera aquí en el momento de su llegada; si tal llegada se hubiera producido, no cabe duda de que hubiera acudido a correos con el corazón impaciente.

– Sin embargo, tenemos otra razón para asegurar con fundamento que Poe no llegó a Filadelfia -continuó Duponte-.Pero tenemos muchas razones, como ya he enumerado, para creer que trató de llegar, y podemos creer que estuvo a punto.