– Si no hubo nada insidioso, si los Herring no hicieron nada, monsieur Duponte, ¿por qué Henry Herring y Neilson Poe, primo tanto de Henry Herring como de Edgar Poe, se mostraron tan remisos a hablar del asunto o no instaron a la policía a realizar investigaciones?
– Al formular la pregunta, usted mismo la ha contestado, monsieur Clark. Porque no hicieron nada (o sea poquísimo), no deseaban llamar la atención sobre el caso. Piense en eso. George y luego Henry Herring estaban presentes aun antes que el doctor Snodgrass, y no hicieron nada. Cuando se hizo algo, se lo envió al hospital solo, tumbado, atravesado en los asientos del carruaje. Incluso se olvidaron de pagar al cochero, como usted supo por el doctor Moran. También sellaron el destino de Poe dando por supuesto que sencillamente estaba como una cuba, hasta arriba de licor, y no dudaron en transmitir esta idea a los médicos en una nota que acompañó a Poe al hospital. Con ello, los cuidados prestados al paciente, en lugar de combatir SU compleja enfermedad y, tal vez, la multitud de enfermedades que había contraído por cansancio y exposición a la intemperie, se quedó en el tratamiento superficial que se aplicaba a los que llegaban muy bebidos. Neilson Poe llegó al hospital, pero ni siquiera pudo ver al paciente.
»Este relato de los hechos no es como para que la familia se sienta orgullosa, en particular para un hombre ambicioso como monsieur Neilson, que no quería empañar el apellido Poe. Esto explica también la renuncia de la familia a celebrar un entierro más concurrido. No deseaban atraer la atención hacia sus papeles en los días finales del escritor, ni tampoco recordar a nadie que el propio Edgar Poe había vertido palabras cáusticas sobre Henry Herring y sobre Neilson Poe. Hay algo de "vergüenza" en eso, que es la palabra que Snodgrass escribe en su poema sobre el tema. Los métodos que a menudo son necesarios para comprender los motivos de alguien no SC deben a lo que ese alguien ha hecho, sino a lo que sencillamente ha omitido hacer y ha descuidado considerar.
– Pero -continuó Duponte- el barón no erró del todo al considerar el hecho del descubrimiento de la indisposición de Poe un día de elecciones como algo más que casualidad. El barón desea encontrar causa y efecto; nosotros, por nuestra parte, buscaremos causa y causa. ¿Cómo, monsieur, describiría usted la ciudad de Baltimore en día de elecciones?
– Un tanto impredecible -admití-, en ocasiones salvaje. Peligrosa en ciertos barrios. Pero ¿significa esto que Poe fue secuestrado?
– Desde luego que no. El error de hombres como el barón, que aplican sus pensamientos atolondrados a crear violencia, es imaginar que la máxima violencia contiene sentido y razón, cuando, por su misma naturaleza, eso es justamente lo que le falta. Pero no debemos olvidar los efectos secundarios que pueden provenir de intervenciones externas. Piense en monsieur Poe. Expuesto a un tiempo deplorable, habiendo fracasado en conseguir el dinero fácil de Filadelfia, su constitución se debilitó y su mente se alteró por un único vaso de alcohol. Poe fue vulnerable a los grandes enemigos de nuestro bienestar: en primer lugar el miedo y en segundo lugar el horror.
»Ahora ¿quiere poner encima de la mesa esos periódicos locales que usted fue recogiendo poco después de nuestra llegada de París?
El primer recorte que seleccionó Duponte era del Baltimore Sun, del 4 de octubre, el día después de las elecciones. Muy poca emoción, decía, refiriéndose a las vicisitudes de los comicios. No tenemos noticia de perturbaciones en los colegios electorales ni en parte alguna.
Otro recorte rezaba así:
Ayer por la tarde, un individuo que al parecer había ingerido más alcohol del tolerable, se situó frente al mercado de Lexington, y durante una hora atacó y asaltó a todos los hombres que pasaban por el lugar, los cuales, afortunadamente para el pobre beodo, consideraron que éste mostraba un talante bondadoso; de lo contrario se lo hubieran hecho pasar mal. Golpeó a varios de ellos en la cara, pero ellos se abstuvieron de responderle dado su estado de ebriedad. Luego se dirigió a una taberna, y a continuación a las dependencias judiciales, que estaban cerradas (era hora de cenar), quizá en busca de justicia.
Y finalmente éste, que databa de la misma tarde.
Asalto. Hacia el atardecer del miércoles, cuando un carruaje en el que viajaban cuatro personas, entre ellas el señor Martin Rudolph, ingeniero del vapor Columbia, circulaba por la esquina de las calles Lombard y Light, un atroz desalmado arrojó una gran piedra que golpeó al señor Rudolph en la cabeza, sin causarle, afortunadamente, más que una grave contusión.
– El primer artículo -dijo Duponte- insiste en que no hubo perturbaciones en ningún lugar de la ciudad. Pero aquí, por separado, encontramos algunas muestras de lo que podríamos llamar perturbaciones habituales. Mire, en un periódico, en especial en los mejores, una mano difícilmente se da cuenta de la otra, y así, sólo leyendo todo el periódico (nunca un solo artículo) podemos afirmar que hemos efectuado una lectura completa. Es probable que algún policía les dijera que no se habían producido perturbaciones. En Europa, la policía quiere que todos los delincuentes sepan que está ahí; en América, la policía quiere que la gente crea que no hay delincuentes.
»Examinemos estas dos perturbaciones por separado. En primer lugar, tenemos a un tipo recio y tosco, del que se dice que ha golpeado en la cara a varios hombres que pasaban por allí, y que se fue sin que sus conciudadanos lo acosaran. Mientras que el redactor, desde la cómoda posición en su escritorio, prefirió creer que el público no se dio por ofendido por el hecho de que el beodo tenía un "talante bondadoso", yo preguntaría cuántos tipos de talante bondadoso han sido clasificados como tales después de haber dado de puñetazos a unos hombres en la cara. Más bien podemos sospechar con seguridad que la naturaleza de la perturbación era notablemente común ese día como para no atraer la atención ni de las autoridades ni de la gente corriente. O sea que hubo muchas como ésa que no dieron lugar a reacciones. Lo cual puede darnos más idea de los sucesos el día de las elecciones en el resto de la ciudad que lo que los redactores imaginan.
«Tornando ahora el segundo recorte, describe una escena a no mucha distancia, creo, del colegio electoral donde Poe fue descubierto, en Lombard esquina a High. Lea de nuevo el recorte, que describe a un ingeniero y a sus compañeros de carruaje golpeados por una gran piedra arrojada por algún desalmado. También podemos imaginar a Poe teniendo que esquivar una tempestad de piedras salvajes por esas calles o, quizá, ahora enfermo por haber bebido, por la terrible exposición a muchas horas a la intemperie y por la completa falta de sueño. Poe pudo haberse sentido lo bastante desorientado para andar arrojando piedras a villanos, malhechores y bribones, imaginados o reales, que llenaban las calles ese día. Apenas hay diferencia si pensamos en Poe como blanco o buscando blancos, o envuelto en este incidente o no. Lo que sí sabemos es que Poe padecía probablemente un miedo maniático en este punto, como reacción a los actos salvajes y desordenados que pudo presenciar por las calles a lo largo del día. El colegio electoral, más que como una oscura mazmorra de crueldad (como su barón considera necesario presentarlo), puede muy bien haberlo visto Poe como un santuario, un lugar donde acaso había algo parecido al orden. Poe entró en busca de ayuda, pero por desgracia era demasiado tarde para hallarla. De este modo, hemos seguido completamente a Poe desde su desembarco hasta su fútil rescate por Snodgrass.