La escalera era un pozo de sombra. El aliento de los relampagos se filtraba entre las comisuras del porton y salpicaba los contornos de los peldanos. Avance a tientas y encontre el primer peldano de un tropezon. Sujete la barandilla y ascendi lentamente la escalera. Al poco, los peldanos se deshicieron en una planicie y comprendi que habia llegado al rellano del principal. Palpe los muros de marmol frio, hostil, y encontre los relieves de la puerta de roble y los picaportes de aluminio. Busque el orificio de la cerradura e introduje la llave a tientas. Al abrirse la puerta del piso, una franja de claridad azul me cego momentaneamente y un soplo de aire calido me acaricio la piel. El cuarto de la Bernarda estaba situado en la parte posterior del piso, junto a la cocina. Me dirigi alli primero, aunque tenia la seguridad de que la criada estaba ausente. Golpee con los nudillos en su puerta y, al no obtener respuesta, me permiti abrir la alcoba. Era una habitacion sencilla, con una cama grande, un armario oscuro con espejos ahumados y una comoda sobre la que la Bernarda habia colocado suficientes santos, virgenes y estampas para abrir un santuario. Cerre la puerta y, al volverme, casi se me para el corazon al vislumbrar una docena de ojos azules y escarlata avanzando desde el fondo del pasillo. Los gatos de Barcelo ya me conocian de sobra y toleraban mi presencia. Me rodearon, maullando suavemente, y al comprobar que mis ropas empapadas de lluvia no desprendian el calor deseado, me abandonaron con indiferencia.
La habitacion de Clara estaba situada en el otro extremo del piso, junto a la biblioteca y la sala de musica. Los pasos invisibles de los gatos me seguian a traves del corredor, expectantes. En la penumbra intermitente de la tormenta, el piso de Barcelo se me antojaba cavernoso y siniestro, distinto del que habia aprendido a considerar mi segunda casa. Alcance la parte delantera del piso que daba a la plaza. El invernadero de Barcelo se abrio ante mi, denso e impenetrable. Me adentre en la espesura de hojas y ramas. Por un instante me asalto la idea de que, si el extrano sin rostro se habia infiltrado en el piso, probablemente ese era el lugar que habria escogido para ocultarse. Para esperarme. Casi me parecio percibir aquel olor a papel quemado que desprendia en el aire, pero comprendi que lo que mi olfato habia detectado era sencillamente tabaco. Me asalto un amago de panico. En aquella casa nadie fumaba, y la pipa de Barcelo, siempre extinta, era puro atrezzo .
Llegue a la sala de musica y el reluz de un relampago encendio las volutas de humo que flotaban en el aire como guirnaldas de vapor. El teclado del piano formaba una sonrisa interminable junto a la galeria. Cruce la sala de musica y llegue hasta la puerta de la biblioteca. Estaba cerrada. La abri y la claridad de la glorieta que rodeaba la biblioteca personal del librero me ofrecio una calida bienvenida. Las paredes recubiertas de estanterias repletas formaban un ovalo en cuyo centro descansaba una mesa de lectura y dos butacas de mariscal de campo. Sabia que Clara guardaba el libro de Carax en una vitrina junto al arco de la glorieta. Me dirigi hasta alli con sigilo. Mi plan, o la ausencia de uno, habia sido hacerme con el libro, sacarlo de alli, entregarselo a aquel lunatico y perderlo de vista para siempre. Nadie repararia en la ausencia del libro, excepto yo.
El libro de Julian Carax me esperaba como siempre, asomando el lomo al fondo de un estante. Lo tome en mis manos y lo aprete contra el pecho, como si abrazase a un viejo amigo al que estuviese a punto de traicionar. Judas, pense. Me dispuse a salir de alli sin dejar saber a Clara de mi presencia. Me llevaria el libro y desapareceria de la vida de Clara Barcelo para siempre. Sali de la biblioteca con paso leve. La puerta de la habitacion de Clara se adivinaba al fondo del corredor. La imagine tendida en su lecho, dormida. Imagine mis dedos acariciando su garganta, explorando un cuerpo que habia memorizado de pura ignorancia. Me volvi, dispuesto a abandonar seis anos de quimeras, pero algo detuvo mis pasos antes de alcanzar la sala de musica. Una voz silbando a mi espalda, tras la puerta. Una voz profunda, que susurraba y reia. En la habitacion de Clara. Avance hacia la puerta lentamente. Pose los dedos sobre el pomo de la puerta. Los dedos me temblaban. Habia llegado tarde. Trague saliva y abri la puerta.
9
El cuerpo desnudo de Clara yacia sobre sabanas blancas que brillaban como seda lavada. Las manos del maestro Neri se deslizaban sobre sus labios, su cuello y su pecho. Sus ojos blancos se alzaban hacia el techo, estremeciendose bajo las embestidas con que el profesor de musica la penetraba entre sus muslos palidos y temblorosos. Las mismas manos que habian leido mi rostro seis anos atras en las tinieblas del Ateneo aferraban ahora las nalgas del maestro, relucientes de sudor, clavandole las unas y guiandole hacia sus entranas con un ansia animal, desesperada. Senti que me faltaba el aire. Debi de permanecer alli, paralizado, observandolos por espacio de casi medio minuto, hasta que la mirada de Neri, incredula al principio, encendida de ira despues, reparo en mi presencia. Jadeando todavia, atonito, se detuvo. Clara le aferro sin comprender, restregando su cuerpo contra el suyo, lamiendole el cuello.
- ?Que pasa? -gimio-. ?Por que te paras?
Los ojos de Adrian Neri ardian de furia.
- Nada -murmuro-. Ahora vuelvo.
Neri se incorporo y se lanzo hacia mi como un obus, apretando los punos. Ni le vi venir. No podia apartar los ojos de Clara, envuelta en sudor, sin aliento, las costillas dibujandose bajo su piel y los pechos temblando de anhelo. El profesor de musica me agarro del cuello y me arrastro afuera de la habitacion. Senti que mis pies apenas rozaban el suelo, y por mucho que lo intente no pude zafarme de la presa de Neri, que me llevaba como un fardo a traves del invernadero
- El alma te voy a romper yo a ti, desgraciado -mascullaba entre dientes.
Me llevo a rastras hasta la puerta del piso y una vez alli la abrio y me lanzo con fuerza al rellano. El libro de Carax se me habia caido de las manos. Lo recogio y me lo tiro a la cara con rabia.
- Si te vuelvo a ver por aqui, o me entero de que te has acercado a Clara en la calle, te juro que te envio al hospital de la paliza que te doy, sin importarme una mierda la edad que tengas -dijo friamente-. ?Estamos?
Me incorpore trabajosamente, y descubri que en el forcejeo Neri me habia desgarrado la chaqueta y el orgullo.
- ?Como has entrado?
No conteste. Neri suspiro, sacudiendo la cabeza.
- Venga, dame las llaves -espeto Neri, conteniendo su furia.
- ?Que llaves?
De la bofetada que me propino, me cai al suelo. Me levante con sangre en la boca y un silbido en el oido izquierdo que me taladraba la cabeza como el silbato de un urbano. Me palpe la cara y senti el corte que me habia partido los labios ardiendo bajo los dedos. Un anillo de sello brillaba en el dedo anular del profesor de musica, ensangrentado.
- Las llaves, te he dicho.
- Vayase usted a la mierda -escupi.
No vi venir el punetazo. Tan solo senti como si un martillo pilon me hubiese arrancado el estomago de cuajo. Me doble en dos como un titere roto, sin respiracion, tambaleandome contra la pared. Neri me agarro de un tiron por el pelo y hurgo en mis bolsillos hasta dar con las llaves. Me deslice hasta el suelo, sujetandome el estomago, lloriqueando de agonia, o de rabia.
- Digale a Clara que...
Me cerro la puerta en las narices, y quede en la oscuridad absoluta. Busque el libro a tientas en la negrura. Lo encontre y me deslice con el escaleras abajo, apoyandome contra los muros, jadeando. Sali al exterior escupiendo sangre y respirando por la boca a borbotones. El frio y el viento me cineron las ropas empapadas, mordientes. El corte en la cara me quemaba.