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El primer efecto de la llegada de Fermin se hizo notar pronto: descubri que tenia mucho mas tiempo libre. Cuando Fermin no andaba a la caza y captura de algun volumen exotico para satisfacer los pedidos de los clientes, se ocupaba de organizar las existencias de la tienda, idear estratagemas de promocion comercial en el barrio, sacarle brillo al cartel y a las cristaleras o dejar los lomos de los libros relucientes con un pano y alcohol. Dada la coyuntura, opte por invertir mi tiempo de ocio en dos aspectos que habia dejado descuidados en los ultimos tiempos: seguir dandole vueltas al enigma de Carax y, sobre todo, tratar de pasar mas tiempo con mi amigo Tomas Aguilar, a quien echaba de menos.
Tomas era un muchacho meditabundo y reservado al que la gente temia por su aspecto de maton, serio y amenazador. Tenia una constitucion de luchador, hombros de gladiador y una mirada dura y penetrante. Nos habiamos conocido muchos anos atras en una pelea durante mi primera semana en los jesuitas de Caspe. Su padre habia venido a buscarle despues de clase, acompanado de una nina presumida que resulto ser la hermana de Tomas. Se me ocurrio hacer una gracia imbecil sobre ella y, antes de que pudiese parpadear, Tomas Aguilar cayo sobre mi como un diluvio de punetazos que me dejo varias semanas condolido. Tomas me doblaba en tamano, fuerza y ferocidad. En aquel duelo de patio, rodeado de un coro de crios sedientos de combate sangriento, perdi un diente y gane un nuevo sentido de las proporciones. No le quise decir a mi padre ni a los curas quien me habia zurrado de aquel modo, ni explicarles que el padre de mi adversario contemplaba la paliza complacido por el espectaculo y coreando con los demas colegiales.
- Ha sido por culpa mia -dije, dando el tema por zanjado.
Tres semanas mas tarde, Tomas se me acerco durante el recreo. Yo, muerto de miedo, me quede paralizado. Este viene a rematarme, pense. Empezo a balbucear, y al poco comprendi que lo unico que queria era disculparse por la golpiza, porque sabia que habia sido un combate desigual e injusto.
- Soy yo el que tiene que pedirte perdon por haberme metido con tu hermana -dije-. Lo hubiera hecho el otro dia, pero me partiste la boca antes de que pudiese hablar.
Tomas bajo la mirada, avergonzado. Observe a aquel gigante timido y silencioso que vagaba por las aulas y pasillos del colegio como alma sin dueno. Todos los demas chavales -yo el primero- le tenian miedo, y nadie le hablaba u osaba cruzar la mirada con el. Con los ojos caidos, casi temblando, me pregunto si yo querria ser su amigo. Le dije que si. Me ofrecio su mano y la estreche. Su apreton dolia, pero me aguante. Aquella misma tarde, Tomas me invito a merendar a su casa y me enseno la coleccion de extranos artilugios hechos a partir de piezas y chatarra que guardaba en su habitacion.
- Los he hecho yo -me explico, orgulloso.
Yo era incapaz de entender que eran o pretendian ser, pero me calle y asenti con admiracion. Me parecia que aquel grandullon solitario se habia construido sus propios amigos de laton y que yo era el primero a quien se los habia presentado. Era su secreto. Yo le hable de mi madre y de lo mucho que la echaba a faltar. Cuando se me apago la voz, Tomas me abrazo en silencio. Teniamos diez anos. Desde aquel dia, Tomas Aguilar se convirtio en mi mejor -y yo en su unico-, amigo.
Pese a su apariencia beligerante, Tomas era un alma pacifica y bondadosa a quien su aspecto evitaba toda confrontacion. Tartamudeaba bastante, especialmente cuando hablaba con cualquiera que no fuese su madre, su hermana o yo, lo cual era casi nunca. Le fascinaban los inventos extravagantes y los ingenios mecanicos, y pronto descubri que llevaba a cabo autopsias en todo tipo de artilugios, desde gramofonos hasta maquinas de sumar, a fin de averiguar sus secretos. Cuando no estaba conmigo o trabajando para su padre, Tomas pasaba la mayor parte de su tiempo encerrado en su habitacion, construyendo artefactos incomprensibles. Todo lo que le sobraba de inteligencia le faltaba de sentido practico. Su interes en el mundo real se concentraba en aspectos como la sincronia de los semaforos de la Gran Via, los misterios de las fuentes luminosas de Montjuic o los automatas del parque de atracciones del Tibidabo.
Tomas trabajaba todas las tardes en el despacho de su padre y a veces, al salir, se pasaba por la libreria. Mi padre siempre se interesaba por sus inventos y le obsequiaba con manuales de mecanica o biografias de ingenieros como Eiffel y Edison, a quienes Tomas idolatraba. Con los anos, Tomas le habia tomado un gran afecto a mi padre y llevaba una eternidad intentando inventar para el un sistema automatico para archivar fichas bibliograficas a partir de las piezas de un viejo ventilador. Hacia cuatro anos que estaba trabajando en el proyecto, pero mi padre seguia mostrando entusiasmo por el progreso del mismo para que Tomas no perdiese los animos. En un principio me preocupaba como iba a reaccionar Fermin ante mi amigo.
- Usted debe de ser el amigo inventor de Daniel. Tengo muchisimo gusto en saludarle. Fermin Romero de Torres, asesor bibliografico de la libreria Sempere para servirle a usted.
- Tomas Aguilar -tartamudeo mi amigo, sonriendo y estrechando la mano de Fermin.
- Vigile, que eso que tiene usted no es una mano, sino una prensa hidraulica, y yo preciso mantener dedos de violinista para mis labores en la empresa.
Tomas le solto, disculpandose.
- Y, a todo esto, ?usted como se manifiesta frente al teorema de Fermat? -pregunto Fermin, frotandose los dedos.
Acto seguido pasaron a enzarzarse en una incomprensible discusion sobre matematica arcana que a mi me sono a mandarin. Fermin le trataba siempre de usted, o de doctor, y hacia como que no advertia el tartamudeo del muchacho. Tomas, para corresponder a la infinita paciencia que Fermin mostraba con el, le traia cajas de chocolatinas suizas envueltas con fotografias de lagos de azul imposible, vacas en pastos verde tecnicolor y relojes de cucu.
- Su amigo Tomas tiene talento, pero le falta direccion en la vida, y un poco de morro, que es lo que hace carrera -opinaba Fermin Romero de Torres-. La mente cientifica tiene estas cosas. Vea usted, si no, a don Alberto Einstein. Tanto inventar prodigios y el primero al que encuentran aplicacion practica es la bomba atomica, y encima sin su permiso. Ademas, con ese aspecto de boxeador que tiene Tomas, se lo van a poner muy dificil en los circulos academicos, porque en esta vida lo unico que sienta catedra es el prejuicio.
Motivado a salvar a Tomas de una vida de penurias e incomprension, Fermin habia decidido que lo necesario era hacerle ejercitar su oratoria latente y su sociabilidad.
- El hombre, como buen simio, es animal social y en el priva el amiguismo, el nepotismo, el chanchullo y el comadreo como pauta intrinseca de conducta etica -argumentaba-. Es pura biologia.
- Ya sera menos.
- Que pardillo que es usted a veces, Daniel.
Tomas habia heredado la pinta de duro de su padre, un prospero administrador de fincas que tenia despacho en la calle Pelayo junto a los almacenes El Siglo. El senor Aguilar pertenecia a esa raza de mentes privilegiadas que siempre tienen razon. Hombre de convicciones profundas, estaba seguro, entre otras cosas, de que su hijo era un espiritu pusilanime y un deficiente mental. Para compensar estas vergonzosas taras, contrataba a toda suerte de profesores particulares con el objetivo de normalizar a su primogenito. "A mi hijo quiero que lo trate usted como si fuese imbecil, ?estamos?", le habia oido yo decir en numerosas ocasiones. Los maestros lo intentaban todo, incluso la suplica, pero Tomas tenia por costumbre dirigirse a ellos solo en latin, lengua que dominaba con fluidez papal y en la que no tartamudeaba. Tarde o temprano, los tutores a domicilio dimitian por desesperacion y temor a que el muchacho estuviese poseido y les estuviera endilgando consignas demoniacas en arameo. La unica esperanza del senor Aguilar era que el servicio militar hiciese de su hijo un hombre de provecho.