Выбрать главу

Tomas tenia una hermana un ano mayor que nosotros, Beatriz. A ella le debia nuestra amistad, porque si no la hubiese visto aquella lejana tarde de la mano de su padre, esperando el termino de las clases, y no me hubiese decidido a hacer un chiste de pesimo gusto sobre ella, mi amigo nunca se habria lanzado a darme una somanta de palos y yo nunca hubiera tenido el valor de hablar con el. Bea Aguilar era el vivo retrato de su madre, y la nina de los ojos de su padre. Pelirroja y palida a morir, se la veia siempre enfundada en carisimos vestidos de seda o lana fresca. Tenia el talle de maniqui y caminaba erguida como un palo, pagada de si misma y creyendose la princesa de su propio cuento. Tenia los ojos azul verdoso, pero ella insistia en decir que eran de color "esmeralda y zafiro". Pese a haber pasado un monton de anos en las teresianas, o quiza por eso mismo, cuando su padre no miraba, Bea bebia anis en copa alta, gastaba medias de seda de La Perla Gris y se maquillaba como las vampiresas cinematograficas que perturbaban el sueno de mi amigo Fermin. Yo no podia verla ni en pintura, y ella correspondia a mi franca hostilidad con languidas miradas de desden e indiferencia. Bea tenia un novio haciendo el servicio militar como alferez en Murcia, un falangista engominado llamado Pablo Cascos Buendia, que pertenecia a una familia rancia y propietaria de numerosos astilleros en las rias. El alferez Cascos Buendia, que se pasaba media vida de permiso merced a un tio suyo en el Gobierno Militar, siempre andaba largando peroratas sobre la superioridad genetica y espiritual de la raza espanola y el inminente declive del Imperio bolchevique.

- Marx ha muerto -decia solemnemente.

- En 1883, concretamente -decia yo.

- Tu calla, desgraciado, a ver si te pego una leche que te mando a La Rioja.

Mas de una vez habia sorprendido a Bea sonriendo para si ante las sandeces que proferia su novio el alferez. Entonces ella alzaba la mirada y me observaba, impenetrable. Yo le sonreia con esa cordialidad debil de los enemigos en tregua indefinida, pero apartaba los ojos rapidamente. Antes me habria muerto que admitirlo, pero en el fondo de mi ser le tenia miedo.

13

A principios de aquel ano, Tomas y Fermin Romero de Torres decidieron unir sus respectivos ingenios en un nuevo proyecto que, segun ellos, habria de librarnos de hacer el servicio militar a mi amigo y a mi. Fermin, particularmente, no compartia el entusiasmo del senor Aguilar por la experiencia castrense.

- El servicio militar solo sirve para descubrir el porcentaje de cafres que cotiza en el censo -opinaba el-. Y eso se descubre en las dos primeras semanas, no hacen falta dos anos. Ejercito, matrimonio, Iglesia y banca: los cuatro jinetes del Apocalipsis. Si, si, riase usted.

El pensamiento anarco-libertario de Fermin Romero de Torres habria de peligrar una tarde de octubre en que, por casualidades del destino, recibimos en la tienda la visita de una vieja amiga. Mi padre habia ido a hacer una valoracion de una coleccion de libros a Argentona y no volveria hasta el anochecer. Yo me quede atendiendo el mostrador de la tienda mientras Fermin, con sus habituales maniobras de equilibrista, se empeno en empinarse por la escalera y ordenar el ultimo estante de libros que quedaba a apenas un palmo del techo. Poco antes de cerrar, cuando ya habia caido el sol, la silueta de la Bernarda se recorto tras el mostrador. Iba vestida de jueves, su dia libre, y me saludo con la mano. Se me ilumino el alma de solo verla y le indique que pasara.

- ?Ay, que grande esta usted! -dijo desde el umbral-. ?Si no se le conoce casi... ya es usted un hombre!

Me abrazo, soltando unas lagrimillas y palpandome la cabeza, los hombros y la cara, para ver si me habia roto en su ausencia.

- Se le echa a faltar a usted en la casa, senorito -dijo bajando la mirada.

- Y yo te he echado a faltar a ti, Bernarda. Venga, dame un beso.

Me beso timidamente, y yo le plante un par de sonoros besos en cada mejilla. Se rio. Vi en sus ojos que estaba esperando que le preguntase por Clara, pero no pensaba hacerlo.

- Te veo muy guapa hoy, y muy elegante. ?Como es que te has decidido a venir a visitarnos?

- Bueno, la verdad es que hacia tiempo que queria venir a verle, pero ya sabe como son las cosas, y una esta muy ocupada, que el senor Barcelo aunque es muy sabio es como un nino, y una ha de hacer de tripas corazon. Pero lo que me trae es que, vera, manana es el cumpleanos de mi sobrina, la de San Adrian, y a mi me gustaria hacerle un regalo. Yo habia pensado regalarle un libro bueno, con mucha letra y poco cromo, pero como soy lerda y no entiendo...

Antes de que yo pudiese responder, la tienda se sacudio con estruendo balistico al precipitarse desde las alturas unas obras completas de Blasco Ibanez en tapa dura. La Bernarda y yo alzamos la vista, sobresaltados. Fermin se deslizaba escaleras abajo como un trapecista, la sonrisa florentina estampada en el rostro y los ojos impregnados de lujuria y embeleso.

- Bernarda, este es...

- Fermin Romero de Torres, asesor bibliografico de Sempere e hijo, a sus pies, senora -proclamo Fermin, tomando la mano de la Bernarda y besandola ceremoniosamente.

En cuestion de segundos, la Bernarda se puso como un pimiento morron.

- Ay, que se confunde usted, yo de senora...

- Lo menos marquesa -atajo Fermin-. Lo sabre yo, que me pateo lo mas fino de la avenida Pearson. Permitame el honor de escoltarla hasta esta nuestra seccion de clasicos juveniles e infantiles donde providencialmente observo que tenemos un compendio con lo mejor de Emilio Salgari y la epica narracion de Sandokan.

- Ay, no se, vidas de santos me da reparo, porque el padre de la nina era muy de la CNT, ?sabe usted?

- Pierda cuidado, porque aqui tengo nada menos que La isla misteriosa de Julio Verne, relato de alta aventura y gran contenido educativo, por lo de los avances tecnologicos.

- Si a usted le parece bien...

Yo los iba siguiendo en silencio, observando como a Fermin se le caia la baba y como la Bernarda se abrumaba con las atenciones de aquel hombrecillo con planta de caliqueno y labia de feriante que la miraba con el impetu que reservaba para las chocolatinas Nestle.

- ?Y usted, senorito Daniel, que dice?

- Aqui el senor Romero de Torres es el experto; puedes confiar en el.

- Pues entonces me llevo ese de la isla, si me lo envuelven ustedes. ?Que se debe?

- Invita la casa -dije yo.

- Ah, no, de ninguna manera...

- Senora, si usted me lo permite y asi me hace el hombre mas dichoso de Barcelona, invita Fermin Romero de Torres.

La Bernarda nos miro a ambos, sin palabras.

- Oiga, que yo pago lo que compro y esto es un regalo que quiero hacer a mi sobrina...

- Entonces me permitira usted, a modo de trueque, que la invite a merendar -lanzo Fermin, alisandose el pelo.

- Anda, mujer -le anime yo-. Ya veras como lo pasais bien. Mira, te envuelvo esto mientras Fermin coge su chaqueta.

Fermin se apresuro a la trastienda a peinarse, perfumarse y colocarse la americana. Le sople unos cuantos duros de la caja para que invitase a la Bernarda.

- ?Donde la llevo? -me susurro, nervioso como un crio.

- Yo la llevaria a Els Quatre Gats -le dije-. Que me consta trae suerte para asuntos del corazon.

Le tendi el paquete con el libro a la Bernarda y le guine el ojo.

- ?Que le debo entonces, senorito Daniel?

- No se. Ya te lo dire. El libro no llevaba precio y se lo tengo que preguntar a mi padre -menti.

Les vi marchar del brazo, perdiendose por la calle Santa Ana, pensando que a lo mejor alguien en el cielo estaba de guardia y por una vez les concedia a aquel par unas gotas de felicidad. Colgue el cartel de CERRADO en el escaparate. Pase un momento a la trastienda a repasar el libro donde mi padre apuntaba los pedidos y escuche la campanilla de la puerta al abrirse. Pense que seria Fermin, que se habia dejado algo, o quiza mi padre que ya habia vuelto de Argentona.