Le endose una historia mas o menos plausible sobre un supuesto parentesco lejano con los Fortuny. Tras cinco minutos de chachara, Molins se arrastro hasta su archivo y me dio la direccion del abogado que llevaba los asuntos de Sophie Carax, la madre de Julian.
- A ver... Jose Maria Requejo. Calle Leon XIII, 59. Aunque la correspondencia la enviamos cada semestre a un apartado de correos en la central de Via Layetana.
- ?Conoce usted al senor Requejo?
- Alguna vez habre hablado con su secretaria por telefono. La verdad, todos los tramites con el se hacen por correo y los lleva mi secretaria, que hoy esta en la peluqueria. Los abogados de hoy no tienen tiempo para el trato formal de antes. Ya no quedan caballeros en la profesion.
Al parecer tampoco quedaban direcciones fiables. Un simple vistazo a la guia de calles que habia sobre el escritorio del administrador me confirmo lo que sospechaba: la direccion del supuesto abogado Requejo no existia. Asi se lo hice saber al senor Molins, que absorbio la noticia como un chiste.
- No me joda -dijo riendo-. ?Que le decia yo? Chorizos.
El administrador se reclino en su butacon y emitio otro de sus ronquidos.
- ?Tendria usted el numero de ese apartado de correos?
- Segun la ficha es el 2837, aunque yo los numeros que hace mi secretaria no los entiendo, porque ya sabe usted que las mujeres para las matematicas no sirven; para lo que si sirven es para...
- ?Me permite ver la ficha?
- Faltaria mas. Usted mismo.
Me tendio la ficha y la examine. Los numeros se entendian perfectamente. El apartado de correos era el 2321. Me aterro pensar en la contabilidad que se debia llevar en aquella oficina.
- ?Tuvo usted mucho trato con el senor Fortuny en vida? -pregunte.
- De aquella manera. Un hombre muy austero. Me acuerdo de que, cuando me entere de que la francesa le habia dejado, le invite a venirse de putas con unos amiguetes aqui a un local fabuloso que conozco al lado de La Paloma. Para que se animase, ?eh?, nada mas. Y mire usted que dejo de dirigirme la palabra y de saludarme por la calle, como si fuese invisible. ?Que le parece?
- Me deja usted de piedra. ?Que mas puede contarme de la familia Fortuny? ?Les recuerda usted bien?
- Eran otros tiempos -musito con nostalgia-. Lo cierto es que yo conocia ya al abuelo Fortuny, que fundo la sombrereria. Del hijo, que le voy a contar. Ella, eso si, estaba de miedo. Que mujer. Y honrada, ?eh?, pese a todos los rumores y habladurias que corrian por ahi...
- ?Como el de que Julian no era hijo legitimo del senor Fortuny?
- ?Y usted donde ha oido eso?
- Como le dije, soy de la familia. Todo se sabe.
- De todo eso nunca se probo nada.
- Pero se hablo -invite.
- La gente le da al pico que es un contento. El hombre no viene del mono, viene de la gallina.
- ?Y que decia la gente?
- ?Le apetece a usted una copita de ron? Es de Igualada, pero tiene una chispilla caribena... Esta buenisimo.
- No, gracias, pero yo le acompano. Vaya contandome mientras tanto...
Antoni Fortuny, a quien todos llamaban el sombrerero, habia conocido a Sophie Carax en 1899 frente a los peldanos de la catedral de Barcelona. Venia de hacerle una promesa a san Eustaquio, que de entre todos los santos con capilla particular, tenia fama de ser el mas diligente y menos remilgado a la hora de conceder milagros de amor. Antoni Fortuny, que ya habia cumplido los treinta anos y rebosaba solteria, queria una esposa y la queria ya. Sophie era una joven francesa que vivia en una residencia para senoritas en la calle Riera Alta e impartia clases particulares de solfeo y piano a los vastagos de las familias mas privilegiadas de Barcelona. No tenia familia ni patrimonio, apenas su juventud y la formacion musical que su padre, pianista de un teatro de Nimes, le habia podido dejar antes de morir de tuberculosis en 1886. Antoni Fortuny, por contra, era un hombre en vias de prosperidad. Habia heredado recientemente el negocio de su padre, una reputada sombrereria en la ronda de San Antonio en la que habia aprendido el oficio que algun dia sonaba en ensenar a su propio hijo. Sophie Carax se le antojo fragil, bella, joven, docil y fertil. San Eustaquio habia cumplido conforme a su reputacion. Tras cuatro meses de cortejo insistente, Sophie acepto su oferta de matrimonio. El senor Molins, que habia sido amigo del abuelo Fortuny, le advirtio a Antoni que se casaba con una desconocida, que Sophie parecia buena muchacha, pero que quiza aquel enlace era demasiado conveniente para ella, que esperase al menos un ano... Antoni Fortuny replico que sabia ya lo suficiente de su futura esposa. Lo demas no le interesaba. Se casaron en la basilica del Pino y pasaron su luna de miel de tres dias en un balneario de Mongat. La manana antes de partir, el sombrerero pregunto confidencialmente al senor Molins como debia proceder en los misterios de alcoba. Molins, sarcastico, le dijo que le preguntase a su esposa. El matrimonio Fortuny regreso a Barcelona apenas dos dias despues. Los vecinos dijeron que Sophie lloraba al entrar en la escalera. La Vicenteta juraria anos mas tarde que Sophie le habia dicho que el sombrerero no le habia puesto un dedo encima y que cuando ella habia querido seducirle, la habia tratado de ramera y se habia sentido repugnado por la obscenidad de lo que ella proponia. Seis meses mas tarde, Sophie anuncio a su esposo que llevaba un hijo en las entranas. El hijo de otro hombre.
Antoni Fortuny habia visto a su propio padre golpear a su madre infinidad de veces e hizo lo que entendia procedente. Solo se detuvo cuando creyo que un solo roce mas la mataria. Aun asi, Sophie se nego a desvelar la identidad del padre de la criatura que llevaba en el vientre. Antoni Fortuny, aplicando su logica particular, decidio que se trataba del demonio, pues aquel no era sino hijo del pecado, y el pecado solo tenia un padre: el maligno. Convencido asi de que el pecado se habia colado en su hogar y entre los muslos de su esposa, el sombrerero se aficiono a colgar crucifijos por doquier. en las paredes, en las puertas de todas las habitaciones y en el techo. Cuando Sophie le encontro sembrando de cruces la alcoba a la que la habia confinado, se asusto y con lagrimas en los ojos le pregunto si se habia vuelto loco. El, ciego de rabia, se volvio y la abofeteo. "Una puta, como las demas", escupio al echarla a patadas al rellano de la escalera tras desollarla a correazos. Al dia siguiente, cuando Antoni Fortuny abrio la puerta de su casa para bajar a abrir la sombrereria, Sophie seguia alli, cubierta de sangre seca y tiritando de frio. Los medicos nunca pudieron arreglar completamente las fracturas de la mano derecha. Sophie Carax nunca volveria a tocar el piano, pero dio a luz un varon al que habria de llamar Julian en recuerdo al padre que habia perdido demasiado pronto, como todo en la vida. Fortuny penso en echarla de su casa, pero creyo que el escandalo no seria bueno para el negocio. Nadie compraria sombreros a un hombre con fama de cornudo. Era un contrasentido. Sophie paso a ocupar una alcoba oscura y fria en la parte de atras del piso. Alli daria a luz a su hijo con la ayuda de dos vecinas de la escalera. Antoni no volvio a casa hasta tres dias despues. "Este es el hijo que Dios te ha dado -le anuncio Sophie-. Si quieres castigar a alguien, castigame a mi, pero no a una criatura inocente. El nino necesita un hogar y un padre. Mis pecados no son los suyos. Te ruego que te apiades de nosotros."
Los primeros meses fueron dificiles para ambos. Antoni Fortuny habia decidido rebajar a su esposa al rango de criada. Ya no compartian ni el lecho ni la mesa, y rara vez cruzaban una palabra como no fuera para dirimir alguna cuestion de orden domestico. Una vez al mes, normalmente coincidiendo con la luna llena, Antoni Fortuny hacia acto de presencia en la alcoba de Sophie de madrugada y, sin mediar palabra, embestia a su antigua esposa con impetu pero escaso oficio. Aprovechando estos raros y beligerantes momentos de intimidad, Sophie intentaba congraciarse con el susurrando palabras de amor, dedicando caricias expertas. El sombrerero no era hombre para fruslerias y la zozobra del deseo se le evaporaba en cuestion de minutos, cuando no segundos. De dichos asaltos a camison arremangado no resulto hijo alguno. Despues de unos anos, Antoni Fortuny dejo de visitar la alcoba de Sophie definitivamente, y adquirio el habito de leer las Sagradas Escrituras hasta bien entrada la madrugada, buscando en ellas solaz a su tormento.