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Fermin cerro el pico y salio a escape por la puerta. La Merceditas le observaba con reprobacion.

- Ese hombre les va a meter a ustedes en un lio el dia menos pensado, fijese lo que le digo. Lo menos es anarquista, mason, y hasta judio. Con ese narizon...

- No le haga usted ni caso. Todo lo hace por llevar la contraria.

La Merceditas nego en silencio, airada.

- Bueno, les dejo ya que una esta pluriempleada y le falta el tiempo. Buenos dias.

Asentimos con reverencia y la vimos partir, erguida y castigando la calle a taconazos. Mi padre respiro hondo, como si quisiera inspirar la paz recuperada. Don Anacleto languidecia a su lado, el rostro blanqueado por momentos y la mirada triste y otonal.

- Este pais se ha ido a la mierda -dijo, ya descabalgando de su oratoria colosal.

- Venga, animese, don Anacleto. Que las cosas siempre han sido asi, aqui y en todas partes, lo que pasa es que hay momentos bajos y cuando tocan de cerca todo se ve mas negro. Ya vera como don Federico remonta, que es mas fuerte de lo que todos nos pensamos.

El catedratico negaba por lo bajo.

- Es como la marea, ?sabe usted? -decia, ido-. La barbarie, digo. Se va y uno se cree a salvo, pero siempre vuelve, siempre vuelve... y nos ahoga. Yo lo veo todos los dias en el instituto. Valgame Dios. Simios es lo que llegan a las aulas. Darwin era un sonador, se lo aseguro. Ni evolucion ni nino muerto. Por cada uno que razona, tengo que lidiar con nueve orangutanes.

Nos limitamos a asentir docilmente. El catedratico se despidio con un saludo y partio, cabizbajo y cinco anos mas viejo de lo que habia entrado. Mi padre suspiro. Nos miramos brevemente, sin saber que decir. Me pregunte si debia referirle la visita del inspector Fumero a la libreria. Esto ha sido un aviso, pensaba yo. Una advertencia. Fumero habia utilizado al pobre don Federico de telegrama

- ?Te ocurre algo, Daniel? Estas blanco.

Suspire y baje la mirada. Procedi a relatarle el incidente con el inspector Fumero la otra noche, sus insinuaciones. Mi padre me escuchaba, tragandose la furia que le ardia en los ojos.

- Es culpa mia -dije-. Tenia que haber dicho algo...

Mi padre nego.

- No. No podias saberlo, Daniel.

- Pero...

- Ni se te ocurra pensarlo. Y a Fermin, ni una palabra. Sabe Dios como iba a reaccionar si supiera que ese individuo anda de nuevo tras el.

- Pero algo tendremos que hacer.

- Procurar que no se meta en lios.

Asenti, no muy convencido, y me dispuse a continuar la labor que habia empezado Fermin mientras mi padre volvia a su correspondencia. Entre parrafo y parrafo, mi padre me lanzaba alguna mirada de soslayo. Fingi no darme cuenta.

- ?Que tal con el profesor Velazquez ayer, todo bien? -pregunto, deseoso de cambiar de tema.

- Si. Quedo contento con los libros. Me comento que anda buscando un libro de cartas de Franco.

- El Matamoros. Pero si es apocrifo... un chiste de Madariaga. ?Que le dijiste?

- Que ya estabamos en ello y le deciamos algo en dos semanas maximo.

- Bien hecho. Pondremos a Fermin en el asunto y se lo cobraremos a precio de oro.

Asenti. Seguimos con la aparente rutina. Mi padre seguia mirandome. Ahi viene, pense.

- Ayer se paso por aqui una chica muy simpatica. ?Dice Fermin que es la hermana de Tomas Aguilar?

- Si.

Mi padre asintio, ponderando la casualidad con gesto de mira-tu-por-donde. Me concedio un minuto de tregua antes de volver al ataque, esta vez con aire de acordarse de repente de algo.

- Oye, por cierto, Danieclass="underline" hoy vamos a tener un dia muy ligero y digo yo que a lo mejor te apetece tomartelo para ti y tus cosas. Ademas, ultimamente me parece que trabajas demasiado.

- Estoy bien, gracias.

- Mira que hasta estaba pensando en dejar aqui a Fermin e irme al Liceo con Barcelo. Esta tarde ponen Tannhauser y me ha invitado, porque el tiene varias butacas de platea.

Mi padre hacia como que leia la correspondencia. Era un pesimo actor.

- ?Y a ti desde cuando te gusta Wagner?

Se encogio de hombros.

- A caballo regalado... Ademas con Barcelo da lo mismo la opera que pongan, porque el se pasa toda la representacion comentando la jugada y criticando el vestuario y el tempo. Me pregunta mucho por ti. A ver si vas a verle un dia a la tienda.

- Un dia de estos.

- Entonces, si te parece hoy dejamos a Fermin al mando y nosotros nos vamos a divertir un rato, que ya toca. Y si necesitas algo de dinero...

- Papa, Bea no es mi novia.

- ?Y quien habla de novias? Lo dicho. Tu mismo. Si necesitas, coge de la caja, pero deja una nota para que luego Fermin no se asuste al cerrar el dia.

Dicho esto, se hizo el despistado y se perdio por la trastienda con una sonrisa de oreja a oreja. Consulte el reloj. Eran las diez y media de la manana. Habia quedado con Bea en el claustro de la universidad a las cinco y, muy a mi pesar, el dia amenazaba con hacerseme mas largo que Los hermanos Karamazov.

Al poco regreso Fermin del domicilio del relojero y nos informo de que un comando de vecinas habia montado una guardia permanente para atender al pobre don Federico, al que el doctor le habia encontrado tres costillas rotas, contusiones multiples y un desgarro rectal de libro de texto.

- ?Ha hecho falta comprar algo? -pregunto mi padre.

- Medicinas y unguentos ya tenian para abrir una botica, por lo cual me he permitido llevarle unas flores, una botella de colonia Nenuco y tres frascos de Fruco de melocoton, que es el favorito de don Federico.

- Ha hecho usted bien. Ya me dira lo que le debo -dijo mi padre-. Y a el, ?como lo ha visto?

- Hecho una caquilla, para que mentir. Solo de verlo encogido en la cama como un ovillo, gimiendo que se queria morir, me entro un ansia asesina, fijese usted. Me plantaba ahora mismo armado hasta el gaznate en la Brigada Criminal y me cepillaba a trabucazos a media docena de capullos, empezando por esa pustula supurante de Fumero.

- Fermin, tengamos la fiesta en paz. Le prohibo terminantemente que haga nada.

- Lo que usted mande, senor Sempere.

- ?Y La Pepita como lo lleva?

- Con una presencia de animo ejemplar. Las vecinas la tienen dopada a base de lingotazos de brandy y cuando yo la vi habia caido inerme de un sopor en el sofa, donde roncaba como un marraco y expelia unas llufas que perforaban la tapiceria.

- Genio y figura. Fermin, le voy a pedir que se quede hoy usted en la tienda, que yo me voy a pasar un rato a ver a don Federico. Luego he quedado con Barcelo. Y Daniel tiene cosas que hacer.

Alce la vista justo a tiempo para sorprender a Fermin y a mi padre intercambiando una mirada de complicidad.

- Menudo par de casamenteras -dije.

Aun se reian de mi cuando sali por la puerta echando chispas.

Barria las calles una brisa fria y cortante que sembraba a su paso pinceladas de vapor. Un sol acerado arrancaba ecos de cobre al horizonte de tejados y campanarios del barrio gotico. Faltaban todavia varias horas para mi cita con Bea en el claustro de la universidad y decidi tentar a la suerte y acercarme a visitar a Nuria Monfort, con la confianza de que todavia viviese en la direccion que su padre me habia proporcionado tiempo atras.

La plaza de San Felipe Neri es apenas un respiradero en el laberinto de calles que traman el barrio gotico, oculta tras las antiguas murallas romanas. Los impactos del fuego de ametralladora en los dias de la guerra salpican los muros de la iglesia. Aquella manana, un grupo de chiquillos jugaba a soldados, ajenos a la memoria de las piedras. Una mujer joven, con el pelo marcado con mechas de plata, los contemplaba sentada en un banco, con un libro entreabierto en las manos y una sonrisa extraviada. Segun las senas, Nuria Monfort vivia en un edificio el, el umbral de la plaza. La fecha de construccion aun podia leerse en el arco de piedra ennegrecida que coronaba el portal, 1801. El zaguan apenas dejaba adivinar una estancia de sombras por la que ascendia una escalera torcida en una suerte de espiral. Consulte la colmena de buzones de laton. Los nombres de los inquilinos podian leerse en unos pedazos de cartulina amarillenta insertados en una ranura al uso.