- No hay mucho que contar -empezo-. Conoci a Julian hace mas de veinte anos, en Paris. Por aquel entonces, yo trabajaba para la editorial Cabestany. El senor Cabestany habia adquirido los derechos de las novelas de Julian por dos duros. Yo habia empezado a trabajar en el departamento de administracion, pero cuando el senor Cabestany se entero de que hablaba frances, italiano y algo de aleman me puso al cargo de adquisiciones y me hizo su secretaria personal. Entre mis funciones estaba el mantener la correspondencia con autores y editores extranjeros con quienes la editorial tenia tratos, y asi es como entre en contacto con Julian Carax.
- Su padre me conto que eran ustedes buenos amigos.
- Mi padre le diria que tuvimos una aventura o algo asi. ?No es verdad? Segun el, yo echo a correr detras de cualquier par de pantalones como si fuese una perra en celo.
La sinceridad y el desparpajo de aquella mujer me robaban las palabras. Tarde demasiado en urdir una respuesta aceptable. Para entonces, Nuria Monfort sonreia para si y negaba con la cabeza.
- No le haga ni caso. Mi padre saco esa idea de un viaje que tuve que hacer a Paris en el ano 33 para resolver unos asuntos del senor Cabestany con Gallimard. Estuve una semana en la ciudad y me hospede en el apartamento de Julian por la sencilla razon de que el senor Cabestany preferia ahorrarse el hotel. Ya ve usted que romantico. Hasta entonces habia mantenido mi relacion con Julian Carax estrictamente por carta, normalmente para tratar asuntos de derechos de autor, galeradas y temas de edicion. Lo que sabia de el, o me imaginaba, lo habia sacado de la lectura de los manuscritos que nos enviaba.
- ?Le contaba el algo acerca de su vida en Paris?
- No. A Julian no le gustaba hablar de sus libros o de si mismo. No me parecio que fuese feliz en Paris, aunque me dio la impresion de que era de esas personas que no pueden ser felices en ninguna parte. La verdad es que nunca llegue a conocerle a fondo. No se dejaba. Era un hombre muy reservado y a veces me parecia que habia dejado de interesarle el mundo y la gente. El senor Cabestany le tenia por muy timido y un tanto lunatico, pero a mi me parecio que Julian vivia en el pasado, encerrado con sus recuerdos. Julian vivia de puertas adentro, para sus libros y dentro de ellos, como un prisionero de lujo.
- Lo dice usted como si le envidiase.
- Hay peores carceles que las palabras, Daniel.
Me limite a asentir, sin saber muy bien a que se referia.
- ?Hablaba Julian alguna vez de esos recuerdos, de sus anos en Barcelona?
- Muy poco. En la semana que estuve en su casa, en Paris, me conto algo de su familia. Su madre era francesa, profesora de musica. Su padre tenia una sombrereria o algo asi. Se que era un hombre muy religioso, muy estricto.
- ?Le explico Julian la clase de relacion que tenia con el?
- Se que se llevaban a morir. La cosa venia de largo. De hecho, la razon de que Julian marchase a Paris fue para evitar que su padre le metiese en el ejercito. Su madre le habia prometido que antes de que eso sucediese, se lo llevaria lejos de aquel hombre.
- Aquel hombre era su padre, despues de todo.
Nuria Monfort sonrio. Lo hacia apenas con una insinuacion en la comisura de los labios y un brillo triste y cansino en la mirada.
- Aunque lo fuera, nunca se comporto como tal y Julian nunca lo considero asi. En una ocasion me confeso que, antes de casarse, su madre habia tenido una aventura con un desconocido cuyo nombre nunca quiso revelar. Ese hombre era el verdadero padre de Julian.
- Eso parece el arranque de La Sombra del Viento. ?Cree que le dijo la verdad?
Nuria Monfort asintio.
Julian me explico que habia crecido viendo como el sombrerero, porque asi era como el le llamaba, insultaba y pegaba a su madre. Despues entraba en el dormitorio de Julian para decirle que el era hijo del pecado, que habia heredado el caracter debil y miserable de su madre y que iba a ser un desgraciado toda su vida, un fracasado en cualquier cosa que se propusiera...
- ?Sentia Julian rencor hacia su padre?
- El tiempo enfria estas cosas. Nunca me parecio que Julian le odiase. Quiza hubiera sido mejor asi. Mi impresion es que le habia perdido completamente el respeto al sombrerero a fuerza de tanto numerito. Julian hablaba de aquello como si no le importara, como si fuese parte de un pasado que habia dejado atras, pero esas cosas nunca se olvidan. Las palabras con que se envenena el corazon de un hijo, por mezquindad o por ignorancia, se quedan enquistadas en la memoria y tarde o temprano le queman el alma.
Me pregunte si hablaba por experiencia propia y me vino de nuevo a la mente la imagen de mi amigo Tomas Aguilar escuchando estoicamente las arengas de su augusto progenitor.
- ?Que edad tenia entonces Julian?
- Ocho o diez anos, imagino.
Suspire.
- En cuanto tuvo edad de ingresar en el ejercito, su madre se lo llevo a Paris. No creo que ni se despidieran. El sombrerero nunca entendio que su familia le abandonase.
- ?Oyo mencionar alguna vez a Julian a una muchacha llamada Penelope?
- ?Penelope? Creo que no. Lo recordaria.
- Era una novia suya, de cuando todavia vivia en Barcelona.
Extraje la fotografia de Carax y Penelope Aldaya y se la tendi. Vi que se le iluminaba la sonrisa al ver a un Julian Carax adolescente. Se la comia la nostalgia, la perdida.
- Que jovencito estaba aqui... ?es esta la tal Penelope?
Asenti.
- Muy guapa. Julian siempre se las arreglaba para acabar rodeado de mujeres bonitas.
Como usted, pense.
- ?Sabe usted si tenia muchas...?
Aquella sonrisa de nuevo, a mi costa.
- ?Novias? ?Amigas? No lo se. A decir verdad, nunca le oi hablar de ninguna mujer en su vida. Una vez, por pincharle, le pregunte. Sabra usted que se ganaba la vida tocando el piano en una casa de alterne. Le pregunte si no se sentia tentado, todo el dia rodeado de bellezas de virtud facil. No le hizo gracia la broma. Me respondio que el no tenia derecho a amar a nadie, que merecia estar solo.
- ?Dijo por que?
- Julian nunca decia el porque.
- Aun asi, al final, poco antes de regresar a Barcelona en 1936, Julian Carax iba a casarse.
- Eso dijeron.
- ?Lo duda usted?
Se encogio de hombros, esceptica.
- Como le digo, en todos los anos que nos conocimos, Julian nunca me habia mencionado a ninguna mujer en especial, mucho menos a una con la que fuera a casarse. Lo de la supuesta boda me llego de oidas mas tarde. Neuval, el ultimo editor de Carax, le conto a Cabestany que la novia era una mujer veinte anos mayor que Julian, una viuda adinerada y enferma. Segun Neuval, esta mujer lo habia estado mas o menos manteniendo durante anos. Los medicos le daban seis meses de vida, como mucho un ano. Segun Neuval, ella queria casarse con Julian para que el fuese su heredero.
- Pero la ceremonia nunca llego a celebrarse.
- Si es que alguna vez existio tal plan o tal viuda.
- Segun tengo entendido, Carax se vio envuelto en un duelo, al amanecer del mismo dia en que iba a contraer matrimonio. ?Sabe con quien o por que?
- Neuval supuso que se trataba de alguien relacionado con la viuda. Un pariente lejano y codicioso que temia ver la herencia ir a parar a manos de un advenedizo. Neuval publicaba sobre todo folletines, y me parece que el genero se le habia subido a la cabeza.
- Veo que no da usted mucho credito a la historia de la boda y el duelo.
- No. Nunca la crei.
- ?Que piensa usted que sucedio entonces? ?Por que regreso Carax a Barcelona?
Sonrio con tristeza.
- Hace diecisiete anos que me hago esa pregunta.
Nuria Monfort encendio otro cigarrillo. Me ofrecio uno. Me senti tentado de aceptar, pero negue.
- Pero tendra usted alguna sospecha -sugeri.
- Todo lo que se es que en el verano de 1936, al poco de estallar la guerra, un empleado de la morgue municipal llamo a la editorial para decir que habian recibido el cadaver de Julian Carax tres dias antes. Le habian encontrado muerto en un callejon del Raval, vestido con andrajos y una bala en el corazon. Llevaba encima un libro, un ejemplar de La Sombra del Viento , y su pasaporte. El sello indicaba que habia cruzado la frontera con Francia un mes antes. Donde habia estado durante ese tiempo, nadie lo sabe. La policia contacto a su padre, pero este se nego a hacerse cargo del cuerpo alegando que el no tenia hijo. Despues de dos dias sin que nadie reclamase el cadaver, fue enterrado en una fosa comun en el cementerio de Montjuic. No pude ni llevarle unas flores, porque nadie supo decirme donde habia sido enterrado. Al empleado de la morgue, que se habia quedado el libro que encontro en la chaqueta de Julian, se le ocurrio llamar a la editorial Cabestany dias despues. Asi es como supe lo sucedido. No lo pude entender. Si a Julian le quedaba alguien a quien recurrir en Barcelona, era yo, o como mucho el senor Cabestany. Eramos sus unicos amigos, pero nunca nos dijo que habia vuelto. Solo supimos que habia regresado a Barcelona despues de muerto...