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- Tess d'Ubervilles. Es la version original. ?Te atreves con Thomas Hardy en ingles?

Me miro de reojo.

- Adjudicado entonces.

- ?No lo ves? Si parece que me estuviese esperando a mi. Como si hubiera estado aqui escondido para mi desde antes de que yo naciese.

La mire, atonito. Bea arrugo la sonrisa.

- ?Que he dicho?

Entonces, sin pensarlo, con apenas un roce en los labios, la bese.

Era ya casi medianoche cuando llegamos al portal de casa de Bea. Habiamos hecho casi todo el camino en silencio, sin atrevernos a decir lo que pensabamos. Caminabamos separados, escondiendonos el uno del otro. Bea caminaba erguida con su Tess bajo el brazo y yo la seguia a un palmo, con su sabor en los labios. Arrastraba todavia la mirada de soslayo que me habia propinado Isaac al dejar el Cementerio de los Libros Olvidados. Era una mirada que conocia bien y que habia visto mil veces en mi padre, una mirada que me preguntaba si tenia la menor idea de lo que estaba haciendo. Las ultimas horas habian transcurrido en otro mundo, un universo de roces, de miradas que no entendia y que se comian la razon y la verguenza. Ahora, de regreso a aquella realidad que siempre acechaba en las sombras del ensanche, el embrujo se desprendia y apenas me quedaba el deseo doloroso y una inquietud que no tenia nombre. Una simple mirada a Bea me basto para comprender que mis reservas apenas eran un soplo en la ventisca que se la comia por dentro. Nos detuvimos frente al portal y nos miramos sin hacer ni amago por fingir. Un sereno tonadillero se aproximaba sin prisa, canturreando boleros acompanandose del tintineo sabroson de sus arbustos de llaves.

- A lo mejor prefieres que no volvamos a vernos -ofreci sin conviccion.

- No se, Daniel. No se nada. ?Es eso lo que tu quieres?

- No. Claro que no. ?Y tu?

Se encogio de hombros, esbozando una sonrisa sin fuerza.

- ?Tu que crees? -pregunto-. Antes te he mentido, ?sabes? En el claustro.

- ?En que?

- En que no queria verte hoy.

El sereno nos rondaba blandiendo una sonrisilla de refilon, obviamente indiferente a aquella mi primera escena de portal y susurros que a el, en su veterania, se le debia de antojar banal y trillada.

- Por mi no hay prisa -dijo-. Voy a hacer un cigarrito a la esquina y ya me diran.

Espere a que el sereno se hubiese alejado.

- ?Cuando voy a verte otra vez?

- No lo se, Daniel.

- ?Manana?

- Por favor, Daniel. No lo se.

Asenti. Me acaricio la cara.

- Ahora es mejor que te vayas.

- ?Sabes al menos donde encontrarme, no? Asintio.

- Estare esperando.

- Yo tambien.

Me aleje con la mirada prendida de la suya. El sereno, experto en estos lances, ya acudia a abrirle el portal.

- Sinverguenza -me susurro de pasada, no sin cierta admiracion-. Menudo bombonazo.

Espere hasta que Bea hubo entrado en el edificio y parti a paso ligero, volviendo la vista atras a cada paso. Lentamente, me invadio la certeza absurda de que todo era posible y me parecio que hasta aquellas calles desiertas y aquel viento hostil olian a esperanza. Al llegar a la plaza Cataluna adverti que una bandada de palomas se habia congregado en el centro de la plaza. Lo cubrian todo, como un manto. de alas blancas que se mecia en silencio. Pense en rodear el recinto, pero justo entonces adverti que la bandada me abria paso sin alzar el vuelo. Avance a tientas, observando como las palomas se apartaban a mi paso y volvian a cerrar filas tras de mi. Al llegar al centro de la plaza escuche el rumor de las campanas de la catedral repicando la medianoche. Me detuve un instante, varado en un oceano de aves plateadas, y pense que aquel habia sido el dia mas extrano y maravilloso de mi vida.

22

Todavia habia luz en la libreria cuando cruce frente al escaparate. Pense que tal vez mi padre se habia quedado hasta tarde poniendose al dia con la correspondencia o buscando cualquier excusa para esperarme despierto y sonsacarme acerca de mi encuentro con Bea. Observe una silueta componiendo una pila de libros y reconoci el perfil enjuto y nervioso de Fermin en plena concentracion. Golpee en el cristal con los nudillos. Fermin se asomo, gratamente sorprendido, y me hizo senas para que me asomase por la entrada a la trastienda.

- ?Todavia trabajando, Fermin? Pero si es tardisimo.

- En realidad estaba haciendo tiempo para acercarme luego a casa del pobre don Federico y velarlo. Nos hemos montado unos turnos con Eloy, el de la optica. Total, yo tampoco duermo mucho. Dos, tres horas a lo mas. Claro que usted tampoco se queda manco, Daniel. Pasa la medianoche, de lo cual infiero que su encuentro con la chiquita ha sido un exito clamoroso.

Me encogi de hombros.

- La verdad es que no lo se -admiti.

- ?Le ha metido mano?

- No.

- Buena senal. No se fie nunca de las que se dejan meter mano de buenas a primeras. Pero menos aun de las que necesitan que un cura les de la aprobacion. El solomillo, valga el simil carnico, esta en medio. Si se tercia, claro esta, no sea mojigato y aprovechese. Pero si lo que busca es algo serio, como lo mio con la Bernarda, recuerde esta regla de oro.

- ?Es serio lo suyo?

- Mas que serio. Espiritual. ?Y lo de esta muchacha, Beatriz, que? Que cotiza de un mollar enciclopedico salta a la vista, pero el quid de la cuestion es: ?sera de las que enamoran o de las que emboban las visceras menores?

- No tengo la menor idea -apunte-. Las dos cosas, diria yo.

- Mire, Daniel, eso es como el empacho. ?Nota usted algo aqui, en la boca del estomago? Como si se hubiese tragado un ladrillo. ?O es solo una calentura general?

- Mas bien lo del ladrillo -dije, aunque no descarte completamente la calentura.

- Entonces es que el asunto va en serio. Dios le coja confesado. Ande, sientese y le hare una tila.

Nos acomodamos en torno a la mesa que habia en la trastienda, rodeados de libros y de silencio. La ciudad dormia y la libreria parecia un bote a la deriva en un oceano de paz y sombra. Fermin me tendio una taza humeante y me sonrio con cierto embarazo. Algo le rondaba la cabeza.

- ?Puedo hacerle una pregunta de indole personal, Daniel?

- Por supuesto.

- Le ruego me responda con toda sinceridad -dijo y carraspeo-. ?Usted cree que yo podria llegar a ser padre?

Debio de leer la perplejidad en mi rostro y se apresuro a anadir:

- No quiero decir padre biologico, porque se me vera algo enclenque pero gracias a Dios la providencia ha querido dotarme la potencia y la furia viril de un miura. Me refiero a otro tipo de padre. Un buen padre, ya sabe usted.

- ?Un buen padre?

- Si. Como el suyo. Un hombre con cabeza, corazon y alma. Un hombre. que sea capaz de escuchar, guiar y respetar a una criatura, y de no ahogar en ella sus propios defectos. Alguien a quien un hijo no solo quiera por ser su padre, sino que lo admire por la persona que es. Alguien a quien quiera parecerse.

- ?Por que me pregunta usted eso, Fermin? Yo pensaba que no creia usted en el matrimonio y la familia. El yugo y todo eso, ?recuerda?

Fermin asintio.

- Mire, todo eso es diletancia. El matrimonio y la familia no son mas que lo que nosotros hacemos de ellos. Sin eso, no son mas que un pesebre de hipocresias. Morralla y palabreria. Pero si hay amor de verdad, del que no se habla ni se declara a los cuatro vientos, del que se nota y se demuestra...

- Me parece usted un hombre nuevo, Fermin.

- Es que lo soy. La Bernarda me ha hecho desear ser un hombre mejor de lo que soy.

- ?Y eso?

- Para merecerla. Usted eso ahora no lo entiende, porque es joven. Pero con el tiempo vera que lo que cuenta a veces no es lo que se da, sino lo que se cede. La Bernarda y yo hemos estado hablando. Ella es una madraza, ya lo sabe usted. No lo dice, pero me parece que la felicidad mas grande que podria tener en esta vida es ser madre. Y a mi esa mujer me gusta mas que el melocoton en almibar. Con decirle que soy capaz de pasar por una iglesia despues de treinta y dos anos de abstinencia clerical y recitar los salmos de san Serafin o lo que haga falta por ella.