- Le veo muy lanzado, Fermin. Si apenas acaba de conocerla...
- Mire, Daniel, a mi edad o uno empieza a ver la jugada con claridad o esta bien jodido. Esta vida vale la pena vivirla por tres o cuatro cosas, y lo demas es abono para el campo. Yo he hecho mucha tonteria ya, y ahora se que lo unico que quiero es hacer feliz a la Bernarda y morirme algun dia en sus brazos. Quiero volver a ser un hombre respetable, ?sabe usted? No por mi, que a mi el respeto de este orfeon de monas que llamamos humanidad me la trae flojisima, sino por ella. Porque la Bernarda cree en estas cosas, en las radionovelas, en los curas, en la respetabilidad y en la virgen de Lourdes. Ella es asi y yo la quiero como es, sin que me cambien ni un pelo de esos que le salen en la barbilla. Y por eso quiero ser alguien de quien ella pueda estar orgullosa. Quiero que piense: mi Fermin es un cacho de hombre, como Cary Grant, Hemingway o Manolete.
Me cruce de brazos, calibrando el asunto.
- ?Ha hablado usted de todo esto con ella? ?De tener un hijo juntos?
- No, por Dios. ?Por quien me toma? ?Se cree que voy por el mundo diciendole a las mujeres que tengo ganas de dejarlas prenadas? Y no por falta de ganas, ?eh?, porque a la tonta esa de la Merceditas le hacia yo ahora mismo unos trillizos y me quedaba como Dios, pero...
- ?Le ha dicho la Bernarda que quiere formar una familia?
- Esas cosas no hace falta decirlas, Daniel. Se ven en la cara.
Asenti.
- Pues entonces, en lo que valga mi opinion, estoy seguro de que sera usted un padre y un esposo formidable. Aunque no crea usted en todas esas cosas, porque asi no las dara nunca por supuestas.
Se le deshizo la cara de alegria.
- ?Lo dice de verdad?
- Claro que si.
- Pues me quita usted un peso enorme de encima. Porque solo de rememorar a mi progenitor y pensar que yo pudiera llegar a ser para alguien lo que el fue para mi me entran ganas de esterilizarme.
- Pierda cuidado, Fermin. Ademas, su vigor inseminador probablemente no hay tratamiento que lo doblegue.
- Tambien es verdad -reflexiono-. Venga, vayase usted a descansar que no lo quiero entretener mas.
- No me entretiene, Fermin. Tengo la impresion de que no voy a pegar ojo.
- Sarna con gusto... Por cierto, lo que me comento de ese apartado de correos, ?se acuerda?
- ?Ha averiguado ya algo?
- Ya le dije que lo dejase de mi cuenta. Este mediodia, a la hora de comer, me he acercado hasta Correos y he tenido unas palabras con un viejo conocido que traba ja alli. El apartado de correos 2321 consta a nombre de un tal Jose Maria Requejo, abogado con oficinas en la calle Leon XIII. Me permiti comprobar la direccion del interfecto y no me sorprendio averiguar que no existe, aunque me imagino que eso usted ya lo sabe. La correspondencia dirigida a ese apartado la viene recogiendo una persona desde hace anos. Lo se porque algunos de los envios que se reciben de una correduria de fincas vienen certificados y al recogerlos hay que firmar un pequeno recibo y presentar la documentacion.
- ?Quien es? ?Un empleado del abogado Requejo? -pregunte.
- Hasta ahi no pude llegar, pero lo dudo. O mucho me equivoco o el tal Requejo existe en el mismo plano que la virgen de Fatima. Solo le puedo decir el nombre de la persona que recoge la correspondencia: Nuria Monfort.
Me quede blanco.
- ?Nuria Monfort? ?Esta usted seguro de eso, Fermin? Yo mismo vi algunos de esos recibos. En todos constaba el nombre y el numero de la cedula de identidad. Deduzco por la cara de vomito que se le ha puesto que esta revelacion le sorprende.
- Bastante.
- ?Puedo preguntar quien es la tal Nuria Monfort? El empleado con el que hable me dijo que la recordaba perfectamente porque acudio hace un par de semanas a retirar la correspondencia y, en su opinion imparcial, estaba mas buena que la Venus de Milo y mas firme de pecho. Y yo me fio de su evaluacion porque antes de la guerra era catedratico de estetica, pero como era primo lejano de Largo Caballero, claro, ahora lame polizas de peseta...
- Hoy mismo estuve con esa mujer, en su casa -murmure.
Fermin me observo, atonito.
- ?Con Nuria Monfort? Empiezo a pensar que me he equivocado con usted, Daniel. Esta usted hecho un autentico calavera.
- No es lo que usted piensa, Fermin.
- Pues usted se lo pierde. Yo a su edad hacia como El Molino, pase de manana, tarde y noche.
Observe a aquel hombrecillo enjuto y huesudo, todo nariz y tez amarillenta, y me di cuenta de que se estaba convirtiendo en mi mejor amigo.
- ?Puedo contarle algo, Fermin? Algo que me viene rondando la cabeza desde hace ya tiempo.
- Claro que si. Lo que sea. Especialmente si es escabroso y concierne a la famula esa.
Por segunda vez aquella noche procedi a relatar para Fermin la historia de Julian Carax y el enigma de su muerte. Fermin escuchaba con suma atencion, tomando notas en un cuaderno e interrumpiendome ocasionalmente para preguntarme algun detalle cuya relevancia se me escapaba. Escuchandome a mi mismo, se me hacian cada vez mas evidentes las lagunas que habia en aquella historia. En mas de una ocasion me quede en blanco, mis pensamientos extraviados en tratar de discernir por que motivo me habria mentido Nuria Monfort. ?Que significado tenia el hecho de que ella hubiese estado recogiendo durante anos la correspondencia dirigida a un despacho de abogados inexistente que supuestamente se hacia cargo del piso de la familia Fortuny-Carax en la ronda de San Antonio? No me di cuenta de que estaba formulando mis dudas en voz alta.
- No podemos saber todavia por que le mintio esa mujer -dijo Fermin-. Pero podemos aventurarnos a suponer que si lo hizo a ese respecto, pudo haberlo hecho, y probablemente lo hizo, respecto a otros tantos.
Suspire, perdido.
- ?Que sugiere usted, Fermin?
Fermin Romero de Torres suspiro con ademan de alta filosofia.
- Le dire lo que podemos hacer. Este domingo, si a usted le parece, nos dejamos caer como aquel que no quiere la cosa por el colegio de San Gabriel y hacemos alguna averiguacion sobre los origenes de la amistad entre ese Carax y el otro chavalin, el ricachon...
- Aldaya.
- Yo con los curas tengo muchisima mano, ya vera, aunque sea por esta pinta de cartujo golfo que tengo. Cuatro lisonjas y me los meto en el bolsillo.
- ?Quiere decir?
- ?Hombre! Le garantizo a usted que estos van a cantar como la Escolania de Montserrat.
23
Pase el sabado en trance, anclado tras el mostrador de la libreria con la esperanza de ver a Bea aparecer por la puerta como por ensalmo. Cada vez que sonaba el telefono me lanzaba a la carrera para contestar, arrebatando el auricular a mi padre o a Fermin. A media tarde, despues de una veintena de llamadas de clientes y sin noticias de Bea, empece a aceptar que el mundo y mi miserable existencia llegaban a su fin. Mi padre habia salido a valorar una coleccion en San Gervasio y Fermin aprovecho la coyuntura para colocarme otra de sus lecciones magistrales en los entresijos de las intrigas amatorias.
- Serenese o va a criar una piedra en el higado -aconsejo Fermin-. Esto del cortejo es como el tango: absurdo y pura floritura. Pero usted es el hombre y le toca llevar la iniciativa.
Aquello empezaba a adquirir un cariz funesto.
- ?La iniciativa? ?Yo?
- ?Que quiere? Algun precio tenia que tener el poder mear de pie.
- Pero si Bea me dio a en tender que ya me diria ella algo.
- Que poco entiende usted de mujeres, Daniel. Me juego el aguinaldo a que esa pollita esta ahora en su casa mirando languidamente por la ventana en plan Dama de las Camelias, esperando que llegue usted a rescatarla del cafre de su senor padre para arrastrarla en una espiral incontenible de lujuria y pecado.