- ?Esta seguro?
- Ciencia pura.
- ?Y si ha decidido que ya no quiere verme mas?
- Mire, Daniel. Las mujeres, con notables excepciones como su vecina la Merceditas, son mas inteligentes que nosotros, o cuando menos mas sinceras consigo mismas sobre lo que quieren o no. Otra cosa es que se lo digan a uno o al mundo. Se enfrenta usted al enigma de la naturaleza, Daniel. La femina, babel y laberinto. Si la deja usted pensar, esta perdido. Recuerde: corazon caliente, mente fria. El codigo del seductor.
Estaba Fermin por detallarme las particularidades y tecnicismos del arte de la seduccion cuando sono la campanilla de la puerta y vimos entrar a mi amigo Tomas Aguilar. El corazon me dio un vuelco. La providencia me negaba a Bea pero me enviaba a su hermano. Funesto heraldo, pense. Tomas traia el rostro sombrio y un aire de cierto desaliento.
- Menudo aire funerario nos trae usted, don Tomas -comento Fermin-. Nos aceptara un cafetito al menos, ?verdad?
- No le dire que no -dijo Tomas, con la reserva habitual.
Fermin procedio a servirle una taza del mejunje que guardaba en su termo y que desprendia un sospechoso aroma jerezano.
- ?Algun problema? -pregunte.
Tomas se encogio de hombros.
- Nada nuevo. Mi padre hoy tiene el dia y he preferido salir a airearme un rato.
Trague saliva.
- ?Y eso?
- Ve a saber. Anoche mi hermana Bea llego a las tantas. Mi padre la estaba esperando despierto y algo tocado, como siempre. Ella se nego a decir de donde venia ni con quien habia estado y mi padre se puso hecho una furia. Estuvo hasta las cuatro de la manana chillando, tratandola de zorra para arriba y jurandole que la iba a meter a monja y que si volvia prenada la iba a echar a patadas a la puta calle.
Fermin me lanzo una mirada de alarma. Senti que las gotas de sudor que me corrian por la espalda descendian varios grados de temperatura.
- Esta manana -continuo Tomas-, Bea se ha encerrado en su cuarto y no ha salido en todo el dia. Mi padre se ha plantado en el comedor a leer el ABC y a escuchar zarzuelas en la radio a todo volumen. En el entreacto de Luisa Fernanda he tenido que salir porque me volvia loco.
- Bueno, seguramente su hermana estaria con el novio, ?no? -pincho Fermin-. Es lo natural.
Le lance un puntapie tras el mostrador, que Fermin driblo con agilidad felina.
- Su novio esta haciendo la mili -preciso Tomas-. No viene de permiso hasta dentro de un par de semanas. Y ademas, cuando sale con el esta en casa a las ocho, como muy tarde.
- ?Y no tiene usted idea de donde estuvo ni con quien?
- Ya le ha dicho que no, Fermin -intervine yo, ansioso por cambiar de tema.
- ?Y su padre tampoco? -insistio Fermin, que se lo estaba pasando en grande.
- No. Pero ha jurado averiguarlo y partirle las piernas y la cara en cuanto sepa quien es.
Me quede livido. Fermin me sirvio una taza de su brebaje sin preguntar. La apure de un trago. Sabia a gasoil tibio. Tomas me observaba en silencio, la mirada impenetrable y oscura.
- ?Lo han oido ustedes? -dijo de pronto Fermin-. Asi como un redoble de salto mortal.
- No.
- Las tripas de un servidor. Miren, de pronto me ha entrado un hambre... ?les importa si les dejo solos un rato y me acerco al horno a ver si pillo algun bollo? Eso sin mencionar a esa dependienta nueva recien llegada de Reus que esta para mojar pan y lo que se tercie. Se llama Maria Virtudes, pero tiene un vicio la nina... Asi les dejo que hablen de sus cosas, ?eh?
En diez segundos Fermin habia desaparecido por ensalmo, rumbo a su merienda y a su encuentro con la ninfula. Tomas y yo nos quedamos a solas rodeados de un silencio que prometia mas solidez que el franco suizo.
- Tomas -empece, con la boca seca-. Ayer por la noche tu hermana estuvo conmigo.
Me contemplo sin apenas pestanear. Trague saliva.
- Di algo -dije.
- Tu estas mal de la cabeza.
Paso un minuto de murmullos en la calle. Tomas sostenia su cafe, intacto.
- ?Vas en serio? -pregunto.
- Solo la he visto una vez.
- Eso no es respuesta.
- ?Te importaria?
Se encogio de hombros.
- Tu sabras lo que haces. ?Dejarias de verla solo porque yo te lo pidiese?
- Si -menti-. Pero no me lo pidas.
Tomas bajo la cabeza.
- Tu no conoces a Bea -murmuro.
Me calle. Dejamos pasar varios minutos sin mediar palabra, mirando las figuras grises oteando desde el escaparate, rogando que alguna se animase a entrar y a rescatarnos de aquel silencio envenenado. Al cabo de un rato, Tomas abandono la taza sobre el mostrador y se dirigio hacia la puerta.
- ?Te vas ya?
Asintio.
- ?Nos vemos manana un rato? -dije-. Podriamos ir al cine, con Fermin, como antes.
Se detuvo junto a la salida.
- Solo te lo dire una vez, Daniel. No le hagas dano a mi hermana.
Al salir se cruzo con Fermin, que venia cargado con una bolsa de pastas humeantes. Fermin lo contemplo perderse en la noche, sacudiendo la cabeza. Dejo las pastas sobre el mostrador y me ofrecio una ensaimada recien hecha. Decline el ofrecimiento. No hubiera sido capaz de tragar ni una aspirina.
- Ya se le pasara, Daniel. Ya lo vera. Estas cosas, entre amigos, son normales.
- No lo se -murmure.
24
Nos encontramos a las siete y media de la manana del domingo en el cafe Canaletas, donde Fermin me invito a cafe con leche y unos brioches cuya textura, incluso untados de mantequilla, albergaba cierta similitud con la de la piedra pomez. Nos atendio un camarero que lucia un emblema de la Falange en la solapa y un bigote cortado a lapiz. No paraba de canturrear y, al preguntarle por la causa de su excelente humor, nos explico que habia sido padre el dia anterior. Cuando le felicitamos insistio en regalarnos una Faria a cada uno para que nos la fumasemos durante el dia a la salud de su primogenito. Dijimos que asi lo hariamos. Fermin lo miraba de reojo, con el ceno fruncido, y sospeche que tramaba algo.
Durante el desayuno, Fermin dio por inaugurada la jornada detectivesca con un esbozo general del enigma.
- Todo empieza con la amistad sincera entre dos muchachos, Julian Carax y Jorge Aldaya, companeros de clase desde la infancia, como don Tomas y usted. Durante anos todo va bien. Amigos inseparables con toda una vida por delante. Sin embargo, en algun momento se produce un conflicto que rompe esa amistad. Por parafrasear a los dramaturgos de salon, el conflicto tiene nombre de mujer y se llama Penelope. Muy homerico. ?Me sigue?
Lo unico que me vino a la mente fueron las ultimas palabras de Tomas Aguilar la noche anterior, en la libreria: "No le hagas dano a mi hermana." Senti nauseas.
- En 1919, Julian Carax parte rumbo a Paris cual vulgar Odiseo -continuo Fermin-. La carta firmada por Penelope, que el nunca llega a recibir, establece que para entonces la joven esta recluida en su propia casa, prisionera de su familia por motivos poco claros, y que la amistad entre Aldaya y Carax ha fenecido. Es mas, por lo que nos cuenta Penelope, su hermano Jorge ha jurado que si vuelve a ver a su viejo amigo Julian, lo matara. Palabras mayores para el fin de una amistad. No hace falta ser Pasteur para inferir que el conflicto es consecuencia directa de la relacion entre Penelope y Carax.
Un sudor frio me cubria la frente. Senti que el cafe con leche y los cuatro bocados que habia engullido me ascendian por la garganta.
- Con todo, hemos de suponer que Carax nunca llega a saber lo acontecido a Penelope, porque la carta no llega a sus manos. Su vida se pierde en las nieblas de Paris, donde desarrollara una existencia fantasmal entre su empleo de pianista en un establecimiento de variedades y una desastrosa carrera como novelista de ningun exito. Estos anos en Paris son un misterio. Todo lo que queda de ellos es una obra literaria olvidada y virtualmente desaparecida. Sabemos que en algun momento decide contraer matrimonio con una enigmatica y acaudalada dama que le dobla en edad. La naturaleza de tal matrimonio, si hemos de atenernos a los testimonios, parece mas bien un acto de caridad o amistad por parte de una dama enferma que un lance romantico. A todas luces, la mecenas, temiendo por el futuro economico de su protegido, opta por dejarle su fortuna y despedirse de este mundo con un revolcon a mayor gloria del protectorado de las artes. Los parisinos son asi.