- Quiza fuera un amor genuino -apunte, con un hilo de voz.
- ?Oiga, Daniel, esta usted bien? Se ha puesto blanquisimo y esta sudando a mares.
- Estoy perfectamente -menti.
- A lo que iba. El amor es como el embutido: hay lomo embuchado y hay mortadela. Todo tiene su lugar y funcion. Carax habia declarado que no se sentia digno de amor alguno y, de hecho, no sabemos de ningun romance registrado durante sus anos en Paris. Claro que trabajando en una casa de citas, quiza los ardores primarios del instinto quedaban cubiertos via la confraternizacion entre empleados de la empresa, como si se tratase de un bono o, nunca mejor dicho, el lote de Navidad. Pero este es pura especulacion: Volvamos al momento en que se anuncia el matrimonio entre Carax y su protectora. Es entonces cuando vuelve a aparecer Jorge Aldaya en el mapa de este turbio asunto. Sabemos que contacta con el editor de Carax en Barcelona a fin de averiguar el paradero del novelista. Poco tiempo despues, la manana del dia de su boda, Julian Carax se bate en un duelo con un desconocido en el cementerio de Pere Lachaise y desaparece. La boda jamas tiene lugar. A partir de ahi, todo se confunde.
Fermin dejo caer una pausa dramatica, dirigiendome su mirada de alta intriga.
- Supuestamente, Carax cruza la frontera y, demostrando una vez mas su proverbial sentido de la oportunidad, regresa a Barcelona en 1936, justo en pleno estallido de la guerra civil. Sus actividades y paradero en Barcelona durante esas semanas son confusos. Suponemos que permanece durante un mes en la ciudad y que durante ese tiempo no contacta con ninguno de sus conocidos. Ni con su padre ni con su amiga Nuria Monfort. Es encontrado muerto poco mas tarde en las calles, asesinado de un tiro. No tarda en hacer su aparicion un funesto personaje que se hace llamar Lain Coubert, nombre que toma prestado de un personaje de la ultima novela del propio Carax, que para mas inri no es sino el principe de los infiernos. El supuesto diablillo se declara dispuesto a borrar del mapa lo poco que queda de Carax y destruir sus libros para siempre. Para acabar de redondear el melodrama, aparece como un hombre sin rostro, desfigurado por el fuego. Un villano escapado de una opereta gotica en quien, para confundir mas las cosas, Nuria Monfort cree reconocer la voz de Jorge Aldaya.
- Le recuerdo que Nuria Monfort me mintio -dije.
- Cierto, pero si bien Nuria Monfort le mintio es posible que lo hiciera mas por omision y quiza por desvincularse de los hechos. Hay pocas razones para decir la verdad, pero para mentir el numero es infinito. ?Oiga, seguro que se encuentra bien? Tiene un color de cara como de tetilla gallega.
Negue y sali a escape rumbo al servicio.
Devolvi el desayuno, la cena y buena parte de la ira que llevaba encima. Me lave la cara con el agua helada de la pica y contemple mi reflejo en el espejo nublado sobre el que alguien habia garabateado con un lapiz de cera la leyenda "Giron cabrito". Al volver a la mesa comprobe que Fermin estaba en la barra, pagando la cuenta y discutiendo de futbol con el camarero que nos habia atendido.
- ?Mejor? -pregunto.
Asenti.
- Eso es una bajada de presion -dijo Fermin-. Tenga un Sugus, que lo cura todo.
Al salir del cafe, Fermin insistio en que tomasemos un taxi hasta el colegio de San Gabriel y dejasemos el metro para otro dia, argumentando que hacia una manana de mural conmemorativo y que los tuneles eran para las ratas.
- Un taxi hasta Sarria costara una fortuna -objete.
- Invita el montepio de cretinos -atajo Fermin-, que aqui el patriota me ha dado mal el cambio y hemos hecho negocio. Y usted no esta como para viajar bajo tierra.
Pertrechados asi de fondos ilicitos, nos apostamos en una esquina al pie de la Rambla de Cataluna y esperamos la llegada de un taxi. Tuvimos que dejar pasar unos cuantos, porque Fermin declaro que para una vez que subia en automovil queria por lo menos un Studebaker. Nos llevo un cuarto de hora dar con un vehiculo de su agrado, que Fermin procedio a parar con grandes aspavientos.
Fermin insistio en viajar en el asiento de delante, lo que le dio ocasion de enzarzarse en una discusion con el conductor en torno al oro de Moscu y a Josef Stalin, que era su idolo y guia espiritual en la distancia.
- Ha habido tres grandes figuras en este siglo: Dolores Ibarruri, Manolete y Jose Stalin -proclamo el taxista, dispuesto a obsequiarnos con una detallada hagiografia del ilustre camarada.
Yo viajaba comodamente en el asiento de atras, ajeno a la perorata, con la ventana abierta y disfrutando del aire fresco. Fermin, encantado de pasearse en Studebaker, le daba cuerda al conductor, puntuando de vez en cuando la entranable semblanza del lider sovietico que glosaba el taxista con cuestiones de dudoso interes historiografico.
- Pues tengo entendido que padece muchisimo de la prostata desde que se trago un hueso de nispero y que ahora solo consigue orinar si le tararean La Internacional -dejo caer Fermin.
- Propaganda fascista -aclaro el taxista, mas devoto que nunca-. El camarada mea como un toro. Ya quisiera para si el Volga tamano caudal.
El debate de alta politica nos acompano a traves de toda la travesia por la Via Augusta rumbo a la parte alta de la ciudad. Clareaba el dia y una brisa fresca vestia el cielo de azul ardiente. Al llegar a la calle Ganduxer, el conductor torcio a la derecha e iniciamos el lento ascenso hacia el paseo de la Bonanova.
El colegio de San Gabriel se alzaba en el centro de una arboleda a lo alto de una calle angosta y serpenteante que ascendia desde la Bonanova. La fachada, salpicada de ventanales en forma de punal, recortaba los perfiles de un palacio gotico de ladrillo rojo, suspendido en arcos y torreones que asomaban sobre las copas de un platanar en aristas catedralicias. Despedimos al taxi y nos adentramos en un frondoso jardin sembrado de fuentes de las que emergian querubines enmohecidos y trenzado con senderos de piedra que reptaban entre los arboles. De camino a la entrada principal, Fermin me puso en antecedentes sobre la institucion con una de sus habituales lecciones magistrales de historia social.
- Aunque ahora le parezca a usted el mausoleo de Rasputin, el colegio de San Gabriel fue en su dia una de las mas prestigiosas y exclusivas instituciones de Barcelona. En tiempos de la Republica vino a menos porque los nuevos ricos de entonces, los nuevos industriales y banqueros a cuyos vastagos les habian negado plaza durante anos porque sus apellidos olian a nuevo, decidieron crear sus propias escuelas donde se les tratase con reverencia y donde ellos pudiesen negar plaza a los hijos de otros. El dinero es como cualquier otro virus: una vez pudre el alma del que lo alberga, parte en busca de sangre fresca. En este mundo, un apellido dura menos que una peladilla. En sus buenos tiempos, digamos que entre 1880 y 1930 mas o menos, el colegio de San Gabriel acogia a la crema de los ninatos de rancia alcurnia y bolsa sonante. Los Aldaya y compania acudian a este siniestro lugar en regimen de internado a confraternizar con sus semejantes, a oir misa y a aprender historia para asi poder repetirla ad nauseam.
- Pero Julian Carax no era precisamente uno de ellos -observe.
- Bueno, a veces estas egregias instituciones ofrecen una o dos becas para los hijos del jardinero o de un limpiabotas y asi mostrar su grandeza de espiritu y generosidad cristiana -ofrecio Fermin-. El modo mas eficaz de hacer inofensivos a los pobres es ensenarles a querer imitar a los ricos. Ese es el veneno con que el capitalismo ciega a...