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Un ano mas tarde, los tres arquitectos se personaron en sus suntuosas habitaciones del hotel Colon para presentarle el proyecto. Jausa, en compania de la mulata Marisela, les escucho en silencio y al termino de la presentacion pregunto cual seria el costo de llevar a cabo la obra en seis meses. Frederic Martorell, socio lider del taller de arquitectos, carraspeo y, por decoro, anoto la cifra en un papel y se la tendio al potentado. Este, sin pestanear, extendio en el acto un cheque por el montante total y despidio a la comitiva con un saludo ausente. Siete meses mas tarde, en julio de 1900, Jausa, su esposa, y la criada Marisela se instalaban en la casa. En agosto de aquel ano, las dos mujeres estarian muertas y la policia encontraria a Salvador Jausa agonizante, desnudo y esposado a la butaca de su estudio. El informe del sargento que instruyo el caso mencionaba que las paredes de toda la casa estaban ensangrentadas, que las estatuas de los angeles que rodeaban el jardin habian sido mutiladas -sus rostros pintados al uso de mascaras tribales-, y que se habian encontrado rastros de cirios negros en los pedestales. La investigacion duro ocho meses. Para entonces, Jausa habia enmudecido.

Las pesquisas de la policia concluyeron lo siguiente: todo parecia indicar que Jausa y su esposa habian sido envenenados con un extracto vegetal que les habia sido administrado por Marisela, en cuyos aposentos se encontraron varios frascos de la sustancia. Por alguna razon, Jausa habia sobrevivido al veneno, aunque las secuelas que este dejo fueron terribles, haciendole perder el habla y el oido, paralizando parte de su cuerpo con tremendos dolores y condenandole a vivir el resto de sus dias en una perpetua agonia. La senora de Jausa fue hallada en su habitacion, tendida sobre el lecho sin mas prenda que sus joyas y un brazalete de brillantes. Las suposiciones de la policia apuntaban que, cometido el crimen, Marisela se habia abierto las venas con un cuchillo y habia recorrido la casa esparciendo su sangre por los muros de corredores y habitaciones hasta caer muerta en su habitacion del atico. El movil, segun la policia, habian sido los celos. Al parecer la esposa del potentado estaba embarazada en el momento de morir. Marisela, se decia, habia dibujado una calavera sobre el vientre desnudo de la senora con cera roja caliente. El caso, como los labios de Salvador Jausa, quedo sellado para siempre unos meses mas tarde. La buena sociedad de Barcelona comentaba que jamas habia sucedido algo asi en la historia de la ciudad, y que la purria de indianos y gentuza que venia de America estaba arruinando la solida fibra moral del pais. A puerta cerrada, muchos se alegraron de que las excentricidades de Salvador Jausa hubiesen llegado a su fin. Como siempre, se equivocaban: apenas habian empezado.

La policia y los abogados de Jausa se encargaron de cerrar el caso, pero el indiano Jausa estaba dispuesto a continuar. Fue por entonces cuando conocio a don Ricardo Aldaya, por aquella epoca ya un prospero industrial con fama de donjuan y temperamento leonino, que se ofrecio a comprarle la propiedad con la intencion de demolerla y venderla de nuevo a precio de oro, porque el valor del terreno en la zona estaba subiendo como la espuma. Jausa no accedio a vender, pero invito a Ricardo Aldaya a visitar la casa con la intencion de mostrarle lo que denomino un experimento cientifico y espiritual. Nadie habia vuelto a entrar en la propiedad desde el termino de la investigacion. Lo que Aldaya presencio alli dentro le dejo helado. Jausa habia perdido totalmente la razon. La sombra oscura de la sangre de Marisela seguia cubriendo las paredes. Jausa habia convocado a un inventor y pionero en la curiosidad tecnologica del momento, el cinematografo. Su nombre era Fructuos Gelabert y habia accedido a las demandas de Jausa a cambio de fondos para construir unos estudios cinematograficos en el Valles, seguro de que durante el siglo XX las imagenes animadas iban a sustituir a la religion organizada. Al parecer, Jausa estaba convencido de que el espiritu de la negra Marisela permanecia en la casa. El afirmaba sentir su presencia, sus voces y su olor, e incluso su tacto en la oscuridad. El servicio, al oir estas historias, habia huido al galope rumbo a empleos de menos tension nerviosa en la localidad vecina de Sarria, donde no faltaban palacios y familias incapaces de llenar un balde de agua o remendarse los calcetines.

Jausa se quedo asi solo, con su obsesion y sus espectros invisibles. Pronto decidio que la clave estaba en superar esta condicion de invisibilidad. El indiano ya habia te nido ocasion de ver algunos resultados de la invencion del cinematografo en Nueva York, y compartia la opinion de la difunta Marisela de que la camara succionaba almas, la del sujeto filmado y la del espectador. Siguiendo esta linea de razonamiento, habia encargado a Fructuos Gelabert que rodase metros y metros de pelicula en los corredores de "El angel de bruma" en busca de signos y visiones del otro mundo. Los intentos, hasta la fecha pese al nombre de pila del tecnico al mando de la operacion, habian resultado infructuosos.

Todo cambio cuando Gelabert anuncio que habia recibido un nuevo tipo de material sensible de la factoria de Thomas Edison en Menlo Park, Nueva Jersey, que permitia filmar escenas en condiciones precarias de luz inauditas hasta el momento. Mediante un tecnicismo que nunca quedo claro, uno de los ayudantes de laboratorio de Gelabert habia derramado un vino espumoso del genero xarelo, proveniente del Penedes, en la cubeta de revelado y, fruto de la reaccion quimica, extranas formas empezaron a aparecer en la pelicula expuesta. Esa era la pelicula que Jausa queria mostrar a don Ricardo Aldaya la noche en que le invito a su caseron espectral en el numero 32 de la avenida del Tibidabo.

Aldaya, al oir esto, supuso que Gelabert temia ver desaparecer los fondos economicos que le proporcionaba Jausa y habia recurrido a tan bizantino ardid para mantener el interes de su patron. Jausa, sin embargo, no tenia duda alguna acerca de la fiabilidad de los resultados. Es mas, donde otros veian formas y sombras, el veia animas. Juraba distinguir la silueta de Marisela materializarse en un sudario, sombra que se mutaba en un lobo y caminaba erecto. Ricardo Aldaya no vio en la proyeccion mas que rnanchurrones, sosteniendo ademas que tanto la pelicula proyectada como el tecnico que operaba el proyector apestaban a vino y otras bebidas espirituosas. Aun asi, como buen hombre de negocios, el industrial intuyo que todo aquello podia acabar resultandole ventajoso. Un millonario loco, solo y obsesionado con la captura de ectoplasmas constituia una victima idonea. Asi pues, le dio la razon y le animo a continuar su empresa. Durante semanas, Gelabert y sus hombres rodaron kilometros de pelicula que habria de ser revelada en diferentes tanques con soluciones quimicas de liquidos de revelado diluidos con Aromas de Montserrat, vino tinto bendecido en la parroquia del Ninot y toda suerte de cavas de la huerta tarraconense. Entre proyeccion y proyeccion, Jausa transferia poderes, firmaba autorizaciones y conferia el control de sus reservas financieras a Ricardo Aldaya.