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Jausa desaparecio una noche de noviembre de aquel ano durante una tormenta. Nadie supo que se habia hecho de el. Al parecer estaba exponiendo uno de los rollos de pelicula especial de Gelabert cuando le sobrevino un accidente. Don Ricardo Aldaya encargo a Gelabert recuperar dicho rollo y, tras visionarlo en privado, le prendio fuego personalmente y sugirio al tecnico que se olvidase del asunto con la ayuda de un cheque de generosidad indiscutible. Para entonces, Aldaya ya era titular de la mayoria de propiedades del desaparecido Jausa. Hubo quien dijo que la difunta Marisela habia regresado para llevarselo a los infiernos. Otros apuntaron que un mendigo muy parecido al difunto millonario fue visto durante unos meses en los alrededores de la ciudadela hasta que un carruaje negro, de cortinajes velados, lo arrollo sin detenerse en plena luz del dia. Para entonces ya era tarde: la leyenda negra del caseron, y la invasion del son montuno en los salones de baile de la ciudad, eran inamovible.

Unos meses mas tarde, don Ricardo Aldaya mudo a su familia a la casa de la avenida del Tibidabo, donde a las dos semanas naceria la hija pequena del matrimonio, Penelope. Para celebrarlo, Aldaya rebautizo la casa como "Villa Penelope". El nuevo nombre, sin embargo, nunca engancho. La casa tenia su propio caracter y se mostraba inmune a la influencia de sus nuevos duenos. Los recientes inquilinos se quejaban de ruidos y golpes en las paredes por la noche, subitos olores a putrefaccion y corrientes de aire helado que parecian vagar por la casa como centinelas errantes. El caseron era un compendio de misterios. Tenia un doble sotano, con una suerte de cripta por estrenar en el nivel inferior y una capilla en el superior dominada por un gran Cristo en una cruz policromada al que los criados encontraban un inquietante parecido con Rasputin, personaje muy popular en la epoca. Los libros de la biblioteca aparecian constantemente reordenados, o vueltos del reves. Habia una habitacion en el tercer piso, un dormitorio que no se usaba debido a inexplicables manchas de humedad que brotaban de las paredes y parecian formar rostros borrosos, donde las flores frescas se marchitaban en apenas minutos y siempre se escuchaban moscas revolotear, aunque era imposible verlas.

Las cocineras aseguraban que ciertos articulos, como el azucar, desaparecian como por ensalmo de la despensa y que la leche se tenia de rojo con la primera luna de cada mes. Ocasionalmente se encontraban pajaros muertos a la puerta de algunas habitaciones, o pequenos roedores. Otras veces se echaban en falta objetos, especialmente joyas y botones de la ropa guardada en los armarios y cajones. De Pascuas a Ramos, los objetos sustraidos aparecian como por ensalmo meses despues en algun rincon remoto de la casa, o enterrados en el jardin.

Normalmente no se encontraban jamas. A don Ricardo todos estos aconteceres se le antojaban supercherias y bobadas propias de la gente pudiente. A su parecer, una semana en ayunas hubiera curado a la familia de espantos. Lo que ya no veia con tanta filosofia eran los robos de las alhajas de su senora esposa. Mas de cinco criadas fueron despedidas al desaparecer diferentes piezas del joyero de la senora, aunque todas juraron en lagrima viva que eran inocentes. Los mas perspicaces se inclinaban a pensar que, sin tanto misterio, ello era debido a la infausta costumbre de don Ricardo de colarse en las alcobas de las criadas jovenes a medianoche con fines ludicos y extramaritales. Su reputacion al respecto era casi tan celebrada como su fortuna, y no faltaba quien dijese que al paso que iban sus proezas, los bastardos que iba dejando por el camino organizarian su propio sindicato. Lo cierto es que no solo las joyas desaparecian. Con el tiempo, a la familia se le extravio el gusto de vivir.

La familia Aldaya nunca fue feliz en aquella casa obtenida mediante las turbias artes de negociante de don Ricardo. La senora Aldaya rogaba sin cesar a su marido que vendiese la propiedad y que se mudasen a una residencia en la ciudad, o incluso que regresaran al palacio que Puig i Cadafalch habia construido para el abuelo Simon, patriarca del clan. Ricardo Aldaya se negaba en redondo. Al pasar la mayor parte del tiempo de viaje o en las factorias de la familia, no encontraba ningun problema con la casa. En una ocasion, el pequeno Jorge desaparecio durante ocho horas en el interior de la casa. Su madre y el servicio lo estuvieron buscando desesperadamente, sin exito. Cuando el muchacho reaparecio, palido y aturdido, dijo que habia estado todo el rato en la biblioteca en compania de la misteriosa mujer de color, que le habia estado mostrando fotografias antiguas y que le habia dicho que todas las hembras de la familia habrian de morir en aquella casa para expiar los pecados de sus varones. La misteriosa dama llego incluso a desvelarle al pequeno Jorge la fecha en que su madre iba a morir: el 12 de abril de 1921. Huelga decir que la supuesta dama negra nunca fue encontrada, aunque anos mas tarde la senora Aldaya fue hallada sin vida en el lecho de su dormitorio al alba del 12 de abril de 1921. Todas sus joyas habian desaparecido. Al drenar el pozo del patio, uno de los mozos las encontro entre el lodo del fondo, junto a una muneca que habia pertenecido a su hija Penelope.

Una semana mas tarde, don Ricardo Aldaya decidio desprenderse de la casa. Para entonces su imperio financiero ya estaba herido de muerte, y no faltaba quien insinuase que todo era debido a aquella casa maldita que traia la desgracia a quien la ocupase. Otros, mas cautos, se limitaban a aducir que Aldaya nunca habia entendido las transformaciones del mercado y que todo lo que habia hecho a lo largo de su vida era arruinar el negocio que habia erigido el patriarca Simon. Ricardo Aldaya anuncio que dejaba Barcelona y se trasladaba con su familia a la Argentina, donde sus industrias textiles flotaban en la gloria. Muchos dijeron que huia del fracaso y la verguenza.

En 1922, "El angel de bruma" fue puesta a la venta a precio de risa. Hubo mucho interes inicial por adquirirla, tanto por el morbo como por el prestigio creciente de la barriada, pero ninguno de los potenciales compradores hizo una oferta tras visitar la casa. En 1923, el palacete fue cerrado. El titulo de propiedad fue transferido a una sociedad de bienes raices a la que Aldaya debia dinero para que tramitase su venta, derribo o lo que se terciase. La casa estuvo en venta durante anos, sin que la empresa consiguiese encontrar un comprador. Dicha sociedad, Botell i Llofre, S. L., quebro en 1939 al ingresar sus dos socios titulares en prision bajo cargos que nunca quedaron claros, y, al tragico fallecimiento de ambos en un accidente en el penal de San Vicens en 1940, fue absorbida por un consorcio financiero de Madrid, entre cuyos socios titulares se contaban tres generales, un banquero suizo y el miembro ejecutor y directivo de la firma, el senor Aguilar, padre de mi amigo Tomas y de Bea. Pese a todos los esfuerzos promocionales, ninguno de los vendedores al mando del senor Aguilar consiguio colocar la casa, ni ofreciendola a un precio muy por debajo de su valor de mercado. Nadie volvio a entrar en la propiedad en mas de diez anos.

- Hasta hoy -dijo Bea, para sumirse de nuevo en uno de sus silencios.

Con el tiempo me acostumbraria a ellos, a verla encerrarse lejos, con la mirada extraviada y la voz en retirada.

- Queria ensenarte este lugar, ?sabes? Queria darte una sorpresa. Al escuchar a Casasus, me dije que tenia que traerte aqui, porque esto era parte de tu historia, de Carax y de Penelope. Tome prestada la llave del despacho de mi padre. Nadie sabe que estamos aqui. Es nuestro secreto. Queria compartirlo contigo. Y me preguntaba si vendrias. Ya sabias que lo haria.