Выбрать главу

- En dos minutos estamos en Colon.

- Me da lo mismo. Este coche huele a muerto, como usted. Dejeme bajar.

Palacios aminoro la marcha y se detuvo en el arcen. Me baje del coche y cerre con un portazo, evitando la mirada de Palacios. Espere a que se alejase, pero el policia no se decidia a arrancar de nuevo. Me volvi y vi que bajaba la ventanilla. Me parecio leer sinceridad, incluso dolor, en su rostro, pero me negue a darles credito.

- Nuria Monfort murio en mis brazos, Daniel -dijo-. Creo que sus ultimas palabras fueron un mensaje para ti.

- ?Que dijo? -pregunte, la voz atenazada de frio-. ?Menciono mi nombre?

- Deliraba, pero creo que se referia a ti. En algun momento dijo que hay peores carceles que las palabras. Luego, antes de morir, me pidio que te dijese que la dejases marchar.

Le mire sin comprender.

- ?Que dejase marchar a quien?

- A una tal Penelope. Me imagine que debia de ser tu novia.

Palacios bajo la mirada y partio con el crepusculo. Me quede mirando las luces del coche perderse en la tenebrosidad azul y escarlata, desconcertado. Al poco me en camine de regreso al paseo de Colon, repitiendome aquellas ultimas palabras de Nuria Monfort sin encontrarles significado. Al llegar a la plaza del Portal de la Paz me detuve a contemplar los muelles junto al embarcadero de las golondrinas. Me sente en los peldanos que se perdian en las aguas turbias, en el mismo lugar donde, una noche ya perdida muchos anos atras, habia visto por primera vez a Lain Coubert, el hombre sin rostro.

- Hay peores carceles que las palabras -murmure.

Solo entonces comprendi que el mensaje de Nuria Monfort no iba destinado a mi. No era yo quien debia dejar escapar a Penelope. Sus ultimas palabras no habian sido para un extrano, sino para el hombre que habia amado en silencio durante quince anos: Julian Carax.

44

Llegue a la plaza de San Felipe Neri al caer la noche. El banco en el que habia avistado a Nuria Monfort por primera vez yacia a los pies de una farola, vacio y tatuado a cortaplumas con nombres de enamorados, insultos y promesas. Alce la vista hasta las ventanas del hogar de Nuria Monfort en el tercer piso y adverti un reluz cobrizo, oscilante. Una vela.

Me adentre en la gruta de la porteria oscura y ascendi la escalera a tientas. Me temblaban las manos cuando alcance el rellano del tercero. Una cuchilla de luz rojiza despuntaba bajo el marco de la puerta entreabierta. Pose la mano sobre el pomo y permaneci alli inmovil, escuchando. Crei oir un susurro, un aliento entrecortado que provenia del interior. Por un instante pense que si abria aquella puerta, la encontraria esperandome al otro lado, fumando junto al balcon con las piernas encogidas y apoyada contra la pared, anclada en el mismo lugar en que la habia dejado. Suavemente, temiendo molestarla, abri la puerta y entre en el piso. Las cortinas del balcon ondeaban en la sala. La silueta estaba sentada junto a la ventana, el rostro robado al trasluz, inmovil, sosteniendo un cirio encendido entre las manos. Una perla de claridad se deslizo por su piel, brillante como resina fresca, para caer despues en su regazo. Isaac Monfort se volvio con el rostro surcado de lagrimas.

- No le vi esta tarde en el entierro -dije.

Nego en silencio, secandose los ojos con el enves de la solapa.

- Nuria no estaba alli -murmuro al rato-. Los muertos nunca acuden a su propio entierro.

Echo una mirada alrededor, como si con ello quisiera indicarme que su hija estaba en aquella sala, sentada junto a nosotros en la penumbra, escuchandonos.

- ?Sabe usted que nunca habia estado en esta casa? -pregunto-. Siempre que nos veiamos era Nuria quien acudia a mi. "Para usted es mas facil, padre -decia ella-. ?Para que va a subir escaleras?" Yo siempre le decia: "Bueno, si no me invitas no voy a ir", y ella respondia: "No hace falta que le invite a mi casa, padre, se invita a los extranos. Usted puede venir cuando quiera." En mas de quince anos no vine a verla una sola vez. Siempre le dije que habia escogido un mal barrio. Poca luz. Una finca vieja. Ella solo asentia. Como cuando le decia que habia escogido una mala vida. Poco futuro. Un marido sin oficio ni beneficio. Es curioso como juzgamos a los demas y no nos damos cuenta de lo miserable de nuestro desden hasta que nos faltan, hasta que nos los quitan. Nos los quitan porque nunca han sido nuestros...

La voz del anciano, desnuda de su velo de ironia, hacia aguas y sonaba casi tan vieja como su mirada.

- Nuria le queria a usted mucho, Isaac. No lo dude ni por un instante. Y me consta que ella tambien se sentia querida por usted -improvise.

El viejo Isaac nego de nuevo. Sonreia, pero las lagrimas caian sin cesar, calladas.

- Quiza me queria, a su manera, como yo la quise a ella, a la mia. Pero no nos conociamos. Quiza porque yo nunca la deje conocerme, o nunca di un paso por conocerla a ella. Pasamos la vida como dos extranos que se han visto todos los dias y se saludan por cortesia. Y pienso que quiza murio sin perdonarme.

- Isaac, le aseguro a usted...

- Daniel, es usted joven y pone voluntad, pero aunque he bebido y no se ni lo que digo, aun no ha aprendido a mentir lo suficientemente bien como para enganar a un viejo con el corazon podrido de miserias.

Baje la mirada.

- La policia dice que el hombre que la mato es amigo suyo -aventuro Isaac.

- La policia miente Isaac asintio.

- Ya lo se.

- Le aseguro...

- No hace falta, Daniel. Se que dice usted la verdad -dijo Isaac, extrayendo un sobre del bolsillo de su abrigo.

- La tarde antes de morir, Nuria vino a verme, como solia hacer anos atras. Me acuerdo de que soliamos ir a comer a un cafe de la calle Guardia, al que yo la llevaba de nina. Siempre hablabamos de libros, de libros viejos. Ella me contaba a veces cosas de su trabajo, pequeneces, cosas que se cuentan a un extrano en un autobus... Una vez me dijo que sentia haber sido una decepcion para mi. Le pregunte que de donde habia sacado aquella idea absurda. "De sus ojos , padre, de sus ojos ", dijo. Ni una sola vez se me ocurrio que tal vez yo habia sido una decepcion todavia mayor para ella. A veces nos creemos que las personas son decimos de loteria: que estan ahi para hacer realidad nuestras ilusiones absurdas.

- Isaac, con el debido respeto, ha bebido usted como un cosaco y no sabe lo que dice.

- El vino convierte al sabio en necio, y al necio en sabio. Se lo suficiente para comprender que mi propia hija nunca confio en mi. Confiaba mas en usted, Daniel, y solo le habia visto un par de veces.

- Le aseguro que se equivoca.

- La ultima tarde que nos vimos me trajo este sobre. Estaba muy inquieta, preocupada por algo que no me quiso contar. Me pidio que guardase este sobre y que, si pasaba algo, se lo entregase a usted.

- ?Si pasaba algo?

- Esas fueron sus palabras. La vi tan alterada que le propuse que acudiesemos juntos a la policia, que fuera cual fuese el problema encontrariamos una solucion. Entonces me dijo que la policia era el ultimo sitio al que podia acudir. Le pedi que me revelase de que se trataba, pero dijo que tenia que marcharse y me hizo prometer que le entregaria a usted este sobre si ella no volvia a buscarlo en un par de dias. Me pidio que no lo abriera.

Isaac tendio el sobre. Estaba abierto.

- Le menti, como siempre -dijo.

Inspeccione el sobre. Contenia un pliego de cuartillas escritas a mano.

- ?Las ha leido usted? -pregunte.

El anciano asintio lentamente.

- ?Que dicen?

El anciano alzo el rostro. Le temblaban los labios. Me parecio que habia envejecido cien anos desde la ultima vez que le habia visto.

- Es la historia que usted buscaba, Daniel. La historia de una mujer que nunca conoci, aunque llevara mi nombre y mi sangre. Ahora le pertenece a usted.

Me guarde el sobre en el bolsillo del abrigo.