David aguardó.
– Ese hombre ser hijo de un dragón -prosiguió Zhao-. Yo hijo de un topo. ¿Comprende?
– No, no comprendo.
Una vez roto el silencio, Zhao ya no podía parar.
– En el barco, nosotros saber que el hombre está en el agua. El agua para beber. Cuando tripulación dice que hemos de coger nuestra agua de ese lugar, el hombre apesta ahí dentro. Nosotros abrir la manivela del tanque de agua y sale el olor. La mayoría de nosotros ser campesinos. Granjeros inundan sus campos para hacer crecer arroz. No hay modo de avisar animales de que viene agua. A veces animales quedar atrapados. Algunas veces irse nadando. Se ven ratas nadar con la nariz por encima del agua.
A veces rata se engancha en las plantas. Días después, semanas después, yo la olía. Esto ocurre a veces, así que en el barco nosotros saber que algo muerto está allí.
– ¿Qué hicieron?
– Nadie querer mirar dentro de ese lugar -dijo Zhao, alzando los ojos lentamente para mirar a David a la cara-. Algunas personas tienen miedo de fantasmas. Algunas personas tienen miedo de tripulación.
– Lo sabía la tripulación?
– La tripulación ser estúpida. Ver a la gente poniéndose débil. Ver a la gente poniéndose enferma. Pero no hacer preguntas. Nosotros recogemos agua de lluvia. Nosotros… -Se volvió hacia Mabel y le hizo una pregunta.
– Racionamos -dijo Mabel.
– Nosotros racionamos agua buena. Luego estamos cerca de America. Ahora la tripulación no tiene agua. Ahora van a ese lugar. Miran dentro y encuentran hombre. Se asustan. Dicen:
«¿Quién es ese hombre?» Pelean. ¿Lo lanzamos al agua? ¿Que hacer? Nos dicen a nosotros: -Vosotros decís quién es ese hombre. Vosotros decís quien lo mató. Si no lo decís, no comida. Si no lo decís, se lo diremos a la banda cuando llegamos a América. Todo el mundo tener miedo, pero nadie decir nada.
– Pero ¿sabían quién era?
– Es clase especial -contesta Zhao asintiendo-. Hijo de una antigua familia. Es Príncipe Kojo, un Gaogan Zidi -Tomó aire y continuó. El primer día, cuando fuimos por agua, todos tener miedo, pero algunos hombres dijeron que mirarían dentro. Si sólo era rata, la echarían fuera. Nosotros herviríamos agua. Subir sobre el tanque y lo abren otra vez. Encuentran paquete envuelto en plástico. Dentro estar el hombre. Hace un par de días muerto y en el agua.
– Pero ¿como supieron quien era?
– Hombres miraron su cartera. Tenía papeles donde poner que era Guang Henglai.
Jack Campbell dejo escapar un hurra triunfal.
David le lanzo una mirada de advertencia y siguió preguntando.
– ¿Qué hicieron después?
– Volver a poner el cuerpo.
– ¿No se lo dijeron a la tripulación?
– No -respondió Zhao con un resoplido-, volver a poner a Guang Henglai. Luego vienen nos hablan a los demás. ¿Que podemos hacer? Nosotros ser topos en ese barco. Incluso los hombres de la tripulación ser topos. ¿Quién responsable para decirlo a la tripulación? si pensar que uno de nosotros lo mató?
– ¿Cómo se llamaban los hombres que encontraron el cadáver?
– No importar…
– Me importa a mí.
– Esos hombres se han ido. Estar en barco hacia China,
No sabiendo cuanto tiempo estaba dispuesto a seguir hablando Zhao, una vez roto el silencio, David intentó centrarse en lo más importante.
– Volvamos a ese Guang Hengi. ¿Quién es y por qué le tenían tanto miedo?
– No tener miedo de él -dijo Zhao despectivamente-. Es hijo de un dragón.
– ¿Su padre es importante?
– Su padre ser Guang Mingyun -dijo Zhao con un nuevo bufido.
– Lo siento, Zhao, pero no sabemos quién es.
– Yo sólo un campesino. ¿Comprende? Yo sólo un campesino, pero incluso yo conocer Guang Mingyun. Es uno de las Cien Familias. Poderoso y rico.
– ¿Es el líder del Ave Fénix? -pregunto David.
– No triada-dijo Zhao tras una amarga carcajada-. Es un dragón. La tríada es menos que un perro para Guang Mingyun…
– Pero si le informaran de la muerte de su hijo -dijo Noel tras carraspear-, ¿no recibirían una recompensa?
– Cuando la tripulación se entera de que hay un cuerpo en el barco, no dar comida. No dar agua. Estamos en el mar muchos días. Pero los dueños del barco decir: «No podéis ira América hasta decir quién es ese cuerpo y quién lo puso ahí.» Ester barco tiene mucha gente y oídos. No hay secretos. Cada noche la gente comenta lo que ver y oír. Dicen que el capitán está hablando con el líder de América. Las noticias parecer muy malas, porque decir que nos pegarán hasta que alguien confiesa. Los chinos ser muy fuertes. Acostumbrados al castigo. Pero nadie querer perder el honor. Dos hombres decir lo que saben. Esos dos hombres perder su honor. No poder seguir a América porque todos en barco saben que gritaron y suplicaron. No poder volver a casa, porque si regresan a su pueblo, ¿cómo poder mirar a sus familias a la cara? ¿Cómo poder devolver el dinero de su viaje? Esos dos hombres tener hambre y sed y estar cansados. Dicen lo que saben y luego saltan por la borda. El capitán llama a tierra. Grita. Todos oír.
– ¿Con quién hablaba?
– Con el líder de América.
– ¿Sabe cómo se llama?
– ¡Yo no estar allí! -espetó Zhao-. ¡Yo no escuchar! ¡No querer morir!
– Tranquilícese, señor Zhao -dijo Milton, poniendo una mano en el hombro de su cliente-. Quizá ya baste por hoy…
– ¡No, querer acabar! ¡Querer salir de este sitio! Me ha dicho que puedo irme después de hablar.
– Cierto -convino David-. Le prometimos que podría irse en cuanto nos dijera lo que sabía. Acabe, por favor. ¿Qué dijo el líder?
– No saber. Pero llega la tormenta. El otro barco viene y la tripulación se va. Creemos que la tripulación sabía que ustedes van a llegar. Eso es todo lo que sé. -Zhao volvió a fijar la vista en la mesa.
– ¿Qué más puede decirnos sobre Guang Henglai? ¿Sabe usted quién pudo matarle y por qué?
Zhao habló en chino con Mabel. Cuando terminó, ella dijo:
– Hay muchas frases en chino que son parecidas a las que tienen ustedes en inglés. Una de ellas es: «Mira hacia el otro lado.-El señor Zhao dice que el miró hacia el otro lado y que usted debería hacer lo mismo.
– Si preguntas meterte en líos -añadió Zhao-. Querer saber algo de la tripulación, yo se lo diré. Hacen preguntas. Les dan la respuesta y ahora están muertos.
– Usted me ha dicho que abandonaron el Peonía en botes salvavidas en dirección a un barco de rescate -dijo David, sorprendido.
– Usted no escuchar a Zhao -dijo-. Yo no verlos morir, pero creo estar muertos. Es cierto, vi a algunos barridos de su bote pequeño cuando intentan irse. Pero esos hombres estar muertos. El líder de América los matará.
– No hicieron nada malo. -En el momento en que pronunciaba estas palabras, David se preguntó qué querían decir.
– Guang Henglai ser Príncipe Rojo -le advirtió Zhao-. Su padre es poderoso. No sea estúpido. Usted mira hacia otro lado también. Si no, morirá.
23 de enero, Pekin
El sospechoso, un tal señor Su, había confesado ya y se lo habían llevado esposado. Sin embargo, el cadáver de su víctima seguía tendido bajo una manta sucia en el cuarto de baño comunitario. La sangre se había coagulado en una gran mancha en el suelo. Los olores de la presencia humana (ajo, jengibre, sudor) se mezclaban para crear ese olor fétido que presidía gran parte de la vida diaria de Liu Hulan. Los asesinatos en China raras veces se producían lejos de la multitud, así que Hulan se hallaba en un edificio de pisos en el que vivían docenas de familias multigeneracionales (literalmente, cientos de personas) y donde todos se habían convertido en testigos del crimen.