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– Quiero saber qué progresos se han hecho en el caso de la muerte del hijo del embajador americano. No se ha arrestado a nadie.

– Eso es cierto, viceministro Liu -dijo Hulan.

– Teníamos entendido -dijo el jefe de sección Zai después de carraspear- que el ministerio no quería que nuestro departamento prosiguiera con ese asunto.

El viceministro agitó la mano como si quisiera disipar un mal olor.

– Estoy esperando a que la inspectora Liu se explique. Zai se hundió aún más en la butaca.

– Lo que sabemos es esto -empezó ella-. Billy Watson fue hallado en el lago Bei Hai. El patólogo Fong y yo creemos que no fue un accidente. Solicité la autopsia al cadáver. Los padres del chico se negaban.

– Sin embargo -señaló el viceministro Liu-, según veo en el expediente, no tuvo en cuenta sus deseos.

– Es cierto -admitió ella-. Autoricé la autopsia bajo mi responsabilidad. No pensaba presenciarla, pero cuando el patólogo Fong abrió el cadáver, me pidió que fuera a su laboratorio. El chico no presentaba signos externos de deterioro físico. El patólogo lo esperaba, puesto que el cadáver se había conservado en hielo. Sin embargo, lo que halló en el interior nos dio bastantes quebraderos de cabeza. La autopsia mostró que todos los órganos principales estaban dallados. Habían empezado a licuarse. Grupos de vasos capilares habían estallado en varios órganos. Los más dañados eran los pulmones, que presentaban hemorragia y otros líquidos acumulados, además de un deterioro general. Fong concluyó que la causa inmediata de la muerte fue que el chico se había ahogado en su propia sangre.

– ¿Qué pudo provocarlo?

– No tenemos la menor idea. El patólogo Fong halló un extraño residuo en los pulmones y el recubrimiento del esófago. Como el viceministro ya sabe, Fong no pudo terminar su investigación.

– Pero ¿qué sospecha?

– No le gusta especular, pero cree que debió de tratarse de un veneno muy potente. No cabe la menor duda de que la muerte del chico no fue accidental, pero el embajador americano no estaba interesado en estos hechos. -Hulan vaciló antes de añadir-: Pero usted ya sabe todo eso, viceministro. Usted mismo habló con el embajador Watson. La orden de entregar el cadáver a los americanos procedía de usted.

– Se ha producido una delicada situación -dijo el viceministro Liu cambiando de tema-. Estoy seguro de que ha oído hablar de la muerte del hijo de Guang Mingyun. Oficialmente, el cadáver del chico fue hallado en territorio de Estados Unidos, pero esos extranjeros creen que el chico murió aquí, en China. Nada de eso sería asunto nuestro, de no ser porque existen ciertas similitudes entre ambas muertes.

Hulan lanzó una mirada furtiva al señor Zai, que guardaba silencio.

– ¿Qué similitudes? -preguntó.

– Al parecer los americanos también han descubierto… ¿cómo lo ha llamado?, un extraño residuo en los pulmones del chico. -El viceministro Liu alzó una mano para advertir que no le interrumpieran-. No voy a explicar el resto ahora. Lo que importa es que para nosotros Guang Mingyun es un hombre tan importante como para ellos el embajador Watson. Precisamente por ser quienes eran esos chicos, nuestros dos gobiernos han acordado aliarse para encontrar a la persona que cometió esos crímenes. El ministerio ha decidido que la inspectora Liu trabaje con ellos, por su experiencia con extranjeros y su dominio del idioma.

Hulan y Zai recibieron esta noticia con callado asombro. Ninguno de los dos recordaba ejemplo alguno en el que las fuerzas de la ley y el orden de los dos países hubieran trabajado conjuntamente con éxito. El único esfuerzo conjunto anterior, el caso Goldfish, de infausto recuerdo, había sido un desastre. Los chinos habían arrestado, juzgado y condenado a un hombre, Ding Yao, por tráfico de drogas. La DEA había solicitado que fuera enviado a Estados Unidos para testificar contra los implicados en ese lado del Pacífico. Los americanos habían prometido que nada podía salir mal, pero tan pronto Ding Yao ocupó el estrado pidió asilo político. El juez americano hizo caso omiso de los hechos y adoptó la postura de que el régimen chino era inhumano. No sólo se desestimó el caso contra los traficantes americanos, sino que Ding Yao vivía ahora en Las Vegas. En definitiva, el caso Goldfish había demostrado dos cosas. Una, que era políticamente peligroso mezclarse con los americanos (los agentes chinos que habían trabajado en el caso habían quedado deshonrados y habían perdido sus puestos). En segundo lugar, que los americanos no eran justos ni sinceros. Ahora el viceministro Liu acababa de designar a su hija para trabajar con ellos.

– No es decisión mía -dijo Liu, como si leyera los pensamientos de Hulan-. Se ha tomado a un nivel mucho más alto. No es de mi incumbencia discutir con mis superiores. Además, es quien más experiencia tiene con los extranjeros. Vivió en Estados Unidos. Habla su lengua. Conoce su estilo de vida decadente.

Una vez más, Liu miró sus notas.

– Bien -dijo tras unos instantes de tensión-, la mejor noticia que puedo darle es que esta vez Estados Unidos nos envía a un representante. Veamos… Tengo su nombre por alguna parte. -Liu fingió consultar sus papeles-. David Stark, un ayudante de fiscal.

El viceministro Liu alzó la vista y sonrió a Hulan con aire expectante. Junto a ella, Zai se agitó incómodo en su butaca. Hulan no dijo nada.

– Debemos ayudar a ese americano -prosiguió el viceministro, aún sonriente-. Con ello, ayudaremos también a nuestro compatriota, Guang Mingyun. Pero debo recordarles a ambos cuán importante es que el extranjero no vea nada desagradable.

– Eso es bastante difícil en una investigación por asesinato, ¿ no cree?

El hombre que tenía frente a ella rió.

– Inspectora Liu, ¿necesito recordarle que China tiene costumbres y rituales para tratar a los huéspedes? Use su shigu, su experiencia en la vida. Todos los extranjeros, tanto si se trata de desconocidos, ajenos a una familia, o diablos extranjeros como ese visitante, son potencialmente peligrosos. No demuestre ira ni irritación. Sea humilde, prudente y cortés. -El viceministro se levantó y rodeó la mesa para apoyar torpemente la mano sobre el hombro de Hulan-. Hágale creer que existe un vínculo entre los dos, que le está obligado, que no debería causarle jamás ningún tipo de molestia. Así hemos tratado a los extranjeros durante siglos. Así tratará usted a ese extranjero mientras sea nuestro huésped.

Hulan abandonó el despacho sumida en profundas reflexiones. Dio un respingo cuando notó una mano sobre el brazo, y al alzar los ojos vio que se trataba de Zai, que le hizo señas para que lo siguiera. Zai no se detuvo hasta que llegaron a la escalera de atrás y, una vez allí, miró alrededor para comprobar si había alguien cerca.

– Tu padre siempre ha sido muy bueno para descubrir hechos -dijo.

– Yo estaba pensando justamente lo contrario -replicó ella con una carcajada.

– ¡Piensa, Hulan, piensa! -dijo el jefe de sección Zai con brusquedad-. Debe de conocer muy bien tu dangan para haber descubierto la relación.

– Si, estuve en Estados Iinidos -dijo Hulan tras asentir con aire pensativo-. Sí, el abogado Stark y yo trabajamos en el mismo bufete. Pero mi situación era peculiar en aquella época. No creo que sea un secreto, tío: -Hulan usó el tratamiento para demostrar su respeto por la preocupación de Zai.

– No te has preguntado quién dio el visto bueno a esta cooperación? Tuvo que ser alguien muy poderoso. Quizá proceda del Ministerio de Asuntas Exteriores, quizá del Ministerio de Seguridad del Estado, quizá… No sé…

– Tío -dijo ella, observando el rostro preocupado de su mentor-, aunque la orden procediera del mismísimo Deng, ¿qué me importa? Me ha sido asignado un trabajo. No tengo alternativa.

5

27 a 29 de enero, despacho de Madelaine Prentice.

– Gracias por venir, David -dijo Madeleine Prentice, haciéndole señas de que entrara. Junto a la mesa de Madeleine se hallaba Jack Campbell cruzado de brazos. En un sillón había un hombre pálido y pelirrojo-. David, éste es Patrick O'Kelly, del Departamento de Estado. Patrick, David Stark. -Después de que los dos hombres se estrecharan la mano, Madeleine añadió, a su modo directo y profesionaclass="underline" Patrick, ¿por qué no vamos al grano?