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– Nosotros fuimos los que patrocinamos este fiasco y personalmente lamento mucho lo ocurrido. El señor Chen y el señor Leung han tenido la amabilidad de venir a esta reunión. Les preocupa la seguridad de la inspectora Liu y del investigador Sun y creen que deberían volver a su país inmediatamente.

– Necesitamos todavía a la inspectora Liu para que nos asesore sobre el caso -dijo David, dispuesto a impedir la marcha de Hulan.

– Estoy de acuerdo -dijo Peter. David y Hulan lo miraron con sorpresa-. La necesitan aquí.

– Pekín quiere que vuelva -dijo Chen.

– Volverá cuando se haya cerrado el caso -replicó Peter.

– Ambos regresarán hoy mismo -ordenó Chen.

– Perdone -dijo Hulan tras carraspear-, pero ¿no se me permite opinar?

– Hemos recibido ordenes…

– Ustedes han recibido órdenes, yo no. Y hasta que el jefe de sección Zai o el viceministro Liu me las comuniquen personalmente, el investigador Sun yo nos quedaremos aquí para cumplir con nuestra obligación.

Los dos hombres del consulado discutieron con Hulan en chino, pero ella se mantuvo en sus trece. Entonces ellos se levantaron, inclinaron la cabeza brevemente ante Madeleine y se fueron. La fiscal dejó escapar un suspiro.

– ¿Qué hay de la prensa? -preguntó.

– Tengo que presentarme ante el tribunal dentro de un par de minutos -dijo David-. Luego quiero quedarme con el FBI. Madeleine lo miró decepcionada.

– Recuerdo un día no muy lejano en que dijiste que querías seguir con esto siempre que fuera tu caso. Nosotros te dimos mucha cuerda. -Afortunadamente no añadió que se estaba ahorcando con ella-. Yo me ocuparé de la prensa, ¿de acuerdo? Tú preséntate ante el tribunal y haz todo lo posible para que Spencer Lee siga detenido.

Cuando terminó la reunión, David se dirigió apresuradamente a la sala del tribunal con Hulan y Peter siguiéndole los pasos.

– Creo que le debo una disculpa -dijo ella, pensando en toda las veces que le había mantenido al margen de sus investigaciones.

– No es necesario, inspectora.

Hulan apretó el botón del ascensor.

– Lo que ha hecho ahí dentro… -No hallaba palabras par expresarse.

– Sólo hacía mi trabajo.

– Gracias -dijo Hulan, mirándole a los ojos, y luego extendió la mano. Tras unos instantes, él se la estrechó.

Cuando Hulan y Peter llegaron al tribunal, los agentes del FBI se habían instalado ya en las dos primeras filas de bancos de la derecha. Su aspecto era intimidante, y a David le preocupó que al juez Hack le molestara ver tal despliegue de fuerza en su tribunal, pero nada podía hacer al respecto. De hecho, los agentes estaban allí para intimidar; nada de lo que David les dijera les induciría a marcharse. En el lado de la defensa había cuatro mujeres chinas, jóvenes y extremadamente hermosas. Eran amigas de Spencer Lee o simplemente habían sido contratadas para parece inocentes y compasivas; David no podía saberlo.

En la parte izquierda del estrado se hallaba sentado Spencer Lee con su abogado. Lee había cambiado su uniforme de la prisión por un terno exquisitamente cortado de la más fina lana Zegna. Llevaba una corbata de oscuro tono rojo y un pañuelo de seda a juego en el bolsillo del pecho. Parecía descansado y contento, y sonreía y charlaba amigablemente con su nuevo abogado. Desde la víspera, Lee había sustituido al lacayo de la tríada por Broderick Phelps, uno de los abogados más caros del país, que además tenía un historial de dos décadas como abogado defensor de docenas de delincuentes famosos v bien provistos de dinero.

El juez Hack cedió la palabra a David. Este debía ceñirse al caso principaclass="underline" el contrabando de bilis de oso por valor de un cuarto de millón de dólares, que violaba la Ley sobre Especies en Peligro de Estados Unidos. Consciente de lo ajeno que le había resultado aquel delito al oír hablar de él por primera vez, David explicó con cierto detalle en qué consistía la importación de bilis de osos: que su valor en la calle era mayor que el de la cocaína o la heroína y que se obtenía de especies en peligro protegidas por tratados internacionales.

Puso la grabación de Spencer Lee aceptando la bilis de oso de Zhao. Usó los gráficos en los que se perfilaba el crimen organizado asiático en Los Angeles para explicar qué lugar ocupaba Lee en la organización y delinear las actividades del Ave Fénix en el sur de California. Dio una breve sinopsis de los asesinatos en Pekín, de cómo se fletó el Peonía de China y de las fechas de los viajes de Spencer Lee. Terminó diciendo:

– Estoy seguro de que su Señoría conoce la terrible tragedia ocurrida anoche en esta ciudad. Las personas asesinadas en el Café del Jade Verde fueron el agente del FBI asignado a este caso y el hombre que se ofreció para entregar la bilis de oso al señor Lee.

Broderick Phelps se levantó entonces para hacer su alegato, que consistía sencillamente en afirmar que el gobierno había tendido una trampa al pobre Spencer Lee quien, como el juez podía comprobar, era un destacado miembro de la comunidad. Para demostrar esto último, Phelps presentó varias cartas de otros ciudadanos relevantes de Los Angeles dispuestos a testificar sobre el carácter intachable del señor Lee, y una copia de la escritura de su casa de Monterey Park por valor de dos millones y medio de dólares.

– Spencer Lee no supone ninguna amenaza para la comunidad ni existe el peligro de que huya -afirmó Phelps y preguntó si podía responder a las demás acusaciones del gobierno. Procedió a hacerlo-: No veo razón para que mi estimado colega saque a relucir el tema de las tríadas cuando ha sido incapaz de probar que existan siquiera. Ni tampoco las alegaciones sobre los crímenes de China tienen nada que ver con este caso. No tenemos tratado dt extradición con China, ni, si se me permite añadirlo, deberíamos tenerlo, dadas las flagrantes violaciones de los derechos humanos en ese país. Pero debo decir algo más. Tengo mis dudas sobre los motivos que impulsan hoy a actuar al señor Stark. Es audaz, lo admito, pero es ultrajante que se atreva a insinuar siquiera que mi cliente pueda ser responsable de los crímenes cometidos en China. En las mismas fechas en que el señor Lee se hallaba en China había otros mil millones de chinos en ese país. Sencillamente, no alcanzo a comprender en qué se basa el señor Stark para incriminar a mi cliente. -Phelps alzó la voz con indignación-. En cuanto a lo sucedido en nuestra ciudad anoche, bueno, señores sencillamente no sé qué decir, excepto que mi cliente era huésped del gobierno federal en aquellos momentos. De hecho, yo diría que el ayudante del fiscal está utilizando los peores estereotipos para atacar a mi cliente. Si el señor Lee fuera de ascendencia italiana, ¿diría también que es miembro de la mafia? Lamento decir que eso es lo que creo. En los últimos años, nuestra ciudad ha tenido que soportar demasiadas cosas por culpa de ese tipo prejuicios. Spencer Lee es inocente de esas ridículas acusaciones y solicitamos que se le conceda la libertad bajo fianza.

– ¿Senior Stark? -El juez parecía dubitativo, pero estaba dispuesto a escuchar a David.

– Señoría, no intento dar a entender en modo alguno que todos los asiáticos sean criminales. Hoy estoy aquí en nombre gobierno de Estados Unidos, dado que intentamos determinar la participación de Spencer Lee en varios casos…

– Alto ahí abogado. Las alegaciones no bastan para encaralar a un hombre en este país. Si tiene usted pruebas de la partipación del señor Lee en cualquiera de esos otros delitos, y hablo concretamente sobre los cometidos en el territorio de Estados Unidos, estoy dispuesto a escucharle. De lo contrario, será mejor que se siente.

Cuando el juez Hack le concedió la libertad bajo fianza, Spencer Lee se volvió hacia su camarilla de mujeres y alzo los puño en señal de triunfo. Luego se giró hacia los agentes del FBI sonrió con suficiencia. Los agentes que se sentaban a ambos lados de Jack Campbell tuvieron que sujetarlo. Finalmente, Lee volvió la vista hacia David, ladeó la cabeza y enarcó las cejas interrogativamente. En lugar de encolerizarse, David sintió una extraña suerte de compasión por él. La gente que se dedicaba a lo suyo y mostraba aquella estúpida tendencia a la bravuconería solía morir joven.