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– Me ocuparé de ese asunto -dijo el embajador, meneando la cabeza con una leve sonrisa-. ¿Qué más puedo hacer por ayudarlos? -Se trata de su hijo -dijo David.

– Si va a decirme que se metió en líos cuando era un muchacho, créame, no me dirá nada que no sepa. Billy tenía problemas, sin duda, pero las cosas habían cambiado mucho en los dos últimos años.

– ¿Los dos últimos años?

– Le iba bien en la universidad. Elizabeth y yo estábamos orgullosos de él por ello.

– Señor embajador -dijo David con pesar-, su hijo hacía dos años que no asistía a las clases.

– Se equivoca -replicó Watson.

– Me temo que no. La inspectora Liu y yo revisamos los archivos de la USC.

– Pero yo extendí los cheques…

– ¿A nombre de la universidad o de Billy? -preguntó Hulan.

– De Billy -contestó él con voz áspera-. Oh, Dios mío, de Billy… -El color abandonó su rostro. Por primera vez desde que lo conocía, Hulan vio a un padre abrumado por el dolor.

– Su hijo… -David carraspeó y volvió a empezar-. Su hijo viajaba a China cada dos meses. ¿Lo sabía?

– ¡No! Billy sólo venía para las vacaciones de Navidad y una visita corta en verano.

– Lo siento, señor embajador, pero su hijo pasaba mucho tiempo en China. Solía viajar con Guang Henglai.

– ¿El otro chico muerto?

– El hijo de Guang Mingyun, efectivamente. -David vaciló-. Creemos que también viajaba con otras personas. -Sacó la lista de posibles correos y se la tendió al embajador. La mano de William Watson temblaba mientras él leía la lista-. A toda esa gente se le selló el visado aquí, en la embajada.

– No puedo explicarlo.

Había llegado el momento de decirle la verdad sobre su hijo. Mientras David explicaba el contrabando de bilis de oso y su sospecha de que Billy Watson estaba involucrado, el embajador no cesaba de repetir:

– No puede ser cierto. No puede ser.

– La inspectora Liu y yo trabajamos a contrarreloj -dijo David, y luego explicó la situación de Spencer Lee-. Sé que tenemos muy poco tiempo, pero ¿sería posible que alguna persona de confianza investigara las irregularidades de los pasaportes? Creemos que es vital para resolver los crímenes y para salvar la vida de un hombre

– Ni hablar, nunca -espetó Watson-. Lee ha sido hallado culpable de matar a mi hijo. Tiene que pagarlo.

Cuanto más intentaban David y Hulan convencer a Watson de que estaba en un error, más firme era su decisión, pero David no se dejó amilanar.

– Puedo conseguir una orden del Departamento de Estado. Entonces tendrá que iniciar una investigación oficial sobre los visados.

– Para entonces -masculló el embajador-, el asesino de mi hijo estará muerto y todo esto habrá terminado.

Phil Firestone entró para decir que el presidente se hallaba al teléfono.

– Tendremos que seguir con esto más tarde -dijo el embajador.

– Sólo una cosa más -dijo Hulan, poniéndose en pie-. Su hijo tenía negocios con Guang Henglai. ¿Está seguro de que usted no lo sabía?

Las duras facciones del embajador se habían convertido en las de un viejo.

– No sé qué decir, inspectora. Supongo que no conocía a mi hijo demasiado bien.

– ¿ Señor embajador? -le apremió Firestone-. El presidente.

Cuando David y Hulan se dirigieron a la puerta, el embajador Watson hizo una última petición con el dedo preparado para apretar el botón que le permitiría oír la voz del presidente.

– Por favor, no cuenten nada de todo esto a mi esposa. Elizabeth ha sufrido mucho. Esto la mataría.

18

11 de febrero, el cruce de caminos

David y Hulan llegaron a China Land and Economics Tower a las nueve de la mañana. Una secretaria los condujo hasta el despacho de Guang, excesivamente caldeado. Les sirvieron té y dulces. Por supuesto, Guang estaba al corriente del arresto y condena de Spencer Lee.

– Estaré siempre en deuda con ustedes -les dijo en inglés-. Si hay algo que pueda hacer por cualquiera de los dos, sería un honor para mí. Por favor, permítanme empezar dando un banquete para celebrar su triunfo.

– Antes de eso, señor Guang, tenemos que hacerle unas preguntas.

– Pero el criminal ha sido arrestado… va a ser ejecutado…

– El fiscal Stark y yo no creemos que Spencer Lee fuera el responsable de la muerte de su hijo -dijo Hulan. El rostro de Guang se ensombreció mientras escuchaba-. Mientras estábamos en Los Angeles, el fiscal Stark y yo hicimos algunos hallazgos interesantes. Esperamos que usted nos ayude a comprenderlos.

– Lo que sea. Todo lo que esté en mi mano.

– Puede que esto no sea agradable para usted -le advirtió Hulan.

– La muerte de mi hijo no fue agradable para mí, inspectora. Nada de lo que pueda decirme cambiará eso.

Creemos que su hijo estaba involucrado en el tráfico…

Guang dio un respingo.

– No se trata de narcóticos -se apresuró a decir ella-, sino con medicinas ilegales en Estados Unidos y en China.

Guang rechazó la idea con protestas parecidas a las del embajador. Finalmente Hulan alzo una mano para hacer callar al empresario y explicó lo que los chicos haían estado haciendo.

– Tiene que responder a algunas preguntas -dijo.

Al oír su tono imperativo, Guang se sento obedientemente en su asiento. Demasiados años en el campo de trabajo, penso Hulan. -¿Le suenan de algo los nombres de Cao Hua, Hu Qichen o Wang Yujen? -pregunto la inspectora.

Guang parecía confuso. Hulan leyo la lista de nombres hallada en el ordenador del Servicio de Inmigracion y que correspondía a personas que viajaban las mismas fechas que Guang Henglai y Billy Watson.

Jamás he oído hablar de ellos.

– Su hijo intento conseguir que uno de sus hermanos de California vendiera bilis de oso.

– Eso no me lo creo.

Hulan no le dio oportunidad de contar historias.

– Qué relacion tiene usted con el Ave Fénix? -pregunto de pronto.

– Ya se lo he dicho, no sé nada de ellos.

– ¿Ha estado involucrado en el contrabando de personas?

– iNo!

La educada pose de Guang empezaba a desmoronarse. Hulan tenía que seguir presionándole.

– ¿Ha estado usted involucrado en el contrabando de bilis de oso?

– ¿Patrocinaba usted a Billy Watson y a su hijo en el negocio?

– ¿Cuántas veces tengo que decírselo? No sé nada de eso.

– No sabía que su hijo hacía contrabando de productos fabricados por Panda Brand, una de sus propias empresas? -inquirió Hulan.

– Soy el dueño de Panda Brand -admitio él-, pero no puedo creer que mi hijo hiciera contrabando con sus productos. Los productos de Panda Brand son absolutamente legales.

– La bilis de oso no -señaló ella.

– No lo sé todo de cada uno de mis negocios, pero sí sé que nuestra empresa farmacéutica realiza investigaciones científicas. -Pareció recobrar su aplomo ahora que el tema había derivado de nuevo hacia los negocios-. Somos una de las cinco únicas compañías de China que ha recibido permiso con el fin de investigar los usos y atributos de la bilis de oso. Estoy seguro de que hay científicos en América que llevan a Cabo investigaciones similares. China intenta salvar a sus osos de la extinción. Nuestros osos se crían en cautividad. Cuando alcanzan la madurez, extraemos la bilis. No utilizamos las formas primitivas de extracción que se usan en las granjas ilegales. Pero no me diga que desvele cuál es nuestro procedimiento -se apresuró a añadir-. Es secreto. En cualquier caso, el plan de nuestro gobierno funciona. La bilis producida anualmente por un solo oso es igual a la obtenida con la matanza de cuarenta y cuatro osos salvajes. A lo largo de un período de producción de cinco años de un oso de granja, se salvan doscientos veinte osos salvajes. Potencialmente, miles de osos salvajes serán «salvados» cada año. Así pues, tenemos osos y otros animales para investigar en Panda Brand, sí, pero eso no significa que hagamos nada malo. Por eso nuestra fábrica está abierta al público. Vienen turistas de todas partes para ver nuestro pequeño zoo.