—Yo haré bajar al Tallo desde L-4 dentro de noventa días —Rob miraba la brillante corriente de metal que salía de la hiladora. ¿Era su imaginación o el asteroide se había encogido tanto que se notaba la diferencia?— Realizaremos el aterrizaje y amarre cinco días después de dejar L-4. Si me tiene preparada una nave, puedo estar aquí dentro de noventa y seis días, más el tiempo de tránsito, que no sé cuánto será.
—Treinta días al menos. Probablemente casi sesenta —Regulo fruncía el ceño—. Ya conoces esas reglas de porquería. Si me permitieran ponerle un propulsor decente a algunas de las naves, podría reducir el tiempo de tránsito a la mitad. Hace un año pedí a Cornelia que me hiciera un estudio de las finanzas. ¿Sabes que la mitad de nuestros recursos están atascados todo el tiempo, a la espera de que los materiales lleguen a donde los necesitamos en el Sistema? No hablo de los costos de transporte, siquiera. Hablo de los efectos del retraso en los presupuestos.
Rob se encogió de hombros.
—A mí tampoco me gusta que se tarde tanto tiempo en viajar a través del Sistema, pero debemos resignarnos. —Regulo tenía entre manos un viejo y conocido problema, y Rob veía pocas posibilidades de cambiar las reglas. Pasarían mejor el tiempo estudiando los cambios que necesitarían para la Araña.
—Los viajes al Cinturón no son malos si no tiene mucho trabajo que lo mantenga ocupado —continuó—. No se puede luchar contra las leyes de la dinámica. A menos que invente un transmisor de materia, estamos atascados con los tiempos de tránsito. Su única esperanza está en los Coordinadores Generales. Consiga que cambien las leyes sobre aceleraciones de impulso y podrá reducir los tiempos.
Rob acercó hacia sí una libreta y comenzó a trazar un esquema para el proceso de extrusión de la Araña. Quería comenzar a analizar las modificaciones al diseño. Regulo miró al joven con gesto paternal.
—No soy un teórico —dijo—. No encontrarás un transmisor de materia dentro de mi cabeza. Las únicas soluciones que puedo ofrecer se basan en cosas que ya comprendemos: la simple dinámica y el diseño de ingeniería. Déjame ver eso. Sigo queriendo saber más sobre la Araña, aunque tú tengas todos los derechos de fabricación.
Rob movió la hoja para que Regulo viera su trabajo. Se hizo un largo silencio, mientras Rob cambiaba el perfil de la boquilla. Mientras Darius Regulo miraba, la pantalla frente a los dos hombres mostraba el constante achicamiento del asteroide fundido que se consumía por la operación de minería. Nunca era fácil leer la expresión en la cara del viejo, en ese rostro tan transformado por la enfermedad. De todas maneras, había algo en sus ojos que poca gente vería alguna vez. Era una mirada de satisfacción y un secreto placer.
14
EL MISTERIO DEL DUENDE
—Escúchame, Howard, no hay modo de que pueda bajar antes de que lancemos el cable dentro de cinco días y nuestra planificación es muy estricta. ¿No puedes decirme lo más importante y dejar el resto para después del amarre?
La imagen de Rob Merlin que aparecía en la pantalla era inquietante. Howard Anson ajustó y aumentó la imagen y miró más de cerca la imagen ampliada. No había duda, Rob mostraba todos los signos de una fuerte tensión. Tenía los ojos hundidos y profundas ojeras, y estaba más pálido y delgado que nunca. Anson se preguntó cuán cerca del límite había llegado Rob.
—Todavía te quedan cinco días, Rob —dijo—. No podrás bajar el Tallo si te matas trabajando antes de tiempo. ¿No puedes delegar parte del trabajo?
—En este momento no —Rob esbozó una triste sonrisa—. He pasado por lo mismo en los trabajos de construcción de puentes. Se puede delegar la parte mecánica pero no la responsabilidad. No te preocupes. Sobreviviré. Si pudiera apartar de mi mente a esos Duendes, el resto del trabajo sería mucho más fácil de soportar. He tenido ideas nuevas con respecto a ellos. Cuando haya lanzado el cable quiero tener otra conversación contigo para asegurarme de que no estoy inventando algo donde nada existe o construyendo una teoría que va en contra de los hechos conocidos. Ojalá hubiera avanzado más mientras estuve en Atlantis.
—No —Anson movió la cabeza con firmeza. Estaba sentado ante un gran escritorio en su oficina del Servicio de Informaciones con un montón de papeles frente a él—. He descubierto algo más sobre Morel. Ya has corrido demasiados riesgos. Ha podido matarte de diez maneras y creo que lo habría hecho ya si tuviera una razón lo bastante poderosa. Los informes muestran que siempre ha trabajado con lógica y que lo que él quería hacer siempre era más importante que cualquiera otra cosa. Has tenido suerte sobreviviendo a ese viaje a la esfera de agua; si regresas al menos debes prepararte como corresponde.
—Intento hacerlo. Si todo sale bien con el Tallo estaré en Atlantis dentro de un par de meses. Te he enviado una lista del equipo que necesito.
—Espera a oír lo que tengo que contarte, Rob. Tus planes podrían cambiar. Ésa es la razón por la que te he llamado. Hemos encontrado nuevos datos sobre los Duendes.
—¿Qué? —En su entusiasmo Rob se acercó más a la pantalla, de modo que la imagen de su rostro ansioso llenó toda la pared en la oficina de Anson. Tenía los ojos alerta, pero todo el resto de su aspecto indicaba que hacía semanas que no se ocupaba de sí mismo—. ¿De cuándo son? ¿De hace mucho? ¿De cuando mis padres murieron?
—Detente —Anson levantó una bien cuidada mano—. Me estás haciendo varias preguntas al mismo tiempo. Me has pedido un resumen y te lo daré. Entraré en detalles más tarde si los necesitas. Prepárate para grabar, voy a darte el material palabra por palabra.
—Espera un momento. —Rob conectó una unidad de almacenamiento de datos. La estación de control del Tallo-de-habichuela, una de las doce diseminadas entre L-4 y la órbita sincrónica, permitía comunicaciones directas con la oficina de Anson en la Tierra. Para dos hombres que habían estado hablando con varios segundos de espera, la fracción de segundo de ahora era un lujo agradable. Anson esperó la señal de control que indicaría que podía transmitir directamente a la unidad de grabación.
—No es información antigua —dijo—. Es más, casi no la registramos porque es demasiado reciente. Como sabes, hemos revisado informes que datan en su mayoría de más de veinte años. Pero la semana pasada un empleado mío encontró algo de hace sólo dos semanas. Lo obtuvo de un programa de «Aunque usted no lo crea» en una estación de noticias en Base Tycho, el último lugar en el Sistema en el que se me hubiera ocurrido buscar. Iba a dejarlo de lado hasta que llegué a la descripción física, entonces cambié de idea y lo estudié con atención. Escucha esto. Cito textualmente: «Bueno, parece que los Hombrecitos están otra vez entre nosotros, estimado público, si hemos de creer lo que afirma Lenny Pascal.»
Anson levantó la mano.
—Interrumpe la grabación un momento, Rob. Yo estoy acostumbrado a «Aunque usted no lo crea» pero, por si tú no lo estás, debo advertirte que el estilo es tan elegante que quizá te den ganas de vomitar. Pero de todas formas creo que debes grabarlo palabra por palabra. No hagas caso de la forma y concéntrate en el contenido.