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Asintió y la señal de Grabado volvió a aparecer.

«El amigo Lenny había salido a reparar una de las grandes antenas, en la repetidora. Es ingeniero de sistemas y trabaja en ST & T, desde hace casi veinticinco años. Sentado allí en la base de la antena su traje de pronto le dice que hay un asteroide que viene volando, volando por los aires hacia él. Se mueve tan despacio y está tan cerca que la señal que recibe Lenny a través del radar es muy fuerte. Dice que estaba tan cerca que podría alcanzarlo con un escupitajo, pero los radares detectores no emiten ninguna señal, por eso sabe que no hay peligro de que se dé contra nada. Así que ni se preocupa, ni se interesa demasiado. Cuando uno ha visto un asteroide, los ha visto todos.

»Entonces nuestro amigo Lenny se queda allí sentado pensando en ese asteroide, y piensa que nunca se ven tan cerca. Después de un rato se dice que si está tan cerca, tendría que poder verlo con sus propios ojos, no sólo con el sensor. Entonces mira a su alrededor y, ¿a que no saben lo que pasa? Puede verlo. Sólo que no es un asteroide, por lo menos Lenny dice que no lo era. Es una cápsula espacial sellada, con un impulsor Mischener en un extremo. Me hace recordar una vez que yo vi una de esas cápsulas.»

Anson hizo una pausa.

—Voy a saltarme una parte, Rob. Hay tres minutos de programa enteros en los que Tinman Petey (ése es el nombre de la fístula medio idiota que dirige el programa) le cuenta al público toda la historia de cuando conoció a su tercera mujer. No sé qué le pareció a su público, pero para mí fue demasiado. Adelantaré hasta el momento en que sigue hablando de Lenny Pascal.

«Entonces Lenny ajusta los propulsores de su traje y sale a echar una mirada de cerca. La roca va a unos diez metros por segundo, así que no le llevará mucho tiempo ir, y volver después a seguir reparando las antenas. Llega frente a la cápsula y… ¿qué creen que vio? ¿A Lindy Lamarr, tal vez, desnuda, como una repetición de algo de Kerr y Newman? No, señor. Pero ojalá hubiera sido eso, ¿eh?

»Son dos Hombrecitos, flotando dentro de la cápsula, desnudos como criaturitas, salvo por una especie de collar. No se mueven y Lenny decide mirar más de cerca. No hay ninguna ley contra los Hombrecitos desnudos, piensa, siempre y cuando se ocupen de sus propios asuntos, pero él no puede evitar que le pique la curiosidad. Así que golpea en la parte exterior de la cápsula.

»Siguen inmóviles. Entonces Lenny toma esa actitud casi como una invitación para entrar, y entra por el conducto. Un conducto de tamaño normal, dice, nada diminuto. Entonces se da cuenta de por qué no lo habían invitado a pasar. Al parecer están muertos los dos. Dos Hombrecitos, con barbas y feos como pegarle a la madre, de medio metro de largo y muy, pero que muy feos.

»Nuestro amigo Lenny mira a su alrededor allí dentro, pero no ve nada que pudiera haberlos matado, ni tienen heridas ni quemaduras. Los mira más de cerca y se da cuenta de que tienen muchos huesos rotos, debajo de la piel, como si alguien los hubiera aplastado. Se impresiona, y busca el diario de a bordo, pero no le encuentra sentido. La cápsula había salido del Cinturón treinta días antes y está flotando más allá de la Luna y en dirección a Dios sabe dónde. Ya no tiene energía.

»Para entonces nuestro amigo Lenny comienza a notar que está alejándose mucho de su casa, y no le gusta dejar su trabajo con las antenas tanto rato, así que llama a la Base Medaris y les pide que vayan a donde está él y vean a los Hombrecitos.

»¿Podrán creer ustedes, queridos amigos, que en Medaris no le prestan la menor atención?

»Al parecer Lenny tuvo un problema con la Base una vez, hace tiempo, cuando vio un perro espacial en la antena después de haber pasado un rato en el Bar Gippo. Esta vez nadie quiso prestarle la menor atención. Vuelve al trabajo, y cuando llega a Tycho no tiene ya la menor idea de adónde habrá ido a parar la cápsula. Tal vez bajó a la Tierra, tal vez salió hacia el Sol.

»Así que ahí lo tienen, queridos amigos. ¿Qué opinan? ¿Tenemos a los Hombrecitos entre nosotros, ahora que la Tierra no es tan amistosa como solía ser? ¿O piensan que algún ingeniero no está en sus cabales? Algo sí es cierto. No sabremos la respuesta, a menos que alguno de ustedes salga tras la roca que vio Lenny y lo averigüe por sí mismo.»

Anson parpadeó dos veces y volvió a mirar la pantalla.

—Eso es todo, Rob, sin contar la despedida de Tinman Petey, que es siempre igual.

—¿Hablaste con Pascal?

—Claro. Y con Tinman Petey también. No saqué mucho más de lo que acabas de escuchar de ninguno de los dos. La descripción física que me dio Lenny Pascal es un poco más completa, pero no pudo decirme cómo apareció la cápsula ni hacia dónde se dirigía. —Anson tomó una hoja del montón que estaba frente a él—. Deberías fotografiar esto, pero puedo darte los puntos principales en dos frases. Masa del cuerpo de los Duendes, por lo que Pascal pudo calcular, alrededor de cinco kilos. Le pareció que la estructura ósea era normal, aunque era difícil de determinar por lo quebrados que estaban los huesos. El aire dentro de la cápsula era respirable, de modo que no murieron de asfixia como los otros Duendes que hallamos. Pascal dice que el color de la piel era raro, pero eran magulladuras, no cianosis.

—¿Demasiada aceleración? —interrumpió Rob—. Eso parece. ¿Estudió Pascal el diario de a bordo?

—Eso es lo extraño. Pensó lo mismo que tú, y supuso que habían estado expuestos a más de treinta ges. Miró el Diario y sólo había sido usado para pequeñas maniobras de control. Nada importante. De hecho Pascal dijo que no creía que los Mischeners pudieran dar mucho impulso, ni siquiera a toda potencia.

—Tiene razón —Rob se restregó la frente, pensativo—. Había olvidado que era un impulsor Mischener. Están controlados para media g o menos. No podrías modificarlo para que den más que un par de ges o todo explotaría por los aires.

—Yo no podría modificarlo para que diese nada, pero entiendo lo que quieres decir. Verifiqué esa información sobre los Mischeners. Hablaremos de eso luego. Tengo algo más para ti. Atlantis está saliendo del Cinturón en este momento, de modo que me he impuesto la tarea de ver toda la información proveniente de esa franja del Sistema, y hay más de lo que te imaginas. Mira esto.

Howard Anson sostuvo otra hoja ante la cámara.

—Ésta es de hace cuarenta y cinco días. Una estación de seguimiento en el borde interior del Cinturón informó sobre el lanzamiento no autorizado de una cápsula para transporte de vida desde un punto muy cercano a Atlantis. Nadie envió una petición de socorro, de modo que la cápsula no fue rastreada por Búsqueda y Rescate. Lo único que pasó fue que hubo una denuncia a Informes Centrales. ¿Ves cómo encaja esto con lo dicho por Pascal sobre el diario de a bordo de la cápsula? El ordenador de la cápsula mostraba lecturas de referencia que dicen que había salido del Cinturón treinta días antes de pasar por la antena. El tiempo encaja a la perfección. Si los Duendes salieron de Atlantis en esa cápsula treinta días antes de ser avistados por Pascal, lo hicieron en ese lanzamiento no autorizado. Todo coincide, aunque —se encogió de hombros, con una expresión de asombro en el rostro bronceado— no entiendo cómo un Impulsor Mischener pudo hacerlo.

—Es imposible —Rob negó con la cabeza—. No puede ser, Howard. Haré los cálculos en detalle, si quieres, pero ya sé la respuesta. No hay manera de que pueda llegar desde cerca del Cinturón, donde estaba Atlantis hace un mes y medio, y llegar a la Luna en un Impulsor Mischener en treinta días. La geometría de la órbita no lo permite. Además, los Mischeners no tienen capacidad para una trayectoria de impulso continuo, ni siquiera a una fracción de g. Fueron diseñados para órbitas Hohmann de transferencia baja y de vuelo libre, con un poco de impulso al principio y otro poco al final.

—¿Me estás diciendo entonces que los Duendes vinieron en otra nave?