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Crón se acomodó, se inclinó un poco hacia delante en su silla con las manos juntas y clavó la mirada en algún objeto a cierta distancia, entre Fidelma y Eadulf.

– Los hechos son simples -empezó, como si el asunto la aburriera-. Móen mató a mi padre.

– ¿Fuisteis testigo del hecho? -interrumpió Fidelma secamente después de que Crón no se molestara en desarrollar esa afirmación.

Crón frunció el ceño molesta y clavó la mirada en ella.

– Por supuesto que no. Vos habéis pedido los hechos. Yo os los he expuesto.

Fidelma consiguió esbozar una ligera sonrisa.

– Yo creo que lo mejor, y será en interés de la justicia, es que me digáis cómo se desarrolló el asunto, pero solamente desde vuestro punto de vista.

– No estoy segura de entenderos.

Fidelma ocultó una expresión de impaciencia.

– ¿En qué momento supisteis que Eber había sido asesinado?

– Me despertaron de noche…

– ¿Hace cuántos días de eso?

– Fue hace seis noches. Justo antes del amanecer, si queréis que sea precisa.

Fidelma no hizo caso del desprecio que se percibía en el tono de la joven.

– Por el interés de todos en este asunto, hay que ser lo más preciso posible -respondió con una corrección glacial-. Continuad. Hace seis noches os despertaron. ¿Quién lo hizo?

Crón parpadeó al captar la dulzura ácida del tono. Estaba claro que Fidelma no se iba a dejar intimidar. Dudó un rato y luego se encogió de hombros, como si cediera a la escaramuza de Fidelma.

– Muy bien. Hace seis noches me despertaron poco antes del amanecer. Fue el jefe de la guardia personal de mi padre, Dubán, el que me despertó. Tenía…

– Limitaos a lo que sucedió en realidad -la cortó Fidelma advirtiéndola.

Crón habló entonces con una voz que parecía salir de entre sus dientes.

– Me informó de que le había sucedido algo terrible a Eber. Me dijo que lo había asesinado Móen.

– ¿Fueron exactamente ésas las palabras que utilizó? -preguntó Eadulf, que no había podido resistir la tentación de hacer esa pregunta.

Crón le lanzó una mirada con el ceño fruncido y luego volvió a dirigirse a Fidelma sin dignarse a contestar.

– Le pregunté qué había sucedido y me dijo que Móen había acuchillado a mi padre hasta la muerte y que lo habían cogido en flagrante delito.

– ¿Qué hicisteis? -preguntó Fidelma.

– Me levanté y le pregunté a Dubán qué había hecho con Móen. Me dijo que habían detenido a Móen y lo habían llevado a las caballerizas, donde está desde aquella noche.

– ¿Y después?

– Le pedí a Dubán que fuera a buscar a Teafa.

– ¿Teafa? ¿Vuestra tía? ¿Y eso por qué? -Fidelma sabía bien que Crón y Dignait le habían dicho que Teafa había educado a Móen desde pequeñito pero quería conocer todos los hechos de la historia.

– Me dijeron que Móen estaba furioso y Teafa es… era la única persona que lo podía manejar.

– ¿Porque Teafa lo educó? -inquirió Fidelma.

– Teafa se había ocupado de Móen desde que era niño.

– ¿Y qué edad tiene Móen ahora? -preguntó Eadulf.

Crón estaba a punto de no hacerle caso de nuevo, pero Fidelma alzó las cejas inquisitiva.

– Es una pregunta válida -advirtió.

– Tiene veintiún años.

– ¿Entonces es adulto? -dijo Fidelma sorprendida. Por la manera en que Crón y Dignait habían hablado de él, parecía que Móen fuera poco más que un niño-. ¿Es una persona difícil? -se aventuró a preguntar.

– Eso lo tendréis que juzgar vos misma -contestó con acritud Crón.

Fidelma inclinó la cabeza y admitió que tenía razón.

– Eso es cierto. ¿Así que creísteis que Teafa sería capaz de calmar a Móen? ¿Y luego qué sucedió?

– Dubán encontró… -Crón dudó y formuló su respuesta de otra manera-. Dubán regresó al cabo de unos minutos y me dijo que había descubierto el cuerpo de Teafa. También la habían acuchillado. Estaba claro que Móen la había asesinado primero, antes de…

Fidelma levantó la mano para interrumpirla.

– Yo estoy aquí para juzgar lo que sucedió. Eso son suposiciones vuestras. Procederemos tal como dicta la ley.

Crón mostró su desagrado.

– Mi, digamos, suposición es correcta.

– Eso ya se verá. ¿Qué sucedió después de que se os informara de la muerte de Teafa?

– Fui a despertar a mi madre y a darle la noticia.

– ¿Vuestra madre? -Fidelma se inclinó hacia delante con interés-. ¿La esposa de Eber?

– Por supuesto.

– Entiendo. ¿Hasta entonces no se había enterado de la muerte de su marido?

– Eso es lo que he dicho.

– Pero eso sucedió antes del amanecer. ¿Dónde encontraron a vuestro padre?

– En su habitación.

A Fidelma le costaba entender aquella lógica.

– ¿Así que vuestra madre no estaba con Eber?

– Estaba en su propia habitación.

– Entiendo -dijo Fidelma en voz baja. Decidió no insistir en ese punto-. ¿Y qué sucedió después?

Crón se encogió de hombros, mostrando casi indiferencia.

– Poco más que tenga relevancia. Móen, tal como he dicho, estaba encerrado. Sin que yo lo supiera, mi madre envió a un joven guerrero llamado Crítán a Cashel para informar al rey de la tragedia. Al parecer ella creyó que había de venir un brehon a investigar antes que dejar que su hija ejerciera de tánaiste. Mi madre no quería que yo fuera tánaiste.

Fidelma percibió una ligera amargura en la voz de la joven.

– Crítán regresó hace dos días y dijo que el rey iba a enviar a alguien. Mientras, enterramos a mi padre, como dicta la costumbre, en el montículo de los jefes. A Teafa también. De acuerdo con la ley, yo, heredera electa, tomé posesión del cargo. Yo hubiera podido administrar justicia perfectamente sin todas estas complicaciones.

– Eso no es así, tánaiste -dijo Fidelma con voz suave, pero firme-. No seréis jefe hasta que vuestro derbfhine se reúna y os confirme en el cargo, y eso no será hasta que pasen veintisiete días después de la muerte del jefe. Un brehon cualificado ha de ser la autoridad que se ocupe de esta investigación.

La joven tánaiste no respondió.

– Bien -dijo Fidelma-, los hechos parecen claros tal como los habéis presentado. ¿El mismo Dubán descubrió el cuerpo de vuestro padre?

Crón sacudió la cabeza.

– Fue Menma quien oyó su grito mortal y entró en la habitación de mi padre y descubrió a Móen que lo estaba asesinando.

– Ah, Menma. ¿Y quién es Menma? -inquirió Fidelma, intentando recordar dónde había oído antes ese nombre.

– Es el caballerizo de mi padre -Crón hizo una pausa y se corrigió-; mío.

Fidelma recordó que Dignait había mencionado ese nombre.

– Por lo que vosotros sabéis -continuó Fidelma al cabo de un rato- los hechos de este asunto son claros y simples. ¿No os han preocupado o desconcertado?

– No hay ningún misterio. Los hechos son claros.

– ¿Y por qué motivo creéis que Móen mató a Eber y a Teafa?

La respuesta no se hizo esperar.

– Ningún motivo lógico. La lógica no formaba parte del mundo de Móen -dijo con amargura.

Fidelma intentó entender bien lo que decía.

– Por lo que yo entiendo, Teafa había educado a Móen desde que era un bebé. Tenía mucho que agradecerle. ¿Queréis decir que la lógica no tiene nada que ver con este asunto? Entonces ¿cuál os parece que es el motivo?, porque sin duda tiene que haber un motivo.

– ¿Quién sabe lo que pasa por una mente oscura como la de Móen? -respondió la tánaiste.

Por un momento Fidelma pensó en insistir para que ofreciera una explicación. Sintió que no tenía que predisponerse a nada antes de haber hablado con él. Sin embargo, tenía que ver a una persona antes de hablar con él, y ésa era la persona que lo había descubierto en el momento del asesinato de Eber.