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– Ya habéis oído los cargos que se os imputan. ¿Qué tenéis que decir en vuestra defensa, Archú? ¿Refutáis acaso los hechos tal como hasta ahora se han presentado?

El joven se puso en pie. La expresión en su rostro era de clara resignación. Scoth le cogió una mano, como para consolarlo.

– Es cierto -respondió como invadido por la fatiga-. Los cerdos se escaparon de mis tierras, atravesaron el cercado y causaron daños en la tierra de Muadnat, tal como él ha dicho.

Muadnat sonrió triunfante.

– Lo admite -observó en voz alta, como para hacer hincapié sobre el asunto ante el tribunal.

Crón no le hizo caso.

– ¿No tenéis nada que alegar en defensa propia? -insistió Crón.

– Nada. Yo había construido un corral provisional para los cerdos, lo mejor que pude, y me encontré con que estaba derribado. Los cerdos no lo habían destruido.

Crón se inclinó impaciente.

– ¿Afirmáis que el cercado fue derribado deliberadamente?

– Así lo creo yo.

Muadnat soltó una risotada.

– La desesperación obliga al joven a mentir. No podéis creer eso.

– ¿Podéis dar el nombre de la persona responsable? -preguntó Crón-. Si es así, tenéis que probar la acusación.

Archú miró con odio a Muadnat.

– No puedo hacer esa acusación. No tengo testigos que lo confirmen. Yo no vi quién destruyó el corral de los cerdos. No me puedo defender.

– ¡Los hechos están claros! -gritó Muadnat impaciente-. El chico los admite. Dadme la compensación…

– ¿Tenéis algo más que decir, Archú? -inquirió Crón.

– Juzgadme según vuestra voluntad -dijo el joven, resignado, y volvió a sentarse.

Entonces Fidelma se inclinó hacia delante y le tocó el brazo a Crón suavemente.

– ¿Podríais permitirme que hiciera algunas preguntas para esclarecer algunos puntos?

Crón accedió.

– Proceded.

– Mi primera pregunta va dirigida a Archú. ¿Cuándo llegasteis a tener posesión legal de vuestra granja y fuisteis propietario de vuestros cerdos?

Archú se la quedó mirando sorprendido.

– Pero vos lo sabéis -protestó.

– Contestad a la pregunta -replicó Fidelma con firmeza.

– En el momento del juicio que vos misma presidisteis en Lios Mhór.

– ¿Hace cuánto tiempo de eso?

– Hace cuatro días, nada más -respondió Archú, sacudiendo la cabeza como si creyera que Fidelma había perdido la razón.

– ¿Y vos, Muadnat, estáis de acuerdo con esto?

Muadnat se echó a reír con burla.

– Vos dictasteis la sentencia a su favor. ¿Lo habéis olvidado tan pronto?

– ¿Así que Archú lleva cuatro días de propietario de la granja? ¿Ambos estáis de acuerdo?

– Sí; la granja es suya y los cerdos son suyos y suya es la responsabilidad -gruñó Muadnat, sonriendo triunfalmente a su sobrino Agdae, que estaba sentado e iba asintiendo a todo con la cabeza.

– ¿Y tengo razón al sugerir que antes de que Archú fuera propietario de la granja y de los cerdos, vos, vos mismo, erais el propietario de la misma granja y de los cerdos? -inquirió Fidelma.

Por primera vez la sospecha brilló en los ojos de Muadnat.

– Lo sabéis bien -replicó con jactancia, pero también con cierta intranquilidad en la voz.

– ¿Cultivabais la tierra que ahora es de Archú de forma separada, o como una adyacente a las vuestras?

Muadnat volvió a dudar, sin entender realmente el sentido de aquellas preguntas, pero intuyendo una trampa.

Se dirigió a Crón.

– Los hechos se han expuesto ante vos, tánaiste de Araglin. No sé qué insinúa esta mujer.

– Contestad a la pregunta -insistió Fidelma-. La ignorancia del sentido de la pregunta no es excusa para no contestar a una dálaigh de los tribunales. Ya sois culpable de insulto.

La brusquedad de sus palabras hizo que Muadnat parpadeara y tragara saliva. Miró suplicante a Crón, pero la tánaiste simplemente le hizo una señal para que respondiera.

– Las cultivaba como una -admitió en tono brusco.

Fidelma asintió con la cabeza impaciente, como si conociera la respuesta desde hacía tiempo y simplemente estuviera esperando que la pronunciara.

– La ley establece que los cercados divisorios entre granjas han de mantenerse claramente. Ésta es la ley con la que queréis que os juzguemos, ¿no es así? -preguntó Fidelma.

Muadnat no respondió.

– ¿Conservasteis los cercados divisorios?

– La granja que ahora pertenece a Archú fue mía durante años. Quité los cercados divisorios porque no eran necesarios.

– La ley falló que la granja que pertenece a Archú no era vuestra y que durante los años que os ocupasteis de ella lo habíais hecho solamente en calidad de tutor legal de los intereses de vuestro pariente, Archú -replicó Fidelma-. ¿Admitís que retirasteis los cercados entre su granja y la vuestra?

Crón miraba a Fidelma con admiración no disimulada, ya que de repente se dio cuenta del sentido de las preguntas. Dejando a un lado su anterior actitud de enfrentamiento con Fidelma, Crón era inteligente y sabía apreciar la mente perspicaz de la abogada y sus conocimientos legales.

– ¿Admitir? -Muadnat estaba confuso-. ¿Por qué mantener una división entre tierras que eran mías?

Fidelma se permitió sonreír ligeramente.

– ¿Retirasteis los cercados divisorios?

– Sí, lo hice.

Fidelma se dirigió entonces a Crón aparentemente satisfecha.

– Ahora ya estoy dispuesta a asesoraros legalmente, tánaiste de Araglin, a menos que queráis hacer alguna pregunta más. El asunto está claro para mí. ¿Queréis mi asesoramiento en privado o en público?

– Yo creo que los litigantes tienen derecho a oír lo que dice la ley -replicó Crón con solemnidad.

– Muy bien. En primer lugar, sabemos que Archú se convierte en propietario de facto -es decir, en realidad- de la propiedad hace tan sólo cuatro días. Hasta ese momento, el propietario de jure -es decir, legal era Muadnat, quien se ocupaba de la granja. Muadnat admite que retiró los cercados divisorios entre las dos granjas. Esto, según la ley, es un acto ilegal, aunque podríamos excusar a Muadnat argumentando que él creía que actuaba legalmente.

Muadnat se levantó e intentó interrumpirla.

– Permaneceréis en silencio mientras la dálaigh habla -dijo Crón con aspereza.

Cranat, que llevaba todo el rato sentada como una estatua, se movió incómoda.

– Hija, ¿hay necesidad de dirigirse con tal dureza a un pariente que ha servido lealmente a vuestro padre? -protestó-. Es una vergüenza en presencia de extraños.

Muadnat se había callado y de inmediato se había vuelto a sentar.

Crón miró enfadada a su madre.

– Soy tánaiste; una tánaiste que está juzgando. La sala debe permanecer callada, madre. Incluida vos.

Cranat miró sorprendida a su hija y cerró la boca de golpe.

– Proceded, sor Fidelma -le ordenó Crón al cabo de un momento.

Fidelma continuó.

– En segundo lugar, teniendo en cuenta que Archú tomó posesión de las tierras hace tan sólo cuatro días, ha de suponerse que no ha tenido tiempo de asegurar los cercados.

– La ley es clara -gritó Muadnat con obstinación-. El tiempo no importa. Él es el responsable de los cercados.

– No es así -replicó Fidelma, que seguía hablando directamente a Crón-. El tiempo sí importa. El Bretha Comaithchesa es extremadamente preciso. Los poseedores de granjas adyacentes son responsables del cercado que divide sus propiedades; el cercado es una propiedad común, de manera que cada uno debe llevar a cabo la parte que le corresponde del trabajo conjunto. -Se volvió hacia el fornido granjero-. ¿Qué habéis hecho para reconstruir el cercado común que previamente habíais destruido, Muadnat?