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Eadulf se levantó y con estudiada amabilidad cogió al joven guerrero por el brazo. El repentino bufido de dolor y la rigidez de la mandíbula fueron los únicos signos que revelaron la presión que ejercía Eadulf.

– Sí podemos -dijo Eadulf con amabilidad-. Ya no os necesitamos más aquí.

Lo empujó hasta la puerta, casi de la misma manera que Crítán había hecho entrar al prisionero. Cuando Eadulf cerró la puerta al salir el joven guerrero vio que Gadra le sonreía con cierta ironía.

– Pragmático, sin duda. ¡Os aseguro que me gustáis, hermano sajón!

Fidelma contemplaba pensativa a Móen. Se giró hacia Gadra.

– Mientras él se calma, quisiera saber qué método utilizáis para comunicaros con él. He de saber si es un medio genuino.

Gadra gruñó molesto.

– ¿Creéis que yo he inventado todo esto, chiquilla?

Fidelma sacudió rápidamente la cabeza en señal de negación.

– No, no quería decir eso. Pero tengo que asegurarme de que es un medio de comunicación genuino ya que lo tengo que presentar ante un tribunal, por lo tanto debo conocerlo.

Gadra se la quedó mirando un rato y luego se encogió de hombros con indiferencia.

– Como abogada probablemente conozcáis algo del antiguo alfabeto ogham.

Fidelma abrió bien los ojos sorprendida.

– ¿Utilizáis el alfabeto ogham para comunicaros?

Ogham era la primitiva forma de escritura de la gente de los cinco reinos y consistía en unas líneas cortas que se trazaban sobre una línea base, o atravesándola, y que representaban veinte caracteres del alfabeto. Los antepasados afirmaban que el dios Ogma, patrón de las letras y el saber, había estado en el sudeste de Muman y había instruido a los sabios en el uso de esos caracteres para que viajaran por tierra e incluso por mares y enseñaran a escribir a la gente. El alfabeto se inscribía a menudo en varillas de avellano o de álamo temblón; también muchas lápidas tenían inscripciones en ogham. Había caído en desuso con la introducción del alfabeto latino en el reino. Fidelma había estudiado el antiguo sistema y el alfabeto; formaba parte de su educación, ya que muchos textos todavía se encontraban escritos en la forma arcaica.

De repente se dio cuenta de que una forma de alfabeto tan simple podía utilizarse como medio de comunicación gestual.

Gadra observó que la expresión de Fidelma cambiaba al darse cuenta de lo simple que era.

– ¿Queréis probar vos misma? -preguntó.

Fidelma asintió ansiosa.

Gadra se volvió hacia Móen y se comunicaron algo.

– Tomad su palma. Mantenedla boca arriba y usad la raya del segundo dedo como la línea base. Presentaos escribiendo vuestro nombre en caracteres ogham.

Fidelma tomó cuidadosamente la mano del joven.

Dos golpes a la derecha de la línea base para la f, cinco puntos en la línea base con la punta del dedo para la i, dos golpes a la izquierda de la línea base para la d, cuatro puntos en la línea para la e, dos golpes a la izquierda para la l, un golpe en diagonal para la m y un único punto para la a. Ella fue haciendo los movimientos con gran lentitud y cuidado. Luego se detuvo esperando una respuesta.

El joven, con una sonrisa ansiosa en los labios, tomó la mano izquierda que ella le ofrecía y levantó la palma. Después llevó sus dedos hacia la palma. Una diagonal para la m, dos puntos en la línea para la o, una ligera pausa antes de dos puntos para la e y después cuatro golpes a la derecha para la n. Móen.

Era tan sencillo. Y esa criatura sensible había sido tratada como si no fuera más que un animal. Fidelma sintió que la invadía la rabia al darse cuenta de la atrocidad que se había cometido con el chico.

Lentamente, la religiosa empezó a deletrear sobre la palma de la mano de Móen.

– Soy abogada de los tribunales y he venido a investigar el asesinato de Eber y Teafa. ¿Entendéis?

– Sí. Yo no los maté.

– Quiero que me digáis lo que sucedió, lo que vos sabéis.

Al momento el joven empezó a utilizar sus dedos rápidamente sobre la mano, con tanta rapidez que Fidelma tuvo que interrumpirlo.

– Sois demasiado rápido. Yo no estoy habituada a este medio de comunicación. Hablad con Gadra, que está aquí, y él traducirá lo que decís con más rapidez.

– Muy bien.

Fidelma se reclinó y se lo explicó a Gadra, quien enseguida la sustituyó. De repente se abrió la puerta. Fidelma levantó los ojos y vio que entraba Dubán y se quedaba mirando divertido. Se sacudió incómodo al percibir la mirada inquisidora de Fidelma.

– Crítán me ha dicho que vos… -empezó a decir, pero Fidelma lo cortó enseguida.

– Soy bien consciente de lo que debe haber informado Crítán -dijo.

Dubán hizo una mueca.

– No ignoro las faltas de este joven. Me ocuparé de que no vigile más a Móen, si ése es vuestro deseo. -Lanzó una mirada a Gadra y a Móen-. Es verdad, entonces. ¿Pueden comunicarse?

– Como veis, Dubán, podemos comunicarnos con él y él con nosotros. ¿Os importaría esperar fuera? Hemos de proporcionar a Móen la misma privacidad en su interrogatorio que la que merece cualquiera ante la ley.

Aunque su rostro mostraba decepción, el jefe de la guardia levantó la cabeza en señal de saludo y abandonó la estancia.

Fidelma y Eadulf volvieron a posar su mirada con cierta sorpresa y admiración en los dedos de Móen, que trabajaban con rapidez sobre la palma de Gadra. El anciano se detenía de vez en cuando, probablemente para preguntar alguna cosa que necesitara alguna aclaración. Al hacerlo, iba traduciendo.

– Decidnos, Móen, ¿matasteis a Teafa o a Eber?

– No. -Una pausa-. Yo quería a Teafa. Me cuidó como una madre.

– ¿Nos explicaréis lo que sucedió esa noche, cuando os hicieron prisionero?

– Lo intentaré.

– Tomaos vuestro tiempo e intentad darnos cuantos más detalles mejor.

– Lo intentaré. A veces me cuesta quedarme dormido. Entonces me levanto y me voy a dar un paseo.

– ¿Un paseo de noche?

– A mí me da igual que sea de día o de noche.

Fidelma, de un sobresalto, se dio cuenta de que en realidad Móen estaba sonriendo por la broma que acababa de hacer.

– ¿Así lo hicisteis esa noche?

– Sí.

– ¿No sabéis qué hora era?

– Desgraciadamente, no. El tiempo carece de significado para mí, salvo que sé cuándo hace calor y cuándo hace frío, cuándo huelo ciertas flores y cuándo huelo otras. Tan sólo puedo deciros que hacía frío cuando me fui a pasear y olía a humedad, pero no a flores. Me levanté y fui hasta la puerta de nuestra cabaña. Soy experto en moverme por ahí en silencio.

Fidelma se dio cuenta de que eso podía ser una prueba en contra de Móen. Decidió preguntar para saber más.

– ¿Hasta qué punto podéis moveros por el pueblo sin ayuda?

– Salvo que alguien haya dejado algún objeto tirado por los caminos, algo que no debería estar, no suelo tener dificultades. Una o dos veces he tropezado con una caja o algo así que se ha dejado tirada. Entonces despierto a los perros y la gente se enfada. Por lo general me las arreglo muy bien.

– ¿Por dónde fuisteis a pasear?

– No os lo puedo decir. Os lo podría mostrar repitiéndolo, si queréis.

– Más tarde. ¿Qué hicisteis durante el paseo?

– Poca cosa. Me senté junto al agua donde a veces los olores son tan hermosos, que acarician la mente y el cuerpo y el alma. Pero no había olores esa noche.

– ¿Os sentasteis junto al agua?

– Sí.

– ¿Agua corriente?

– Sí. Teafa le llama río.

– ¿Lo habéis hecho otras veces?