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El tronar de los cascos sobre las planchas de madera del puente fue el primer sonido que alertó a Fidelma de que algo inusual sucedía. Se dirigió a la ventana a tiempo para ver al jinete y su montura entrando al galope en el rath. Le sorprendió ver que era el sobrino de Muadnat, Agdae. Se descolgó del caballo y fue corriendo hacia la sala de asambleas.

– ¿Y ahora qué? -preguntó Eadulf pesimista.

Fidelma parecía tranquila cuando volvió a sentarse a acabar de desayunar.

– Tengo la sensación de que vamos a descubrir la respuesta a vuestra pregunta pronto.

Desde luego, tan sólo unos momentos después, llegó Dignait y los invitó a una reunión con Crón en la sala de asambleas. La joven tánaiste estaba triste.

– Es Muadnat -anunció cuando entraron en la sala.

Fidelma respiró hondo con preocupación.

– Supongo que nuestro amigo litigante acusa ahora al joven Archú de quemar su propio establo. ¿Qué es ahora?

– Podría ser que acusaran a Archú de cometer un crimen, Fidelma -replicó Crón-. Pero no será Muadnat quien lo acusará.

– Me parece que os tenéis que explicar -sugirió Fidelma son suavidad.

– Muadnat ha sido encontrado muerto. Lo encontraron ahorcado en la gran cruz de Eoghan que señala la ruta de entrada en Araglin.

Fidelma abrió bien los ojos. Recordaba que Eadulf se había detenido a admirar la cruz cuando habían llegado al valle.

– Si la memoria no me falla, la cruz no está en el camino hacia la granja de Muadnat sino junto al camino que hay en el valle por la dirección opuesta. ¿Quién descubrió su cuerpo?

– Agdae. El gran prado que hay detrás de la cruz es suyo. Agdae dijo que Muadnat se marchó ayer por la tarde de la granja para ir de caza. Esta mañana, pronto, se dio cuenta de que no había regresado. Fue en su busca, y lo encontró muerto en la gran cruz. Muadnat iba a menudo a cazar a las colinas de allí. Agdae ha cabalgado hasta aquí para conseguir ayuda y ha regresado allí con algunos hombres.

Fidelma hizo una mueca.

– Sin duda, Dubán os ha relatado nuestra visita ayer a la granja de Muadnat.

Crón asintió con la cabeza.

– Agdae no pensó en enviarnos a ese lugar cuando le dijimos que buscábamos a Muadnat.

– ¿Es importante?

– Ya lo veremos. Pero Agdae no sabía dónde podía encontrarse Muadnat cuando lo interrogamos ayer. Sin embargo, esta mañana, cuando le preocupó la ausencia de Muadnat, fue capaz de ir directamente a ese lugar.

– Bueno, Agdae ya está acusando a Archú de su asesinato.

– ¿Basándose en qué?

– Porque Archú es la única persona de Araglin que ha estado enemistada con Muadnat. Dice que Archú, a través de vos, acusó a Muadnat del ataque a su granja.

– Eso no es del todo exacto -respondió Fidelma girándose hacia Eadulf-. Mejor que cabalguemos hacia esa cruz y lo veamos nosotros mismos.

Eadulf se mostró de acuerdo.

– ¿Cuánto va a tardar Dubán en regresar? -le preguntó a Crón-. Pudiera ser que necesitáramos sus servicios para proteger a Archú de las infundadas acusaciones de Agdae.

Crón estaba preocupada.

– ¿Por qué perdéis el tiempo en este asunto? No tiene nada que ver con la muerte de mi padre, Eber, o de Teafa. Tendríais que estar ocupándoos de descubrir al asesino si, por lo que creo que afirmáis, no es Moén…, aunque yo creo que habrá que tener un gran poder persuasivo para convencer a la gente de Araglin de que es inocente.

Fidelma contuvo su exasperación.

– Yo creo que lo mejor cuando se investiga algo es mantener la mente abierta. Hay muchos secretos en Araglin. Me han dicho cosas que no eran ciertas. No sé si la muerte de Muadnat tiene algo que ver con las de Eber y Teafa. Si vos tenéis otra información, tal vez os gustaría compartirla conmigo…

A Crón le costaba controlarse y Fidelma percibió, con satisfacción, incertidumbre e incluso miedo en sus ojos. Al cabo de un rato, Crón controló sus emociones.

– No, no tengo tal información. Yo sólo hago lo que considero una observación lógica. Si queréis cabalgar hasta la gran cruz, tenéis que hacerlo ya. Pero yo creo que la investigación de este asunto os está llevando demasiado tiempo.

– Me llevará el tiempo que sea necesario -respondió sor Fidelma con resolución-. Hay que tener paciencia.

– Agdae tal vez no tenga paciencia. Ha jurado encontrar a Archú y exigir venganza.

Fidelma la miró profundamente.

– Entonces os aconsejo que enviéis a buscar a Dubán para contener a Agdae, a menos que queráis que una injusticia siga a otra. Quizás habría que traer aquí al rath a Archú y a Scoth para protegerlos hasta que yo pueda investigar este asunto adecuadamente.

– Agdae era pariente de Muadnat, como yo, por cierto. No dejará que su asesino escape a la justicia -dijo Crón con frialdad.

– Entonces -replicó Fidelma con el mismo tono glacial- hemos de hacer lo posible por encontrar al asesino, quienquiera que sea.

Fidelma se giró y salió a paso rápido de la sala de asambleas. Eadulf la siguió. Al poco rato ya se encontraban cabalgando colina arriba hacia la gran cruz.

El joven guerrero Crítán ya estaba allí con un par de hombres fornidos, peones de la granja por su aspecto. Cerca había un asno preparado para cargar con el cuerpo de Muadnat. Parecía que tenían la intención de descender el cuerpo. Muadnat estaba colgado por el cuello de una cuerda que se había pasado por el travesaño de la cruz de granito. Sus pies colgaban a pocas pulgadas del suelo. Fidelma vio inmediatamente unas manchas de sangre en la pechera de la camisa del hombre, como si le hubieran infligido multitud de heridas mientras estaba con vida.

Uno de los peones de la granja, que había colocado una escalera contra la parte posterior de la cruz, vio de repente que Fidelma y Eadulf se acercaban, se detuvo y murmuró algo a sus compañeros. Ambos se giraron y miraron a los dos religiosos con hostilidad.

El joven Crítán avanzó con aire despectivo.

– No sois bienvenidos aquí -fue su saludo.

Sin perturbarse, Fidelma hizo detener su caballo y desmontó.

– No pedimos una bienvenida -dijo con calma.

Eadulf también desmontó y agarró sus riendas y las del caballo de Fidelma.

Crítán estaba con las manos en las caderas y miraba a Fidelma con resentimiento. Su carácter no le permitía perdonar a Fidelma por haberlo humillado. Ahora mostró claramente su agresividad.

– Haríais bien en marcharos de aquí, mujer. Dos veces habéis exonerado a Archú en su feudo contra Muadnat. Ahora ved a qué ha conducido. Esta vez no le va a salir bien a Archú. Tampoco vuestros intentos de conspirar con esa criatura del diablo y dejarlo libre después de que asesinara a Eber y Teafa. -Su tono era tan amenazante como sus palabras.

Fidelma no se preocupó; permaneció con las manos cruzadas delante e incluso sonrió al joven.

– Soy abogada de los tribunales de los cinco reinos, Crítán -dijo con bastante amabilidad-. ¿Os atrevéis a amenazarme?

La arrogancia e inexperiencia se combinaban en Crítán y hacían que la estupidez ocultara su astucia natural. Éste desencajó la mandíbula.

– Esto es Araglin, señora. No tenéis la protección de vuestra iglesia o de los guerreros de vuestro hermano.

El joven se quedó desconcertado al ver que Fidelma sonreía ampliamente.

– No los necesito para ejercer mi autoridad aquí -replicó Fidelma.

Los dos peones se habían quedado vacilantes, dejando que Crítán hablara por ellos. El de la escalera, al darse cuenta de que el joven guerrero había ido demasiado lejos con sus amenazas, dejó la carga y se adelantó.

– Es cierto que no os quieren aquí, hermana -dijo con algo más de respeto en su voz-. Nuestro pariente -levantó un pulgar por encima de su hombro señalando la cruz- ha sido asesinado y sabemos quién ha de pagar por ello. Tendríais que ocuparos de vuestros asuntos.