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Tiró de las riendas y los esperó. Eadulf se detuvo a su lado. Fidelma estaba a punto de decir algo cuando Dubán se anticipó.

– Ya me he enterado de la noticia, hermana. Crón me envió un aviso. He dejado a un par de mis hombres con Archú y Scoth. Se niegan a abandonar la granja, pero están en buenas manos.

– ¿Entonces no habéis visto a Agdae? Me dijeron que cabalgaba en esta dirección.

Dubán sacudió la cabeza en señal de negación.

– Dudo que intente hacerle algo a Archú sabiendo que mis hombres están con él. Probablemente será un impulso que se le pasará, se dará cuenta de que Archú no es el responsable de la muerte de Muadnat.

Fidelma se mostró algo asombrada.

– Se os ve tan seguro… Yo sólo estoy preparada para decir que no creo probable que fuera Archú quien matara a Muadnat.

– Yo sé que no lo hizo -respondió Dubán con solemnidad.

Fidelma arqueó las cejas involuntariamente.

– ¿Sabéis?

– Seguro. Es sencillo. La pasada noche dejé a dos de mis hombres con Archú y Scoth. Ambos son testigos de que ninguno de los dos abandonó la granja.

Fidelma sonrió.

– Qué tonta he sido al no recordar eso. Bueno, al menos eso nos ahorra el tiempo de intentar probar la inocencia de Archú. Pero ahora hemos de descubrir al culpable.

– Yo voy de regreso al rath -dijo Dubán-. Me sorprende que Crítán no os escolte. Se supone que está de guardia esta mañana.

Fidelma le explicó brevemente lo que había sucedido. Dubán no se mostró muy sorprendido.

– Debí suponer que el chico no tenía verdadero espíritu de guerrero. Tenía ambición, pero no entrega.

– El problema es que tiene las aptitudes de un guerrero, pero poca de su moralidad. Es como una flecha que se ha escapado de un arco, pero que no controla la trayectoria -dijo Fidelma.

– Lo entiendo perfectamente, hermana. Todavía no estoy chocho y me doy cuenta de que puede ser un peligro. Lo hablaré con Crón.

– Espero que haga caso de vuestros consejos en esto y en otras cosas.

Dubán entornó los ojos con suspicacia mientras estudiaba el rostro inexpresivo de Fidelma. Parecía que iba a preguntarle algo.

– No soy tonta -añadió Fidelma.

– Nunca he creído que lo fuerais -admitió Dubán.

– Bien. Recordadlo bien. Hablad con Crón y advertirle de que es mejor decir la verdad; mejor la verdad que media verdad o una mentira.

Se giró e hizo un gesto a Eadulf para que la siguiera. Continuaron avanzando por el camino de la ladera y al cabo de un rato Eadulf la llamó.

– Se han ido. ¿Qué significado tenía esa conversación?

Fidelma hizo que su caballo se detuviera.

– Simplemente plantaba una semilla -le confió con alegría-. Llegará el momento en que las medias verdades y mentiras que se van difundiendo se detendrán y alguien me explicará la verdad.

– ¿Pero estáis advirtiendo a Crón y Dubán de que sospecháis que están involucrados?

– A veces, para hacer salir al zorro, hay que empezar a cavar en su guarida.

– Entiendo. ¿Esperáis que reaccionen de alguna manera?

– Ya veremos si lo hacen o no.

Eadulf resopló mostrando su desaprobación.

– Con frecuencia resulta una práctica peligrosa, ya que si el zorro se ve acorralado puede volverse y atacar. De todos modos, ¿adónde vamos ahora? Seguro que Archú no puede decirnos nada más.

– Ahora no vamos a la granja de Archú; ya sabemos que está bien y que Agdae no está allí.

– ¿Adónde entonces?

– Al camino que visteis ayer. Quiero ver adónde lleva.

Eadulf se mostró algo renuente.

– Entonces, ¿no sería mejor ir con una escolta? ¿Y si ese sendero conduce a la guarida de los ladrones de ganado?

Fidelma sonrió.

– No temáis, Eadulf. No me voy a poner deliberadamente en peligro.

– No son las acciones deliberadas las que yo temo -murmuró Eadulf.

Por primera vez en un buen rato, Fidelma sonrió con divertida ironía y luego le hizo señal de que la siguiera. Más tarde llegaron al sendero que daba al valle donde estaba situada la granja de Muadnat. Fidelma se detuvo y examinó los campos y los edificios con calma.

– No quiero que nadie de la granja de Muadnat me vea -dijo.

– No veo la manera de llegar a ese sendero sino por el camino que discurre entre los edificios de la granja -señaló Eadulf.

Fidelma sacudió la cabeza y levantó una mano.

– Detrás de aquellos campos hay una pequeña depresión que atraviesa el valle. Creo que es una zanja o una corriente. Aquí y allá se ven árboles y arbustos que crecen en las orillas. Si encontramos un camino que descienda hasta allí, podremos ocultarnos de las personas de la granja hasta que alcancemos el otro extremo del valle y lleguemos al sendero.

Eadulf parecía dudar, pero al comprobar que Fidelma estaba tan decidida insistió en pasar él delante, encaminando sus caballos hacia un sendero que descendía la empinada ladera, rodeando algunos campos cultivados y avanzando con rapidez hacia el abrigo de unos árboles por donde discurría la zanja. Fidelma tenía razón, la depresión escondía un riachuelo, de no más de seis pies de ancho en algunos puntos. La corriente estaba al fondo de una zanja que les permitía ocultarse mientras seguían sus aguas poco profundas, que discurrían por el fondo del valle.

No tardaron mucho en atravesar el valle y ascender. Esta vez emergieron sobre la parte posterior de los edificios de la granja. Nada se movía allí abajo, ni siquiera se veían trabajadores alrededor de los graneros o en los campos.

Al cabo de un rato, llegaron al segundo camino y empezaron a ascender por él, adentrándose en las colinas del norte.

– Bien -exclamó Fidelma, al examinar el camino con detenimiento-, no se puede decir que no sea frecuentado. Obviamente los hombres de Dubán no lo registraron lo suficiente. Al principio es rocoso, pero cuando asciende por la colina, donde hay menos piedras, se ven claramente las señales de caballos y asnos e incluso de un carro.

El religioso sajón estaba preocupado.

– ¿No deberíamos regresar en busca de los guerreros de Dubán?

Fidelma le dirigió una mirada fulminante.

En silencio, siguieron el sendero y éste empezó a girar alejándose del valle de la Marisma Negra, hasta que Eadulf advirtió que volvían sobre sus pasos.

– Estamos del otro lado de la colina -dijo señalando hacia arriba-. ¿Veis dónde está el sol?

– Desde luego, ésta es una ruta indirecta -admitió Fidelma.

Lo que resultaba más interesante era que el sendero era ahora completamente llano. Siguieron avanzando por el camino que llevaba directamente hacia el este y luego viraba en dirección sur, casi en una alta meseta.

– No lo entiendo. Hemos vuelto sobre nuestros pasos totalmente -dijo Fidelma.

– No sólo eso -añadió Eadulf sonriendo-, yo creo que hemos ido en paralelo a la zona del valle donde está la granja de Archú.

Fidelma no lo entendió y así lo manifestó.

Eadulf señaló la ladera de la colina a su derecha.

– Si subiéramos hasta la cima de esta colina y miráramos hacia atrás veríamos las tierras de Archú.

La abogada aceptó eso sin hacer comentarios.

Habían avanzado una milla, aproximadamente, cuando la ladera se convirtió en una zona boscosa donde los árboles crecían juntos y ocultaban la cima de las colinas. El sendero penetraba directamente en los bosques, pero era ancho y, por lo que parecía, era frecuentado por algún vehículo; había rodadas bien marcadas.

– Parece que vamos a avanzar eternamente -gruñó Eadulf protestando-. Tal vez deberíamos regresar al rath ahora que ya no podemos continuar mucho más y antes de que caiga la noche.

– Sólo un poquito más -intentó convencerlo Fidelma-, Yo creo que deberíamos estar llegando a…