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– ¿Y qué me decís de la tierra del otro lado de la colina?

– ¿Os referís a la colina por la que cabalgabais?

– Así es.

– Yo sé que la colina pertenece a esta granja.

– Yo creía que la granja consistía en siete cumals de tierra del valle.

– En lo que es el valle sólo hay cuatro cumals. Las tierras de la alquería se dividen en tres tipos: la que es arable, que rodea la granja; la tierra de las tres raíces.

Eadulf levantó la vista de su bebida fascinado.

– ¿La qué? -preguntó-. No había oído nunca esa expresión.

– Así lo dice la ley -explicó Fidelma-. Según la antigua clasificación se entiende que el suelo más rico de una granja destaca por la presencia de tres hierbas excepcionales por sus largas raíces: el cardo, el zuzón y la zanahoria salvaje. Si la tierra es bastante rica para que crezcan, es buena y productiva.

Eadulf sacudió la cabeza asombrado.

Fidelma volvió a dirigirse a Archú.

– ¿Pero decís que esa colina pertenece a la granja?

– Es la parte de la granja llamada «la tierra de hacha». Si se quiere que crezca algo en la colina, aparte de la maleza y los árboles, habrá que desbrozarlo y limpiarlo para cultivarlo.

– ¿Pero la colina pertenece a esta granja?

– Oh, sí. Ni siquiera Muadnat discutiría sus límites.

– Entiendo. ¿Conocéis bien la colina?

– Sí.

– ¿Pero la habéis explorado?

Archú se reclinó claramente sorprendido.

– ¿Por qué había de explorarla?

– Se eleva en un extremo de vuestra tierra arable y es parte de vuestra granja.

– Acabo de tomar posesión, como sabéis, hermana. ¿Cuándo he tenido tiempo para explorar las colinas que la rodean?

– ¿Cuando erais un niño?

– ¿Un niño? -replicó Archú sacudiendo la cabeza-. Yo no vagaba por esas colinas de niño.

– ¿Qué sabéis de las cuevas de esta zona?

Para Archú aquello resultó un cambio brusco de conversación. Se encogió de hombros.

– He oído que hay cuevas hacia el norte. Está la Cueva de la Oveja Gris, de la que mi madre me hablaba. Me dijo que una vez un cordero gris surgió de la cueva y lo crió un granjero de la zona. El cordero se convirtió en oveja y ésta, a su vez, tuvo corderos. Pero llegó un día en que el granjero decidió matar a uno de sus corderos para comerlo y la oveja reunió a los demás corderos y desaparecieron en el interior de la cueva. No los volvieron a ver.

Fidelma estaba impaciente.

– ¿Qué me decís de las minas? ¿Habéis oído hablar de minas en estas colinas?

Archú pensó detenidamente antes de contestar sacudiendo la cabeza.

– Tal vez haya minas, pero yo no os sabría señalar una. ¿A qué viene todo esto?

– Nosotros… -empezó a decir Eadulf pero hizo una mueca de dolor al recibir una patada de Fidelma por debajo de la mesa.

Archú y Scoth miraron a Eadulf sorprendidos.

– Nosotros queríamos conocer un poco la geografía de esta zona -dijo Fidelma y luego lanzó una mirada preocupada a Eadulf-. Parece que os duele algo, hermano. ¿No os había advertido ya de que la sidra era fuerte?

Eadulf hizo una mueca molesto.

– No es nada -murmuró el monje-. Tal vez agujetas de caminar.

– Ha sido un día muy largo y no hemos comido. Tendríamos que regresar al rath.

– Pero tenéis que quedaros a comer con nosotros -les invitó Scoth.

Fidelma sacudió la cabeza en señal de negación.

– Desgraciadamente no podemos. Si no partimos ahora no llegaremos hasta después del atardecer, un momento en que no conviene ir por lugares desconocidos.

Se despidieron e iniciaron el camino de vuelta al rath de Araglin.

– No teníais que darme una patada tan fuerte, Fidelma -amonestó Eadulf de mal humor-. Me teníais que haber avisado, si no queríais que los jóvenes supieran lo que hemos descubierto en la colina.

– Lo siento, Eadulf. Pero es mejor que lo ocultemos de momento. Está claro que alguien quería mantener esa mina en secreto. La respuesta lógica es, ya que está en las tierras de Archú, que Muadnat intentaba trabajar en la mina sin que nadie lo supiera, en particular el joven Archú. El sendero hacia la mina viene de esta tierra. ¿Quizá nos hayamos tropezado con la verdadera razón por la que Muadnat quería con tanta desesperación la propiedad de su primo?

Eadulf dejó ir un silbido suave.

– Entiendo. Muadnat quería quedarse con la tierra para explotar la mina.

– Una mina pertenece a la persona en cuyas tierras está. Esa persona es la que ha de dar permiso a quien sea para trabajarla -admitió Fidelma.

– Sí, pero seguimos lejos de solucionar el misterio de la muerte de Eber y Teafa.

– Quizá no. Pero resulta extraño que Menma aparezca en este misterio y…

Se detuvo tan bruscamente que Eadulf se preguntó si no habría visto algún nuevo peligro y escrutó los alrededores con ansiedad.

– ¿Qué pasa? -preguntó al cabo de un rato.

– ¡Qué tonta!

Eadulf se quedó callado.

– Tenía que haberlo visto antes.

– ¿Ver qué? -preguntó Eadulf intentando calmar su curiosidad.

– Menma. ¿Recordáis que os dije que fue Menma el que condujo el ataque contra el hostal de Bressal?

– Sí.

– ¿Y ahora Menma aparece en la mina?

– Sí. Pero yo no veo…

– ¿Qué relación hay entre Bressal y las minas? -inquirió Fidelma.

Pareció que Eadulf pensaba detenidamente.

Los dientes de Fidelma rechinaron con frustración ante la lentitud del monje sajón.

– Bressal tenía un hermano…

Eadulf lo recordó.

– Morna, que es minero. Tenía una colección de rocas…

– Más importante -interrumpió Fidelma-. Morna había regresado a casa hacía poco diciendo que había descubierto algo que lo iba a hacer rico. Llevó a Bressal una roca.

Eadulf se frotó la barbilla.

– No sé si os sigo.

Fidelma se mostró paciente.

– Yo creo que la piedra procedía de la cueva de las tierras de Archú. Ese lugar que Morna había descubierto contenía oro y él creía que se iba a hacer rico. Yo creo que Menma atacó el hostal de Bressal para recuperar esa piedra.

– ¿Por qué?

– Porque había que mantenerlo en secreto. Morna, el hermano de Bressal reveló el secreto.

– ¿Queréis decir que Menma está al cargo de esta mina? Yo no hubiera pensado que fuera tan inteligente como para eso.

– Creo que tenéis razón; hay alguien más detrás de este asunto. Eso nos hace volver a Muadnat. Menma recibía órdenes y sólo quería asegurarse de que lo que Morna hubiera explicado o mostrado a su hermano Bressal permaneciera en secreto. Fue una coincidencia que estuviéramos en el hostal en aquel momento y fuéramos capaces de repeler el ataque.

Eadulf iba sacudiendo la cabeza mientras digería todo aquello.

– Yo sospechaba que el ataque lo había inspirado Muadnat para eliminar a Archú -dijo el monje sajón-, pues debía de suponer que Archú pasaría una noche allí de regreso.

– Yo pensé primero en eso, pero Muadnat también sabía que Archú y Scoth no tenían dinero para quedarse en un hostal. Por otra parte, al ir a pie, difícilmente hubieran llegado hasta el hostal aquella noche. Pero nosotros los llevamos a caballo. ¿Recordáis que también les pagué el alojamiento? No, había otro motivo y lo hemos encontrado.

– Entonces la razón era simplemente para mantener en secreto las riquezas descubiertas en la cueva.

– Estoy segura. Creo que fue ayer cuando lo vi claro.

Eadulf no entendía.

– Me he perdido, Fidelma -confesó.

– Ayer descubrimos un cuerpo desconocido en la granja de Archú. Era el cuerpo de alguien que no era ni granjero ni guerrero. Esas manos callosas y el polvo de roca en sus ropas me indicaron que tenía una profesión concreta.