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– Hablemos de Crón, entonces. ¿Cómo se llevaba con su padre?

– Me han dicho que tenían una buena relación. Ella trabajaba con él y, de hecho, apenas llegó a la edad de la elección la hicieron tánaiste. Nosotros somos una comunidad rural, hermana, y eso provocó algunas iras.

– ¿Iras?

– Oh, sí. Una joven heredera electa del clan.

– No es inusual -señaló Fidelma-. Las mujeres pueden aspirar a todos los cargos en los cinco reinos.

– Pero pocas veces son elegidas entre los granjeros. De todos modos, había otro problema. Muadnat ya era heredero electo.

Fidelma intentó ocultar su sorpresa.

– ¿Muadnat?

– Sí. ¿No sabíais que era primo de Eber y que, como Eber no tenía heredero inmediato, lo nombraron tánaiste hace tiempo? Cuando Eber lo desheredó e hizo que se nombrara tánaiste a su hija, se dijo que el jefe había pagado mucho en sobornos para conseguirlo.

La mente de Fidelma trabajaba a gran velocidad.

– ¡Despertad a Agdae!

Clídna frunció el ceño y estaba a punto de protestar, pero reconoció una expresión de gran resolución en el rostro de Fidelma.

Le costó un rato despertar a Agdae. El hombre se sentó en la cama parpadeando y frotándose los ojos. Desde luego todavía no estaba sobrio.

– Escuchad, Agdae -dijo Fidelma con voz áspera-. Escuchad con detenimiento. Quiero que me digáis la verdad. Si no lo hacéis, vuestra vida puede estar en peligro. ¿Lo entendéis?

Agdae gruñó algo como protestando.

– ¿Cuándo fue depuesto Muadnat por la derbfhine de la casa de los jefes de Araglin?

Agdae entornó los ojos para observarla mejor.

– ¿Cuándo? -insistió Fidelma.

– ¿Cuándo? -repitió Agdae con estupidez-. Oh, hace tres semanas.

– ¿Sólo hace tres semanas? ¿Y vos erais un miembro de la derbfhine?

Agdae se rascó la cabeza y asintió con renuencia.

– Dadme de beber.

– ¿Vos erais miembro de la derbfhine? -volvió a preguntar Fidelma en voz más alta.

– Así es.

– ¿Votasteis para que Muadnat continuara siendo tánaiste?

– Por supuesto, por qué…

– ¿Quién más votó a Muadnat… quién más?

Agdae tiró la cabeza hacia atrás, como si quisiera ponerse a dormir.

– ¿Quién más dio su apoyo a Muadnat en la asamblea?

Fidelma lo sacudió por los hombros.

– ¡Muy bien! ¡Basta! -protestó Agdae-. Solamente Cranat, Teafa y yo… Oh, y Menma. Nadie más.

– ¿Así que Menma era miembro de la derbfhine?

– El caballerizo es primo y tiene voz en la derbfhine -indicó Clídna.

Fidelma dejó caer a Agdae sobre la cama. Se quedó meditando un rato y luego regresó a la otra habitación. Clídna la siguió y cerró la puerta del dormitorio con suavidad. Fidelma se hundió en su silla. Con cautela, Clídna también volvió a sentarse.

– ¿Así que Crón fue elegida tánaiste hace tan sólo tres semanas? -reflexionó Fidelma-. Sé que existe una relación entre Crón y Dubán. ¿Qué me decís de la relación entre Dubán y Eber?

Clídna hizo una mueca.

– Es sencillo. Se rumoreaba que Dubán odiaba a Eber.

– Sin embargo, era el comandante de su guardia. ¿Conocía Eber este odio?

– Eber vivía envuelto en su ensimismamiento. Era susceptible a los halagos e incluso cuando encontraba enemigos, su método era, como he dicho, comprarlos. Cuando Dubán regresó, después de muchos años lejos de Araglin, y ofreció sus servicios a Eber, éste se sintió halagado de que un guerrero famoso por luchar contra los Uí Fidgente le ofreciera sus servicios.

– Entiendo -dijo Fidelma, pensativa.

Clídna observaba su expresión.

– Si sospecháis que Dubán mató a Eber, os equivocáis. Dubán es una persona ambiciosa y resuelta, pero también es un guerrero con un código de honor. Mataría a Eber en un combate, pero nunca se le acercaría a hurtadillas de noche para degollarlo.

– He conocido a gente que ha recurrido a métodos que no iban con su carácter.

– Bien, de la gente de Araglin, yo diría que Dubán, a pesar de la animadversión que sentía hacia Eber, sería el último que recurriría al asesinato.

– ¿Sabéis por qué Dubán odiaba a Eber?

– Ah, eso es una historia del pasado. Yo creo que algo pasó cuando Dubán era joven, algo que le incitó a alistarse en los ejércitos del rey de Cashel.

– Habéis dicho que pensaríais en otra persona antes que en Dubán. ¿En quién?

Clídna sonrió con ironía.

– ¿No os ofenderéis si hablo claro?

– ¿Por qué habría de hacerlo?

– Tal vez no os guste lo que tengo que decir.

– Me guste o no, no tiene importancia siempre que sitúe mis pasos en el camino de la verdad. La verdad es lo que buscamos en cualquier dirección. Vincit omnia veritas.

– El padre Gormán odiaba a Eber. Era un fanático de lo que él consideraba moral. Siempre estaba amenazando a la gente con el infierno y hornos al rojo vivo. Amenazaba a Eber y a Teafa.

– ¿Cómo lo sabéis?

– Me enteré por ese chico engreído que quiere ser guerrero. Solía venir aquí.

– ¿Crítán?

– El mismo. Una noche estuvo aquí borracho y me dijo que el padre Gormán había hablado a Eber y a Teafa de una manera muy vehemente. Le llamó putero vil que se quemaría en el infierno y dijo que Teafa no era mucho mejor. El padre Gormán les acusó de muchos pecados, tantos que afirmó que el infierno no era lo bastante caliente, ni la eternidad lo bastante larga para castigarlos.

– ¿Cuándo fue eso?

– Hace dos semanas, según Crítán. Eber estaba tan indignado con Gormán que le golpeó.

– ¿Eber golpeó al sacerdote? -preguntó Fidelma, sorprendida.

– Así es.

– ¿Hubo testigos?

– Según Crítán él fue testigo, ya que tuvo lugar en las cuadras. No lo vieron porque se ocultaba en un pajar.

– ¿De qué discutían?

– Deberíais preguntarle a Crítán.

– Dudo mucho que me lo diga. No os preocupéis. Si me decís lo que explicó Crítán, me ocuparé de que no os veáis implicada.

– Crítán estaba en el pajar de los establos, al parecer dormido. Le despertaron los gritos de un altercado. Era el sacerdote con Eber y Teafa. No pudo oír con precisión de qué iba la discusión, salvo que el padre Gormán los censuraba a ambos por su falta de moralidad. Crítán dijo que se mencionó algo de Móen. Fue entonces cuando Eber golpeó al sacerdote.

– ¿Qué sucedió entonces? -insistió Fidelma cuando la mujer hizo una pausa.

– El padre Gormán cayó al suelo. Crítán dijo que chilló deseando la muerte de Eber.

Fidelma se inclinó hacia delante con interés.

– ¿Dijo eso mismo?

– Según Crítán.

– ¿Cuáles fueron las palabras exactas… según Crítán?

– Creo que dijo que el padre Gormán gritó: «El cielo os fulminará por este golpe», o algo parecido.

– Ah, el cielo. ¿Y no dijo que el golpe lo daría él mismo?

Clídna sacudió la cabeza.

– Bueno, no os implicaría en esto. Decidme, sin embargo -Fidelma sonrió levemente-, ¿Agdae es un buen patrón?

– Ni mejor ni peor que cualquier otro hombre -se mostró expresamente desinteresada.

– Pero ¿os gusta más que cualquier otro hombre?

– Es bonito soñar con una posición mejor en la vida -admitió la mujer.

– ¿Qué podéis decirme de Muadnat?

– Impulsivo. Estaba acostumbrado a salirse siempre con la suya.

– ¿Muadnat y Agdae frecuentaban vuestra… vuestra casa?

Clídna se echó a reír divertida.

– Ellos y la mitad de Araglin. No me avergüenzo de ello. Es lo que hago.

– ¿Oísteis a alguno de ellos hablar de una mina?