– Cuando cayeron los manchúes -prosiguió Peter, impaciente por contar su parte de la historia-, el doctor Sun Yat-sen, ¿han oído hablar de él?, huyó a Estados Unidos. Era miembro de distintas sociedades secretas desde su adolescencia. Cuando regreso a China para convertirse en presidente de la República, era uno de los miembros principales de la Sociedad Chung Wo Tong y de la Kwok On Wui de Honolulu y Chicago.
– Pero no nos gustan las tríadas -aclaró Hulan-. Sun Yat-sen y su sucesor Chiang Kai-shek permitieron a las tríadas obrar a su antojo. Las triadas extorsionaban a los pobres, obligaban a las mujeres a prostituirse y vendían droga a la gente. Eran gángsters que hicieron todo lo posible por matar a los líderes comunistas. Al final, como saben, Chiang y sus amigos criminales huyeron a Taiwan.
Aunque los tres americanos conocían gran parte de esta historia, guardaron silencio; Jack y Noel porque aún estaban estudiando a los chinos, y David porque le intrigaba la mezcla de admiración y desdén que sentían aquellos agentes chinos por las tríadas. ¿Consideraba realmente Hulan que el Kuomintang y los taiwaneses eran criminales, o lo decía porque le estaba oyendo Peter?
En cualquier caso, había algo más importante. Aquellas dos personas estaban cambiando ante los ojos de David. Peter disfrutaba compartiendo sus conocimientos, y la reserva que parecía envolver permanentemente a Hulan empezaba a disiparse. Ya no desviaba los ojos de los de David cuando estaban con otras personas; ya no se ocultaba.
David volvió a centrarse en Hulan cuando ésta dijo:
– Actualmente las tríadas suponen una amenaza para China. El MSP ha determinado que las mayores amenazas para la paz interna son el terrorismo, los narcóticos, la corrupción y la emigración ilegal. Las tríadas están involucradas en todas estas actividades. Pero eso no es todo. -Hulan eligió sus palabras-. En China nos hallamos en un momento decisivo. Den Xiaoping, nuestro lider es viejo. Nadie sabe qué ocurrirá cuando muera. Nuestro gobierno cree que el país seguirá como hasta ahora. Al fin y al cabo, Deng ha elegido ya a su sucesor. Pero debemos estar preparados para otras eventualidades.
– ¿Por ejemplo?
– Algunos dicen que su muerte podría suponer la vuelta de los militares. Algunos dicen que China podría desintegrarse como ocurrió con Rusia. Otros predicen que surgirá un nuevo líder en las provincias. Pero existe aún otra posibilidad. Como ya he señalado, las tríadas han hallado su mayor fortaleza en tiempos de agitación política. Comprendemos que ustedes estén preocupados por el flujo de miembros de las tríadas hacia Los Angeles cuando Hong Kong se una a China. Pero a nosotros nos preocupa que, tras la muerte de Deng, las tríadas aprovechen la oportunidad para afianzar sus posiciones en China. Son ricos, son muchos, y su guanxi es innegable.
– Ahora que por fin somos francos, inspectora, ¿por que no ha hablado antes de todo eso conmigo? -quiso saber David.
– Porque, al contrario que usted, no creo que las tríadas estén involucradas en esas muertes. Repasemos los hechos. Los tres asesinatos se cometieron en China. No tenemos nada que relacione esas muertes con la actividad de las tríadas en Estados Unidos, excepto que Guang Henglai fue hallado a bordo del Peonía.
– Y el dinero.
– Tal vez el dinero. ¿Puede seguir la pista al dinero hasta el Ave Fénix?
David observó sus gráficos y luego estudió los rostros de los que le escuchaban.
– Eso es lo que vamos a intentar hacer, porque creo que aunque el asesino no esté aquí, el motivo de los asesinatos sí. -Reflexionó brevemente y dijo-: Nos ha contado usted muchas cosas sobre la historia de las triadas, pero quizá deberíamos dedicar unos minutos a repasar sus actividades en Estados Unidos en la actualidad.
Se acercó al gráfico que esbozaba el árbol genealógico del Ave Fénix. En la cúspide, donde debía estar la «cabeza de dragón», había un espacio vacío. Desde la cabeza del dragón bajaba una línea que se dividía en otras tres, que a su vez conducían a otras casillas que representaban los tres lugartenientes principales. De éstos, sólo se conocían los nombres de dos: Spencer Lee y Yingyee Lee. A partir de ahí, las líneas se dividían una y otra vez, y aproximadamente la mitad de las casillas estaban llenas. En la mitad superior de la pirámide no había fotografías. Las de la base era instantáneas hechas por la policía a los pocos miembros de las bandas que habían sido arrestados a lo largo de los años. El siguiente gráfico representaba los negocios legales e ilegales de las tríadas, que iban desde salones de té fábricas de doufú a casinos de juego flotantes y redes de prostitución.
– ¿Saben todo esto? -pregunto Peter. Cuando David contestó que sí, el joven agente preguntó-: -¿Y no los arrestan?
– ¿No nos dan autorización para pinchar a Spencer Lee ni a los otros -explico Jack Campbell con un gruñido-, a menos que podamos proporcionar al juez pruebas consistentes de que esos hombres están involucrados en actividades criminales, y no podemos conseguir esas pruebas a menos que podamos pinchar los teléfonos.
– ¿Salben que lo que hacen es ilegal, pero no pueden hacer nada al respecto? -dijo Peter mirando a Campbell con incredulidad.
– Así lo hacemos aquí -repuso Campbell encogiéndose de hombros.
Peter se inclino hacia Hulan y le pregunto algo en chino, a lo que ella respondió. Los demás la miraron esperando una explicación.
– Se pregunta por qué ustedes los americanos no dejan de mover los hombros de esa manera -dijo ella-, En China no nos encogemos de hombros. Le he explicado que hacían y lo que significa.
Campbell se encogió de hombros con gesto teatral. Peter asintió y rió. Le gustaba aquel hombre.
– Bien, ¿tiene alguien alguna sugerencia sobre lo que deberíamos hacer ahora? -preguntó David.
– En China, lo que haría sería lanzar una red de flor -dijo Hulan trás un momento de silencio, y miro a Peter buscando su aprobación antes de continuar-: Es un método de pesca que se remonta a varios siglos. La red de flor es una red redonda, tejida a mano con pesos en los bordes. El pescador la lanza al aire donde se abre como una flor, luego se posa sobre la superficie del agua y se hunde en las oscuras profundidades, atrapando todo lo que se encuentra dentro de su circunferencia. -Se volvió hacia David-. Haremos lo que usted dice. Seguiremos la pista del dinero, pero también investigaremos cualquier cosa que entre en contacto con nuestra red.
Las siguientes dos horas se dedicaron a decidir la línea de acción. Peter sugirió que entrevistaran a todos los sospechosos de complicidad con el Ave Fénix. Hulan quería ir a Chinatown, a restaurantes, herboristerías, tiendas de ultramarinos y fábricas.
– Hablemos con la gente corriente- dijo-. Es una comunidad pequeña. Quizá alguien haría oído algo. Creo que con un compatriota sí que hablarían.
David prefería un enfoque más directo. Quería visitar el puñaado de bancos en los que se habían efectuado las transacciones financieras e investigar otros negocios realizados bajo los auspicios de China Land and Economics Corporation.
– No puede ser casualidad que Guang Mingyun sea el dueño del Chinese Overseas Bank, que su hijo lavara dinero en ese banco, a falta de otra expresión, y que a éste lo hallaran muerto en un barco utilizado por el Ave Fénix para transportar inmigrantes ilegales.
También tendrían que entrevistar a los parientes y asociados de Guang Mingyun, sobre todo los que habían estado en corntacto con Henglai.
– No quiero olvidar a Billy Watson -anadio Hulan a la abultada lista- Vayamos a la universidad y veamos qué descubrimos.
Gracias a su información como contable y a la ayuda de Peter Sun, Noel Gardner introdujo en uno de los ordenadores los datos de las libretas bancarias halladas en el apartamento de Guang Henglai y en el de Cao Hua, y luego comparar las transacciones financieras con los sellos de entrada y salida de sus respectivos pasaportes. Algunas veces los dos hombres habían viajado el mismo día, pero generalmente lo hacían por separado. En cualquier caso, los ingresos y reintegros se habían hecho justo antes o justo después de un viaje. Además, Noel y Peter determinaron que ciertos depósitos habían saltado de un banco a otro, seguramente para ocultar su pista.
Después de una larga sesión de trabajo, Gardner Sun consiguieron determinar una pauta. Guang y Cao se desplazaban a Los Angeles el primer y el tercer martes de cada mes. Cao Hua había continuado con este itinerario incluso después de la muerte de Henglai. Faltaban dos días para el primer martes de febrero. ¿Ocuparía alguien el lugar de Cao? ¿con qué propósito? Campbell llamó a un viejo amigo que trabajaba en la aduana del aeropuerto de Los Angeles y dispuso las cosas para que pudieran estar presentes cuando llegara el primer vuelo de China.