– ¿Y sino eres un defensor de la supremacía blanca? -preguntó a Laurie-. ¿Se dedica la gente normal a matar osos para ganar dinero?
– ¿Dónde has estado? -replicó Laurie-. Se matan unos cuarenta mil osos al año en este país, y la mayoría de ellos de manera legal, con permisos y demás. Incluso un cazador de fin de semana puede sentirse tentado de recuperar el dinero que le ha costado la licencia de caza y la gasolina.
– ¿De cuánto dinero estamos hablando?
– ¿Por una vesícula biliar fresca? Según tengo entendido, desde dos mil dólares hasta ochenta mil -respondió ella.
– Eso es mucho dinero en Montana -dijo David.
– Eso es mucho dinero en cualquier parte -le corrigió Hulan.
– Por ese motivo se hallan osos muertos por todo el mundo los que sólo les falta la vesícula biliar -continuó Laurie-. En China, se caza un oso y se vende su vesícula biliar, o se vende el oso vivo a una granja de osos, por unos quinientos dólares; eso es más de un año de salario. Un incentivo realmente bueno, desde luego, salvo por una cosa: China tiene la legislación más dura del mundo, puesto que sus osos corren un peligro de extinción mayor que en cualquier otra parte del mundo. El oso malayo, el oso negro asiático, el panda, todos ellos están en la lista de la CITES, pues están en peligro de extinción. Si matas un oso panda en China, que, por cierto, no segrega el tipo de bilis que se busca porque no es un auténtico oso, te condenan a muerte. Si matas un oso malayo, te verás confeccionando zapatillas en la fábrica de alguna prisión el resto de tu vida. ¿Criar osos y vender la bilis? Totalmente ilegal, pero ocurre en China.
– ¿Qué son las granjas de osos? -quiso saber Hulan.
– ¿No lo sabe? Los científicos de su país han ideado el modo de extraer la bilis sin matar al oso. Pero aparte de eso, sabemos muy poco de esas granjas -admitió Laurie.
La abogada se levantó y se acercó a la ventana. Luego se volvió hacia el grupo y extendió los brazos a los lados.
– El mercado mundial de hierbas medicinales es muy amplio Ahora hablo de todo el negocio: las hierbas, los derivados animales, las raíces, los específicos, las drogas puras. En Estados Unidos, entre los interesados en la medicina homeopática y la población asiática, el consumo es bestial. Todo eso es barato comparado con los medicamentos occidentales, y parece funcionar en muchos casos. Pero, claro, ahí está el problema. Podemos educar a la gente para que no compre abrigos de pieles o marfil, pero ¿cómo les explicas a unos padres cuyo hijo se está muriendo de una extraña forma de cáncer de hígado que no deben probar con la bilis de oso? ¿Cómo le pides a un médico, que ha jurado proteger la vida humana, que no recete cuerno de rinoceronte si cree que con ello salvará a su paciente?
Se hizo el silencio mientras David, Hulan y Peter Sun asimilaban todo lo que acababan de oír.
– Nuestro gobierno tiene además otras preocupaciones -prosiguió Laurie-. Los chinos fabrican miles de específicos diferentes que llegan aquí y aparecen en herbolarios chinos, en consultorios de acupuntura y en tiendas de alimentos sanos. En realidad se venden en todas partes abiertamente y se supone que lo curan todo, desde el dolor de cabeza, el catarro, la gripe y el lumbago hasta el cáncer.
– Entonces ¿cuál es el problema? -preguntó David.
– Digamos que una madre de Brentwood compra un jarabe chino para la tos de su hijo. Las instrucciones dicen que se ha de tomar una cucharadita dos veces al día. Ella se dice, ¿y por qué no cuatro veces al día? Mejor aún, que sea cada cuatro horas como otros jarabes que conoce. Se lo da a su hijo y éste tiene convulsiones y casi se muere. Nosotros enviamos el jarabe al laboratorio forense y nos dicen que el jarabe lleva todas las hierbas y minerales que se indican en el prospecto, pero también arsénico o mercurio. Estamos hablando de productos que llevan venenos y que se pueden comprar como si tal cosa.
– Esto empieza a tener sentido -dijo Hulan.
David parecía dudar.
– Tenemos los vaqueros y los osos en Montana, ¿no? El asintió.
– Y ahora los específicos -añadió Hulan-, que ya habíamos visto antes.
– Desde luego. Vimos medicinas Panda Brand en la nevera de Cao Hua.
– ¿Era bilis de oso?
– No lo recuerdo. Entonces no me pareció importante. -Se pasó un dedo por el labio inferior mientras meditaba-. También vimos Panda Brand en otro sitio. -David la miró con curiosidad mientras ella seguía dándole vueltas a la cabeza-. ¡Lo tengo! -exclamó Hulan-. Lo vimos en el vestíbulo del edificio de China Land and Economics Corporation. Panda Brand es una de las compañías de Guang Mingyun.
– Aiya -dijo Peter con un gemido. Lo que estaba escuchando no iba a ser bueno para su carrera.
Sin detenerse para barajar esta nueva información, David se volvió hacia Laurie.
– ¿Ha surgido alguna vez el nombre de Guang Mingyun en alguno de tus casos de contrabando? -preguntó. Laurie negó con la cabeza. El suspiró y dijo-: Por mucho que me gustara relacionarle con el Ave Fénix, hasta ahora no hemos conseguido ni una sola prueba.
– Tenemos a los correos -le recordó Hulan.
– Pero jamás conseguiremos procesar a las tríadas con dos cómplices poco dispuestos a cooperar -dijo Laurie.
– Lo que necesitamos es a alguien que nos dé ese vínculo que nos falta -dijo Hulan-. Necesitamos a alguien que se introduzca en el negocio, pase los productos de contrabando y haga algunas preguntas.
– ¿Qué tal el investigador Sun? -sugirió David-. ¿Podría pasar por Wang?
Todas las miradas se volvieron hacia Peter mientras consideraban la posibilidad. El parecía perplejo ante la idea.
– Si algo le ocurriera… -dijo David.
– Ese no es el problema. -Al darse cuenta de lo que parecía haber dicho, Hulan inclinó la cabeza para pedir disculpas-. Perdóneme, investigador Sun. -Se volvió hacia David-. El problema está en que se nota que es del MSP. Se nota que yo soy de MSP. ¿Por qué cree que Wang Yujen salió corriendo en el aeropuerto? Ha reconocido lo que soy. No, necesitamos a alguien diferente. Fíjese en Hu Qichen. Es arrogante. Intenta actuar como un hombre importante, pero no lo es. Y Wang… -la inspectora resopló-. No es más que un correo. No es inteligente ni tiene educación.
David se llevó las manos a la cara y se frotó la frente. De repente se sentía muy cansado. Cuando alzó la vista, todos lo miraban esperando.
– Sé a quién podemos usar.
– A su señor Zhao -dijo Hulan.
– Sí, a mi señor Zhao. -La voz de David sonó ronca al añadir-: Haré que Jack llame a Noel y le pida que lo detenga en su próximo trayecto al almacén.
5 de febrero, Café del Jade Verde
A las once de la mañana siguiente, Zhao se hallaba en el centro de la sala de electrónica del FBI, desnudo de cintura para arriba, mientras un técnico sujetaba un cable alrededor del escuálido y lampiño pecho del inmigrante.
Esta vez David tenía poco con lo que negociar. El Ave Fénix había recogido a Zhao tan pronto como éste había abandonado Terminal Island. Le habían proporcionado un trabajo y un lugar donde dormir. Era poco más que un esclavo, pero su vida no corría peligro. Ahora David le pedía que hiciera algo que, cuando menos, era arriesgado, y a cambio de nada. David no podía prometerle un trabajo, ni un lugar donde dormir, ni ropa o comida. Sin embargo, Zhao no había vacilado. David comprendió que su cooperación estaba directamente relacionada con la presencia de los dos agentes del Ministerio de Seguridad Pública. No había preguntado quiénes eran porque, como Hulan no se cansaba de repetir, eran reconocibles. Tampoco preguntó por qué el MSP se hallaba en Estados Unidos. Quizá sencillamente no era capaz. Tal vez aquél no era más que un nuevo ejemplo de cómo saltaba por los aires el sueño americano: uno arriesga la vida para llegar a Estados Unidos con la esperanza de un futuro mejor, y cuando lo consigue, lo único que encuentra es más trabajo duro y al MSP acosándole. Desde su situación, Zhao podía vivir su esclavitud ligado a las tríadas por contrato, o enfrentarse con la ira del MSP. No era una elección a la que David hubiese querido optar.
No por ello le remordía menos la conciencia. Era muy consciente de lo sospechosas que resultaban sus acciones y las de los organismos gubernamentales al no dar explicaciones a Zhao. David sospechaba que los agentes del FBI, igual que él mismo, justificaban los medios con el fin que esperaban obtener: resolver los asesinatos, coger a los contrabandistas y obtener pruebas contra las tríadas. Sin embargo, a David le preocupaba que el Ave Fénix se diera cuenta de que Zhao no era un correo, sino sólo un hombre que les debía el pasaje hasta América. Noel Gardner, que había estado vigilando el taller tranquilizó a David asegurándole que los líderes de la banda no reconocerían una sola cara entre la masa de sus trabajadores. De hecho, por lo que él sabía, nadie importante del Ave Fénix se había acercado siquiera al taller. Zhao se mostró de acuerdo con sus apreciaciones.