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Miró otra vez las cimas lejanas. Se había esforzado tanto… Había luchado… Había mirado hacia el pasado y el futuro. ¿Qué importaba todo ahora? ¿Qué había hecho realmente?

Nada quedaba de todos sus esfuerzos. Se dormiría, descansaría en las faldas de aquellas montañas que se parecían a los pechos de una mujer y eran a la vez un símbolo y un consuelo.

En seguida, aunque apenas veía ahora, se volvió hacia los jóvenes. Me entregarán a la tierra, pensó. Y yo también los entrego a la tierra, madre de los hombres. Los hombres van y vienen, pero la Tierra permanece.