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En cada sección de la fábrica, un alfa —el supervisor de la sección— entraba en el coche, y viajaba con Manuel y Bompensiero hasta el limite de su zona de responsabilidad. La mayor parte del trabajo de la planta estaba bajo la dirección de alfas. En toda la gigantesca instalación, no trabajaban más de medía docena de humanos. Cada alfa parecía tan nervioso como el mismo Bompensiero.

Manuel cruzó primero las habitaciones donde se sintetizaban los nucleótidos energetizados que constituían el ADN, el ladrillo básico de la vida. De mala gana, prestó algo de atención a la breve perorata nerviosa de Bompensiero, concentrándose sólo en alguna frase concreta.

—…agua, amoniaco, metano, cianuro hidrogenado y otros productos químicos… Utilizamos una descarga eléctrica para estimular la formación de grupos orgánicos complejos… La adición de fósforo…

»…un proceso sencillo, casi primitivo, ¿no cree? Está en la línea del experimento clásico de Miller, en 1952…, aquí mismo, ciencia medieval…

»…el ADN determina la estructura de las proteínas en la célula. La célula viva estándar requiere cientos de proteínas, casi todas actúan como enzimas, catalizadores biológicos…

»…una proteína estándar es una cadena molecular que contiene unas doscientas subunidades de aminoácidos, unidos en una secuencia especifica…

»…el código de cada proteína lo transporta un solo gen, que es una zona particular en la molécula lineal de ADN… Pero claro, ya debe de saber todo esto, disculpe que le explique cosas tan elementales, disculpe, sólo quería…

—Por supuesto —respondió Manuel.

—Y aquí, en estas cubas, hacemos los nucleótidos y los unimos para formar dinucleótidos, que luego encadenamos para formar el ADN, al ácido nucleico que determina la composición del…

¿Lilith salió de esas cubas? ¿Lilith salió de ese apestoso brebaje químico?

El coche avanzaba con lentitud. Un supervisor alfa se marchó. Subió otro alfa, inclinándose rígidamente, con una sonrisa agarrotada.

—Diseñamos las plantillas de ADN, los planos de la forma de vida que queremos crear —siguió Bompensiero—, pero luego hay que conseguir que la materia viviente se autoduplique. Evidentemente, no podemos construir un androide célula a célula. Hay que llegar a lo que llamamos etapa de despegue. Pero claro, usted ya sabe que el ADN no interviene directamente en la síntesis de proteínas, que es otro ácido nucleico el que actúa como intermediario, el ARN, que puede ser codificado para transportar los mensajes genéticos del ADN…

»…el código lo forman cuatro bases de subunidades químicas, dispuestas en diferentes combinaciones: adenina, guanina, uracilo, citosina…

»…en estas cubas… casi se puede imaginar la formación de las cadenas… el ARN transmite las instrucciones de ADN… la síntesis proteica la conducen unas partículas celulares llamadas ribosomas, que son mitad proteína y mitad ARN…, adenina, guanina, uracilo, citosina… El código de cada proteína lo transporta un solo gen, y el código, inscrito en el ARN mensajero, adquiere la forma de una serie de tercetos de las cuatro bases de ARN… ¿Me sigue?

—Si, claro —dijo Manuel, que vio a Lilith nadando en las cubas.

—Así. Adenina, adenina, citosina. Citosina, citosina, guanina. Uracil, uracil, guanina. ACC, CCG, UUG… Es casi litúrgico ¿verdad, señor Krug? Tenemos sesenta y cuatro combinaciones de bases de ARN con los que podemos especificar los veinte aminoácidos… ¡Un vocabulario muy adecuado para nuestro objetivo! Podría recitarle la lista entera mientras atravesamos esta sala, AAA, AAG, AAC, AAU, AGA, AGG, AGC, AGU, ACA…

El alfa que viajaba con ellos en aquel momento carraspeó fuertemente, y, doblándose por la cintura, hizo una mueca.

—¿Sí?—inquirió Bompensiero.

—Un espasmo repentino —explicó el alfa—. Dificultades de digestión. Discúlpenme.

Bompensiero volvió a concentrarse en Manuel.

—Bueno, no hace falta repasar toda la secuencia. Así que ya ve, unimos las proteínas construyendo moléculas vivientes exactamente como sucede en la naturaleza, excepto por el hecho de que en la naturaleza el proceso lo provoca la fusión de gametos sexuales, mientras que aquí sintetizamos los ladrillos genéticos. Seguimos la pauta genética humana, pero, si quisiéramos, podríamos sintetizar cerdos, sapos, caballos, proteoides centaurinos, cualquier forma de vida que eligiéramos. ¡Elegimos nuestro código, organizamos nuestro ARN, y allá vamos! ¡El producto final sale exactamente como deseábamos!

—Por supuesto —intervino el alfa—, no seguimos el código genético humano en todos sus aspectos.

Bompensiero asintió rápidamente.

—Mi amigo ha señalado un punto vital. Durante los primeros días de la síntesis de androides, su padre decidió que, por razones sociológicas obvias, los androides debían ser instantáneamente identificables como creaciones sintéticas. Así que introdujimos ciertas modificaciones genéticas. La piel roja, la ausencia de vello corporal, la textura de piel característica, todo eso se hizo principalmente para propósitos de identificación. Luego están las modificaciones programadas para una mayor eficacia corporal. Si podemos representar el papel de dioses, ¿por qué no hacerlo perfecto?

—¿Por qué no?—dijo Manuel.

—Entonces, fuera apéndice. Reorganización de la estructura ósea de la espalda y la pelvis para eliminar todos los problemas que nos causa nuestra propia construcción defectuosa. Agudización de los sentidos. Programación del equilibrio óptimo entre grasa y músculo, en función de la estética física, la resistencia, la habilidad y los reflejos. ¿Por qué hacer androides feos o perezosos o torpes?

—¿Diría usted que los androides son superiores al ser humano normal?—preguntó Manuel fingiendo indiferencia.

Bompensiero parecía intranquilo. Titubeó, como si intentara calibrar todos los impactos políticos de la respuesta, y sin saber cuál sería la postura de Manuel en el polémico tema de los derechos civiles de los androides.

—Creo que su superioridad física resulta indudable —dijo al fin—. Nosotros los hemos programado desde el momento de su concepción para que sean fuertes, atractivos y sanos. En cierto modo, es lo mismo que hemos hecho durante las dos últimas generaciones con los seres humanos, pero no tenemos el mismo grado de control, o al menos no hemos intentado obtenerlo, por las objeciones humanísticas, la oposición de los eliminacionistas y todo eso. De todos modos, si consideramos que los androides son estériles, que la inteligencia de la mayoría de ellos es bastante baja, que incluso los alfas han demostrado (discúlpame, amigo mío) relativamente poca habilidad creativa…

—Sí —respondió Manuel—. Claro. —Señaló hacia el lejano suelo—. ¿Qué están haciendo ahí abajo?

—Ésas son las cubas de reproducción —dijo Bompensiero—. Ahí es donde las cadenas de materia nucleica básica sufren la división y la extensión. Cada cuba contiene una sopa de zigotos recién concebidos en la etapa de despegue, producidos por nuestros procedimientos de síntesis de proteínas, en vez de por el proceso sexual de unión de gametos naturales. ¿Me explico?

—Bastante bien —respondió Manuel.

Observaba fascinado el inmóvil fluido rosa de los grandes tanques circulares. Imaginó que podía ver pequeñas motas de materia viviente en ellas. Una ilusión, lo sabía.

El coche siguió avanzando en silencio.

—Estas son las cámaras de crianza —explicó Bompensiero cuando entraron en la siguiente sección.

Al mirar hacia abajo, vieron hileras de brillantes bóvedas metálicas, unidas por una intrincada telaraña de tubos.