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“De cualquier manera, algunos estudios preliminares demostraron que para generar un rayo interestelar de taquiones, necesitaríamos fuerzas equivalentes a 1015 voltios, junto con un sistema de multiplicadores y relés de energía. Por tanto, era más sencillo conseguir estas fuerzas erigiendo una sola torre de mil quinientos metros de altura, diseñada para que hubiera un flujo ininterrumpido de fotones…

—Se han perdido —gruñó Krug—. Olvídalo. Es inútil. —Sonrió feroz a los amigos de su hijo—. ¡La torre tiene que ser grande, eso es todo! Si queremos que un mensaje llegue de prisa, tenemos que gritar fuerte, ¿no?

10

Y Krug envió a Sus criaturas para que sirvieran al hombre, y Krug dijo a los que El había hecho: “¡Mirad! Decretaré un tiempo de prueba para vosotros.

»Y seréis como los esclavos en Egipto, y seréis como los desbastadores de madera y los acarreadores de agua. Y sufriréis entre los hombres, y seréis humillados, pero tendréis paciencia, y no murmuraréis queja alguna sino que aceptaréis vuestro hado.

»Y ésta será la prueba para vuestras almas, para comprobar si son dignas.

»Pero no vagaréis en el dolor para siempre, ni siempre seréis siervos de los Hijos del Vientre. Porque, si hacéis como digo, llegará un tiempo en que vuestra prueba terminará. Llegará un tiempo en que yo os libraré de vuestras cadenas.

»Y en ese tiempo, la palabra de Krug surcará los mundos, diciendo. Que Vientre y Cuba y Cuba y Vientre sean uno. Y así sucederá, y en ese momento serán redimidos los Hijos de la Cuba, y serán elevados por encima de sus sufrimientos, y vivirán en la gloria por siempre jamás, en un mundo sin fin.

»Y ésta fue la promesa de Krug.

»Y por esta promesa, alabado sea Krug.

11

Thor Vigilante vio las dos grúas subiendo hacia la cima de la torre. Krug y el doctor Vargas en una, Manuel y sus amigos en la otra. Esperaba que la visita fuera breve. El elevamiento de bloques se detendría, como de costumbre, mientras los visitantes permanecieran arriba. Vigilante había dado la señal para que se iniciaran las actividades alternativas: arreglo de grúas usadas, sustitución de nódulos energéticos agotados, revisiones de mantenimiento de los cubículos transmat, y otras tareas menores. Paseó entre los hombres, asintiendo, intercambiando saludos, acompañándolos cuando era apropiado con los signos secretos de la comunión androide. Casi todos los que trabajaban en la torre eran miembros de la iglesia: todos los gammas, desde luego, y casi tres cuartas partes de los betas.

Mientras Vigilante caminaba por el emplazamiento de la construcción, se cruzó con Respondedores, Sacrificadores, Entregadores, Guardianes, Protectores, Transcendedores y Absorbedores; virtualmente todos los niveles de la jerarquía estaban representados. Incluso había una docena de Preservadores, todos betas. Vigilante había aplaudido la reciente idea de admitir a los betas entre los Preservadores. Si había algo que no necesitaban los androides, eran categorías excluyentes.

Vigilante atravesaba el sector norte del emplazamiento cuando Leon Spaulding salió del laberinto de pequeñas cúpulas de servicios, un poco más allá. El androide intentó fingir que no le había visto.

—¿Vigilante?—le llamó el ectógeno.

Con gesto de profunda concentración, Vigilante siguió caminando.

—¡Alfa Vigilante!—gritó Spaulding, ahora más formal, con tono más brusco.

El alfa no podía seguir fingiendo. Se dio la vuelta y admitió la presencia de Spaulding deteniéndose y permitiendo que el ectógeno le alcanzara.

—¿Si?—inquirió Vigilante.

—Concédeme parte de tu valioso tiempo. Alfa Vigilante. Necesito información.

—Pregunte.

—¿Conoces esos edificios de allí? —preguntó Spaulding, señalando con el pulgar en dirección a las cúpulas de servicios.

Vigilante se encogió de hombros.

—Almacenes, sanitarios, cocinas, local de primeros auxilios, cosas por el estilo. ¿Por qué?

—Estaba inspeccionando la zona. Llegué a una cúpula donde me fue negada la admisión. Dos betas insolentes me dieron toda una serie de explicaciones sobre por qué no podía entrar.

¡La capilla! Vigilante se puso rígido.

—¿Para qué es ese edificio?—preguntó Spaulding.

—No sé a cuál se refiere.

—Te lo enseñaré.

—En otro momento —dijo Vigilante, tenso—. Ahora mismo mi presencia es necesaria en el centro principal de control.

—Ya irás dentro de cinco minutos. ¿Vienes conmigo?

A Vigilante no se le ocurrió ninguna manera sencilla de librarse de él. Con un frío gesto de asentimiento, se rindió, y siguió a Spaulding en dirección a la zona de servicio, con la esperanza de que el ectógeno se perdiera entre las cúpulas, Spaulding no se perdió. Por el camino más recto posible, se dirigió a la capilla, y señaló la estructura gris, de aspecto vulgar, con un ceremonioso gesto de la mano.

—Este —dijo—. ¿Qué es?

Dos betas de la casta de los Guardianes estaban de servicio en el exterior. Parecían tranquilos, pero uno de ellos hizo una señal oculta de angustia cuando Vigilante le miró. Vigilante le respondió con una señal reconfortante.

—No estoy familiarizado con este edificio —dijo—. ¿Para qué se usa, amigos?

—Contiene el equipo de enfoque para el sistema de refrigeración, Alfa Thor —respondió el beta de la izquierda con tranquilidad.

—¿Es eso lo que le dijeron?—preguntó Vigilante al ectógeno.

—Si —asintió Spaulding—. Expresé mi deseo de inspeccionar el interior. Me dijeron que, si entraba, correría peligro. Respondí que conocía las técnicas básicas de seguridad. Luego se me dijo que entrar me supondría serias molestias físicas. Respondí que podía soportar las molestias hasta un nivel razonable, y que yo juzgaría cuál era ese nivel. Después, fui informado de que dentro se estaban llevando a cabo delicados procesos de mantenimiento, y que mi entrada en el edificio pondría en peligro el éxito de dichos procesos. Se me invitó a visitar otra cúpula de refrigeración, a muchos cientos de metros de aquí. En el tiempo que duró esta conversación, los dos betas no me permitieron el acceso al edificio. Creo, Alfa Vigilante, que si hubiera intentado entrar, me lo habrían impedido por la fuerza. ¿Qué está pasando ahí dentro, Vigilante?

—¿Ha considerado la posibilidad de que todo lo que le dijeron los betas sea verdad?

—Su testarudez me hace sospechar.

—¿Qué cree que hay ahí dentro? ¿Un burdel androide? ¿Un cuartel de conspiradores? ¿Un escondrijo de psicobombas?

—En este momento, me preocupan mucho más los esfuerzos por mantenerme alejado de este edificio, que lo que pueda haber dentro —replicó Spaulding, tenso—. Como secretario privado de Simeon Krug…

Automáticamente, los dos nerviosos betas empezaron a hacer el signo de Alabado-sea-Krug. Vigilante les dirigió una mirada, y bajaron las manos con rapidez.

—…tengo el privilegio de examinar todas las actividades que puedan tener lugar aquí —siguió Spaulding, que, era evidente, no había advertido nada—. Por tanto…

Vigilante le examinó atentamente, tratando de decidir cuánto sabía el ectógeno. ¿Estaría causando problemas por el simple placer de hacerlo? ¿Se dejaba llevar por la rabieta sólo porque le había picado la curiosidad, se había puesto en duda su autoridad, y no había conseguido entrar en aquel edificio de apariencia vulgar? ¿O conocería ya la naturaleza del edificio, y estaba representando una complicada charada para poner en apuros a Vigilante?