IV Diálogo de Choli con Mita, 1941
– Mita, podes estar contenta del chico que te salió. Más divino imposible.
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– No, te lo aseguro. Se debe haber puesto más feo de gran decito, con cara tosca de hombre, pensaba yo.
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– ¡El mismo miedo tenía yo! no puede seguir tan lindo, va a cumplir ocho años, y lo encuentro divino. «Mami, llévame a ver a la Choli de la casa con escaleras», en este pueblo inmundo mis escaleras le parecerían las de un palacio.
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– ¡La casa de la abuela! que estaba con la abuela y las tías de La Plata. Pero yo no estoy vieja como tu abuela ¿o sí? veo a estos chicos tan grandes que pienso en los años a la fuerza.
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– Rejuvenecida diez años, porque me cuido.
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– Tenes razón, no es por eso. Nunca se esperó él de morirse, tan pronto.
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– Se enfurecería, que me pinto los ojos y llevo el pelo suelto. Son todos una porquería.
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– Fue suerte la tuya, porque hay uno bueno entre mil.
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– …Porque le decís «sí» a todo. Yo cuando pienso en los doce años ¡doce! que viví con ese perro me desespero.
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– Por mi nene, o si no doce años tirados a la calle.
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– Qué tiene de malo charlar desde la mañana? Jáuregui era un hombre que si quería no te oía.
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– Una hora diciéndole que le había echado a perder un saco. Con el agujero que le hice, tratando de desmancharlo: me lo pide y se lo iba a poner así como estaba, porque no sabía que le había hecho el agujero.
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– ¿Cómo hacías para tolerarle esos celos? Con tus mangas largas con el calor del verano, claro que él nunca se va a fijar en otra mujer, y Jáuregui se fijaba en todas. Estaba feo al final, pisando los cincuenta.
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– Se puede estar desarreglada todo el día, pero a la tarde, una vez que lo hacía sentar al nene a hacer sus deberes yo no dejaba de darme mi baño y cambiarme, así salía un rato al balcón.
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– No le das importancia al arreglo porque Berto no quiere que estés llamativa.
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– Porque sabés que no vive más que para su casa, está ahí a un paso en el negocio y no se mueve de ahí, ¿pero dónde va a ir en Vallejos?
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– No, más triste estuve en Buenos Aires, en los primeros tiempos es inmundo ser vendedora por más categoría que tuviera esa casa.
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– ¿Cuánto hace que no vas?
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– ¿Y tu mamá?
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– Pero a él tampoco le atrae el cine ¿no? Al cine te podría acompañar alguna vez.
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– ¡Las pastillas para dormir! Vos que estudiaste tendrías que saber más que yo. Siempre leyendo el diario hasta tan tarde a la noche, es eso a lo mejor que lo tiene tan nervioso ¿por qué lo mimas tanto? ¡no le leas en voz alta el diario! que se deje de embromar con ganar tanta plata, en vez de acompañarte al cine alguna vez, siempre sola con el Toto a la rastra.
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– Pero en la vereda nunca me han visto desarreglada a mí, claro que aquí no hay gente interesante con quien hablar. Y después al entrar a la cocina para la cena siempre me cambiaba, o me ponía un trapo en la cabeza y el guardapolvo, porque si no la ropa se arruina y toma olor. Si me arreglaba un poco él se reía, como diciendo «¿para qué?»
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– Pero en las giras no hlabía uno que no me dijera «qué interesante es usted, Choli».
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– Interesante, que haga pensar a la gente «¿quién será?»
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– Por los ojos sombreados ¿no te parece?
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– Que por un hombre hacen una locura, se complican en un robo, se han hecho ladronas de joyas, de las fronteras, las contrabandistas ¿y las espías? no creo que sea todo por dinero, empiezan por complicarse porque alguien se los pide.
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– Con turbante. El turbante oscuro me hace muy rara, claro que ahora teniendo a mi disposición todos los cosméticos de inspectora de Hollywood Cosméticos sin pagar, con los montones de muestras gratis que llevo, puedo probar qué es lo que me queda mejor.
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– La que se puede pintar y quedar elegante.
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– Con una indumentaria sencilla no te podes pintar demasiado, tipo de mujer que ha estudiado. Cada una con su tipo.
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– No, pero si vos me dijeras que sos la más vistosa de Vallejos entonces yo te retiraría mi confianza.
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– Pero menos mal que esta vez por Vallejos estoy de paso.
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– Les da rabia. Querían que me quedara encerrada en mi casa, toda de luto.