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Y ahora hablemos de Alejandro Magno.

La historia de su muerte (capítulo 8) es un mosaico de diversos relatos, con muchas contradicciones en ellos. Las tres versiones referentes a la respuesta de Alejandro a la pregunta «¿A quién legas tu reino?» son mías. Generalmente se acepta que la respuesta fue «al más fuerte», pero una respuesta distinta se ajustaba mejor en este contexto. Los historiadores han reflexionado mucho sobre la muerte de Alejandro, sobre su carácter inesperado y su naturaleza inexplicable, sugiriendo incluso un acto criminal (capítulo 14), aunque no existe ninguna prueba de ello.

El embalsamamiento de Alejandro con miel, lo que ocurrió en su cortejo fúnebre y el emplazamiento definitivo de su tumba en Alejandría están tomados de los relatos históricos. La posibilidad de que los restos de san Marcos que se encuentran en Venecia sean, en realidad, los de Alejandro Magno no es idea mía. Andrew Michael Chugg, en su excelente The Lost Tomb of Alexander the Great, propone esa teoría. Lo que sí es un hecho, sin embargo, es que los cristianos primitivos se apropiaban normalmente de artefactos paganos (capítulo 74), y que el cuerpo de Alejandro desapareció de Alejandría al mismo tiempo, más o menos, que el cuerpo de san Marcos reapareció (capítulo 45). Más aún, el debate político sobre el retorno de una parte o la totalidad de los restos de origen egipcio que hay en la basílica de San Marcos continúa, y el Vaticano entregó, de hecho, algunas pequeñas reliquias a Alejandría en 1968.

La localización de la tumba de Alejandro en Asia Central es del todo ficticia, pero la descripción de los objetos en su interior (capítulo 94) está inspirada en los que se hallaron en la tumba del padre de Alejandro, Filipo II, que supuestamente fue encontrada por los arqueólogos en 1977. No obstante, recientemente, se ha puesto en duda la identidad del ocupante de esa tumba.

El legado político e histórico de Alejandro sigue siendo asunto de discusión. ¿Fue un sabio visionario o un conquistador sangriento y despiadado? La discusión de Malone y Cassiopeia en el capítulo 10 contempla las dos caras de la moneda. Se han escrito muchos libros sobre la materia, pero el mejor es el de Peter Green, Alexander of Macedón, A Historical Biography. El profundo estudio de Green deja claro que Alejandro pasó toda su vida persiguiendo simplemente la gloria personal, con lo que obtuvo un legendario éxito. Y aunque el imperio que tanto luchó para crear se desmoronó en el momento en que murió, su leyenda sobrevive. Una prueba de su inmortalidad es el hecho de que se ha convertido en fuente de inspiración para otros. A veces buena, y otras (como es el caso de Irina Zovastina), perjudicial. Para Peter Green, Alejandro es un enigma cuya grandeza desafía cualquier juicio definitivo. Personifica un arquetipo inmortal y perenne, la encarnación de una búsqueda eterna, una personalidad mucho mayor que la suma de todas sus impresionantes obras.

Al fin y al cabo, fue el propio Alejandro quien mejor lo expresó: «Las penalidades y los riesgos son el precio de la gloria, pero es bueno vivir con valentía y morir dejando una fama imperecedera.»

AGRADECIMIENTOS

En primer lugar, gracias a Pam Ahearn, y, ¡cuidado!, una agente con una BlackBerry nueva es algo peligroso. En segundo lugar, como siempre, a la estupenda gente de Random House: Gina Centrello, mi editora (y lo digo con gran orgullo); Libby McGuire, por su respaldo inquebrantable; Mark Tavani, que ha vuelto a proporcionarme su valioso asesoramiento en materia de edición; Cindy Murray, a la que le encanta despacharme; Kim Hovey, que, no sé cómo, consigue que la gente me quiera; Rachel Kind, responsable de difundir el libro por el mundo entero; Beck Stvan, el artista supremo de las cubiertas; Carole Lowenstein, y, por último, a todos los de Promociones y Ventas, sin cuyo esfuerzo supremo nada sería posible.

Además, me gustaría mencionar a Vicki Satlow, nuestra agente literaria italiana, que logró que el viaje a Italia resultara productivo; a Michele Benzoni y su esposa, Leslie, que nos hicieron sentir como en casa en Venecia; a Cristina Córtese, que nos enseñó la basílica de San Marcos y nos proporcionó una información inestimable; a todos los de Nord Publishing en Italia, un equipo increíble, y a Damaris Corrigan, una dama genial que una noche, durante la cena, espoleó mi imaginación. Mi más sincero agradecimiento a todos.

Hay alguien más a quien debo una mención especial desde hace tiempo: mi hermano Bob y su esposa Kim, su hija Lyndsey y su hijo Grant. Aunque no lo digo lo bastante, todos vosotros sois muy especiales para mí.

Por último, este libro está dedicado a la que es mi esposa desde hace unos meses, que ha visto crecer la historia desde que no era más que una idea en bruto hasta convertirse en palabras plasmadas en papel. Por sus consejos, sus críticas y su apoyo durante todo el proceso.

Steve Berry

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[1] Food and Drug Administration, organismo estadounidense responsable de la regulación de alimentos y fármacos. (N. del T.)