anía de la brillantina. Mientras a mí no me toque donde no se debe que se saque el gusto, yo le puedo tocar todo lo que quiera, a mí no me hace mal, lo que hace perder la cabeza no es eso. Con gomina le queda mucho mejor el pelo, turco crespo con encima la cabeza aceitada quedaba peor todavía que un negro orillero. Hasta que vuelven de la medición en Los Toldos estoy en paz. Que traiga bombones, aros no. Demasiado gasté hoy para las doce, los zapallitos no llenan, tan lejos, más de nueve cuadras hasta esa quinta, cinco centavos menos, y se me terminó de gastar el taco de los marrón sin puntera, se me empezó a comer ya el cuero, de la media suela no me salvo, $1,50. Gilastra que fui. No me acordé de mirar la suela. Y vestido blanco última vez en mi vida que me hago uno, lavarlo cada tres posturas si es la semana que no está Yamil, si está Yamil ya dos posturas queda la cintura toda marcada, manoseada de manos en verano las manos puercas como si sudaran hollín. Y cada lavada se va gastando, y al jabón no lo regalan, la semana que Yamil va a los trabajos con el teodolito lo lavo menos. Pero si Yamil está no compro fruta a la cena para mí, con él que me lleva a tomar un helado. Si me alcanza hasta después del casamiento de Estela, que entonces el de tafetán me lo pongo para los bailes y el de seda estampado lo paso para todas las tardes, una tarde sí y una tarde no con el blanco, el blanca cuando no viene el turco con las manos. Si después de tantas lavadas no empieza a deshilacliarse, o si no lo tengo que dejar para entrecasa, y el que tengo de entrecasa lo paso para cocinar que toman tanto olor a grasa y frito. El boliche de librería estaba siempre lleno, siempre, papá con luna que no podía cruzarse al café, y ni un alma hay ahora en el negocio nuevo. A una cuadra y media del boliche de antes. Con piso de mosaico y todo de lo mejor. Pero la gente no quiere pagar los aumentos. A la librería de los gallegos Laurita encargó las participaciones, ella nos podría haber ayudado. Me voy a gastar un pan de jabón entero si me pongo a lavar el que tengo para cocinar, me arrepiento de no haberme hecho el delantal con la camisa que papá dejó del cuello todo pelado, que le haga provecho al negro que se la dimos. El doctor Fernández cobró poquísimo. Que estúpida la Pirula, si es sirvienta aflojarle a uno que no se va a casar con ella como el Héctor. Todas las noches. López era más lindo. Qué mentira me dijo. ¿No se dio cuenta esa idiota que el Héctor no la acompañaba en el Paseo delante de todos? Se sabe que las ultimas piezas en las romerías las bailan con las sirvientas. Los estudiantes. Las novias ya se volvieron a la casa, corren los estudiantes de vuelta a las romerías a sacar a bailar a las negras. ¿Cómo no se dio cuenta la primera vez esa imbécil de la Pirula? negra y basta, de fácil caliente la estúpida. Ni siquiera dejarse acompañar, ni la mano, ni besos, que le habrán venido ganas de tocarle la cara al Héctor, bien blanca no como los ordinarios que se pueden casar con ella, blanco tostado de la pileta y de los domingos uno de los mejores que juega al fútbol. Ganas de tocarle la ropa que Mita le compró de lo mejor en Buenos Aires, lo que pensaba gastar en el Toto lo gastó en el Héctor porque el Toto no creció y tiene la ropa del año pasado. Al Héctor le había quedado todo chico. Más lindo que López no es. Tiene las pestañas más largas. López ahora tiene muchas entradas, el Héctor tiene mucho cabello y la mirada triste cuando está mirando para otro lado, los ojos siempre medio mojándose con un poco de lágrimas parece, pero cuando mira de frente hablando no: la mirada de brujo. «Yo sé que te hicieron el cuento y después te largaron, y ahora estás cosida» parece que me está adivinando el Héctor, con la mirada clavada de frente que puede leer hasta el fondo, lo que está escrito en el pensamiento. López la mirada de que me quería, le hice poner una vez los anteojos de hacer cuentas en el Banco, y se los saqué, un lechuzón con los anteojos, serio, parecía el más trabajador y se los saqué, las pestañas no muy largas pero negras y los ojos verdes y el blanco sin ninguna mancha, unos hilitos apenas de venas. Siempre por lo menos un brazo libre hay que tener, la Pirula sirvienta dejarse tocar por el. Héctor que es estudiante, hay que ser más que idiota, la mujer no tiene que dejarse tocar. Le aflojó la primera vez y después está lista no se puede aguantar, además que le da lo mismo una vez que cincuenta. La habrá mirado a la Pirula fijo hasta darse cuenta de que ella tenía ganas, después ella no le pudo negar porque era así. No le pude negar nada á López de lo que yo pensaba, porque yo no tenía nada escrito en el pensamiento, que si López me miraba clavándome la mirada no me podía leer nada porque él me miraba y yo no podía pensar en nada, pensaba en mirarlo y mirarlo y mirarlo, la cara sin un defecto. En la mesa a papá le cortaría la loma de la nariz, y ojalá fuera la cara de masilla que se la aplasto de arriba y de abajo para ensancharla, esa cara larga y angosta que me salió a mí, y los ojos amarillos del cigarrillo y las dos cejas unidas, fam, fam, fam, depilarle bien esos pelos uno por uno aunque le salgan canutos, o acercarle un fósforo y quemárselos. No tiene ni una peca, la nariz respingadita, los bigotitos finos bien parejos, el cutis blanco, ni un poquito tostado del sol, siempre encerrado en el Banco, y aquella noche en ese momento me pareció que le podía clavar la mirada y alcanzar a ver en el fondo de los ojos lo que estaba pensando, yo quería que se fuera al hotel temprano que yo quería entrar a escuchar la novela, le dije que era a planchar, y él que no, que no quería volver al hotel, si hubiese estado viviendo con la familia sí, se iba, y yo todo el tiempo con un brazo me defendía de los toqueteos, pero desde el verano anterior que no iba a ver la familia a Puán y extrañaba si se volvía tan temprano y todavía no tenía sueño, solo en el hotel, y él tenía escrito que si se iba al hotel se tiraba en la cama y le empezarían a correr las lágrimas, que yo sola podía hacer que no pensara en la familia y no llorase, y en el fondo del pensamiento tenía escrito que me quería porque «andá a Puán por unos días, pedí licencia», le dije, «no, que en Puán te voy a extrañar a vos» me contestó, y le di un beso fuerte yo, y le eché los brazos al cuello, los dos brazos, como aletazos me vinieron en el pecho, de dar un salto y no dejar que se fuera, dos alas más largas que los brazos, para envolverlo; y ese rato me pareció que no nos íbamos a despegar más, a separar más, ni cuando llegara la hora de ir al Banco, que él no iba a ir, ni cuando la hora de las compras, ni cuando la hora de comer, de lavar los platos, de dormir; y los ojos se le pusieron rojos después, le quedaron llenos de venas como después de llorar, pero no es que llorara, yo lloré, del dolor, y a los dos se nos fueron poniendo así los ojos, que el corazón se atraganta de sangre. Ese día sí te había podido leer el pensamiento, pero después en los ojos no lo miré más fijo. Pobre Pirula ¿mentiras del Toto serán? Que no lo tienen que mandar pupilo, dice la Choli, que el Toto no va a aguantar, Mita lo quiere mandar pupilo. Lo quiere mandar Berto. Y el lío a la hora de la leche. «No voy más con ese instructor desgraciado» medio llorando el Toto. «Vos calíate, mocosito, ¿será posible que tampoco aprendas a nadar?» Mita que le sirve el tazón de café con leche y el Héctor, Mita y el Toto de vuelta de la pileta la mesa cargada con un plato de torrejas y peritas en almíbar, manteca, dulce, tostadas, en un minuto desaparecían las pilas de tostadas, la muchacha traía otras, probé las torrejas pero las peritas no. «El gilastro este porque no se quiere largar de cabeza», «si me pego en el fondo puede venir un desmayo», y Mita me cantaba «nunca me imaginé eso, yo lo más confiada le pregunto al instructor cómo iba el Toto, y me dice que era el más atrasado porque no le hacía caso ni en la zambullida ni en el estilo crawl, quiere ir siempre con la cabeza afuera del agua, estilo rana. La Choli con su santa paciencia le enseñó así el año pasado» La rabia de Mita, que se olvidó con la rabia de hacerme probar las peritas a ver cómo le habían salido, y yo tampoco fui más con el instructor, una sola clase, que el primer día ya quiere hacer meter la cabeza debajo del agua en la zambullida, bestia. Yamil dice que asusta a la gente, la gorda del almacén se resbaló y se soltó del borde, y al fondo, y salía, toda asfixiada y se volvía a hundir y recién la tercera vez que apareció la sostuvo el instructor. Yo no le creía a Yamil, la gorda tampoco quiso ir más, Yamil dice que el instructor la miraba hundirse y se reía solo. «¿Va esta tarde al cine, Mita?», «sí, ya la vi en La Plata pero es muy linda La ninfa constante, sobre todo por ella que es tan delicada» y el Toto no se quiere quedar atrás «pero hablan siempre de la ninfa y nunca sale, sería lindo que saliera en transparente, que la ninfa es el alma de la chica pero no sale, a mí no me gustó, no vayas, Delia» y Mita «no, es preciosa Jacinta, anda a verla, hay una parte preciosa en que ellas, las hermanas, están siempre hablando de arte, se enloquecen por la pintura y la música, un tesoro las tres que hacen de hermanas!». Y quedaban cinco peritas en la fuente y las cinco se las agarró el Toto, y el Héctor se había comido una nomás que agarró con los dedos ni bien se sentó a la mesa, y «Mita mirá este petiso cagón, se agarró todo!» y Mita «Dale tres al Héctor» y el Toto «se las doy si me salvo de ir a practicar con la bicicleta», que tiene la bicicleta desde el invierno y todavía no aprendió a subirse solo porque es muy alta, él no crece y tiene miedo de caerse, y Mita rabiar y rabiar, y Mita rabiosa «¿será posible que no lo pueda enderezar a este mocoso de mierda?» la rabia de Mita, «¡si no hace ejercicio no se va a desarrollar, queda enano!», si el que va a nacer le sale desobediente como el Héctor y el Toto está lista, el Héctor está emperrado con el boxeo «con todo lo que morfa se vuelve puro culo y panza este enano, si no se mueve ¿pero quién lo arrastra al Baby Box del Recreativo?» «Puro culo y panza serás vos, y sabés mamá, ayer le vi todo el pito cortado de tener malas costumbres, la sirvienta de enfrente le habrá hecho algo con la cuchilla», de buenas a primeras empezó a gritar el Toto, y yo no sabía dónde meterme, el Héctor le tiró la taza de leche en ia cara y el Toto corrió a agarrar el traje recién planchado de Héctor y se lo tiró al aljibe, y se encerró como siempre en el baño. Mita con el susto a decirle a Berto de la herida del Héctor, y Berto por poco se mea de la risa. Yo rojia de vergüenza. ¿Qué quería decir el Toto con la cuchilla? Después de eso lo que pasó antes de ayer no me extrañó. Yo me fui. Al rato a las seis con Yamil en el cine la vimos a Mita entrar con el Toto, ellos ya la habían visto en La Plata a La ninfa constante, preciosa, yo lloré, el turco como siempre «sentémonos atrás de todo» y atrás de todo no había nadie, toda la película tuve que estar agarrándole, él no vio ni la mitad, entre que cerraba los ojos o me miraba a mí, y se reía de que lloré «las mujeres siempre lloran por pavadas», sí, pavadas, hay veces que se llora porque no se aguanta más, que yo me empecé a dar cuenta que López me empezaba a fallar cada vez más seguido, un día por una cosa y otro por otra y aquel viernes a la noche yo veía que él no me metía la mano debajo de la pollera, después de tantos días sin venir, y le agarré la mano y se la puse entre mis piernas y me la saca y «no debemos hacer más esto, está mal» y yo «¿por qué?» y él «porque sí», y se fue. Se fue así, el desgraciado… ¡López! ¡López! ¡López! ¡Yo no sabía que aquel domingo anterior había sido la última vez, la última vez en mi vida yo que creía que era una de tantas noches y me le quejaba de que estaba medio callado y medio bruto, en el zaguán oscuro! Y después de cinco días sin verlo de repente ese viernes no quiso saber más nada, se le acercaba la hora de casarse en su pueblo y de repente no quiso saber más nada. Nunca me imaginé que aquel domingo había sido h última vez, que si él me lo hubiese dicho yo habría pensado fuerte fuerte en cada minuto que pasaba para no olvidármelo más, lo hubiese agarrado tan fuerte hasta que los dedos me dolieran de tanto apretarlo, y le hubiese dicho una por una todas las cosas que haría por él, no comer, no dormir…, hasta convencerlo de que volviera… Pero eso era ya demasiado pedir, yo me conformaba con haber sabido que esa era la última vez. Y esperarlo, con el mejor vestido, y sin mezquinarle el perfume, con las medias de seda y el piso del zaguán hecho un espejo, y unas cuantas macetas de heléchos le pedía a Mita para adornar,…y me jugaba entera. Y no lo esperaba en el zaguán, lo esperaba en la esquina, así lo veía venir desde una cuadra de distancia, que se iba agrandando hasta que cerca mío yo empezaba a retroceder y empezaba a contar uno, dos, tres, cuatro… el tiempo que faltaba para que me alcanzara en el zaguán oscuro y me abrázala… once, doce, trece, catorce,…y de chiquito que estaba en la esquina lejos ya está delante mío que me tapa todo lo que hay delante, me tapa todo con la cabeza y el cuello y las hombreras, pero yo le miro los ojos que se le refleja el piso encerado del zaguán, y en el piso encerado se refleja un hombre que es él, dónde empieza él y dónde termina el piso no se sabe y la cabeza me empieza a dar vueltas del mareo y me la agarro fuerte para no perder el equilibrio… Y buen golpe que me di, por chiquilina tonta nada más. Que el buen carácter es lo principal tiene razón Mita. En mi casa será todo con horario, que no venga papá como siempre que se le pasó la hora en el bar y el turco que no se retrase porque a la comida no la va a encontrar, únicamente si la busca en el tacho de basura, ahí la va a encontrar. Y nada de tomar muchacha, así el cálculo que sacó que no le alcanza para veraneo, le alcanza. Todo en comida quiere gastar ese animal, tres platos quiere como en el hotel, mucho más caro que hacer un buen plato abundante de una sola cosa. Yo lo voy a domar, a mediodía le digo «hay tres platos: cordero con batatas, pastel de papas y postre de cocina», budín de pan, que es como si fuera un tercer plato. Y le hago comer cordero hasta que rebalsa, y cuando traigo el pastel ya no tiene hambre, apenas si comemos la mitad del budín de pan, y así a la noche tengo el pastel de papa y la mitad de budín, ya está la cena lista sin gastar un centavo, y le sigo haciendo la manganeta hasta que se olvide de que en el hotel comía tres platos. Fiambre, ravioles y carne con estofado en lo de Mita antes de ayer, y arrollado con dulce de leche, lástima que el Toto arruinó todo. Se habrá llenado el muerto de hambre del instructor, a régimen en la pensión, le dije que no iba más a practicar porque tenía que hacer en casa, Mita me pateó debajo de la mesa, claro, el tipo lo mismo me ve en la pileta, qué perro. Pero los domingos no me ve, eso no me puede negar, antes de encontrarme en el agua con López y la mujer me muero. Tirada en el césped tomando sol miré a un lado y había un hombre de espalda, en malla, la primera vez que veía ese hombre tan blanco de cuerpo y miro la cara y era él, que ia cara se la he besado hasta morirme pero nunca lo había visto sin camisa, el cuerpo era como el de todos los hombres, yo creí que sería más delicado y detrás se apareció la mujer y no me vieron más el pelo los domingos en la pileta. Y Berto le hizo tomar vino de más al instructor que se largara a hablar de la de Páez, que no quiere nunca contar, y Berto «el viejo Páez mandó a arreglar la carabina, dice que un zorro se le mete a la noche en el gallinero» y al instructor le hizo mal el vino «yo estoy siempre entre gallinas, hay que ver el miedo que le tienen al agua en este pueblo» y me mira a mí y el Toto sonso se pone colorado y dice «yo no le tengo miedo al agua, lo que le tengo miedo es al fondo de la pileta», y Berto «pero si haces caso a lo que te dicen vas a aprender a zambullirte sin golpear la cabeza», y el Toto «ya me golpeé una vez y con esa basta», y Berto «si no fuera que estamos en la mesa sabés lo que te haría» y el instructor «el crául tampoco lo aprendes, y no hay piso que no valga ahí», y el Toto «se pronuncia crol», y el (Héctor «habló el genio», y Mita «al principio aprendía todo bien, después llegó lo de las zambullidas y se atrancó», y el instructor «no señora, lo que tiene el Toto… es celos, está celoso de los otros chicos que aprenden y él no» y se levantó de la mesa y se volvió a sentar el instructor, que no se sabía lo que quería, y ahí me di cuenta que se le había subido el vino a la cabeza porque casi se le escapó un eructo y lo miré al Toto y estaba blanco como el papel. Y Berto «es feo que tengas celos, el instructor te quiere mucho, siempre me pregunta por vos si no te ve, él quiere a todos los chicos igual» y el instructor «pero a los celosos no los quiero, y a las gallinas tampoco, miedo tienen las mujeres» y el Toto de un manotón agarra el cuchillo de cortar torta y un alarido de Mita y otro mío que el Toto de un arranque le había clavado el cuchillo en un brazo a la sirvienta que se acercó en ese momento a levantar los platos de postre. Todos paralizados estábamos. El cuchillo le quedó clavado de punta cerca de la muñeca y solo se cayó al suelo. El Toto de un salto ya salía cuando el Héctor lo alcanzó de un brazo, pero al verlo al Berto enfurecido abalanzándose lo dejó escapar el Héctor al Toto. Menos mal que la muchacha se tapó la barriga con el brazo, si no la mataba y el brazo se lo tajeó no más. ¿Si está siempre pegado a Mita, dónde se volvió asesino ese chico? La muchacha que es tan buena con él ¿por qué se la agarró con ella? El mantel todo manchado de sangre y la pobre negrita no dijo ni «a», los ojos llenos de lágrimas, Mita enseguida la vendó y cuando estaba por venir el doctor Fernández a darle los puntos a mí me dio vergüenza y me fui… Y yo no sé si los médicos guardan los secretos, si el turco sabe, pobre, qué disgusto le daría. Son cosas que solamente una chiquilina tonta se deja embromar. Después no queda más que la rabia, eso es lo que se sale ganando. Que la coma la rabia noche y día. Total por lo que duró… Después que se iba me dormía de un tirón hasta las ocho, ni bien colocaba en la almohada la cabeza me ponía a roncar. Todas las noches dormir de un tirón. Y la mañana levantarme, tomar un mate, pensar en anoche, barrer, pasar el plumero y el trapo mojado, ir a la carnicería, al almacén, pasar por la librería, y hay por ahí que comprar hilo o elástico o un repasador y aprovecho para preguntarle a Estela si lo vio esa mañana a la entrada del Banco, cocinar, lavar los platos, dormir la siesta,…que ya se acerca, se acerca la hora, coser desatarme los rulos, dar una vueltita por el paseo que la voy a buscar a mamá, la cena, pintarme, peinarme, vestirme, salir de la pieza, el pasillo, el vestíbulo, el zaguán, la puerta de calle, me paro contra el rinconcito, me aliso el vestido y pasan cinco, diez minutos y veo que en la esquina no hay nadie, todavía no hay nadie, cuento hasta veinte, treinta, cuarenta y viene un hombre, dobla la esquina y camina para casa y no es el policía de la esquina, no es Juan de los Palotes, no es el diarero, no es el chico de la fonda, no es el turco, no es el Héctor,…es él, los ojos verdes, la naricita, las palabras escritas en el fondo del pensamiento «si me haces ir temprano al hotel no voy a aguantar las ganas de llorar» y yo «anda a Puán por unos días, pedí licencia» y él «en Puán te voy a extrañar a vos»…que soy yo, no Laurita, ni Mita, ni la Pirula, ni la ninfa constante, soy yo… Y le echo los dos brazos al cuello, todo para mí, lo miro, lo toco, lo oigo respirar y yo respiro y los dos que respiramos, suspiros de él, o míos, que no importa que yo deje de respirar que él puede respirar para darme el aire, en la carne viva, dónde empieza él y dónde termino yo quién puede saberlo? eso quiere decir que me quiere, que quiere ver dentro de mí, y llegar hasta donde está escrito que lo quiero y que no hay ninguno como él, porque todo adentro mío está todo escrito que lo quiero tanto, tanto, tanto; y para él soy la mejor que hay y no nos despegamos más y entonces ya va a saber bien qué es lo que pienso y no voy a tener necesidad de decirle que para ponerlo contento me anima a tirarme del obelisco de Buenos Aires, y me hago mil pedazos, que él va a seguir viviendo y va a pensar en mí y eso es al final lo único que me importa, que no piense en otra, y escrito en el pensamiento de él va a estar que me quiere más que a nadie… o que sin mí no va a poder vivir y se va a morir de la pena… o lo que sea… lo que se le dé la gana,…ay Dios mío, que hasta cuándo, hasta qué día, qué hora, qué minuto me va a seguir amargando la vida, maldito el momento en que lo conocí. Y que se muera si quiere, que no por eso me voy a morir yo, y que si me muero tampoco me importa, porque ya todo se fue al diablo y la vida es una reverenda porquería, la puta que los parió a los hombres y que los recontra mil veces. Que lo mismo aunque duerma mal de noche a la mañana tengo que levantarme y si no tomo un mate me viene languidez y si no hay azúcar hay que ir al almacén y los días de viento y tierra si una no está barriendo de la mañana a la noche se ahoga en la tierra, no sé cómo Mita consiguió que el carpintero le arreglara las puertas para que no le pasara la tierra por las rendijas. Yo ni bien pongamos la casa con el turco hago arreglar las puertas. Así mamá no tendrá tanto trabajo. Yo cocino y mamá limpia y lava y papá en el negocio, basta de bar. Así me ahorro la sirvienta y tenemos mucho para comida y sobra para el veraneo, un año me conozco Mar del Plata, otro Córdoba, otro Mendoza, aprovecho mientras no haya crios: si salen con la nariz del turco me muero. Las panzadas que le voy a hacer darse a ese turco, y yo no me voy a quedar atrás, lo único que no quiere comer es carne de cerdo, vamos a aprovechar con mamá cuando él se vaya afuera con el teodolito, para hacer una noche en el patio un buen asado de chancho, no da ningún trabajo, con un poco de ensalada, y bastante vino, llena que no me pueda mover con la modorra que da el vino y el asado… me lavo los platos que ya me estoy durmiendo y ni bien termino de cabeza a la cama, que con el estómago pesado no pienso en nada que ya me quedo frita, y a dormir a pata ancha hasta el otro día.