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VIII Mita, Invierno 1943

Y ni un amigote le voy a dejar traer al Héctor este verano, que si se ponen a patear en el patio los mato: 10 grados bajo cero este invierno en La Plata, y en Vallejos 15 bajo cero aguantaron sin helarse las plantas de las macetas nuevas. Al terminar el jol, se corre el toldo, se abre la puerta de vidrio y ya no se ve más el patio pelado. Heléchos altos y hojas de salón alrededor del árbol de las naranjas, y muchos gajos florecidos de clavel del aire en la reja del aljibe. Y de más allá, donde están las plantas de mandarinas va a venir el fresquito de la tierra siempre húmeda del sol que no entra casi. Era el mejor lugar para las calas, siempre a la sombra. Todas las noches en el patio vamos a comer cuando venga el verano, con el fresco de las plantas. Y todos los días a la pileta, nada peor que estar de encargue en verano. Todo blanco de calas en pleno invierno debajo de las copas ralas de las mandarinas, contra la pared los lirios casi no se ven, el último año que los planto, violeta oscuros y blancos, la tristeza de flor de cementerio que dan los lirios. Calas al panteón llevaron el Toto y el Héctor, un día de las vacaciones de julio que no hacia tanto frío, en bicicleta todos esos kilómetros. Nunca me voy a animar yo, a ir. Siestas largas en invierno y todo el diario, y dos, tres, cuatro capítulos de novela a la noche, hasta que puedo cerrar los ojos, y me espía, se hace el dormido Berto pero yo sé que si lloro se da cuenta, hasta que consiga que me olvide, pero cómo me voy a olvidar? Me parece que ya se durmió. A paso lento veinte cuadras de ida y veinte de vuelta por otras calles, caminando no se siente el frío bajo el solcito de las dos de la tarde que el ejercicio ayuda a dormir bien a la noche, en vez de acostarme a la siesta, y ya empiezan las calles de tierra apenas a dos cuadras de casa y a cuatro cuadras los ranchos, y un poco más y ya se abre el campo con alguna chacra. No se mueve una hoja hoy, ayer un poco de pampero se levantó, frío, que un mes más y se acabaron las caminatas por desgracia, la boca y la nariz seca y la garganta irritada de la polvareda que levanta el viento, cuando empiece octubre en Vallejos. Los anteojos negros puestos desde la mañana para salir a la calle, con los lentes se ven negras las nubes altas de tormenta que corren y al ras de las casas las nubes marrones de polvo en remolinos y un día van a terminar de enterrar las casas los remolinos de polvo, hasta que paren de soplar los ventarrones de oeste a este. Toda la pampa recorren pero no llegan a La Plata, apenas una brisita y si las chicas respiran a pulmón abierto en la cuadra de la Facultad, se marean con el perfume de todas esas plantas, una cuadra antes de llegar ya empiezan las plantas de naranjas en las veredas de 48 desde la calle 5 hasta 7 y frente al aula magna la plazoleta está cargada de florecitas de azahar en octubre, y la cabeza habría que tener despejada y libre como un papel en blanco cuando se acercan los exámenes, sin respirar ese aire endulzado que sueltan las plantas pero dan ganas de cerrar los ojos y abrirlos y estar recorriendo un bosque, en una carroza, los bosques de Viena, cuando empiezan a despertarse los pájaros de la mañana y se levanta el sol detrás de la enramada que deja pasar pocos rayos, por tantos árboles que no dejan paso hasta que una brisa los mueve y tapan de aquí pero destapan de allá y van entrando los rayos de luz amarilla clara casi blanca por entre las ramas de hojas verde oscuro, que de noche son negras y verde claro a la mañana bien temprano. ¿Cómo serán los árboles de los famosos bosques de Viena? Un poco de pasto verde gracias a las lluvias este año en Vallejos, y al fondo de la calle del boliche «Galicia unida» se ve la chacra de las retamas, no se ve la chacra, se ven las dos plantas de retamas amarillas de flores y la chacra desapareció que esta mañana el azufre precipitó en la probeta de ácido crómico haciendo pildoras y me vinieron ganas de tener retamas. Ramas y ramas cargadas de florecitas amarillas nada más que a mí me las da la checa, un espejo es la casita de chacra adentro ¿se puede comparar una checa o una alemana con una gallega invadida por la mugre? El gusto por la limpieza, por las plantas, las labores, los postres de cocina con frutas de la quinta y el Toto con la boca llena de torta de moras miraba el mantel bordado en punto cruz de todos colores y la miraba ya la checa y me miraba a mí como diciendo que ella no había hecho el dibujo de los aldeanos del borde agarrados de la mano y saltando para que no los alcancen las chispas de la fogata que arde en el centro del mantel, el fuego en hilo verde con lengüetas doradas, el mar y no el fuego parecía, y las olas con las puntas ardiendo. Mirábamos y mirábamos las retamas al pasar y la checa a contarme todas las enfermedades que había tenido desde que pisó la Argentina y no sabía qué darme al prometerle la pomada. Más de veinte cuadras de ida y a la vuelta un buen ramo de retamas se trajo el Toto y otro yo, y toda «La puerta de oro» me contó el Toto a la ida y a la vuelta me iba a contar otra que yo no vi, postrada dos meses, y casi todas las tardes visitas a contar pavadas. Pavadas de los partos de ésta y de aquélla, total a nadie le importa nada, sí, esa es la verdad, a nadie le importó nada, y todos se olvidaron y como si no hubiese pasado nada. Y a la ida hoy, de un aventurero que se finge enamorado de una chica ingenua, maestra, para salir de la pobreza de Méjico y entrar en California a darse la gran vida, entrar por «La puerta de oro». Y a la vuelta de los disfraces checos y el fuego del mantel y los muñecos mágicos judíos y los alquimistas locos le conté yo. Con los ojos abiertos, abiertos, «más y más» que le contara. Sin un solo defecto, un ser perfecto era lo que los alquimistas querían. Retamas en vez de azufre en la probeta y un rubí rojo purísimo para el color de la sangre y gotas de mercurio para el brillo de los ojos y una manzana fresquita para el fósforo del cerebro, un ala de paloma para los buenos sentimientos y algo para la fuerza… uñas de toro, en la probeta, para dar una buena trompada al que se lo merece, y no salir corriendo,…y dar el pelotazo más fuerte contra el arco, y maña para no caerse de la bicicleta aunque el asiento sea alto. Pero de lo más alto, de más alto que las estrellas nos caímos, el ajuar de angora y volar con la imaginación es tan fácil, a ilusionarnos e ilusionarnos, la carita, cómo iba a ser de lindo, la gente que me para por la calle para verlo, los juguetes de paño lenci para que no se lastime que le quiere traer el Toto, y Berto que lo revisa por todas partes y no le encuentra un defecto porque el nenito es precioso y fuerte y de un pelotazo rompe todos los vidrios del jol. «La puerta de oro» creí que la iba a ver, pero fue el día que me internaron, y esa semana que siguió tampoco el Toto fue a ver ninguna cinta y después era mejor que se distrajese ese rato en el cine. Por suerte no lo había mandado pupilo al Toto. El desembarque de Maximiliano y Carlota, el mal augurio del jardín del palacio, el fusilamiento y Carlota abriendo la ventana para que entre el alma del marido me salieron lo más bien: siete películas en cartoncitos para empezar de nuevo la colección ya tenemos dibujadas. Juárez los cartoncitos que mejor salieron» y los puso primero de todos en la pila. Para mañana Alma en la sombra tenemos que me cuente a la siesta, a ver si llegamos caminando hasta el molino de la chacra grande. De vuelta no sé. Primeros en la pila de antes estaban los cartoncitos de El gran Ziegfeld, el título en letras como sobre un telón, la escena triste del teléfono, y cuadros musicales a todo lujo, los vestidos de lame, abanicos inmensos de plumas y cortinados de tul que caen en cascada. Fuera de quicio por esa mocosa de la Teté, al resumidero fueron a parar los cartoncitos de antes, ¿o fue por las peleas con el Héctor? Se los tiré todos al resumidero, ni la sombra de aquellos son los cartoncitos nuevos de Juárez. Si sabe que le tiré los cartoncitos al Toto, me mata la Choli ¿por qué será que se pierde la mano para el dibujo? en invierno estuvo la Choli, la Teté y los padres después, pero a la Choli no alcancé a decirle que esperaba un nene, y el Toto si fuera por las verduras y fruta y carne que come tendría que ser un álamo, no sé cómo pudo desarrollarse el Héctor tan mal alimentado de pensión que sí fueran fiebres del crecimiento el Toto ya habría crecido, pero hice mal en no llevarlo al especialista en La Plata, claro que estando yo en la pileta habría aprendido con el instructor, pero cómo se hacía para ir a la pileta y aguantarme de ir al agua? Diciembre fue el quinto mes, enero el sexto siempre mareada, febrero el séptimo, el viento caliente con tierra que se vino y si en marzo no empezaran las clases quién los aguanta con sus peleas. En el colegio, alguna de un rancho le habrá dicho al Toto que se puede matar con el pensamiento, me preguntó si era cierto, y del mal de ojo. Y todos tienen algo que decir, nadie se quiere quedar callado, «es mejor no ponerle nombre enseguida al nene si nace mal, porque después queda más el recuerdo», dicen todos, una carita de ángel, no de nene recién nacido, les parecía a Berto y el Toto, un nene muy grande, al Toto al principio no le gustaba la cara del nene, me dice que «no es tan lindo el nene» y yo le digo que es porque no está muy bien, y hay un poco de peligro, y el Toto me dice «si se muere es como en Hasta que la muerte nos separe, que se le muere el nenito recién nacido a Bárbara Stanwyck» y yo lo tranquilicé que no se iba a morir y «si se muere sería como en una cinta ¿te das cuenta?» me dice, y «si pudieras elegir una película para volver a ver ¿cuál eligirías? me dice el Toto, y yo le adiviné el pensamiento y le dije «mm… El gran Ziegfeld ¿adiviné?», y me dijo que no, pero después dijo «si, yo también El gran Ziegfeld». Yo creo que me moriría de pena en el cine si tuviera que ver de nuevo Hasta que la muerte nos separe. Tanto qué hacer tenía la enfermera y el Toto lo vigilaba al nenito si se sentía mal, todos esos días vigilándolo para llamar a la enfermera dándole aire con una pantalla, un bebe que dicen que era hermoso, y yo en la otra punta de la pieza sin poder verlo, esa pieza con la pintura mal puesta eremita toda descascarada, tan fea pero peor con los floreros de gladiolos artificiales que le hice sacar, no me iba a aguantar flores caseras de papel una semana entera, prefiero las repisas sin nada contra la pared por descascarada que esté, y yo en la otra punta de la pieza sin poder verlo, nunca, nunca, y una madre que no ve a su hijo porque ha nacido con defecto de respiración pero que es hermoso, pesa casi cinco kilos y tiene una carita de ángel perfecta y «es mejor que no lo vea, para que no sufra y no tenga recuerdos» y yo que sí, que sí lo iba a ver al día siguiente, o esa misma noche si el nenito mejoraba. Parece que adivinara Berto las cosas, el Toto no quería ir al colegio pero Berto lo mandó, por suerte lo mandó al colegio al Toto esa mañana y a la salida vino un ratito, y me dijo que el nenito ahora le gustaba tanto, yo lloré tanto al contarle que casi se nos había muerto esa noche, y lo mandé a la clase de inglés y así no vio nada, Dios lo iluminó a Berto, Dios por modo de decir, porque no creo que Dios exista y sea como es. La Choli quién sabe dónde andará este invieno, por suerte no lo había mandado pupilo al Toto, la Choli todos esos meses sin ver al chico por las giras para poder seguirle pagando el colegio. Hollywood Cosméticos de aquí, Hollywood Cosméticos de allá, pero ni siquiera los domingos puede ver al chico. No a ese colegio encerrado en el centro sino a uno con más aire, para que hiciera ejercicio que es lo que necesita el Toto, «y estar lejos de tus polleras», Berto, y sola me hubiese quedado este año ¿a la siesta sola tendría que haber salido a hacer las caminatas? Los chicos se vuelven hombres en los colegios lejos de los padres, dicen ¿y yo me hubiese quedado sin mi chico? ¿que después al fin de las clases me volvía hecho un hombre? ¿y a una madre le pueden así arrancar su chico y después devolverle lo que se les dé la gana? La fatalidad me podrá arrancar lo que quiera, que ya sé que puede arrancar lo que quiere la fatalidad, cuando se lo propone, pero mientras lo pueda evitar a mí no me van a arrancar a mi chico para devolverme después un grandulón que le da vergüenza ir al cine con la madre: el Héctor se fue a Buenos Aires con el padre, y al final de las clases le daba vergüenza darme un beso, y se fue en marzo que era un nene y se volvió en noviembre con pelos en las piernas, y se volvió a ir en marzo y en noviembre se apareció lleno de granos y con la nariz hinchada y vuelta a irse, que ya no me importaba nada la última vez y cuando se apareció la tercera vez nadie lo reconocía, un hombre, no creo que en Vallejos haya otro más lindo entre los muchachos, lástima que tenga el diablo adentro, y «basta mirarle los ojos, esa mirada tan triste que tiene cuando nadie lo ve», me dice Berto, «para darse cuenta del buen fondo que tiene ese chico» y no sé por qué tiene esa mirada triste si no le falta nada. La Choli se enloquecería con los heléchos nuevos del patio, ojalá viniera para charlar un poco, en pleno agosto, con todo florecido, flores y flores en pleno invierno gracias a las calas, blanco todo del lado de la pared donde no entra el sol casi, y con todas esas calas en el jardín era una pena no llevar un ramo al panteón. No es que no tenga corazón el Héctor, pero no quería ir en bicicleta al cementerio en las vacaciones de julio que se cumplían dos meses y flores de casa me parece que tienen más significado que flores compradas, no es por el gasto. Y Berto «mañana las llevo yo en el auto, que estoy más libre» pero al Toto ya había cortado las calas por su cuenta, y «pongámoslas en abanico, como en Hasta que la muerte nos separe, cuando llevan flores a la cruz en la tierra» ya con los ojos por llorar y el Héctor «basta de teatro» y el Toto «vos porque no lo conociste y porque sos un animal» y el Héctor «y vos maricón mientras Horas te crees que estás en una película». Perro y gato, pelear no es nada, lo peor es que Berto nos tiene prohibido llorar cada vez que nos acordamos, ¿Y dónde se puede ir en las vacaciones de invierno? Todos metidos en casa y la presa que le sirvo a uno la quiere al otro y si no hay pollo y nadie se pelea «el gordo Méndez no viene al entrenamiento hoy» dijo el Héctor, y Berto «el domingo jugó mal» y el Héctor «la hermana ya es la segunda vez que la va a buscar a la estancia y cuando llega a la partera se le pasa» y el Toto «se le va a morir el nene» y el Héctor «¿de dónde sacas eso?» y el Toto «oí a la partera que lo contaba en la farmacia» y yo haciendo que no me importaba «¿cuándo? la partera hace meses que no viene a la farmacia» y el Toto «vos estabas en el laboratorio preparando un jarabe y no la oíste» y yo «no es cierto, la partera está peleada y no viene más a la farmacia» y el Toto «bueno, no puedo decir quién lo dijo, ¡pero se le va a morir!» y Berto «¿por qué no lo ponen al Chicho de inside en vez del Gordo?» y el Héctor «el Chicho no sirve en la delantera» y ya sabía yo que Berto me iba a mirar de reojos y yo no sabía cómo aguantarme, todas las cosas que íbamos a hacer y la esperanza de que se salvara, noche y día, noche y día, y Berto «la macana es que el Gordo no te quiere pasar la pelota aunque estés mejor colocado» y salí corriendo de la mesa que no aguanté más que viera la partera con esa cara de bestia y dijera que ya no respiraba más, que era lo menos que se podía esperar porque a la noche había estado tan mal pero era de día y se había compuesto bastante el tiempo, en mayo son los primeros fríos pero si sale el sol está bastante templado y cómo, digo cómo a las tres de la tarde puede pasar eso, que el nenito que había podido resistir toda la noche me dejara de respirar a las tres de la tarde; yo por primera vez había podido comer, a las doce, y la comida me había caído bien, llegó el Toto del colegio y lloré tanto al contarle que esa noche casi se había muerto el nenito pero ahora estaba mejor y el Toto se va a la clase de inglés y tanto bien me había hecho llorar un poco, se me había, calmado los nervios y a lo mejor me dormitaba un poco pensando otra vez que iba a volver a pensar de nuevo en el nombre para el bautismo que era mejor no pensar me habían dicho cuando nació mal porque después queda más fuerte el recuerdo, y qué nombre ponerle, tantos nombres, el que quería uno, el que quería otro. Y con los ojos secos me agarró la partera, ni una lágrima me quedaba, de esas lágrimas de alivio al pensar que se había salvado, y se me presenta ahí la partera, y en esa pieza que desde el principio no me había gustado, y me dice que ya no había nada que hacer y yo le pregunto por qué ese disparate, esa idea descabellada, y me contesta porque el nene no respiraba más. Y se queda mirándome. Y ni una lágrima me había quedado, que ya no iba a ver razón para llorar pensaba yo, los ojos y todo reseco hasta la garganta me había quedado, y están nada más que los barrotes de la cama para agarrarse y retorcerse las manos: la partera no dijo nada, eso me había parecido a mí, lo que hizo fue abalanzarse y clavarme un bisturí y a los barrotes me agarro que no quiero tocarme el pecho y rozar el borde afilado del bisturí, pero es imposible aguantarlo un minuto más «que no hay nada que hacer» me vino a decir, y me lo revolvió como una carnicera, -«porque no respira más» me siguió diciendo y el bisturí lo debe haber sacado para desinfectarlo y guardarlo en la vitrina y menos mal que el Toto no estaba ahí, entre la cama y la puerta que al abalanzarse la partera él se podía poner de por medio y recibir la herida y un chico no podría haber resistido y se habría muerto, pero yo estaba sola cuando se apareció la partera, cuando me estaba por dormitar, después del alivio yo no la oí entrar a las tres de la tarde cuando vino a clavarme el bisturí que está infestado, y no se aguanta, una herida hecha por carnicera, una herida que se va agrandando: no llores dice Berto, y una herida duele hasta que se cicatriza ¿y si no se cicatriza nunca más? una herida que no se cicatriza es posible que esté infectada. Y no me deja que llore, si Berto me oye y se despierta, parece imposible pero esa tarde no pude llorar, si un rato antes no hubiese llorado tanto pensándolo a salvo a mi nene, y ni una lágrima, pero Berto se despierta si lloro ¿y ni siquiera eso? ¿ni siquiera llorar., ¿por qué no? si no aguanto más… Y qué importa que se despierte o que estemos en la mesa, por lo menos llorar, ahora que puedo llorar cada vez que la partera me viene a decir ese disparate, esa idea descabellada, llorar hasta que se va de la pieza y no me mira más. Corriendo desde la mesa hasta el jol, en la otra punta de la casa, en el sillón más lejos para que no me oigan, y los pasos del Toto no se oyen, se oye el llanto acercarse que el Toto tampoco puede aguantar en la mesa cada vez que se acuerda Y se sienta al lado mío, a llorar hasta que la partera no nos mira más y se va de la pieza. Los gladiolos de papel se los hice sacar el primer día, pero en esta oscuridad completa con la persiana cerrada, un poquito apenas de luz ayuda para dormir? apenas una luz de noche oscura entraría por la persiana abierta que no es como estar en esta oscuridad con la persiana cerrada y si enciendo el velador se va a despertar Berto Con la persiana abierta se verían la pieza, los muebles, y mirando algo contando ovejitas para tomar el sueño, todas las piezas son iguales en la oscuridad completa, si no hay nada de luz, a la mañana entra el sol por la persiana abierta y a las seis ya no se podría más dormir, hay que dormir con las persianas cerradas, veo apenas el techo de yeso con la mancha de humedad negra, la forma de picos de montañas o de campamentos de beduinos no se ve en la oscuridad, o de barcos hundiéndose entre las olas en punta como triángulos, el naufragio de Pablo y Virginia quiénes eran me preguntó el Toto, la tengo un poco olvidada ¿cómo era? de lo más triste, de la biblioteca de la Facultad, ¿y si la leyera y llorase? Berto se despertaría, no se despertaría con lágrimas solas, corren sin hacer ruido las lágrimas, las lágrimas en el cine, las lágrimas al leer María de Jorge Isaacs, es el ahogo en el pecho lo que mueve la cama y los hombres se alivian pensando que se las aguantan y que por eso son hombres de verdad, porque son hombres de verdad, porque se pueden aguantar, pero se pueden aguantar porque se pueden aguantar, que si no se pudieran aguantar entonces no podrían conformarse pensando que porque se las aguantan son hombres de verdad. Se las aguantan porque sienten menos ¿o no sienten nada? Caminando a la siesta duermo mejor a la noche, los dos camiones ya pagos y Berto duerme mejor a la noche, años y años que no, grito, la boca abierta, dé golpe sentado en la cama por las pesadillas, no debe ser bueno fumar al despertarse, se va llenando la pieza de humo en el desvelo y la lamparita y otro capítulo más y menos mal que están pagados los camiones, años de no poder dormir contando ovejitas y hojas de almanaque y monedas de cinco, de diez, de veinte, en pilas, y vencimientos, pagarés, cheques sin fondo ¿de cuál hermana? ¿de cuál cuñada? ¿de qué amigo que antes tenía un platal y se lo jugó todo y Berto no tenía nada y a qué diablos tanto ayudar a esos sinvergüenzas? y se vuelan las hojas del almanaque, los vencimientos, los pagarés y pilas de monedas encima para que no se vuelen. Encendido el velador de la mesita de luz entre sueños las hojas del diario de nuevo que crujían, la novela ya la había terminado. Napoleón, Hindenburg y todas las biografías de Emil Ludwig, apenas entre sueños el ruido del diario, sueños profundos que tenía yo antes, no se podían volar las hojas de los pagarés, que Berto no se iba a dormir y dejar que se volaran. ¿Qué es preferible, estar desvelada o las pesadillas? Duerme ahora, pero se despierta de nada y «la culpa es tuya si el chico no aprende que los hombres no lloran, los hombres se las aguantan por dentro, pero no lloran» Berto cada vez que lloramos «y vos mocoso un poco de obediencia a tu padre que no te quiero ver llorar más» y tiene razón porque él y Héctor se las aguantan, yo lloro porque las mujeres somos flojas y el Toto llora porque es un chico. No me acuerdo si el Héctor lloró cuando se le murió la madre, yo le dije la noticia, era muy chico para llorar, un año menos que el Toto ahora, pero el Toto llora porque tiene el entendimiento de un grande. Y ni un amigóte le voy a dejar traer al Héctor este verano y en el patio si se ponen a patear los mato, rogarle al niño Héctor que vaya al panteón ¡que no vaya si no quiere! ¡teniendo ahí a la madre! la madre, y el abuelo materno, y el tío Perico, y mi nenito, no sé cómo están colocados, en el subsuelo está mi nene, es lo único que sé, angelito, ahí entre esa gente… solo, en manos de… ¿porque quién sabe lo que viene después de la muerte? ¿quién sabe con seguridad si no se sufre, si los muertos no son más malos todavía que cuando estaban vivos? a salvo dentro de su cajoncito, ¿pero los espíritus no entran donde quieren? y mi angelito ahí solo, con la madre del Héctor, que era buenísima, todo lo que quieran, pero no cuando murió, que quedó mal del parto del Héctor, mal de la circ