si íbamos a la confitería «La Unión» tomando un cívico con sánguches, que si pasan Alicita y la madre yo quería que lo vieran a papá que estaba todo vestido con la camisa blanca y el traje azul marino que nunca se pone, y la cara linda sin la barba y el pelo con gomina. Y ya se lo estaba por decir que fuéramos a la confitería pero en la esquina del cine estaban los empleados del negocio y lo empecé a tironear a papá pero agarró para donde estaban ellos y a decirles que fueran a ver la película y que por radio transmitían la pelea del campeonato, y el campeonato y el campeonato, y yo le dije a mamá que fuéramos a la confitería y mamá me miró que me callara, que si íbamos teníamos que invitar a todos y pagarles y yo se lo iba a decir lo mismo a papá sin que me oyeran los otros pero papá les dijo que vinieran a casa que algo comían, unos chorizos y un poco de vino y escuchaban la pelea y nada más que hablar de la pelea y esos tontos por la pelea no fueron a ver a la noche Sangre y arena que si íbamos con papá a la confitería hubiese sido lo más fantástico que hay, comiendo los sánguches de miga que son los más caros. Y después no volvió más a ir al cine, que dice que aunque vaya se le pasan por delante todas las cuentas del negocio con los pagarés y los vencimientos y no ve la cinta. Pero Sangre y arena la había podido ver. ¿Le gustó Sangre y arena a la maestra de primer grado? ganas de ir a convidarla con caramelos y mamá no me dejó. En las butacas de más atrás de todo con el marido de la nariz torcida. Llegué tarde al colegio el primer día de clase que hasta última hora me parecía que tenía ganas de hacer caca, primer grado y estaba la maestra con el guardapolvo apretado de cinturita de corsé de Lo que el viento se llevó y los tacos en punta de pies y los rulos y la cara linda de las bailarinas que bailan en fila, no la cara traicionera de Rita Hayworth: papá dice que es la más linda de todas. Voy a escribir en letras grandes R. de Rita y H. en letras grandes, le dibujo de fondo un peinetón y algunas castañuelas. Pero en Sangre y arena traiciona al muchacho bueno. No quiero dibujar R. H. en letras grandes. Y ya estaban empezadas las clases y «niño pase al pizarrón» que de lejos parecía negro lisito pero de cerca era lleno de pozos. La maestra con la mano de ella me lleva la mano y quedaron en el pizarrón dibujados los palotes, y por ahí me soltó la mano que en la mano tenía un anillo tan grande la maestra y le vi los dientes porque se estaba riendo y quedó dibujada otra fila de palotes en el pizarrón. Mamá no se quiso nunca poner los tacos altos como ella y yo no me daba vuelta a hacer bochinche con los chicos, siempre hay que mirar a la maestra, pintados los ojos con las cejas de hilito y los rulos negros en la frente con la peineta de piedritas y todas las vueltas del delantal y los tacos altos en punta de pie, que con brillo de dorado en los aros y el anillo, brillo de piedritas en la peineta y brillo de ganas de comer de dulce de ciruela en los dedos de los pies pintados con esmalte. Y en el cine siempre de lejos la saludo y ella me hace una risita y mamá no quiere nunca acercarse a quedarnos parados charlando un rato con la maestra de primer grado. Y yo me quedé parado charlando en la vereda de Raúl García, la segunda vez; la primera vez caminando subido por el tapial del fondo del negocio y miré y del otro lado estaba hachando leña Raúl García en la casa, miró para donde estaba yo y empezamos a hablar, le pregunté si era de Buenos Aires así le pude decir que había estado en Buenos Aires y que había visto obras de teatro y las ganas de preguntarle si la quería a la de Millán. La de Millán está de luto y pone cara de media muerta y la acompaña siempre Raúl García, que él no trabaja y no tiene madre y viven los dos hermanos con el padre y se lavan la ropa ellos, y el viejo hace la comida y no trabaja ninguno. Y cuando vamos para el cine con mamá vemos siempre en la puerta al viejo o a Raúl García o al hermano. Mamá dice que está una hora en el espejo para peinarse todos esos rulitos, con el pelo más largo que ninguno en Vallejos, cuando recién llegaron todos se reían, yo creía que era de algún circo que había venido de golpe, el hermano flaco con cara verde como la Hermana Clara, el padre con ojos saltones y Raúl García que cuando baila en el club con la de Millán pone cara de estar dormido con los ojos cerrados y que sueña que baila no sé dónde que le gustará tanto, en la corte de María Antonieta con Norma Shearer de la peluca más alta que hay. Y algunos muchachos andan con las chicas un tiempo y después las dejan y a veces no las dejan, más y se casan, si no con las maestras reas que andan con los viajantes, la de Millán no. Pero tiene las piernas gordas y cuando baila se larga toda para adelante que parece desmayada y le quería preguntar a Raúl García eso, cuando estaba subido en el tapial, si la quería para casarse, yo no quiero que se case, él más lindo que ella, pero estaba hachando la leña sin camisa y se le veían los brazos y el pecho de tener fuerza de boxeador como los malos pistoleros, ganas de pincharle la carne dura del brazo con una aguja de coser, o con un alfiler de gancho, o con la lanceta de hacer alfombras. Que no le debe salir sangre, la carne de fuerza es distinta. En la cara no tiene carne de fuerza, tiene carne de bueno que muere en la guerra. Y se levantan todos a las doce los García y el viejo alunado y los dos hermanos alunados no se hablan nunca y a la tarde cortando leña y yo le conté que había estado en Buenos Aires y él no conoce Buenos Aires, a mí me dio vergüenza que le pregunté, «en Buenos Aires fui al teatro de noche» y «vi El mercader de Venecia» que no vimos porque era la obra mejor y no había nunca entradas. Mamá me contó el argumento. Y él dijo que cómo tan chico entendía todo tan bien y casi le digo que tengo miedo a las tormentas, él no debe tener miedo a los truenos ni refocilos como los leñadores o de la policía montada del Canadá, qué lindo irnos a vivir a una cabaña, porque con la fuerza que tiene puede matar a los osos y si yo me quedo en el trineo desmayado en la nieve viene y me salva y en la cabaña tiene preparado un cívico de cerveza con sánguches de miga que trajimos del pueblo, y yo le cuento todo como es Buenos Aires y después todas las noches le cuento una obra distinta y después empiezo a contarle cintas y jugamos a cuál es la cinta más linda y hacemos una lista, y después de cuál es la artista más linda y cuál trabaja mejor y cuál es el número musical que le gustó más de los que le conté, que él vio pocos: casi todas cintas de pistoleros. Raúl García tendría que sacar a bailar a la maestra de primer grado, pero es casada, si no sería lo mejor, porque ella no tiene las patonas gordas de la Millán, y va siempre en tacos de los más altos, y es linda de las que son pobres al principio y se meten de batadanas y un pistolero la mandonea y un muchacho de la banda se enamora, que es Raúl García, y juntos deciden escaparse y pasan mil peligros, hasta que se esconden en un barco que va al Japón, en el camarote de un marinero borracho muy viejo que no se da cuenta, y ellos se tienen que desvestir, y ella al principio no quiere pero él empieza a besarla y deciden casarse en secreto ante Dios en el medio del mar, y de día están escondidos en un bote salvavidas, y de noche cuando el marinero borracho se va a hacer la guardia en el timón, ellos van al camarote, se desnudan y se besan y se acuestan y se duermen besándose agarrados, que ella no tiene más vergüenza de estar desnuda porque se han casado. Y se dan unos besos largos, larguísimos de quererse mucho, y ella está contenta con Raúl García que es tan bueno y nada le da miedo, mientras que el pistolero lo que quería era hacerle lastimaduras con el pito, que era malísimo. Y piden un nene, ella se pone a rezar a Santa Teresita para que le haga tener un nene, y no sabe si va a venir o no, y el viaje es largo que no se termina nunca, y por ahí ella ve que se le empieza a poner grande la barriga que se le está llenando de la leche que le va a dar al nene, y una mañana se siente mal de anta barriga que tiene y le dan mareos y Raúl García la cuida, y trata de consolarla que ella no da más del viaje tan largo, siempre en ese bote salvavidas, y están en eso cuando oyen un nene que llora, y se miran entre ellos y ella que estaba verde como la Hermana Clara se pone linda, linda de la alegría y lo manda a él a que busque al nene, que Dios lo ha dejado escondidito adentro de una soga arrollada, y el padre lo encuentra y lo besa, y se lo lleva a la madre que enseguida le empieza a dar la teta y al día siguiente llegan a una isla de palmeras y a ella le penen un collar de flores y la policía no los encuentran nunca más. Ahora voy a dibujar los carteles de una cinta policial y no pasa más la hora de la siesta, por suerte mañana no importa que el patio esté embarrado y no podemos jugar porque está el cumpleaños de la de González a las cuatro y vamos todos los chicos, los que pueden ir bien arreglados. Mamá me prometió que hoy no dormía y papá no la dejó hasta que a las tres hoy voy a piano, la porquería de escalas, y después inglés y después juego un poco con el Lalo y después paso en limpio el problema de regla del tres con la ilustración del molino, no como el molino del tanque que hay al fondo del negocio, mucho mejor un molino holandés, y las cuatro aspas grandes caladas amarillas y el paisaje con lomitas casi tapadas de tulipanes de todos los colores, Alicita dijo que es la flor que más le gusta y dijo que estaba en penitencia «Toto, no vengas a jugar» y a mamá le dije-y-le-dije vamos a La Plata que dan cintas nuevas y hay tortas más altas que en Vallejos y las jugueterías que me quedo una hora en la vidriera, y la casa de altos de abuelita, y lo único que no hay son collares de flores como en las cintas hawaianas, y no hay tulipanes, que solamente hay en Holanda y no los pueden mandar por la guerra. Si Alicita un día se pone a llorar a los gritos que quiere tulipanes no se los van a poder comprar porque no hay y no hay y no hay. Lo que se podría es dibujar uno o mejor comprar cartulina cara de todos colores y recortar tulipanes rojos, anaranjados, eremitas, amarillos, celestes, violáceos, lilas, azules, rosas, blancos, y echarles perfume y ella después no sé lo que hará, los pegará en la pared, o los guardará en el cuaderno, o lo mejor de todo es si me salieran recortados muy lindos que se los pusiera con una horquilla, un tulipán rosa un día, y un tulipán celeste otro día, en el pelo, que es ese cabello tan lindo como hilos de bordar plantas brillosas en el cubrecama de mamá. Las siete, las siete, todavía sigue el cumpleaños, oscuro como a las doce de la noche en este zaguán no vive nadie, me pego contra la pared y si pasa papá no me ve. Mamá… no le cuentes a nadie! Mamá está en el cine… un rayo se va a hundir en pleno cumpleaños, en el patio de la de González; y si hubiese caído antes de la rumba María de Bahía, al empezar María de Bahía tendría que haber caído el rayo. Mamá… no se lo digas a nadie! si supiera donde no lo voy a encontrar… ¿en casa o en el cine? los chicos todavía en el cumpleaños, al final sirven más torta, a esta hora no hay nadie en la calle, en esta vereda podrían asesinar a alguien y no habría testigos, y todo lo salado del copetín de grandes, iba a sobrar mucho ¿y estará en casa? o se habrá ido con mamá al cine? ¿la habrá dejado ir sola al cine? papá. En este zaguán me puedo esconder como en el patio de la Paqui inmunda y de Raúl García ¿la habrá dejado ir al cine a mamá sola? ¡a lo mejor mami en el cine con la Felisa, y papá en casa, y yo puedo meterme en el cine, que no va a estar papá sentado con mamá y va a saber lo que pasó, que es pecado mentir y le voy a tener que contar todo a papá, no, papá está en el cine, hoy está en el cine, yo me meto en casa y me lavo y papá no va a saber que lloré, entro al baño, voy al lavatorio… y papá está haciendo pis y yo no lo había visto! y me ve que lloré en el cumpleaños de la de González! ¿y si no está? pero siempre está al volver del cine… pero se fue a alguna parte, a lo mejor que lo llamaron a un partido en la cancha vasca, y resulta que empezaron a jugar y se fueron del entusiasmo a otro pueblo para un desafío… y a otro… y mañana domingo no va a tener colectivo para volver. Con el sombrero de papel con flecos, Alicita se dio vuelta y me dijo (ya le había tocado torta) que era repugnante con demasiada manteca, con el mismo sombrero yo me senté al lado de ella, a repetir chocolate y todos los chicos a correr al patio, la Paqui se hizo la grande y se quedó con los grandes en el comedor hablando. A jugar de correr y chocarse y caerse que el hermano gordo más chico de la de González no se podía levantar. ¿Y ahora qué harán? hasta las ocho dura el cumpleaños, le llevé de regalo Robinson Crusoe. Y el padre de la de González vino a decir que eran juegos brutos y ya estaba viniendo un poco de frío, con el sudor las gotas frías abajo de los brazos y nos hizo entrar a todos de nuevo: el que más líos y gritos había pegado era el bobo de Luisito Castro que levantaba polvareda y adentro qué vamos a hacer? los grandes bailan, y a bailar los chicos y yo la saqué a Alicita siguiendo el compás y nos salió bien sin saber, terminaba una pieza, empezaba otra y Alicita al lado mío diciendo cuál tenía el vestido más feo de todas, que Alicita no se escapaba para secretos con la de González al lado mío esperando otra conga, y un vals es de vueltas y la conga en fila, la rumba una hamaca y por ahí Alicita se fue al baño. ¡La mesa de los grandes! una jarra llena de copetín y me dieron un chupito: una jarra llena de agua que quema la garganta color de limón. ¡Y esta es otra rumba, María de Bahía, la pieza más linda para bailar! ¿y Alicita justo se fue ahora al baño? no contesta nadie pero en el baño no hay nadie y en la pieza de arriba la puerta está cerrada: ¿se abre la puerta en casa ajena? y adentro estaba una parecida a Alicita, una que se había puesto el vestido de Alicita, que la había agarrado en el baño y le había quitado el vestido. Pero era Alicita. Sentada jugando al dominó, con Luisito Castro. Con ese patas de caballo. Y me miraba con los ojitos que se ríen. Los cuatro jugando al dominó, la de González con otro del grado del Castro y con los ojitos chinos me dice que estaba jugando a los secretos y que me tenía que ir. Y yo la agarré del brazo y tironeando que viniera a jugar a bailar. Y Luisito Castro me dijo que me rompía una pierna que me fuera, papá, ¿pero cómo va a ser tan malo ese chico? papá, Luisito me dice que me va a romper la pierna, pero es que dice así, pero no va a ser malo, no me va a hacer nada ¿yo le tenía que pegar antes? ¿me había quebrado la pierna? las agujas, mil agujas clavadas al mismo tiempo son como un martillazo, son como la patada de Luisito Castro, con toda la fuerza largó el pie con el zapato puesto. Y enseguida me acordé que no tenía que llorar, papá, papá, nada de llorar fuerte, lo más despacio que pude: si Alicita se hubiese dado vuelta a mirar una murga de carnaval por la ventana no se habría dado cuenta que me dolía tanto de no aguantar las lágrimas y no se dio vuelta? ¿me subo a una palmera?… y salto de un techo al otro y con una soga del campanario pego el envión y volando sin sudar llegar hasta La Plata a ver la vidriera de los juguetes con luces, que la Paqui no me quiere creer que hay juguetes así, y patos de goma para jugar en la pileta, y de todas las formas, pero no vi ninguno con forma de cocodrilo, que sería de pegarse un susto verlo de golpe en la pileta, con esos dientes, que si a Alicita le crecen y Luisito Castro está cerca le va a tener que clavar unos cuchillazos, pero yo quería que el cuchillo se hundiera en la costra dura filosa del lomo, que es lo más asqueroso y lo más inmundo que tienen los cocodrilos, que hay que clavarles el cuchillo en la parte blandita lisita amarilla clara de abajo, una lástima, que después con las cuchilladas ya queda toda arruinada, y se pierde lo liso, que es lo único del cocodrilo que no da asco y miedo. No voy a ir a jugar a lo de Alicita, a Luisito Castro cuando dado vuelta no me vea le voy a clavar un cuchillo en la cara por el costado de la nariz, no voy a ir más a jugar ni tomar la leche, que fui tonto de perderme la hora del cine unas veces jugando, olvidándome, mirando a Alicita como se peina, la hebilla, mucho dulce de leche en la rebanada, me cuenta, se ríe, salta con los zoquetes blancos, los ojitos de china brillitos lucecitas chisjpitas de farolitos chinos, pero no voy a poder ir más, voy a hacer fuerza y pensar en otra cosa pero Alicita juega a las tiendas, hace escones, se hamaca, hamaca al muñeco, siempre tengo que mirarle algo, la hebilla, el delantal de tablas, las piernitas lisas, los farolitos, la vacuna, y no voy a poder ir más que cuando tenga que pedirle algún deber porque estuve enfermo y falté a clase, y no me importa, que viene la Teté, la Teté ricachona a jugar todas las siestas, cuando llegue a Vallejos va a parar en casa y le doy todo lo que le robé a la Paqui. Vamos Paqui, vamos si estás aburrida, vamonos del cumpleaños feo, la Paqui aburrida no la sacaban a bailar porque es chica para los grandes, que se embrome, mala, mala, perra, de vuelta todo oscuro por la calle, y dale que no creía que en La Plata hay juguetes que andan con electricidad, hace un rato era oscuro como ahora, el padre de la Paqui es padre de la Paqui sola y no es bueno? que es padre de nenas, porque está nervioso por la sastrería? Y mamá está viendo «A caza de novio», qué linda, lujosa, los carteles con casas y fiestas lujosas ¿mamá estará sola en el cine? ¿cuándo van a dar de nuevo «A caza de novio»? yo no me meto en casa, con los ojos colorados de la patada «¿por qué te dejaste pegar?» papá, «¿por qué se dejó pegar?» mamá ¿por qué me dejé pegar, mamá? y si pasara en este momento papá por acá entorno las puertas de este zaguán y cuánto tarda en pasarse el colorado de llorar de los ojos? y ahí donde no llega más la luz del farol, a media cuadra yo ya vi la sombra de Raúl García en la vereda de él ¿cuándo la había conocido él a la Paqui? «cómo te va, Paqui, vos siempre la más linda del pueblo» y pone unas caras y medio cierra los ojos «¿vienen de un cumpleaños? ¿y no me guardaron nada?» y «pibe, qué linda amiguita tenes» agarrándole la pera a la Paqui, pero no sé de cuándo se conocían, porque la casa de la Paqui está a la vuelta pero no están tapial de por medio como la casa de él con el patio del negocio, y la Paqui «¿por qué no le mostramos a Raúl el patio donde jugamos?» pero estaba todo oscuro pero sería lo mejor jugar de noche a los sustos los tres y entrar por el portón de atrás y estaba oscuro que no se veían los cascotes del suelo y tropezamos a cada rato y entramos cerca de las bordalesas y Raúl García me dijo que me fuera a esconder que ellos me buscaban y tenía todos los rulitos con gomina y la cara no era la misma, era de los que roban en las cintas y yo lo mismo me fui a esconder, bien detrás de los cajones y las damajuanas. Y no se oye que me buscan y enseguida me di cuenta de que me quieren pegar un susto bárbaro, acercarse despacito y decirme ¡bum! y salí corriendo y fui a las bordalesas, y no los veo, y me subo a una bordalesa y vi las sombras que se metían detrás del camión viejo sin ruedas. Y acercarme despacito para darles un susto, pero ellos en vez de estar calladnos están cuchicheando, qué asco en el camión viejo puede haber un gato que se despierta y muerde y los gritos despiertan a los ratones y las víboras, y todos se largan a agarrarnos, y la Paqui y Raúl García… dicen lo peor, las cosas de porquerías, se oyen besos y la Paqui decía que le tenía miedo que él era grande y ella era ya señorita pero muy chica todavía, y él le dice que ella tiene miedo porque nunca había visto a un hombre como era y que le agarrara para que viera cómo era, y la Paqui dice que tenía miedo de que le va a salir sangre y que después él no la iba a querer más, que la iba a dejar y él le dice que no la iba a dej.ar porque era la más linda del pueblo (mentira, más linda es la maestra de primer grado) y la Paqui le agarra el pito y le dice que le da miedo, y ella no sabía que a lo mejor faltaba un minuto para que a él le empezaran a brotar de adentro todos los órganos del aparato digestivo-reproductor, y él le pide que le deje poner el pito entre las piernas y yo ya quería empezar a gritarle a la Paqui que se salvara, que ella no dibujó el aparato digestivo del ave, y no sabe todas las porquerías que hay, con esos racimitos y esa especie de taza verde para abajo con el nombre difícil corte transversal de la vejiga, y ese lío de cañitos enredados como un cuerpo de araña venenosa y Raúl García que con esos rulos de circo es el ave, la cabeza del ave media desplumada, y yo iba a gritar pero como me vino de golpe la gana de repetir la torta repugnante de mucha manteca y me vino la gana de oír también de golpe, y cuando pedí repetir la torta Alicita me sacó la lengua y me dieron otra tajada pero me dieron ganas de oír más, que él quería meterle el pito para que ella no se pudiera mover y ahí aprovechaba a pegarle y arrancarle la ropa para verle las tetas, y hacerle rayas con un cuchillo hasta dejarla toda marcada y darle los pellizcones que duelen más y dejan moretones… hasta que llega el momento peor en que se ven las cosas que hay adentro del cuerpo de los hombres, la taza verde que se mueve capaz de morder, y el enredo de cañitos que si enlazan al cuello van apretando como la horca, y ese cuerpo de araña venenosa que tocarla debe dar el miedo de gritar más de todos, gritar más fuerte todavía que la chica que se vuelve loca en Cumbres de pasión, y las mujeres no pueden gritar porque si viene alguien ve que él le metió el pito y la Paqui es una puta. Y al final son eso, la Paqui es una puta y Raúl García un atorrante, yo que creía que era tan bueno, nunca pude jugar con él, y la Paqui le dice que ni siquiera le deja poner el pito entre las piernas, únicamente el día que se case, él no sé qué está haciendo, como si le hubiesen dado una patada en el estómago, empezó a decir ah-ah-ah-ah, como si se ahogara y la Paqui empezó a soltarse diciendo que la está ensuciando, que está toda salpicada en las piernas y ¡zas! me encontró que yo estaba espiando y me agarró a zamarrearme y meta decir que yo era un cuentero y que le jurara por Dios que no iba a decir nada, y se fue ¡Paqui, Paquita, yo quierp esperar en tu casa, hasta que no se note que lloré! ¡Paqui! ¡Paqui! ¡¿a quién le pregunto si papá está en el cine? ¿quién puede saber que papá no está en casa?! y vino Raúl García y me agarró de un brazo y me dijo que si llegaba a contar a alguien me iba a romper la cabeza, todo con cara de malo sin gritar para que no lo oyeran los vecinos, y lo podían venir a tocar los gatos con sarna del patio, que si les pisa la cola se ponen furiosos y se salen los ratones de las cuevas, los ratones que se meten en la roña y se comen todo lo más asqueroso, se comen los gatos muertos que ios pisaron los autos, y las víboras oyen y se vienen arrastrando entre los cascotes, y hasta puede haber pajarracos en el patio que dan una vuelta cerrada en el aire a toda velocidad y se largan sobre los chicos a darles el picotazo más fuerte que pueden. En la cara de Raúl García de malo, de costra dura filosa y la Paqui con cara flaca de las monjas sin pintarse, los picotazos no entran que es esa costra más dura que todo, la costra de los animales más malos del mundo. Que en el fin del mundo se van a quemar, la Paqui se va a morir aplastada entre las bordalesas que después se la comen los ratones, Raúl García partido en dos por el hachazo que le pega uno del negocio cuando lo ve que se metió en el patio, y Luisito Castro se hunde en un pozo hirviendo de cal y les cae encima la lluvia de gotas de fuego, que quema a los malos nada más, los buenos están en unos campos de lomitas de Holanda esperando el juicio final, y ahí no hay más peligros: que por donde camina el que se casó con la tía de Alicita las gotas de fuego no queman, se vuelven plateadas, y livianitas como papel picado, y yo doy un salto desde este zaguán tan oscuro y él me levanta en brazos, los ojos colorados le digo que son irritados de conjuntivitis, nunca va a saber que me dejé pegar, porque alto desde donde estamos empezamos a mirar todos los truenos y rayos que caen sobre los malos y no voy a tener más miedo porque no nos va a pasar más nada y mamá me hace señas que está cerca también salvada en el alto de otra lomita, con los de La Plata… y ojalá que la Teté llegue a tiempo a Vallejos, antes del fin del mundo, ella también salvada, y la maestra de primer grado, y el Lalo, y en el grado hacemos siempre dibujos y pocos dictados y después voy a piano y a inglés y tomo la leche y vamos al cine con mamá y plaseamos por los campitos de Holanda y desde ahí se vería si papá está en casa o se fue al cine, y yo miro al tío de Alicita que ahora tiene la cara lisita afeitada como siempre y más lustrosa que nunca, como los muñecos, y los ojos ya no son más de hombre, son de piedras preciosas, que cuesta tanto comprarlas, y en brazos me tiene contra el pecho y me tiene bien fuerte para que nadie me arranque de un tirón, y mejor todavía sería que nos quedáramos pegados, porque entonces nadie puede tironearme para otro lado y arrancarme, entonces voy a estar pegado al pecho de él, y por ahí sin que se dé cuenta me paso para adentro del pecho del tío de Alicita, que ya no nos separa más nadie, porque voy a estar adentro de él como el alma está adentro del cuerpo, yo voy a estar al lado del alma de él, envuelto en el alma de él. Y se ven los campos en lomitas tapados de tulipanes de todos los colores, que debajo de la lluvia plateada de papel picado van empezando a brillar, brillar, como las plantas que bordó mamá en el cubrecama. Y si Dios la perdona a Alicita, va a venir a las lomas, y se va a poner más contenta que nunca al encontrar todos los tulipanes, los va a acariciar, y besar, y después va a correr a darle un beso al tío con la boca de perfume de haber besado tantos tulipanes, y más y más besos al tío, y yo en mis adentros me voy a reír, pero despacito, porque Alicia, ella que se cree tan viva, no se va a dar cuenta que me está besando a mí.