Hu-lan se asomó y vio a David y Henry a pocos metros, detrás del motor de la cadena de montaje principal. Tenían la cabeza bajo la tobera y el ventilador removía el flequillo de David. Estudió la situación y, por o que vio, nadie estaba herido. No había ningún movimiento, aparte de la señora Leung, que avanzaba a gatas debajo de una máquina junto a una pared. Doug hablaba con Amy y señalaba una pared cerca de donde estaba la señora Leung. Amy avanzó decidida, sin miedo. ¿Por qué iba a estar asustada? Llevaba un arma y tenía ayuda. Leung se pegó al suelo cuando Amy pasó por delante de la máquina donde se escondía. Llegó a la pared y bajó varias palancas. Una tras otras las máquinas se pararon y el recinto quedó en silencio.
– ¡Papá, sal, no corres ningún peligro! -gritó Doug desde el otro lado de la gran nave.
– ¿Qué pasa? -gritó una chica en mandarín.
Doug apuntó el arma hacia el lugar de donde procedía la voz. Y de nuevo silencio. Hu-lan se movió poco a poco bordeando la máquina y vio a Sing. y Cacahuete agazapadas.
Doug agarró a una niña de unos doce años y le apuntó a la sien.
– Papá, sal a hablar conmigo o la mato.
Henry iba a incorporarse, pero David le puso una mano en el pecho para que se mantuviera agachado. El anciano se liberó y salió de detrás de la cinta transportadora. Doug lanzó a la niña a un lado.
– ¿Lo sabías, papá? ¿Por eso querías vender?
– No, no lo supe hasta que vi todos los documentos. Y durante esta última hora he intentado comprenderlo, pero soy incapaz.
– ¿Por qué querías vender entonces?
Henry cerró los ojos apesadumbrado y cuando los abrió de nuevo miró a su hijo con dureza.
– ¿Vas a dejar salir a esta gente?
– Por qué querías vender? -repitió Doug.
– Creí que conseguirías mejor precio mientras yo viviera, y juntos podríamos hacer frente al tema del os impuestos.
Era lo que Pearl Jenner había escrito en su artículo sobre la venta, y la razón que se había esgrimido en Wall Street, pero Doug no lo creía.
– No querías que la empresa fuera mía -afirmó.
– Si eso quieres creer…
– ¡Admítelo! -Doug lo apuntó con el arma.
– Lo haré si dejas salir a estas personas -dijo Henry, levantando las manos.
Hu-lan lo tomó como una indicación y, reuniendo las pocas fuerzas que conservaba, se arrastró sin ser vista. Esto suponía utilizar la mano, lo cual era un tormento, y a cada metro que avanzaba pensaba que volvería a desmayarse.
– Papá, sabes que no puedo hacerlo. Las cosas han ido demasiado lejos.
Hu-lan se quedó helada. No sabía si por lo que acababa de oír o por el dolor y el sudor frío. Llegó hasta el grupito de mujeres, susurró algunas instrucciones y siguió adelante. David también había empezado a moverse sin hacer ruido, hasta situarse detrás de Amy, que con la pistola apuntaba a la espalda de Henry.
– Dime por qué, hijo. ¿No es lo que tendrías que hacer? Decirnos por qué.
Doug se limitó a pasear la mirada por la planta como buscando algo.
– ¡Doug, te estoy hablando! -gritó Henry.
Doug volvió a mirar a su padre.
– ¿Qué dices?
– Quiero saber el motivo.
– Hay muchos motivos y… -sonrió- muy poco tiempo.
– Me gustaría una explicación. Por favor.
En el otro lado de la planta, la señora Leung no había dejado de moverse, parando de vez en cuando para murmurar algo a las obreras. ¿Habría tenido la misma idea que Hu-lan? ¿O lo único que quería era llegar a la puerta? En ese caso si Doug o Amy la veían, estaría muerta en cuestión de segundos.
– De acuerdo -dijo Doug suspirando-, pero si lo que quieres es ganar tiempo no te servirá de nada. Como dice todo el mundo, este lugar está en el quinto coño. Pasará lo que tenga que pasar. Nadie podrá evitarlo.
Henry asintió con brusquedad.
– Nunca me ha interesado la empresa, padre. Ya lo sabías. Tú y todo el mundo. Pensabas que no tenía capacidad. Todos pensaban que no tenía capacidad. Durante toda mi vida, en todas las ferias de juguetes siempre me han dicho: “Tu padre es un ejemplo difícil de seguir” o “Tendrás que esforzarte mucho para ocupar el lugar de tu padre”. Después caíste enfermo y me enviaste aquí para construir la fábrica. Conocí al gobernador Sun y, por supuesto, a su ayudante Amy.
“Fue la primera que me habló de los beneficios que podían obtenerse sin desembolsar capital.
– Escatimando en los salarios -dijo Henry.
– Ya sé que no parece gran cosa, pero trescientos mil al año libres de impuestos no están nada mal.
– Eso es calderilla.
– No lo es cuando empiezas a añadir otras fábricas. Cuando me di cuenta, vi que podíamos expandirnos fácilmente, igual que Mattel y Boeing.
– Son empresas legales.
– Da igual como lo consigas, lo que importa son los beneficios. Haz números, papá. Cuatro nuevas fábricas, trescientos mil limpios en cada una, menos…
– Pero tampoco te bastaron.
Hu-lan llegó al que había sido su puesto de trabajo. Se llevó un dedo a los labios pidiendo silencio a Siang y Cacahuete, que se quedaron perplejas al reconocerla. Les susurró algo al oído antes de desvanecerse de nuevo. Al otro lado de la planta, David vio que Hu-lan se desplomaba y a las dos muchachas chinas que intentaban reanimarla.
– ¡Exacto! -dijo Doug-. El dilema se produjo con Sam y sus amigos. Estabas en casa, se suponía que descansando, y se te ocurre la gran idea. Eso es lo que te convierte en un genio. Por eso eres una celebridad en el mundo del juguete. Pero no supiste ver el potencial.
– Lo vi, por eso quería vender ahora. Mientras estuviera vivo conseguiríamos el mejor precio.
– No, no viste lo mismo que yo. Los muñecos no son nada. El dinero está en la tecnología. Si hubieras hablado con Miles y Randall te habrías enterado de lo que querían.
– ¿Miles era tu socio?
Doug se encogió de hombros.
– Era sólo un abogado, padre, concédeme algún mérito.
– Pero sabía lo que estabas haciendo.
– Claro, pero quería conseguir un mayor precio. Cerrar el trato, dejar su empresa y entrar en Tartan. Se hablaba de fábricas, pero no prestaste atención -Doug meneó la cabeza-, y por eso estamos aquí ahora. Lo único que tenías que hacer era darte cuenta de los problemas, es decir, que nuestra empresa pagaba sobornos a Sun Gao, y lo hubieras vetado todo. Porque harías cualquier cosa para proteger a ese tipo. ¿No es así? -Como Henry no respondía, Doug gritó-: ¿No es cierto?
– Sí.
– Pero no te echaste atrás en el trato porque algo saliera como no estaba previsto. Le di la información a esa putilla, y ¿qué hizo? Joderlo todo. Mi intención era que entregara la información a la chismosa que había estado husmeando, pero en vez de eso se va de la lengua y divide la información. Keith le muestra una variante a Miles, que lo oculta por propio interés. Keith murió porque no tuvo agallas para denunciar lo que sabía. La chica también le envió algunos documentos a Sun, que hizo todo lo posible para cubrirse las espaldas. Pero yo aún contaba con Guy In. Al menos él hizo lo que esperaba.
– ¿Pero con qué fin? Todavía no lo entiendo.
– Cualquier detalle del plan (el soborno, los problemas en al planta) debería haber bastado para alertarte. Sabía que iniciarías una investigación, y cuando lo hicieras cancelarías el trato con Tartan, ya que la idea de que siguiera trabajando de esa forma te repugnaba.
– Lo que me repugna es lo que has hecho. Habrías podido evitarlo sólo con decirme lo que querías. ¿No se te ocurrió que anularía la venta si tú me lo pedías? ¿Y por qué te comprometiste a vender tus acciones a Tartan y después diste marcha atrás?
– No lo captas, papá. Piensa en el caballo, en el ajedrez, en el próximo movimiento. Por fin, más tarde lo que esperaba, hiciste exactamente lo que quería. Supiste lo que de la OPA hostil y ordenaste a tus agentes de bolsa que empezaran a comprar acciones. Aumentarse el valor global.
– Lo que significaba más beneficios para ti -dijo Henry, señalando la fábrica alrededor-, esto no puede ser el jaque mate que esperabas.
Una débil sonrisa asomó en los labios de Doug.
– Me arreglaré.
– Vamos, Doug, terminemos de una vez -dijo Amy.
Doug asintió e hizo un ademán a Amy para que pusiera manos a la obra. La mujer se guardó el revólver en la cinturilla de la falda, empezó a sacar puñados de fibra de los sacos de arpillera y a desparramarla por el suelo. Los centenares de mujeres de la planta comprendieron sus intenciones de inmediato. Esos extranjeros iban a provocar un incendio.
– ¿Qué pretendes con esto? Será tu ruina -dijo Henry.