Pero todo esto no son al fin y al cabo más que conjeturas: es razonable imaginar que, durante mucho tiempo tras su vuelta de Vietnam, Rodney pensara o sintiera lo anterior; no es imposible imaginar que pensara o sintiera todo lo contrario. Los hechos, sin embargo, son los hechos; me ciño a ellos. En los primeros meses que pasó en Estados Unidos Rodney apenas salió de su casa (ni de la casa familiar de Rantoul ni de la que compartió con Julia en Minneapolis), y cuando empezó a hacerlo fue sólo para enzarzarse en discusiones que más de una vez degeneraron en peleas casi siempre provocadas por su irreprimible tendencia a interpretar cualquier comentario sobre Vietnam o sobre su estancia en Vietnam, por intrascendente o anodino que fuese, como una agresión personal. Perdió a sus amigos de Chicago y también a los de Rantoul, y cortó cualquier vínculo con los antiguos compañeros de Vietnam, tal vez porque, de forma voluntaria o involuntaria, deseaba ocultar su condición de ex combatiente, lo cual explicaría el hecho de que durante mucho tiempo se negara en redondo a acudir en busca de ayuda o compañía a los locales de la Asociación de Veteranos. Pese al empeño sin descanso de Julia, a poco de casados su matrimonio ya se había degradado de forma irreversible. En cuanto a su familia, sólo se relacionaba con su madre, mientras que durante muchos años evitó la compañía y la conversación de su padre.