Mañana, pensó, le pediré permiso al Comisario para telegrafiar a Berlín y preguntar si conocen el paradero de Herr Schleifstein y de su amigo Bucholtz.
Sylvia estaba despierta, sentada en la cama con un ejemplar de Lady Hester, and the Danvers Papers de Charlotte M. Yonge, y con una caja de pasteles de vainilla Cadbury.
– Angus -comenzó a hablar, dejando el libro-. Angus, tengo una increíble idea.
– Bien, bien.
Sus pensamientos todavía estaban concentrados en Ember y en la posibilidad de un robo planeado por el alemán. Dejó que el parloteo de su mujer siguiera adelante, como el ruido del agua entre las rocas. Le habría gustado hablar con Ember, por lo que mañana haría circular el rostro de la pequeña rata por todas las divisiones. Entonces oyó el nombre del comisario, que provenía de los labios de su mujer.
– Lo siento, cariño. No te he entendido.
– Angus, deberías escucharme cuando te hablo. Decía que espero que no tengas ningún compromiso para la noche del día 21.
– ¿El día 21? ¿Qué es ese día, cariño?
– Un sábado.
– No, a no ser que tenga un caso… -«a no ser que Ember se vuelva contra el alemán y yo tenga que dar la alarma», pensó. «O que el alemán utilice las herramientas de Bolton para abrir el Banco de Inglaterra y la Policía Metropolitana requiera mis servicios. A no ser que…»-. ¿Por qué el día 21, querida?
– He enviado una nota de nuestra parte al Comisario y a su mujer para que vengan a cenar esa noche.
Hasta Lottie, encerrada en su ático, pudo escuchar el grito de rabia.
– ¿Qué has…? ¿Qué has pedido… al Comisario? ¿A mi Comisario? -Crow se hundió en una silla con el rostro lleno de asombro-. Sylvia, estás loca. Dios mío. Un inspector no presume de invitar a cenar a un comisario. Sobre todo si se le va a ofrecer la cena de Lottie. Por Dios, mujer, imaginará que me estoy arrastrando.
Angus Crow ocultó su rostro con las manos y pensó que bien podría estar ocupado durante esa noche del día 21. En una celda de la policía esperando el juicio por el asesinato de su mujer, Sylvia.
– Estarás aquí hasta que sea el momento de volver a la casa de Edmonton. Hay espacio en el ático, en la habitación de Harry Alien. Él no la necesitará hasta mediados de diciembre -dijo el Profesor a Ember.
Los informadores estaban siendo más precisos en sus disposiciones. Al ciego Fred le había llegado el soplo, de un observador llamado Patchy Dean, de que los polis estaban haciendo preguntas sobre un tal Ember y envió a un mensajero para localizar a Ember y darle la noticia: un muchacho joven que a veces estaba pidiendo en un punto de Regent Street, más arriba del Quadrant. Este muchacho, Saxby, puso al corriente al taimado lugarteniente más allá de Bermondsey, donde estaba buscando propiedades junto a los hermanos Jacobs. Ember tuvo el estómago delicado durante todo el viaje de vuelta hacia Albert Square. Más tarde Spear le confirmó que estaban haciendo preguntas y que la poli había ordenado su detención.
– No habrás estado hablando donde no debías -le preguntó Moriarty.
– Usted me conoce, Profesor. Ni siquiera una palabra. Sólo al prusiano y a su banda, y sólo lo que les convenía saber. Pero si ellos han dejado salir a Wellborn, entonces ya está todo claro.
– Wilhelm ha mantenido a Wellborn encerrado. Si está adecuadamente enganchado, no hará nada para perjudicarse. ¿Qué hay de ese Bolton donde has conseguido las herramientas?
– Él no sabía nada.
– Excepto que te pondrías en contacto para los instrumentos. Sabía que eras tú.
– Bolton no…
– Yo no me fío. Es mejor tener los ojos bien abiertos. Lee Chow se encargará de él si se va de la lengua. -Moriarty hizo una pausa, pero Ember movió la cabeza, rechazando pensar que el viejo Bolton hubiera podido decírselo a los polis-. Todo está preparado, ¿no es así? ¿No se ha olvidado nada?
– Tendré que utilizar a uno de los mensajeros como cochero, si es que no se me permite subir. Dije al alemán que el coche de alquiler estaría listo a partir de las tres de la mañana.
– Eso puede hacerse. ¿Tienes a un informador escuchando a los trabajadores en el lugar?
– El mejor. Spear tiene vigilado el lugar desde la tienda de la acera de enfrente y Bob el Nob está escuchando a los trabajadores de los que obtuvimos la primera información.
– ¿Has preparado alguna señal? ¿Y si no está despejado el camino?
– Ben Tuffnell todavía está en Edmonton. Si hay peligro antes de que salgamos, él estará cantando borracho alrededor de la casa. Cantará The Mower.
Moriarty asintió con la cabeza a modo de despedida, pero cuando Ember llegó a la altura de la puerta le dio un último mandato.
– Báñate Ember, si vas a quedarte aquí. No quiero tener esta casa con olor a pedos y al último pescado del verano.
El Profesor debería haber dado otras órdenes, ya que en cuanto Ember llegó a la habitación que anteriormente ocupaba Harry Alien, allí estaba Martha Pearson para decirle que su baño estaba preparado y la señora Spear le había traído toallas limpias, una pastilla de jabón Sunlight y un cepillo para que se restregara.
A la mañana siguiente llegó una carta de París del profesor Cari Nicol, el estudioso caballero americano del número 5 de Albert Square.
Estimado señor -decía la carta,
Estamos aquí muy bien establecidos. Pierre está bebiendo como una esponja, pero al menos trabaja unas cuatro horas al día. Trata continuamente de buscar excusas y se queja con frecuencia de la luz, dice que no está lo suficientemente bien, pero veo que va haciendo progresos. Es un auténtico placer verle pintar y estoy seguro que usted estará contento con los resultados. La madera ha sido marcada según sus instrucciones.
También me he encargado de que no salga nunca solo. He ido con él en todas sus visitas para ver el original. Puede descansar tranquilo con la seguridad de que todo está saliendo tal como lo ha ordenado.
Le saluda atentamente Su obediente criado
H. Alien
LONDRES
Los hermanos Jacobs acababan de encontrar el lugar en Bermondsey. Este edificio se había utilizado en parte como almacén y también como oficinas de una pequeña cadena de ultramarinos que había caído en bancarrota hace un año.
Se puso a la venta durante algún tiempo, pero nadie lo cogió, ya que el lugar era húmedo y poco adecuado para la ampliación. Y tampoco había sido nunca un lugar muy adecuado para el almacén de productos alimenticios, ya que la parte trasera daba a un basurero. Sin embargo, estaba algo alejado de las hileras más cercanas de cabañas; las cerraduras y los barrotes eran muy seguros, y contaba con un pequeño patio y un establo en la parte trasera.
Después de algún regateo, Bertram Jacobs pagó 200 libras del dinero del Profesor y la transferencia se realizó en la mitad de tiempo. Lee Chow reunió a algunos de sus hermanos amarillos y, en unos cuantos días, el lugar estuvo completamente limpio; se dieron unas capas de pintura aquí y allá, mientras Harkness, el conductor del Profesor, hizo un par de viajes con muebles baratos que.colocó en la parte trasera de un coche de alquiler.
Durante la semana anterior Ember volvió a la casa de Edmonton y Spear se aseguró de que el coche negro, que luego utilizarían como si se tratara de uno de policía y que habían estado construyendo en unos establos cercanos, se pusiera en el patio, para que el Profesor, cuando les visitara el sábado, le diera el visto bueno, siempre que los que tenían que quedarse allí pudieran aguantar el hedor de las curtidurías y las tiendas de pieles cercanas.