Þóra nunca había oído nada semejante ni tenía ningún interés especial en los fantasmas.
– Jónas, creo que está completamente excluida la posibilidad de que aquí hayan participado fantasmas.
– ¿Estás segura? -preguntó el propietario del hotel-. Birna estaba muy intrigada con la historia de este lugar. Decía que tenía que conocerlo bien porque, de otro modo, le resultaría difícil establecer relaciones afectivas con el espacio. No puede excluirse que haya removido las iras reprimidas de algún difunto y que haya acabado pagándolo con la vida. Quizá no directamente… pero quizá sí indirectamente. -Al ver que Þóra no sabía qué decir, continuó-: Puede que no exista una relación directa entre una cosa y otra. Y además tenemos que tener en cuenta este lugar. Esto está embrujado y los vendedores no dijeron nada al respecto. Una mujer ha muerto trágicamente… tal vez por algo relacionado con las apariciones. Será difícil no pensar en esta posibilidad, porque no sería ni mucho menos imposible que el asesino hubiera estado dirigido por fuerzas del más allá. ¿Comprendes?
Þóra no pudo menos que negar con la cabeza.
– Claro que sí, ¿no lo ves? Tú les cuentas a los vendedores que una mujer ha fallecido y que corren rumores de que ha sido el fantasma quien lo ha hecho. Toda esa cuestión puede llegar a dilucidarse en un juicio. Pero algo me dice que esa gente no tendrá el más mínimo interés en verse envuelta en un caso de asesinato, aunque sea de forma indirecta. ¿Tú querrías ser testigo en un caso de asesinato en el que el defensor del asesino dé a entender que callaste los hechos que acabarían por dar lugar al crimen? -Jónas sacudió la cabeza-. No, no te gustaría ni pizca. A ellos tampoco. Quizá así se consiga que acepten pagar compensación.
Þóra le interrumpió.
– ¿Qué más da si consigues una compensación? Tú tendrás que seguir con el hotel, ¿no pretenderás volverte atrás en la compra por este motivo? Si dices en serio lo del fantasma, dudo que consigas sobornarlo para que se largue.
Jónas sonrió.
– Naturalmente que no puedo hacerlo. Pero preveo que tendré que aumentar el sueldo de los empleados para que no se despidan y se larguen. Éste es un pueblo espiritual, sensible con las cosas sobrenaturales. Ya he empezado a preocuparme porque algunos han dado a entender que están pensando en dejar el trabajo. Mi presupuesto de operaciones se está viniendo abajo, y bien podría resultar que se evapore el escaso beneficio que tenía calculado. Los huéspedes de sitios como éste son también sensibles. No les interesa para nada tener que vérselas con seres del otro mundo. Y mucho menos, si puede costarles la vida.
Þóra tenía que digerir todo aquello. No le apetecía lo más mínimo intentar forzar a la gente a llegar a un acuerdo amenazándoles con involucrar sus nombres en un caso de asesinato, pero las palabras de Jónas sobre sus empleados eran un argumento de peso.
– Permíteme que lo piense más tranquilamente. -Hizo ademán de ponerse en pie, pero se detuvo-. Aunque todavía tienes que decirme algo sobre esas apariciones fantasmales. ¿Cómo se manifiesta el fantasma, en realidad?Jónas resopló.
– Puf. No sé por dónde empezar.
– Por el principio, por ejemplo -dijo Þóra un poco molesta.
– Sí, seguramente es lo mejor -respondió Jónas, a quien las palabras de Þóra no parecían haberle afectado en lo más mínimo-. Como ya te he dicho, la mayor parte de los empleados perciben más de lo que se ve a primera vista. -Þóra asintió-. Empezaron a sentir una presencia desagradable. Recuerdo que el lector de auras, que se llama Eiríkur, fue el primero que la notó. Luego fueron otros quienes la percibieron, y posteriormente todos los demás. Yo tardé mucho en darme cuenta, al principio pensé que serían simples imaginaciones. -Jónas miró a Þóra con cara de preocupación-. En realidad, es imposible explicárselo a quienes no son receptivos a estas cosas, pero sí que puedo afirmar que es algo que dista mucho de ser una sensación placentera. A lo que mejor se puede comparar es a cuando sientes que hay alguien siguiéndote. Como si estuviera ahí sentado mirándote desde algún rincón oscuro, por ejemplo. Eso es lo que me pasó a mí, al menos.
Aquel relato no hizo más que confirmar la opinión de Þóra de que se trataba de un caso de histeria colectiva. Uno había empezado con una historia confusa y luego fueron siguiendo los demás, uno tras otro, hasta que la imaginación de la gente acabó convirtiéndola en un hecho real y palpable.
– Jónas -dijo Þóra-. Tendrás que buscar algo mejor. Este pleito no tiene muchas posibilidades de salir adelante, si voy a ver a los vendedores y les repito lo que me has estado contando. Tendremos que contar con algún buen argumento, no basta con una historia de miedo por aquí y otra por allá.
Jónas la miró escandalizado.
– Pero es mucho más que eso. Una historia de miedo te hace temblar un momento. Esta sensación es permanente. Opresiva, es quizá la palabra más adecuada. La mayoría, por no decir todos, han oído llantos por las noches, gemidos de niños. -De pronto puso un gesto triunfante-. Y yo he visto un fantasma auténtico. Más de una vez, además. Su presencia ha ido aumentando últimamente.
– ¿Y dónde has visto ese fantasma? -preguntó Þóra escéptica.
– Fuera, sobre todo. Aquí delante -Jónas agitó la mano hacia la ventana que había detrás de él, sin mirar hacia allí-. No me resulta fácil explicar exactamente dónde estaba situado el fantasma, pues siempre que lo vi había neblina. Algunos fantasmas sólo aparecen en determinadas condiciones atmosféricas, y éste viene cuando hay niebla.
– Así que, me imagino, no podrás describirlo con detalle, ¿verdad?-preguntó Þóra.
– No, en realidad no. Excepto que sé perfectamente que se trata de una niña o una mujer. El ser era demasiado pequeño para ser un varón. -Jónas se echó hacia atrás en el sillón-. Aparte de que la vi aparecerse en el espejo de mi habitación. Entonces no me cupo duda alguna de que se trataba de una chica. Sucedió bastante rápido, pero…
– Dijiste que habías reconocido a la chica en una foto que encontraste. Difícilmente sucedería tan deprisa como para que no pudieras conservar en la memoria los rasgos de su rostro, ¿no?
– Ya, no sé exactamente cómo explicarlo. Estaba cepillándome los dientes y oí un leve crujido. Me quedé como petrificado, me incorporé y entonces vi al ente en el espejo, pasando por delante de la puerta. Mi subconsciente consiguió percibir suficientemente los rasgos de su cara, aunque me resultaría muy difícil describirla, pero reconocí el rostro en una de las fotos. -Jónas abrió uno de los cajones del escritorio y se puso a rebuscar algo mientras seguía hablando-: Ni siquiera pude seguir con la foto en la mano después de aquello. La metí en la caja y la cerré. Para ti no representará problema alguno mirarla, pero yo no puedo.
– Dudo que me quite el sueño -dijo Þóra, sonriéndole-. Me gustaría hablar con alguno de tus empleados sobre este asunto. Con ese tal Eiríkur, el lector de auras, por ejemplo.
– Ningún problema. En este momento no está aquí pero volverá mañana, creo. -Jónas encontró por fin lo que estaba buscando en el cajón. Le entregó a Þóra una llave vieja y pesada, metida en un gran aro metálico-. Ésta es la llave del viejo sótano. Las cajas de las que te he hablado están allí abajo. Échales un vistazo. Hay muchas cosas curiosas que pueden explicar las apariciones.
Þóra agarró la llave.
– ¿No me engaña la memoria si la vieja granja se llamaba Kreppa? -preguntó con gesto inocente.
El dueño del hotel la miró extrañado.